sábado, 2 de diciembre de 2017

Catecismo 2616. Jesús escucha la oración

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Punto 2.616 La oración a Jesús ya ha sido escuchada por Él durante su ministerio, a través de signos que anticipan el poder de su muerte y de su resurrección: Jesús
escucha la oración de fe expresada en palabras (del leproso [cf Mc 1, 40-41], de Jairo [cf Mc 5, 36], de la cananea [cf Mc 7, 29], del buen ladrón [cf Lc 23, 39-43]), o en silencio (de los portadores del paralítico [cf Mc 2, 5], de la hemorroisa [cf Mc 5, 28] que toca el borde de su manto, de las lágrimas y el perfume de la pecadora [cf Lc 7, 37-38]). La petición apremiante de los ciegos: “¡Ten piedad de nosotros, Hijo de David!” (Mt 9, 27) o “¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!” (Mc 10, 48) ha sido recogida en la tradición de la Oración a Jesús: “Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador”. Sanando enfermedades o perdonando pecados, Jesús siempre responde a la plegaria del que le suplica con fe: “Ve en paz, ¡tu fe te ha salvado!”.
San Agustín resume admirablemente las tres dimensiones de la oración de Jesús: “Ora por nosotros como sacerdote nuestro; ora en nosotros como cabeza nuestra; a Él se dirige nuestra oración como a Dios nuestro. Reconozcamos, por tanto, en Él nuestras voces; y la voz de Él, en nosotros”

. No dudemos de que Jesús escucha la oración que le dirigimos porque la prueba es que la escuchó mientras estuvo entre nosotros. Luego la mejor forma para saber si nos escucha es ver si nos escuchó durante su ministerio entre nosotros. Nos remitimos a varios pasajes de la Biblia para comprender que somos escuchados, para no caer en la tentación de que la oración no sea hablar contra una pared o un monólogo. Al hombre carnal le cuesta entender y creer que Dios esté atento a nuestras palabras, y sin embargo Dios escucha nuestra oración por muchas dudas que tengamos. Así por ejemplo, tenemos en Marcos 1,40-41: "Se le acerca un leproso suplicándole y, puesto de rodillas, le dice: «Si quieres, puedes limpiarme.» Compadecido de él, extendió su mano, le tocó y le dijo: «Quiero; queda limpio.» Y al instante, le desapareció la lepra y quedó limpio", donde se subraya como es escuchada la petición del leproso. El leproso se acerca, es decir, nuestra oración requiere acercarnos por nuestra parte a Jesús, el leproso se puso de rodillas lo cual es significativo de quien se postra ante Dios, de quien se sabe un mendigo, y el leproso le suplicó un “si quieres puedes”, lo deja en manos de Jesús.


. En Marcos 5 tenemos el pasaje de la hija de Jairo y el de la hemorroísa. Siendo Jairo el jefe de la sinagoga el hecho de acercarse a Jesús a pedirle a Jesús la sanación de su hija, supone para él romper su imagen, pues hay un recelo muy grande entre el pueblo judío y la presencia de Jesús como el enviado de Dios. Muchos iban a reprochar a Jairo que se acercara a Jesús al considerarle un falso profeta. Así pues hemos de aprender que para pedir a Dios hemos de romper con nuestra imagen, romper con nuestros falsos compromisos que nos impiden ser libres para seguir a Jesús, romper con la influencia de nuestro alrededor que nos impide ser humildes para orar delante de Dios, como si nuestra oración la hiciéramos solo cuando no nos ven por vergüenza a que nos vean orando. Cuando alguien es libre de cómo va a ser percibido por los demás es capaz de decir que va a orar sin importarle de quien está rodeado. Jairo rompe con esta situación en la que nos encontramos cuando no somos libres.

. En el pasaje de la cananea, Jesús libera a su hijo del demonio cuando la mujer se humilla, es decir por ese acto de humildad su oración es escuchada. Nos recuerda a que “el que se humilla será ensalzado y viceversa”. Digamos que en toda oración humilde hay un auténtico exorcismo que parte de la súplica humilde. Es decir: “yo no tengo derecho por mí mismo a nada, pero todo lo espero de la misericordia de Dios”. Es una auténtica lección la que nos da esta mujer.

. En Lucas 23,39-43 tenemos el texto del buen ladrón: "Uno de los malhechores colgados le insultaba: «¿No eres tú el Cristo? Pues ¡sálvate a ti y a nosotros!» Pero el otro le respondió diciendo: «¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena? Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en cambio, éste nada malo ha hecho.» Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino.» Jesús le dijo: «Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso", es impresionante ver cómo un ladrón saca por su boca toda su amargura echándosela a Jesús y pretende consolarse insultando a Jesús, provocando a Jesús. Así nosotros también muchas veces sacamos toda nuestra porquería y se la echamos al más inocente de nuestro alrededor. Sin embargo el buen ladrón le replica que ellos como ladrones tienen lo que se han merecido, no así el inocente. Este buen ladrón está haciendo un acto de humildad en el que dice que tiene lo que se ha merecido, cosa que hacemos muy pocos, normalmente nos creemos víctimas inocentes de lo que nos ocurre en lugar de reconocer que tenemos lo que nos merecemos. El buen ladrón se reconoce como tal, como un ladrón durante toda su vida, y en cambio ve a Jesús como un inocente al que le pide que se acuerde de él. El buen ladrón nos enseña a reconocer nuestro pecado y a pedir humildemente a Jesús que se acuerde de nosotros.


. Jesús escucha la oración también expresada en el silencio, por ejemplo en los portadores del paralítico que decir, no dijeron nada, pero con lo que hicieron lo dejaron bastante claro. En Marcos 2,5:” "Y le vienen a traer a un paralítico llevado entre cuatro. Al no poder presentárselo a causa de la multitud, abrieron el techo encima de donde él estaba y, a través de la abertura que hicieron, descolgaron la camilla donde yacía el paralítico. Viendo Jesús la fe de ellos, dice al paralítico: «Hijo, tus pecados te son perdonados.", este atrevimiento que tuvieron para poner al enfermo delante de Jesús le conmueve al corazón de Jesús. También tiene una gran importancia y un gran valor hacer gestos externos que nos comprometan plenamente, así nuestra convicción interior no es solo teórica.  




. Otro ejemplo es el de la hemorroísa cuyo acto de tocar el manto de Jesús le era suficiente para curarse, y efectivamente así fue. Esta mujer se presenta sin querer acaparar a Jesús, solo quiere tocar su manto por detrás.

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