Catecismo
634-635. Jesús descendió a los infiernos II
Punto 634 "Hasta a
los muertos ha sido anunciada la Buena Nueva ..." (1 P 4, 6). El
descenso a los infiernos es el pleno cumplimiento del anuncio evangélico de
la salvación. Es la última fase de la misión mesiánica de Jesús, fase
condensada en el tiempo pero inmensamente amplia en su significado real de
extensión de la obra redentora a todos los hombres de todos los tiempos y de
todos los lugares porque todos los que se salvan se hacen partícipes de la
Redención.
. Cuando decimos que Cristo va a predicar a los infiernos no se
entiende en el sentido de dar una posibilidad de conversión después de la
muerte. Con la muerte se fija definitivamente la opción del alma: abierta o
cerrada a la gracia, es decir, no es posible
que un alma cerrada a la gracia, que está en la condenación se convierta
después de muerto, y hay muchos textos en las escrituras que así lo indican, por
ejemplo Lucas 12,58-59 o Mateo 25,11-13 con la parábola de las cinco vírgenes necias
y las cinco vírgenes sensatas donde las necias se encuentran con la puerta
cerrada. Cristo liberó a los que estaban en estado de gracia, nos liberó de las
cadenas del pecado.
Punto 635 Cristo, por
tanto, bajó a la profundidad de la muerte (cf. Mt 12, 40; Rm 10,
7; Ef 4, 9) para "que los muertos oigan la voz del Hijo de Dios
y los que la oigan vivan" (Jn 5, 25). Jesús, "el Príncipe
de la vida" (Hch 3, 15) aniquiló "mediante la muerte al señor
de la muerte, es decir, al diablo y libertó a cuantos, por temor a la
muerte, estaban de por vida sometidos a esclavitud "(Hb 2, 14-15). En
adelante, Cristo resucitado "tiene las llaves de la muerte y del
Infierno" (Ap 1, 18) y "al nombre de Jesús toda rodilla se
doble en el cielo, en la tierra y en los abismos" (Flp 2, 10).
Qué es lo que sucede hoy sábado santo? «Un gran
silencio envuelve la tierra; un gran silencio y una gran soledad. Un gran
silencio, porque el Rey duerme. La tierra está temerosa y sobrecogida,
porque Dios se ha dormido en la carne y ha despertado a los que dormían desde
antiguo [...] Va a buscar a nuestro primer Padre como si éste fuera la
oveja perdida. Quiere visitar a los que viven en tinieblas y en sombra de
muerte. Él, que es la mismo tiempo Dios e Hijo de Dios, va a librar de
sus prisiones y de sus dolores a Adán y a Eva [...] Yo soy tu Dios, que por
ti y por todos los que han de nacer de ti me he hecho tu Hijo. A ti te mando:
Despierta, tú que duermes, pues no te creé para que permanezcas cautivo en el
abismo; levántate de entre los muertos, pues yo soy la vida de los muertos» (Antigua
homilía sobre el grande y santo Sábado: PG 43, 440. 452. 461).
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