miércoles, 23 de septiembre de 2015

Catecismo 624-628. Jesucristo fue sepultado

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Punto 624 "Por la gracia de Dios, gustó (experimentó)la muerte para bien de todos" (Hb 2, 9). En su designio de salvación, Dios dispuso que su Hijo no solamente "muriese por nuestros pecados" (1 Co 15, 3) sino también que "gustase la muerte", es decir, que conociera el estado de muerte, el estado de separación entre su alma y su cuerpo, durante el tiempo comprendido entre el momento en que Él expiró en la Cruz y el momento en que resucitó. Este estado de Cristo muerto es el misterio del sepulcro y del descenso a los infiernos. Es el misterio del Sábado Santo en el que Cristo depositado en la tumba (cf. Jn 19, 42) manifiesta el gran reposo sabático de Dios (cf. Hb 4, 4-9) después de realizar (cf. Jn 19, 30) la salvación de los hombres, que establece en la paz el universo entero (Col 1,18-20).

. Decir gustar la muerte parece algo cruel, sin embargo esto lo que significa está relacionado con el principio de san Ireneo que nos dice “lo que no ha sido asumido no ha sido redimido”. Jesús asume todas las situaciones humanas para poder redimirlas, Jesús entró en la muerte para asumiéndola redimirla. La muerte es un drama. Jesús lloró la muerte de su amigo Lázaro, debió también sufrir por la muerte de san José, es decir, Jesús había gustado el drama de la muerte. Nosotros también gustamos de la muerte cuando un ser querido nuestro desaparece y tenemos que aprender a vivir sin su presencia. Mientras estamos vivos gustamos la muerte en el sentido anterior, es decir, experimentamos la muerte en los demás, y tenemos pendiente experimentar la muerte en nosotros mismos. Jesús experimentó, gusto la muerte por sí mismo, no solo en los demás.

. En la muerte hay un drama en la separación del alma y el cuerpo, ya no es uno el hombre entero de cuerpo y alma. Cuando el cuerpo resucite y se una al alma, el gozo será completo porque no es el ser entero el que goza, (a excepción de la virgen María que fue asunta a los cielos). Cristo ha muerto no solo para salvar únicamente el alma, sino para salvar al hombre entero.

. Cristo desciende a los “infiernos”, al llamado Hades, dónde se encuentran todos los hombres “justos” del Antiguo Testamento que todavía no han podido contemplar la gloria de  Dios porque no han sido redimidos en Cristo. Desciende al lugar de los muertos para liberar a todos los justos del AT. No entendemos aquí infierno como el lugar de la condenación.

. Qué le sucedió a Cristo en los días en que estuvo su cuerpo muerto, el Catecismo precisa que Cristo bajó a los infiernos en espíritu. En nosotros, en el momento de la muerte, el alma es inmortal y el cuerpo es mortal y está sujeto a la corrupción. En el caso de Jesucristo, el alma humana y el cuerpo humano están unidos a la 2ª persona de la ST, en el momento de la muerte de Cristo se separa el alma humana y el cuerpo humano y ese alma humana vivificada y glorificada es la que desciende al lugar de los muertos.

. El cuerpo humano de Cristo no fue abandonado, la unión hipostática no continuó únicamente con el alma humana, sino que también continuó con el cuerpo humano y no estaba sujeto a la corrupción. En Hechos 2,26-27 “Por eso se alegra mi corazón y se goza mis entrañas. Y mi carne descansa serena, porque no abandonarás mi alma en el Hades, ni permitirás que tu santo experimente la corrupción”, es decir, Dios no permite que el cuerpo de Jesucristo separado del alma experimente la corrupción en el sepulcro.

. En esos tres días, el Verbo está unido al alma de Cristo, el alma humana es glorificada y desciende al lugar de los muertos y el cuerpo de Cristo es preservado de la corrupción en virtud de que también está participando de la unión hipostática y va a ser unido con el alma humana de Cristo en el momento de la resurrección.

Punto 625 La permanencia de Cristo en el sepulcro constituye el vínculo real entre el estado pasible de Cristo antes de Pascua y su actual estado glorioso de resucitado. Es la misma persona de "El que vive" que puede decir: "estuve muerto, pero ahora estoy vivo por los siglos de los siglos" (Ap 1, 18):
«Y este es el misterio del plan providente de Dios sobre la Muerte y la Resurrección de Hijos de entre los muertos: que Dios no impidió a la muerte separar el alma del cuerpo, según el orden necesario de la naturaleza, pero los reunió de nuevo, una con otro, por medio de la Resurrección, a fin de ser Él mismo en persona el punto de encuentro de la muerte y de la vida deteniendo en Él la descomposición de la naturaleza que produce la muerte y resultando Él mismo el principio de reunión de las partes separadas» (San Gregorio Niceno,Oratio catechetica, 16, 9: PG 45, 52).

Punto 626 Ya que el "Príncipe de la vida que fue llevado a la muerte" (Hch 3,15) es al mismo tiempo "el Viviente que ha resucitado" (Lc 24, 5-6), era necesario que la persona divina del Hijo de Dios haya continuado asumiendo su alma y su cuerpo separados entre sí por la muerte:
«Aunque Cristo en cuanto hombre se sometió a la muerte, y su alma santa fue separada de su cuerpo inmaculado, sin embargo su divinidad no fue separada ni de una ni de otro, esto es, ni del alma ni del cuerpo: y, por tanto, la persona única no se encontró dividida en dos personas. Porque el cuerpo y el alma de Cristo existieron por la misma razón desde el principio en la persona del Verbo; y en la muerte, aunque separados el uno de la otra, permanecieron cada cual con la misma y única persona del Verbo» (San Juan Damasceno, De fide orthodoxa, 3, 27: PG 94, 1098A).

Punto 627 La muerte de Cristo fue una verdadera muerte en cuanto que puso fin a su existencia humana terrena. Pero a causa de la unión que la persona del Hijo conservó con su cuerpo, éste no fue un despojo mortal como los demás porque "no era posible que la muerte lo dominase" (Hch 2, 24) y por eso "la virtud divina preservó de la corrupción al cuerpo de Cristo" (Santo Tomás de Aquino, S.th., 3, 51, 3, ad 2). De Cristo se puede decir a la vez: "Fue arrancado de la tierra de los vivos" (Is 53, 8); y: "mi carne reposará en la esperanza de que no abandonarás mi alma en la mansión de los muertos ni permitirás que tu santo experimente la corrupción" (Hch 2,26-27; cf. Sal 16, 9-10). La Resurrección de Jesús "al tercer día" (1Co 15, 4; Lc 24, 46; cf. Mt 12, 40; Jon 2, 1; Os 6, 2) era el signo de ello, también porque se suponía que la corrupción se manifestaba a partir del cuarto día (cf. Jn 11, 39).

. El acontecimiento de la resurrección es la repercusión en la carne del acontecimiento producido en el alma y en el espíritu de Jesús en el mismo momento de la muerte, la gloria que el Padre da a Cristo en su alma es instantánea. Jesús le dice al buen ladrón “hoy mismo estarás conmigo en el paraíso”, con lo cual está dando a entender que Cristo va a ser glorificado ese mismo día en su alma, aunque en su cuerpo lo será a los tres días.

. En nuestro mundo visible, vemos el triunfo en el momento de la resurrección, cuando vemos la piedra apartada del sepulcro…. pero en relación con el mundo invisible, el triunfo ha tenido lugar en el mismo momento de la muerte.


. La glorificación es la adquisición íntima de un estado, es más, a veces entendemos la glorificación como que nosotros le damos gloria a Cristo, pero Cristo fue glorificado y ninguno nos dimos cuenta. Aunque tendemos a identificar la glorificación con la resurrección, no la podemos reducir solamente a la resurrección de Jesucristo. En la muerte de Cristo, el espíritu, el alma de Cristo es glorificada previamente al cuerpo de Cristo, y además en la ascensión y en Pentecostés aumenta de alguna manera la glorificación de Cristo. La glorificación es obra del Padre, es él el que hace a Cristo espiritualmente vivo en el momento de la muerte, es él el que le resucita, le toma y le eleva al cielo… es el Padre el que glorifica al Hijo. Jesús se había abandonado al Padre “a tus manos encomiendo mi espíritu”, y la glorificación es como una aceptación del sacrificio de Cristo, es la respuesta del Padre al abandono, entrega y ofrenda del hijo. A través de la glorificación el Padre nos diviniza haciendo de la naturaleza humana de Cristo el puente de unión entre Dios y los hombres. 

Punto 628 El Bautismo, cuyo signo original y pleno es la inmersión, significa eficazmente la bajada del cristiano al sepulcro muriendo al pecado con Cristo para una nueva vida: "Fuimos, pues, con él sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva" (Rm 6,4; cf Col 2, 12; Ef 5, 26). 

. La iglesia afirma especialmente dos cosas en el momento de la muerte de Cristo: por la gracia de Dios, Cristo gustó la muerte para el bien de todos, experimentó el drama de la muerte. Cristo quiso asumir la experiencia humana de las consecuencias del pecado y quiso por tanto asumir la muerte como una consecuencia del pecado. En segundo lugar, Cristo desciende al lugar de los muertos para liberar a los justos allí congregados. En Cristo hay un misterio que nos cuesta entender, que es que la unión hipostática, la unión del Verbo con la humanidad de Jesucristo no se interrumpe en ningún momento, el Verbo está unido al alma humana de Jesús y tampoco abandona su cuerpo humano.

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