lunes, 28 de septiembre de 2015

Catecismo 634-635. Jesús descendió a los infiernos II

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Catecismo 634-635. Jesús descendió a los infiernos II

Punto 634 "Hasta a los muertos ha sido anunciada la Buena Nueva ..." (1 P 4, 6). El descenso a los infiernos es el pleno cumplimiento del anuncio evangélico de la salvación. Es la última fase de la misión mesiánica de Jesús, fase condensada en el tiempo pero inmensamente amplia en su significado real de extensión de la obra redentora a todos los hombres de todos los tiempos y de todos los lugares porque todos los que se salvan se hacen partícipes de la Redención.

. Cuando decimos que Cristo va a predicar a los infiernos no se entiende en el sentido de dar una posibilidad de conversión después de la muerte. Con la muerte se fija definitivamente la opción del alma: abierta o cerrada a la gracia, es decir,  no es posible que un alma cerrada a la gracia, que está en la condenación se convierta después de muerto, y hay muchos textos en las escrituras que así lo indican, por ejemplo Lucas 12,58-59 o Mateo 25,11-13 con la parábola de las cinco vírgenes necias y las cinco vírgenes sensatas donde las necias se encuentran con la puerta cerrada. Cristo liberó a los que estaban en estado de gracia, nos liberó de las cadenas del pecado.

Punto 635 Cristo, por tanto, bajó a la profundidad de la muerte (cf. Mt 12, 40; Rm 10, 7; Ef 4, 9) para "que los muertos oigan la voz del Hijo de Dios y los que la oigan vivan" (Jn 5, 25). Jesús, "el Príncipe de la vida" (Hch 3, 15) aniquiló "mediante la muerte al señor de la muerte, es decir, al diablo y libertó a cuantos, por temor a la muerte, estaban de por vida sometidos a esclavitud "(Hb 2, 14-15). En adelante, Cristo resucitado "tiene las llaves de la muerte y del Infierno" (Ap 1, 18) y "al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra y en los abismos" (Flp 2, 10).


Qué es lo que sucede hoy sábado santo? «Un gran silencio envuelve la tierra; un gran silencio y una gran soledad. Un gran silencio, porque el Rey duerme. La tierra está temerosa y sobrecogida, porque Dios se ha dormido en la carne y ha despertado a los que dormían desde antiguo [...] Va a buscar a nuestro primer Padre como si éste fuera la oveja perdida. Quiere visitar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte. Él, que es la mismo tiempo Dios e Hijo de Dios,  va a librar de sus prisiones y de sus dolores a Adán y a Eva [...] Yo soy tu Dios, que por ti y por todos los que han de nacer de ti me he hecho tu Hijo. A ti te mando: Despierta, tú que duermes, pues no te creé para que permanezcas cautivo en el abismo; levántate de entre los muertos, pues yo soy la vida de los muertos» (Antigua homilía sobre el grande y santo Sábado: PG 43, 440. 452. 461).

Catecismo 631-633. Jesús descendió a los infiernos I

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Punto 631 "Jesús bajó a las regiones inferiores de la tierra. Este que bajó es el mismo que subió" (Ef 4, 9-10). El Símbolo de los Apóstoles confiesa en un mismo artículo de fe el descenso de Cristo a los infiernos y su Resurrección de los muertos al tercer día, porque es en su Pascua donde, desde el fondo de la muerte, Él hace brotar la vida:

. Vemos textos en la escritura que apoyan que el alma de Cristo es glorificada en el momento de la 
muerte sin esperar al tercer día de la resurrección, por ejemplo cuando le dice al buen ladrón: ”hoy mismo estarás conmigo en el paraíso” con lo cual difícilmente el alma de Cristo no va a ser glorificada si va a estar con Dios en la plenitud de gloria. En Mateo 27,52-53: “y las tumbas se abrieron. Muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron y, saliendo de las tumbas después que Jesús resucitó, entraron en la Ciudad santa y se aparecieron a mucha gente”, se afirma que en el momento de la muerte de Cristo tuvieron lugar estos hechos de orden milagroso y parece que se está trasluciendo aquí ese descenso de Cristo al lugar de los muertos y esa liberación que tuvo allí lugar.

Punto 632 Las frecuentes afirmaciones del Nuevo Testamento según las cuales Jesús "resucitó de entre los muertos" (Hch 3, 15; Rm 8, 11; 1 Co 15, 20) presuponen que, antes de la resurrección, permaneció en la morada de los muertos (cf. Hb 13, 20). Es el primer sentido que dio la predicación apostólica al descenso de Jesús a los infiernos; Jesús conoció la muerte como todos los hombres y se reunió con ellos en la morada de los muertos. Pero ha descendido como Salvador proclamando la buena nueva a los espíritus que estaban allí detenidos (cf. 1 P 3,18-19).

. El Catecismo afirma que Jesús conoció la muerte de verdad con su consecuencia más profunda que es el drama de la separación del alma y el cuerpo, y afirma que Cristo no está vencido y derrotado por la muerte sino que está ejerciendo su poder salvífico hacia todas las almas del Antiguo Testamento, va a rescatar a todo los justos del Antiguo Testamento. El texto principal en el que la fe de la Iglesia Católica se apoya es 1ª Pedro 3,18-20 “Cristo murió una vez por nuestros pecados –siendo justo, padeció por la injusticia– para llevarnos a Dios. Entregado a la muerte en su carne, fue vivificado en el Espíritu. Y entonces fue a hacer su anuncio a los espíritus que estaban prisioneros, a los que se resistieron a creer cuando Dios esperaba pacientemente, en los días en que Noé construía el arca. En ella, unos pocos –ocho en total– se salvaron a través del agua”. Es decir, en el espíritu Cristo fue también a predicar a los espíritus encarcelados.

Punto 633 La Escritura llama infiernos, sheol, o hades (cf. Flp 2, 10; Hch 2, 24; Ap 1, 18; Ef 4, 9) a la morada de los muertos donde bajó Cristo después de muerto, porque los que se encontraban allí estaban privados de la visión de Dios (cf. Sal 6, 6; 88, 11-13). Tal era, en efecto, a la espera del Redentor, el estado de todos los muertos, malos o justos (cf. Sal 89, 49;1 S 28, 19; Ez 32, 17-32), lo que no quiere decir que su suerte sea idéntica como lo enseña Jesús en la parábola del pobre Lázaro recibido en el "seno de Abraham" (cf. Lc 16, 22-26). "Son precisamente estas almas santas, que esperaban a su Libertador en el seno de Abraham, a las que Jesucristo liberó cuando descendió a los infiernos" (Catecismo Romano, 1, 6, 3). Jesús no bajó a los infiernos para liberar a los condenados (cf. Concilio de Roma, año 745: DS, 587) ni para destruir el infierno de la condenación (cf. Benedicto XII, Libelo Cum dudum: DS, 1011; Clemente VI, c. Super quibusdam: ibíd., 1077) sino para liberar a los justos que le habían precedido (cf. Concilio de Toledo IV, año 625: DS, 485; cf. también Mt27, 52-53).

. Qué son esos espíritus encarcelados?, qué es el Seol? Qué son los infiernos, ese lugar al que fue Cristo a predicar la liberación? Descendió a los infiernos es un término sinónimo de descendió al Seol o a los Hades. Estos lugares tienen un significado que va progresando a los largo del Antiguo Testamento, en los estadios más primitivos, más alejados de Jesucristo, el Seol era un lugar más bien tenebroso a donde iban todos después de su muerte, buenos y malos, sin distinguir el estado de unos y de otros. Según se va acercando a Jesucristo, el Seol sigue siendo un lugar al que van los muertos, pero donde ya se distinguen dos partes, una parte reservada a los condenados para los que no hay esperanza de redención y otra parte destinada a los justos que esperan la venida del redentor, a ésta parte la llamaban limbo o seno de Abrahán. Es decir, la concepción de a dónde iban los muertos en el Antiguo Testamento va teniendo una evolución. Textos que apoyan estas afirmaciones los vemos en el Salmo 89,49 “¿Quién vivirá sin ver la muerte? ¿Quién se librará de las garras del Abismo?”, en 1 Samuel 28,19 “…Mañana, tú y tus hijos estarán conmigo, y también al ejército de Israel el Señor lo entregará en manos de los filisteos”. Donde Samuel (justo) desde el Seol le dice a Saúl (no justo) que mañana estará con él. En Ezequiel  32,17-32, ya se distingue en parte al Seol como el lugar de condenados y al Seol como el lugar de los justos. Los espíritus encarcelados son los espíritus debilitados que están en el Seol.

. En el texto del rico Epulón y del pobre Lázaro nos ayuda mucho para entender cuál era el concepto ya evolucionado de lo que se pensaba que era el Seol. Lucas 16,22-26: El pobre murió y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. El rico también murió y fue sepultado. En la morada de los muertos, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro junto a él. Entonces exclamó: "Padre Abraham, ten piedad de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en el agua y refresque mi lengua, porque estas llamas me atormentan". "Hijo mío, respondió Abraham, recuerda que has recibido tus bienes en vida y Lázaro, en cambio, recibió males; ahora él encuentra aquí su consuelo, y tú, el tormento. Además, entre ustedes y nosotros se abre un gran abismo. De manera que los que quieren pasar de aquí hasta allí no pueden hacerlo, y tampoco se puede pasar de allí hasta aquí". Jesús aunque pone esta parábola referida a ricos y pobres, es un relato que nos ayuda a entender el concepto del Seol.

. A este lugar es al que desciende Jesucristo porque todavía no habían sido redimidos los justos. Cuando el apocalipsis dice “lloré porque no había nadie capaz de abrir el libro y romper sus sellos”, el libro de la vida con los nombres de los justos escritos permanecía sellado hasta que es Jesucristo capaz de inaugurar el libro de la vida, es Cristo descendiendo a lugar de los muertos.

. Jesús no bajó a los infiernos para liberar a los condenados (Concilio de Roma, año 745) ni para destruir el infierno de la condenación sino para liberar a los justos que le habían precedido (Concilio de Toledo IV, año 625). Es curioso porque en cada una de estas afirmaciones se cita un concilio de la historia de la iglesia en el que hubo una condena por parte de la iglesia de algunos herejes que afirmaban tales cosas. Jesús no bajó a los infiernos para liberar a los allí condenados, y algunos herejes lo afirmaron, pero la iglesia rechazó tal afirmación. Tampoco se acepta que Jesús descendió al lugar de los muertos para destruir el infierno de la condenación, pues es una contradicción pensar que Cristo ha descendido para redimir a aquellos que están en pecado mortal, es como si Dios no respetase nuestra libertad, si un alma le ha dicho libremente que le rechaza, Cristo no puede ir a obligarle a aceptar su amistad. Alguien que está en estado de condenación es alguien que ha rechazado la amistad de Cristo. Cristo va a rescatar a los justos como fruto de su muerte redentora.


. Se suele describir este descenso al lugar de los muertos en el arte cristiano como el Jesús que da la mano a Adán y a Eva que se encuentran como encarcelados y los rescata.

miércoles, 23 de septiembre de 2015

Catecismo 624-628. Jesucristo fue sepultado

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Punto 624 "Por la gracia de Dios, gustó (experimentó)la muerte para bien de todos" (Hb 2, 9). En su designio de salvación, Dios dispuso que su Hijo no solamente "muriese por nuestros pecados" (1 Co 15, 3) sino también que "gustase la muerte", es decir, que conociera el estado de muerte, el estado de separación entre su alma y su cuerpo, durante el tiempo comprendido entre el momento en que Él expiró en la Cruz y el momento en que resucitó. Este estado de Cristo muerto es el misterio del sepulcro y del descenso a los infiernos. Es el misterio del Sábado Santo en el que Cristo depositado en la tumba (cf. Jn 19, 42) manifiesta el gran reposo sabático de Dios (cf. Hb 4, 4-9) después de realizar (cf. Jn 19, 30) la salvación de los hombres, que establece en la paz el universo entero (Col 1,18-20).

. Decir gustar la muerte parece algo cruel, sin embargo esto lo que significa está relacionado con el principio de san Ireneo que nos dice “lo que no ha sido asumido no ha sido redimido”. Jesús asume todas las situaciones humanas para poder redimirlas, Jesús entró en la muerte para asumiéndola redimirla. La muerte es un drama. Jesús lloró la muerte de su amigo Lázaro, debió también sufrir por la muerte de san José, es decir, Jesús había gustado el drama de la muerte. Nosotros también gustamos de la muerte cuando un ser querido nuestro desaparece y tenemos que aprender a vivir sin su presencia. Mientras estamos vivos gustamos la muerte en el sentido anterior, es decir, experimentamos la muerte en los demás, y tenemos pendiente experimentar la muerte en nosotros mismos. Jesús experimentó, gusto la muerte por sí mismo, no solo en los demás.

. En la muerte hay un drama en la separación del alma y el cuerpo, ya no es uno el hombre entero de cuerpo y alma. Cuando el cuerpo resucite y se una al alma, el gozo será completo porque no es el ser entero el que goza, (a excepción de la virgen María que fue asunta a los cielos). Cristo ha muerto no solo para salvar únicamente el alma, sino para salvar al hombre entero.

. Cristo desciende a los “infiernos”, al llamado Hades, dónde se encuentran todos los hombres “justos” del Antiguo Testamento que todavía no han podido contemplar la gloria de  Dios porque no han sido redimidos en Cristo. Desciende al lugar de los muertos para liberar a todos los justos del AT. No entendemos aquí infierno como el lugar de la condenación.

. Qué le sucedió a Cristo en los días en que estuvo su cuerpo muerto, el Catecismo precisa que Cristo bajó a los infiernos en espíritu. En nosotros, en el momento de la muerte, el alma es inmortal y el cuerpo es mortal y está sujeto a la corrupción. En el caso de Jesucristo, el alma humana y el cuerpo humano están unidos a la 2ª persona de la ST, en el momento de la muerte de Cristo se separa el alma humana y el cuerpo humano y ese alma humana vivificada y glorificada es la que desciende al lugar de los muertos.

. El cuerpo humano de Cristo no fue abandonado, la unión hipostática no continuó únicamente con el alma humana, sino que también continuó con el cuerpo humano y no estaba sujeto a la corrupción. En Hechos 2,26-27 “Por eso se alegra mi corazón y se goza mis entrañas. Y mi carne descansa serena, porque no abandonarás mi alma en el Hades, ni permitirás que tu santo experimente la corrupción”, es decir, Dios no permite que el cuerpo de Jesucristo separado del alma experimente la corrupción en el sepulcro.

. En esos tres días, el Verbo está unido al alma de Cristo, el alma humana es glorificada y desciende al lugar de los muertos y el cuerpo de Cristo es preservado de la corrupción en virtud de que también está participando de la unión hipostática y va a ser unido con el alma humana de Cristo en el momento de la resurrección.

Punto 625 La permanencia de Cristo en el sepulcro constituye el vínculo real entre el estado pasible de Cristo antes de Pascua y su actual estado glorioso de resucitado. Es la misma persona de "El que vive" que puede decir: "estuve muerto, pero ahora estoy vivo por los siglos de los siglos" (Ap 1, 18):
«Y este es el misterio del plan providente de Dios sobre la Muerte y la Resurrección de Hijos de entre los muertos: que Dios no impidió a la muerte separar el alma del cuerpo, según el orden necesario de la naturaleza, pero los reunió de nuevo, una con otro, por medio de la Resurrección, a fin de ser Él mismo en persona el punto de encuentro de la muerte y de la vida deteniendo en Él la descomposición de la naturaleza que produce la muerte y resultando Él mismo el principio de reunión de las partes separadas» (San Gregorio Niceno,Oratio catechetica, 16, 9: PG 45, 52).

Punto 626 Ya que el "Príncipe de la vida que fue llevado a la muerte" (Hch 3,15) es al mismo tiempo "el Viviente que ha resucitado" (Lc 24, 5-6), era necesario que la persona divina del Hijo de Dios haya continuado asumiendo su alma y su cuerpo separados entre sí por la muerte:
«Aunque Cristo en cuanto hombre se sometió a la muerte, y su alma santa fue separada de su cuerpo inmaculado, sin embargo su divinidad no fue separada ni de una ni de otro, esto es, ni del alma ni del cuerpo: y, por tanto, la persona única no se encontró dividida en dos personas. Porque el cuerpo y el alma de Cristo existieron por la misma razón desde el principio en la persona del Verbo; y en la muerte, aunque separados el uno de la otra, permanecieron cada cual con la misma y única persona del Verbo» (San Juan Damasceno, De fide orthodoxa, 3, 27: PG 94, 1098A).

Punto 627 La muerte de Cristo fue una verdadera muerte en cuanto que puso fin a su existencia humana terrena. Pero a causa de la unión que la persona del Hijo conservó con su cuerpo, éste no fue un despojo mortal como los demás porque "no era posible que la muerte lo dominase" (Hch 2, 24) y por eso "la virtud divina preservó de la corrupción al cuerpo de Cristo" (Santo Tomás de Aquino, S.th., 3, 51, 3, ad 2). De Cristo se puede decir a la vez: "Fue arrancado de la tierra de los vivos" (Is 53, 8); y: "mi carne reposará en la esperanza de que no abandonarás mi alma en la mansión de los muertos ni permitirás que tu santo experimente la corrupción" (Hch 2,26-27; cf. Sal 16, 9-10). La Resurrección de Jesús "al tercer día" (1Co 15, 4; Lc 24, 46; cf. Mt 12, 40; Jon 2, 1; Os 6, 2) era el signo de ello, también porque se suponía que la corrupción se manifestaba a partir del cuarto día (cf. Jn 11, 39).

. El acontecimiento de la resurrección es la repercusión en la carne del acontecimiento producido en el alma y en el espíritu de Jesús en el mismo momento de la muerte, la gloria que el Padre da a Cristo en su alma es instantánea. Jesús le dice al buen ladrón “hoy mismo estarás conmigo en el paraíso”, con lo cual está dando a entender que Cristo va a ser glorificado ese mismo día en su alma, aunque en su cuerpo lo será a los tres días.

. En nuestro mundo visible, vemos el triunfo en el momento de la resurrección, cuando vemos la piedra apartada del sepulcro…. pero en relación con el mundo invisible, el triunfo ha tenido lugar en el mismo momento de la muerte.


. La glorificación es la adquisición íntima de un estado, es más, a veces entendemos la glorificación como que nosotros le damos gloria a Cristo, pero Cristo fue glorificado y ninguno nos dimos cuenta. Aunque tendemos a identificar la glorificación con la resurrección, no la podemos reducir solamente a la resurrección de Jesucristo. En la muerte de Cristo, el espíritu, el alma de Cristo es glorificada previamente al cuerpo de Cristo, y además en la ascensión y en Pentecostés aumenta de alguna manera la glorificación de Cristo. La glorificación es obra del Padre, es él el que hace a Cristo espiritualmente vivo en el momento de la muerte, es él el que le resucita, le toma y le eleva al cielo… es el Padre el que glorifica al Hijo. Jesús se había abandonado al Padre “a tus manos encomiendo mi espíritu”, y la glorificación es como una aceptación del sacrificio de Cristo, es la respuesta del Padre al abandono, entrega y ofrenda del hijo. A través de la glorificación el Padre nos diviniza haciendo de la naturaleza humana de Cristo el puente de unión entre Dios y los hombres. 

Punto 628 El Bautismo, cuyo signo original y pleno es la inmersión, significa eficazmente la bajada del cristiano al sepulcro muriendo al pecado con Cristo para una nueva vida: "Fuimos, pues, con él sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva" (Rm 6,4; cf Col 2, 12; Ef 5, 26). 

. La iglesia afirma especialmente dos cosas en el momento de la muerte de Cristo: por la gracia de Dios, Cristo gustó la muerte para el bien de todos, experimentó el drama de la muerte. Cristo quiso asumir la experiencia humana de las consecuencias del pecado y quiso por tanto asumir la muerte como una consecuencia del pecado. En segundo lugar, Cristo desciende al lugar de los muertos para liberar a los justos allí congregados. En Cristo hay un misterio que nos cuesta entender, que es que la unión hipostática, la unión del Verbo con la humanidad de Jesucristo no se interrumpe en ningún momento, el Verbo está unido al alma humana de Jesús y tampoco abandona su cuerpo humano.

jueves, 17 de septiembre de 2015

Catecismo 618. Nuestra participación en el sacrifico de Cristo

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Punto 618 La Cruz es el único sacrificio de Cristo "único mediador entre Dios y los hombres" (1 Tm 2, 5). Pero, porque en su Persona divina encarnada, "se ha unido en cierto modo con todo hombre" (GS 22, 2) Él "ofrece a todos la posibilidad de que, en la forma de Dios sólo conocida [...] se asocien a este misterio pascual" (GS 22, 5). Él llama a sus discípulos a "tomar su cruz y a seguirle" (Mt 16, 24) porque Él "sufrió por nosotros dejándonos ejemplo para que sigamos sus huellas" (1 P 2, 21). Él quiere, en efecto, asociar a su sacrificio redentor a aquellos mismos que son sus primeros beneficiarios (cf. Mc 10, 39; Jn 21, 18-19;Col 1, 24). Eso lo realiza en forma excelsa en su Madre, asociada más íntimamente que nadie al misterio de su sufrimiento redentor (cf. Lc 2, 35):
«Esta es la única verdadera escala del paraíso, fuera de la Cruz no hay otra por donde subir al cielo» (Santa Rosa de Lima, cf. P. Hansen, Vita mirabilis, Lovaina, 1668)

. La forma en la que Cristo ha tenido de afrontar el misterio del sufrimiento es con una respuesta comprometida, con una respuesta existencial. No es lo mismo hablar del sufrimiento que sufrir uno mismo, y Jesús acepta la cruz libremente de forma personal y vital. Jesús, además de dolores físicos, sufre la injusticia de las acusaciones falsas contra él, conoció el sufrimiento del fracaso, sufrió el sentirse abandonado, la ingratitud…. Por lo tanto cuando Jesús nos habla del sufrimiento lo hace con un compromiso personal de toda su vida, su discurso no es teórico. Sin embargo, Jesús pone todo su empeño en aliviar los sufrimientos a su alrededor, Jesús abraza el sufrimiento y a la vez intenta aliviarlo, las dos cosas al mismo tiempo. Esto nos enseña un sufrimiento transformado en acto redentor, Jesús nos enseña que el sufrimiento terreno no tiene carácter de castigo pues él mismo personifica al inocente abrumado por el dolor. La Pasión demuestra que el sufrimiento no es un castigo, dando al sufrimiento un significado de valor de redención. Cristo cambia el sentido del sufrimiento, de un significado de castigo a un significado de salvación.

. En el AT el sufrimiento tenía sentido de castigo, sin embargo vemos cuando le preguntan a Jesús ante un ciego “quién pecó para que este naciese ciego, pecó él o pecó su padre? Y contesta Jesús “ni pecó él ni pecó su padre, sino para que se manifestase la gloria de Dios”, es decir, con Jesús el sufrimiento deja de ser un castigo y pasa a tener el sentido de la manifestación de la gloria de Dios porque redime al hombre, le purifica. No se puede interpretar nunca un sufrimiento de cualquiera persona como un castigo infligido por Dios, sino que desde Cristo, cualquier situación de cruz hay que entenderla como una ocasión de ofrenda de la vida de la persona que sufre y de redención del mundo. Jesús supera el AT dando una interpretación distinta, novedosa al sentido del sufrimiento.

. Cómo somos asociados al sacrificio redentor de Cristo?, el Catecismo hace referencia a tres citas. 1) Marcos 10, 39, donde Jesús les dice a los hijos del Zebedeo que sí van a beber de su cáliz. 2) Juan 21,18-19, aquí Jesús le da a Pedro una vocación de seguimiento de su pasión. 3) Col 1,24 “Ahora me alegro de poder sufrir por ustedes, y completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, para bien de su Cuerpo, que es la Iglesia”, aquí Pablo dice que se alegra de sufrir lo que está sufriendo porque así completa en su carne lo que falta a la pasión de Cristo. Esto no significa que la pasión de Cristo sea incompleta, sino que significa que lo que le falta a la pasión de Cristo es nuestra asociación libre a la pasión de Cristo, no basta decir Cristo a muerto por mí, sino que hemos de dejarnos transformar por Jesús, tener una colaboración libre con la redención de Cristo. En nuestros sufrimientos de la vida estamos co-redimiendo con Cristo, somos corredentores, Jesús nos asocia a su pasión y hace que nuestros sufrimientos estén unidos al sentido redentor, no hay dolor inútil en nuestra vida.

martes, 8 de septiembre de 2015

Catecismo 616-617. En la cruz, Jesús consuma su sacrificio

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Punto 616 El "amor hasta el extremo"(Jn 13, 1) es el que confiere su valor de redención y de reparación, de expiación y de satisfacción al sacrificio de Cristo. Nos ha conocido y amado a todos en la ofrenda de su vida (cf. Ga 2, 20; Ef 5, 2. 25). "El amor [...] de Cristo nos apremia al pensar que, si uno murió por todos, todos por tanto murieron" (2 Co 5, 14). Ningún hombre aunque fuese el más santo estaba en condiciones de tomar sobre sí los pecados de todos los hombres y ofrecerse en sacrificio por todos. La existencia en Cristo de la persona divina del Hijo, que al mismo tiempo sobrepasa y abraza a todas las personas humanas, y que le constituye Cabeza de toda la humanidad, hace posible su sacrificio redentor por todos.

. Jesús me amó y se entregó a la muerte de cruz por mí (San Ignacio de Loyola). No somos espectadores, pues es por mí por quién se entregó. Por un lado somos muy individualistas y por otro lado nos refugiamos fácilmente en el colectivismo para difuminarnos, así decimos que Jesús se entregó por todos, no únicamente por mí. El Catecismo subraya que Jesús se entregó por todos y cada uno de nosotros. Jesús se hubiera entregado únicamente por mí si yo fuera el único. Cristo es capaz de ofrecerse por todos y por cada uno. El amor humano se limita en la medida en que tiene que dividirse entre unas personas y otras, sin embargo, con Dios no es así, Dios es capaz de entregarse plenamente a todos y cada uno sin limitarse ni dividirse porque es infinito. Por tanto Jesús no se entregó por todos solamente sino por cada uno de nosotros en particular. Aunque uno crea que en su falta de reconocimiento de sus pecados que no le hubiera hecho falta.

. En Gálatas 2,20 se subraya que Cristo se entregó por mí “…que me amó y se entregó por mí”. El Catecismo matiza que “Cristo nos ha conocido y amado a todos en la ofrenda de su vida”, es decir, Cristo en el momento de la Pasión nos conoció, estaba pensando personalmente en cada uno de nosotros. El amor de Cristo no es genérico sino personal con cada uno de nosotros. Podemos decir con propiedad que Cristo se entregó por mí.

. Qué hace posible la capacidad de redención que tiene Cristo por todos?. La entrega de Cristo implica una solidaridad con nosotros a través de la encarnación haciéndonos hijos por adopción, Cristo al hacerse semejante a nosotros en la existencia humana, en la sumisión a la ley, en la debilidad de la carne, en la condición mortal… es la base sobre la cual se realizará la redención. Cristo participa de la carne y sangre para aniquilar mediante la muerte al señor de la muerte, es decir, al diablo. Cristo no solo se solidariza sino que nos sustituye, no solo hace algo con nosotros sino por nosotros, haciendo recaer sobre él mismo el peso de nuestras culpas. El Catecismo explica que como es la segunda persona divina la que se une a la naturaleza humana, que es limitada, sin embargo al ser una persona divina la que se une a esa naturaleza humana, la ha elevado y la ha convertido en instrumento de gracia para el resto  de la humanidad.

Punto 617 Sua sanctissima passione in ligno crucis nobis justificationem meruit ("Por su sacratísima pasión en el madero de la cruz nos mereció la justificación"), enseña el Concilio de Trento (DS, 1529) subrayando el carácter único del sacrificio de Cristo como "causa de salvación eterna" (Hb 5, 9). Y la Iglesia venera la Cruz cantando: O crux, ave, spes unica("Salve, oh cruz, única esperanza"; Añadidura litúrgica al himno "Vexilla Regis": Liturgia de las Horas).

. La causa final de lo que hizo Cristo en la cruz es la gloria de Dios y la vida eterna de los hombres. La causa eficiente, lo que ha obrado en la cruz es el Dios misericordioso, es decir, lo que nos ha redimido ha sido el amor y no el sufrimiento por el sufrimiento. La causa meritoria de la redención es Cristo que entregando su vida ha hecho una satisfacción al Padre por nuestro pecado, Cristo ha merecido al Padre por nosotros. La causa instrumental es el sacramento del bautismo, se aplica en nosotros a través del bautismo el fruto de la redención de Cristo. Aceptamos la redención de Cristo de forma instrumental a través del bautismo. La causa formal es la justicia de Dios, la santidad de Dios que quiere santificarnos.


. La cruz de Cristo es como una balanza dónde pesa más el amor de Cristo redentor que nuestro propio pecado. 

domingo, 6 de septiembre de 2015

Catecismo 615. Jesús reemplaza nuestra desobediencia por su obediencia

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Punto 615 "Como [...] por la desobediencia de un solo hombre, todos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo todos serán constituidos justos" (Rm 5, 19). Por su obediencia hasta la muerte, Jesús llevó a cabo la sustitución del Siervo doliente que "se dio a sí mismo en expiación", "cuando llevó el pecado de muchos", a quienes "justificará y cuyas culpas soportará" (Is 53, 10-12). Jesús repara por nuestras faltas y satisface al Padre por nuestros pecados (cf. Concilio de Trento: DS, 1529).

. El aspecto principal del sacrificio de Cristo, lo que le hace salvífico, lo que le hace redentor, lo que le hace agradable al Padre no es tanto la cuantía del sufrimiento sino la obediencia de Cristo al Padre. Lo que repara nuestro pecado, lo que repara nuestra desobediencia no es el mero sufrimiento, el sufrimiento por sí mismo no vale nada, lo que le hace verdaderamente redentor y salvífico es el acto de obediencia de Cristo al Padre.

miércoles, 2 de septiembre de 2015

Catecismo 613-614. La muerte de Cristo es el sacrificio único y definitivo

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Punto 613 La muerte de Cristo es a la vez el sacrificio pascual que lleva a cabo la redención definitiva de los hombres (cf. 1 Co 5, 7; Jn 8, 34-36) por medio del "Cordero que quita el pecado del mundo" (Jn 1, 29; cf. 1 P 1, 19) y el sacrificio de la Nueva Alianza (cf. 1 Co 11, 25) que devuelve al hombre a la comunión con Dios (cf. Ex 24, 8) reconciliándole con Él por "la sangre derramada por muchos para remisión de los pecados" (Mt 26, 28; cf. Lv 16, 15-16).

Punto 614 Este sacrificio de Cristo es único, da plenitud y sobrepasa a todos los sacrificios (cf. Hb10, 10). Ante todo es un don del mismo Dios Padre: es el Padre quien entrega al Hijo para reconciliarnos consigo (cf. 1 Jn 4, 10). Al mismo tiempo es ofrenda del Hijo de Dios hecho hombre que, libremente y por amor (cf. Jn 15, 13), ofrece su vida (cf. Jn 10, 17-18) a su Padre por medio del Espíritu Santo (cf. Hb 9, 14), para reparar nuestra desobediencia.

. La esencia del nuevo sacrificio se resume en la entrega del Padre a Jesucristo, la respuesta de Cristo que es la ofrenda libre por amor, y el sello del Espíritu Santo. El Padre entrega, es un don de Dios gratuito al hombre por amor y misericordia. En segundo lugar, ofrenda libre y por amor del Hijo al Padre, nadie le quita su vida, Cristo la da voluntariamente. En tercer lugar el sello del Espíritu es que esa ofrenda es hecha eficaz porque tiene el sello del Espíritu Santo.

. El libro que más nos ayuda a reflexionar sobre estos dos puntos sobre el sacrificio redentor de Cristo es la carta a los Hebreos. El autor de la carta a los hebreos tiene la intención de dejar clara la superioridad de la religión cristiana frente al mundo cultual del Antiguo Testamento que tenía lugar en el templo de Jerusalén, y dicho templo que era grandioso, con un culto exterior muy esplendoroso, hacía parecer que aquel sacerdocio judaico era muy superior al sacerdocio cristiano, pues la incipiente iglesia cristiana no tenía externamente ningún templo y parecía externamente insignificante comparada con el templo judío. Pero la carta a los hebreos nos dice que el sacerdocio auténtico, eficaz ante Dios, es el de Jesucristo y no el del culto del Antiguo Testamento.

. Se habla en esta carta de Cristo como sacerdote, cosa que es una novedad que no vemos ni en los evangelios ni en otras cartas. Entendemos que estamos hablando de un sacerdocio trascendente, Cristo no está ligado al sacerdocio levítico del AT que era un sacerdocio que estaba ligado a la tribu de Leví, la tribu sacerdotal, un sacerdocio  que era como por herencia, como la monarquía actual. Cristo era de la tribu de Judá y ningún miembro de esa tribu estaba consagrado al altar, con lo que es un sacerdote de género único que se entronca según el rito de Melquisedec, es decir, el sacerdocio de Cristo sobrepasa los límites del judaísmo porque Melquisedec no era judío, y además era anterior al sacerdocio judaico. Si se dice que Jesús es sacerdote eterno según el rito de Melquisedec es para destacar que su sacerdocio es universal, que incluso es anterior al sacerdocio judaico. Cuando aparece Melquisedec no está formada ni la tribu de Leví. A Melquisedec no se le conoce genealogía. Abrahán es bendecido por Melquisedec y le paga el diezmo, es decir, el hecho no solo de que Abraham le pague el diezmo sino que además sea bendecido por Melquisedec significa que es superior a Abrahán, por eso cuando se dice que Jesús es sacerdote según el rito de Melquisedec se quiere decir con ello que el sacerdocio de Cristo es superior al del AT, porque ya Abrahán fue bendecido por Melquisedec y ya Abrahán pagó el diezmo a Melquisedec. Vemos en Melquisedec una imagen de Jesucristo.

. Queda pues derogado el sacerdocio levítico basado en la descendencia carnal y es sustituido por el sacerdocio inmortal de Cristo, por eso nosotros hablamos del sacerdocio como vocación, llamada de Dios, don de Dios y no como la pertenencia a una casta sacerdotal.


. Entendiendo el sacerdocio de Cristo entenderemos mejor el sacrificio sacerdotal de Cristo. Los sacrificios judaicos eran reiterativos porque no eran eficaces, de lo contrario no haría falta tanta reiteración. El sacrificio de Cristo es el único eficaz, tuvo lugar una vez para siempre. Los hombres por nosotros mismos somos incapaces de purificarnos de los pecados, sólo Dios es capaz de santificarnos y purificarnos. Nosotros somos ineficaces por nuestras propias fuerzas. En Hebreos 10,11: “Cada sacerdote se presenta diariamente para cumplir su ministerio y ofrecer muchas veces los mismos sacrificios, que son totalmente ineficaces para quitar el pecado. Cristo, en cambio, después de haber ofrecido por los pecados un único Sacrificio, se sentó para siempre a la derecha de Dios”. El sacrificio de Cristo es un sacrificio de expiación (quedamos absueltos de nuestros pecados por medio de Cristo) por la remisión  (por el perdón) de los pecados. Cristo no solo limpia y borra nuestros pecados sino que además nos santifica. Lo que hace efectivo el sacrificio de Cristo no es su mero sufrimiento, sino su actitud con la que ofrece su vida al Padre, una actitud de obediencia plena y sometimiento con la que se ofreció al Padre. Hebreos 10,9: “He aquí que vengo a hacer tu voluntad”.