domingo, 6 de septiembre de 2015

Catecismo 615. Jesús reemplaza nuestra desobediencia por su obediencia

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Punto 615 "Como [...] por la desobediencia de un solo hombre, todos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo todos serán constituidos justos" (Rm 5, 19). Por su obediencia hasta la muerte, Jesús llevó a cabo la sustitución del Siervo doliente que "se dio a sí mismo en expiación", "cuando llevó el pecado de muchos", a quienes "justificará y cuyas culpas soportará" (Is 53, 10-12). Jesús repara por nuestras faltas y satisface al Padre por nuestros pecados (cf. Concilio de Trento: DS, 1529).

. El aspecto principal del sacrificio de Cristo, lo que le hace salvífico, lo que le hace redentor, lo que le hace agradable al Padre no es tanto la cuantía del sufrimiento sino la obediencia de Cristo al Padre. Lo que repara nuestro pecado, lo que repara nuestra desobediencia no es el mero sufrimiento, el sufrimiento por sí mismo no vale nada, lo que le hace verdaderamente redentor y salvífico es el acto de obediencia de Cristo al Padre.



. Hoy tenemos una tendencia muy individualista, a no sentirnos en comunión con el resto de los hombres, y nos olvidamos de que todos somos hermanos. El pecado nos ha dividido hasta no importarnos lo que le ocurre a nuestros hermanos. En una familia, lo que le ocurre a un hermano, le afecta al resto de los hermanos, hay una comunión de destino. El Catecismo nos indica que por la desobediencia de un solo hombre (Adán) todos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, todos serán constituidos justos. Hay una misteriosa pero real conjunción en el destino común de los hombres. Lo que hizo Adán que es como nuestro hermano mayor nos afectó a todos, y en Jesús, tomando la naturaleza humana, estamos todos un poco incluidos en él. Hay una misteriosa unión en todo el género humano y tenemos que purificar esa visión que tenemos individualista e independiente de los demás. Formamos una comunión de destino, aunque tengamos una responsabilidad personal y particular, pero igual que el pecado de Adán nos afectó a todos, el sacrificio redentor nos afecta íntimamente a todos.

. En la Sagrada Escritura vemos la obediencia no como algo pasivo, sino como una libre adhesión al designio de Dios. Permite hacer de la vida del hombre un servicio a Dios, una entrega gozosa. Contrasta mucho con lo que hoy entendemos por obediencia, que parece como si fuera algo característico de gente que tiene poca iniciativa y pocas capacidades, y lo que les toca es obedecer. Pues no, es una libre adhesión que permite una entrega gozosa en servicio. En la Sagrada Escritura se habla del drama de la desobediencia, en los orígenes Adán desobedece a Dios y arrastra en su rebelión a todos sus descendientes. Dios aguarda la sumisión del hombre a la voluntad de Dios, la ejecución de un mandamiento que no vemos, y aquí tenemos la dificultad de tener una confianza en algo que no entendemos, pero Dios nos exige nuestra obediencia porque tiene un designio para realizar en nosotros, un universo que construir, que necesita nuestra colaboración, por eso nos pide adhesión, es como si nos dijese: “mira, tú ahora no entiendes el plan que tengo pero te pido confianza, te pido obediencia”, la fe por lo tanto exige la obediencia porque hay un plan de Dios que trasciende la capacidad de ser comprendido desde aquí. Dios va educando a Abrahán en la obediencia (padre de la fe), va educando al pueblo de Israel en la obediencia. La obediencia a Dios no es una obediencia de disciplina sino de amor y confianza en un Padre. Todo el proceso de educación de Yahveh en la obediencia culmina en Jesucristo. Jesús en toda su vida viene a cumplir aquello de “he venido para hacer tú voluntad”.

. Hoy estamos en una cultura en la que el valor en alza es la autorrealización, el hombre autónomo, es decir, todo aquello que suponga tutela o apadrinamiento. Parece que la tutela impide al hombre crecer y ser él mismo, parece que el ideal moral máximo es el “sé tú mismo”, parece que lo bueno es que cada uno se desarrolle según sus impulsos. Pero no es cierto que el hombre tenga en sí mismo todo aquello que necesita para la plenitud y la felicidad. La realización del hombre no es posible sin la gracia de Dios. Siguiendo los dictados de los propios impulsos que le salen a uno, pues uno acaba en el egoísmo y en una sociedad en la que el hombre es un lobo para el hombre, cada uno quiere sus caprichos, su propia comodidad, y eso es muy difícil compaginarlo con el vecino porque al final se convierte en una especie de reino de los caprichos, y el hombre acaba siendo un enemigo porque limita mis caprichos. Es una concepción ingenua, de falta de realismo de conocer el propio hombre, llamada pecado original (para los creyentes) o tendencia innata al egoísmo (para los no creyentes), donde no se puede confundir la espontaneidad con  tendencia al mal, porque la espontaneidad da rienda suelta a esa tendencia al mal que tenemos todos. Nosotros por la fe conocemos que Cristo es la plenitud del ser humano y que por su gracia alcanzamos nuestro equilibrio, por eso para nosotros el ideal del ser humano no es el hombre autónomo sino el hombre que está en comunión con Cristo, con los hermanos y consigo mismo. La comunión lleva implícitamente la obediencia, no se puede estar en comunión con los demás sin un espíritu de obediencia. El hombre autónomo que se auto realiza es el hombre desobediente. El hombre maduro no es aquel que no necesita dirección, y por el contrario el hombre inmaduro es aquel que es arrastrado por sus pasiones, aunque cree que hace lo que le da la gana, es esclavo de sus ganas que son tiranas hacia él, lo que hace es obedecer al pecado.

. Los cristianos que hacen la voluntad de Dios se mueven por el espíritu, y los que se rebelan frente a Dios son los que son arrastrados por las pasiones. Al final todo el mundo obedece a alguien, o bien, obedece a Dios o bien obedece a satanás en última instancia. No hay un hombre autónomo, o somos movidos por el Espíritu Santo o somos arrastrados por nuestras pasiones, aquí no hay punto intermedio, el que dice que hace lo que le da la gana está siendo más esclavo que nadie. No es cierto que la obediencia esté contrapuesta a la libertad, ser obediente es plenamente compatible con ser libre. No permitamos que nos hagan creer que quien es obediente no es libre y que quien es desobediente es libre, no, quien es desobediente es esclavo, es esclavo de su propia pasión, pecado, limitación, en última instancia aunque no lo sepa, esclavo de satanás.

. También la obediencia es propia de quien se compromete con la vida y con la verdad de las cosas. Si uno se compromete en la vida pues es obediente. La inconstancia manifiesta la desobediencia en nuestra vida, una falta de entrega y compromiso. Cada uno de nosotros tiene que ser obediente a su situación como padre de familia, o sacerdote, o enfermo, o …. porque la obediencia no es algo pasivo sino la opción libre de quien abraza una situación gozosamente en entrega a Dios y al prójimo. Lo esencial de la redención es la obediencia de Cristo al Padre.

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