miércoles, 28 de octubre de 2015

Catecismo 663-664. Jesucristo está sentado a la derecha del Padre II

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. La ascensión también proclama a Cristo como cabeza del cuerpo místico que es la Iglesia. Mediante la inmolación en la cruz, Jesús había reconciliado a los hombres con Dios, el sacrificio de Cristo pues reúne a los hombres en un solo cuerpo. En Efesios 2,16 dice “y los reconcilió con Dios en un solo Cuerpo, por medio de la cruz, destruyendo la enemistad en su persona”,  es decir, por la muerte de Jesucristo tiene lugar una reconciliación, él pacifica al hombre con Dios por su muerte redentora. Si el cuerpo místico es el fruto del sacrificio de Cristo, ahora al subir a los cielos se constituye en la cabeza de ese cuerpo místico, o bien, la Iglesia nace del costado de Cristo en su muerte redentora. La muerte de Cristo da a luz a la Iglesia siendo Cristo la cabeza de la Iglesia en su glorificación y ascensión a los cielos. San Pablo dice que Cristo ha sido constituido cabeza del cuerpo místico en virtud de su glorificación. En Efesios 1.22-23 dice “Este es el mismo poder que Dios manifestó en Cristo, cuando lo resucitó de entre los muertos y lo hizo sentar a su derecha en el cielo… El puso todas las cosas bajo sus pies y lo constituyó, por encima de todo, Cabeza de la Iglesia, que es su Cuerpo y la Plenitud de aquel que llena completamente todas las cosas”, aquí habla de que en la ascensión de Cristo a los cielos lo constituyó en cabeza de la Iglesia que es su cuerpo. En Colosenses 1,18 dice “El es también la Cabeza del Cuerpo, es decir, de la Iglesia. El es el Principio, el Primero que resucitó de entre los muertos, a fin de que él tuviera la primacía en todo”, aquí habla claramente que Cristo es la cabeza del cuerpo, de la Iglesia.

. La plenitud significa que lo tiene todo, que fuera de Cristo no necesita nada más, que lo llena todo, que lo es todo. Cristo es la plenitud de la revelación, quien conoce a Cristo conoce al Padre, es el salvador, no un salvador. Por esto nosotros que conocemos a Cristo, no podemos creer en el pluralismo religioso porque no hay otro mediador entre Dios y el hombre. Si decimos que Cristo es la plenitud de Dios, en consecuencia y como continuación decimos que la Iglesia es la plenitud de Cristo. La Iglesia tiene el depósito pleno de lo que Cristo reveló. En Efesios 4,8-12 “Por eso dice la Escritura: "Cuando subió a lo alto, llevó consigo a los cautivos y repartió dones a los hombres". Pero si decimos que subió, significa que primero descendió a las regiones inferiores de la tierra. El que descendió es el mismo que subió más allá de los cielos, para colmar todo el universo. Él comunicó a unos el don de ser apóstoles, a otros profetas, a otros predicadores del Evangelio, a otros pastores o maestros. Así organizó a los santos para la obra del ministerio, en orden a la edificación del Cuerpo de Cristo , Cristo en virtud de la ascensión da al cuerpo místico que es la Iglesia toda su capacidad de crecimiento. Ese poder de dar vida que tiene Cristo se manifiesta particularmente en la eucaristía dando su carne como alimento y su sangre como bebida. A los discípulos les da una explicación misteriosa en Juan 6,61-62 “Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo: «¿Esto los escandaliza? ¿Qué pasará entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir donde estaba antes?”, les da a entender a los discípulos que tendrán primero que ver la ascensión para después comprender la eucaristía, les había escandalizado a los discípulos lo de que tienen que comer su cuerpo y beber su sangre, y para explicárselo les dice que lo entenderán cuando Cristo ascienda a los cielos. Que no se trata de comer un cuerpo y una sangre en la condición terrena como algo caníbal. Por la eucaristía se nos trasmite la vida divina de Cristo, esa plenitud de Cristo en el cielo se nos trasmite, no sería posible la eucaristía sin la ascensión a los cielos. Por el hecho de que su cuerpo ha adquirido una condición celeste puede convertirse en alimento espiritual.

. Qué diferencia hay entre la condición gloriosa en el momento de la resurrección y la ascensión. La glorificación tiene lugar en la resurrección pero, qué añade la ascensión? Pues bien, es cierto que algo añade, hay un aspecto nuevo porque Jesús había dicho: ”conviene que yo me vaya, porque si no me voy no vendrá a vosotros el paráclito, pero si me voy os lo enviaré”. Cristo está glorificado tras la resurrección, pero no ejerce su poder sino con el envío del Espíritu Santo. Antes de ejercer ese poder, la voluntad salvífica de Cristo había de conocer una etapa previa de fortalecimiento en la fe en Cristo resucitado, mediante numerosas pruebas se apareció a los apóstoles. En esos cuarenta días que tuvo Jesús, instruyó a los discípulos, y la ascensión señala el paso definitivo a un modo de presencia en la Iglesia con el que va a poder ejercer todo su valor salvífico. Cristo de alguna manera va poniendo fin a una presencia terrena y a su presencia sensible entre nosotros, la prueba es que cuando se aparece a san Pablo lo hace de una forma distinta, con una condición  nueva. En el camino de Damasco Cristo no le muestra su rostro a Saulo, él se ve envuelto en una luz deslumbrante, esa luminosidad expresa la gloria de Cristo que está ascendida a los cielos, hay algo especial, ya no se muestra en su humanidad como lo había hecho antes. Cristo deja su presencia en la tierra para dar paso a una presencia sacramental mediante la fuerza del Espíritu Santo.

. Para explicar en todo su sentido profundo lo que es la ascensión de Cristo a los cielos hay que tener claro que la cuestión clave no es la localización, o en qué sitio está Jesús. Dios es omnipresente y para estar en un sitio no deja de estar en el otro. El cielo no es tanto un lugar cuando es un estado, es un estar con Dios. Estar a la diestra de Dios es una metáfora, no es un sitio. La ascensión no pretende significar un traslado sino que se trata de un cambio de estado en Cristo, un cambio en la condición de Cristo, en su cuerpo glorioso. La condición del cuerpo de Cristo antes y después de la ascensión ha cambiado, tras esta última partida, el cuerpo de Jesús queda en una condición celeste que se nos hace invisible, a partir de ahora ya no hay apariciones visibles de Cristo. La condición celeste tiene una característica que nos interesa mucho, pues va a venir espiritualmente por medio del Espíritu Santo. Cristo ya no es percibido por los sentidos y va a venir de otra forma, espiritualmente a través del Espíritu Santo… “os conviene que yo me vaya, porque si no me voy, no viene a vosotros el Espíritu Santo”. Luego Cristo termina una forma de presencia para inaugurar otra, esta es la clave de la ascensión. Esta nueva presencia queda inaugurada por Pentecostés.


. La resurrección es la irrupción de una vida nueva en Jesús, espiritual, divina en el cuerpo de Jesús resucitado, y la ascensión es la atribución de un nuevo poder espiritual, divino para trasmitirlo desde el cielo a todos nosotros que se inaugura cuando Cristo se sienta a la diestra de Dios. Por la resurrección habría un único hombre nuevo pero por la ascensión, ese hombre nuevo se trasmite a todos nosotros. La resurrección es ser hombre nuevo y la ascensión es comunicar a todos el ser un hombre nuevo, no nos bastaría que Cristo lo fuese si no lo recibiésemos nosotros, y eso se nos da desde la ascensión y desde el envío del Espíritu Santo. Son por lo tanto dos etapas en la glorificación: la resurrección y la ascensión, Cristo está totalmente glorificado en la resurrección y en la ascensión se nos comunica a nosotros esa glorificación, son dos etapas, ser y trasmitir.

martes, 27 de octubre de 2015

Catecismo 663-664. Jesucristo está sentado a la derecha del Padre I

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Punto 663 Cristo, desde entonces, está sentado a la derecha del Padre: "Por derecha del Padre entendemos la gloria y el honor de la divinidad, donde el que existía como Hijo de Dios antes de todos los siglos como Dios y consubstancial al Padre, está sentado corporalmente después de que se encarnó y de que su carne fue glorificada" (San Juan Damasceno, Expositio fidei, 75 [De fide orthodoxa, 4, 2]: PG 94, 1104).

. La ascensión supone la revelación de un misterio que es la instauración del reino de Dios. En el orden sensible, lo que los ojos ven, la ascensión aparece como una partida hacia el cielo, en Hechos 1,11 “Este Jesús que les ha sido quitado y fue elevado al cielo, vendrá de la misma manera que lo han visto partir”, indica que Jesús es llevado hacia lo alto, y en Hechos 1,9 dice “los Apóstoles lo vieron elevarse, y una nube lo ocultó de la vista de ellos”, indica que una nube se lo ocultó a sus ojos. Hay pues algo visible y algo invisible o misterioso. La partida y la elevación de Cristo no es únicamente un triunfo personal sino que tiene un valor salvífico para nosotros, está inaugurando una existencia nueva de Jesús que le permite difundir su presencia soberana con mayor eficacia, con mayor capacidad de dar su gracia a todo el mundo. Cristo asciende a los cielos sin dejar de estar entre nosotros. Dios es omnipresente, Dios no ocupa lugar, luego Dios para encarnarse no abandona el cielo, y para ascender a los cielos no abandona la tierra. No proyectemos en Dios nuestras limitaciones humanas.

Punto 664 Sentarse a la derecha del Padre significa la inauguración del reino del Mesías, cumpliéndose la visión del profeta Daniel respecto del Hijo del hombre: "A él se le dio imperio, honor y reino, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su imperio es un imperio eterno, que nunca pasará, y su reino no será destruido jamás" (Dn 7, 14). A partir de este momento, los Apóstoles se convirtieron en los testigos del "Reino que no tendrá fin" (Símbolo de Niceno-Constantinopolitano: DS 150).

. Parece que la ascensión es el cumplimiento de la profecía de Daniel 7,13-14 “Yo estaba mirando, en las visiones nocturnas, y vi que venía sobre las nubes del cielo como un Hijo de hombre; él avanzó hacia el Anciano y lo hicieron acercar hasta él. Y le fue dado el dominio, la gloria y el reino...”, esta profecía parece que está hablando de una entronización mesiánica profetizada por Daniel que tiene lugar en la ascensión de Cristo, esa profecía es como el aspecto invisible de la ascensión y la ascensión la hace visible. Que se trata de la instauración del reino mesiánico lo deducimos de la pregunta hecha por los discípulos en el momento en que va a tener la ascensión, cuando dicen “Señor es ahora cuando vas a restablecer el reino de Dios?, esa pregunta la había provocado el hecho de que el mismo Jesús había hablado momentos antes de su ascensión, de la instauración del reino de Dios, en Hechos 1,3 “Después de su Pasión, Jesús se manifestó a ellos dándoles numerosas pruebas de que vivía, y durante cuarenta días se le apareció y les habló del Reino de Dios”, Jesús les habló del reino de Dios, es decir, esa pregunta estaba en un contexto de que se acercaba el reino de Dios y por eso la pregunta. Los discípulos piensan que ha llegado el momento, pero Jesús les reprende “a vosotros no os toca conocer el tiempo y el momento que ha fijado el Padre”  porque los discípulos entienden la instauración del reino en la forma judaica, a modo de una instauración pseudopolítica. Jesús les añade que serán ellos los encargados de extender el reino hasta los confines de la tierra… “recibiréis el Espíritu de Dios que vendrá sobre vosotros y seréis mis testigos…”. La ascensión de Cristo a los cielos tiene como finalidad la instauración del reino de Dios de manera más plena, más efectiva, más consumada. Y el reino de Dios se extiende en el mundo por la acción de los discípulos.

Con frecuencia en el lenguaje bíblico, la forma en la que se tiene de hablar de la ascensión de Cristo a los cielos es utilizar el término de estar sentado a la derecha del Padre. Por ejemplo Mateo 26,63-64 “Pero Jesús callaba. El Sumo Sacerdote insistió: «Te conjuro por el Dios vivo a que me digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios». Jesús le respondió: «Tú lo has dicho. Además, les aseguro que de ahora en adelante verán al hijo del hombre sentarse a la derecha del Todopoderoso y venir sobre las nubes del cielo», aquí Jesús habla de su glorificación en el cielo sin mencionar la palabra ascensión sino viéndole sentado a la derecha del Padre. En Colosenses 3,1 “Ya que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes del cielo donde Cristo está sentado a la derecha de Dios”, en Hechos 2,34 “Porque no es David el que subió a los cielos; al contrario, él mismo afirma: "Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha”, 1ª Pedro 3,22, Hebreos 8,1, etcétera. Son muchos los textos relativos a la ascensión a través de la expresión sentado a la derecha del Padre. La Sagrada Escritura está empapada del acontecimiento de la ascensión de Cristo a los cielos, de que Cristo en este momento está glorificado a la derecha del Padre, no es una historia pasada.


. Estando Cristo sentado a la derecha de Dios, intercede por nosotros, en favor nuestro, al mismo tiempo que los apóstoles hacen su misión apostólica en la tierra. Cristo desde el cielo convierte los corazones al mismo tiempo que los apóstoles predican. En la ascensión se reconoce el poder sacerdotal para santificarnos.  

viernes, 23 de octubre de 2015

Catecismo 659-662. Jesucristo subió a los cielos, y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso

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Punto 659"Con esto, el Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al Cielo y se sentó a la diestra de Dios" (Mc 16, 19). El Cuerpo de Cristo fue glorificado desde el instante de su Resurrección como lo prueban las propiedades nuevas y sobrenaturales, de las que desde entonces su cuerpo disfruta para siempre (cf. Lc 24, 31; Jn 20, 19. 26). Pero durante los cuarenta días en los que él come y bebe familiarmente con sus discípulos (cf. Hch 10, 41) y les instruye sobre el Reino (cf. Hch 1, 3), su gloria aún queda velada bajo los rasgos de una humanidad ordinaria (cf. Mc 16,12; Lc 24, 15; Jn 20, 14-15; 21, 4). La última aparición de Jesús termina con la entrada irreversible de su humanidad en la gloria divina simbolizada por la nube (cf. Hch 1, 9; cf. también Lc 9, 34-35; Ex 13, 22) y por el cielo (cf. Lc 24, 51) donde él se sienta para siempre a la derecha de Dios (cf. Mc 16, 19; Hch 2, 33; 7, 56; cf. También Sal 110, 1). Sólo de manera completamente excepcional y única, se muestra a Pablo "como un abortivo" (1 Co 15, 8) en una última aparición que constituye a éste en apóstol (cf. 1 Co 9, 1; Ga 1, 16).

. Hay un paso de la resurrección a la ascensión bien claro. La glorificación de Jesús tiene lugar desde el mismo momento de la resurrección, no es que la glorificación empiece con la ascensión, no, había sido glorificado en la resurrección. Esto queda patente por las propiedades nuevas y sobrenaturales del cuerpo resucitado de Jesucristo, por ejemplo cuando Jesús iba caminando con los discípulos de Emaús, se les abrió los ojos al partir el pan, Jesús desaparece de su lado, era un cuerpo que estaba glorificado y desparece de su lado. En Juan 20,19, “al atardecer de aquél día estaban encerrados por miedo a los judíos, con las puertas cerradas y Jesús se presenta en medio de ellos y les dice paz a vosotros”, es decir, el cuerpo resucitado de Cristo tiene unas manifestaciones gloriosas que supera las cualidades materiales de un cuerpo.

. Hay cuarenta días tras la resurrección en los que Jesús se encuentra sensiblemente con sus apóstoles, encuentros que son perceptibles por los sentidos. En Hechos 10,41 “a Jesús, Dios le resucitó al tercer día y le concedió la gracia de aparecerse, no a todo el pueblo, sino a los testigos que Dios había escogido de antemano, a nosotros que comimos y bebimos con él, después que resucitó de entre los muertos”, es decir que los apóstoles hablan de que tuvieron cuarenta días de gracia especial en los que tuvieron un encuentro sensible. Esa presencia de Cristo aún no había sido elevada al cielo, y tenía una presencia sensible, en esos días la gloria de Dios aún estaba velada por su humanidad, todavía, y aunque era una humanidad nueva, esa humanidad la velaba, era una humanidad en la que a sus discípulos les costaba reconocerle. La última aparición visible de Jesús está ligada a una ascensión a los cielos y después de esa última exaltación en la que Cristo se oculta tras una nube ya no le vuelven a ver, Hechos 1,9 “Dicho esto, los Apóstoles lo vieron elevarse, y una nube lo ocultó de la vista de ellos. Como permanecían con la mirada puesta en el cielo mientras Jesús subía, se les aparecieron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: «Hombres de Galilea, ¿por qué siguen mirando al cielo? Este Jesús que les ha sido quitado y fue elevado al cielo, vendrá de la misma manera que lo han visto partir». Ya se les remite a los apóstoles a la última venida de Cristo y entienden que ha terminado ese periodo de cuarenta días.

Punto 660 El carácter velado de la gloria del Resucitado durante este tiempo se transparenta en sus palabras misteriosas a María Magdalena: "Todavía [...] no he subido al Padre. Vete donde los hermanos y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios" (Jn 20, 17). Esto indica una diferencia de manifestación entre la gloria de Cristo resucitado y la de Cristo exaltado a la derecha del Padre. El acontecimiento a la vez histórico y transcendente de la Ascensión marca la transición de una a otra.

Punto 661 Esta última etapa permanece estrechamente unida a la primera es decir, a la bajada desde el cielo realizada en la Encarnación. Solo el que "salió del Padre" puede "volver al Padre": Cristo (cf. Jn 16,28). "Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre" (Jn 3, 13; cf, Ef 4, 8-10). Dejada a sus fuerzas naturales, la humanidad no tiene acceso a la "Casa del Padre" (Jn 14, 2), a la vida y a la felicidad de Dios. Sólo Cristo ha podido abrir este acceso al hombre, "ha querido precedernos como cabeza nuestra para que nosotros, miembros de su Cuerpo, vivamos con la ardiente esperanza de seguirlo en su Reino" (Prefacio de la Ascensión del Señor, I: Misa Romano).

. La muerte es origen de la ascensión, y esto tiene muchas implicaciones en los evangelios sinópticos: “el que se humille será ensalzado, el que se ensalce será humillado”, cuando vayas a un banquete siéntate en el último lugar y vendrá el que te ha invitado y te pondrá elevará al primer lugar. El evangelio está lleno de este espíritu de descender para que Dios ascienda, tú abajate y deja en manos de Dios el que te eleve. Esta perspectiva está muy remarcada en los evangelios, nos enseña a aplicarnos la humillación, la ley de la humildad y abajamiento como camino.

Punto 662 "Cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí"(Jn 12, 32). La elevación en la Cruz significa y anuncia la elevación en la Ascensión al cielo. Es su comienzo. Jesucristo, el único Sacerdote de la Alianza nueva y eterna, "no [...] penetró en un Santuario hecho por mano de hombre [...], sino en el mismo cielo, para presentarse ahora ante el acatamiento de Dios en favor nuestro" (Hb 9, 24). En el cielo, Cristo ejerce permanentemente su sacerdocio. "De ahí que pueda salvar perfectamente a los que por él se llegan a Dios, ya que está siempre vivo para interceder en su favor"(Hb 7, 25). Como "Sumo Sacerdote de los bienes futuros"(Hb 9, 11), es el centro y el oficiante principal de la liturgia que honra al Padre en los cielos (cf. Ap 4, 6-11).

. La ascensión de Cristo a los cielos estaba ya figurada en la muerte de Cristo en la cruz, según el evangelio de san Juan, Jesús consideró por anticipado, bajo la perspectiva de su partida al cielo, el acontecimiento de su muerte, es decir, el unió en muchas de sus palabras su muerte y su ascensión. Las palabras como “a dónde yo voy, vosotros no podéis venir ahora, voy a prepararos un lugar, en la casa de mi Padre hay muchas estancias”, Jesús habla de que va a morir y al mismo tiempo de que va a ascender a los cielos, va a un lugar al que ellos no pueden ir y va a prepararles un lugar. Igualmente la promesa de la venida del Espíritu parece implicar no solo el hecho de la muerte sino el de la obtención en el cielo del poder para enviar el paráclito “os conviene que yo me vaya porque si no me voy no vendrá a vosotros el paráclito, pero si me voy os lo enviaré”, es decir, para Jesús irse, morir es casi la figura de ir al cielo para preparar un lugar, para posibilitar el envío del Espíritu Santo. Hay una vinculación de Pentecostés con la muerte y con la ascensión.

. Cristo ha entrado por su muerte, rociando con su sangre, en el santuario celeste. En Hebreos 9,24 nos dice “entró de una vez por todas en el Santuario, no por la sangre de chivos y terneros, sino por su propia sangre, obteniéndonos así una redención eterna. Porque si la sangre de chivos y toros y la ceniza de ternera, con que se rocía a los que están contaminados por el pecado, los santifica, obteniéndoles la pureza externa, ¡cuánto más la sangre de Cristo, que por otra del Espíritu eterno se ofreció sin mancha a Dios, purificará nuestra conciencia de las obras que llevan a la muerte, para permitirnos tributar culto al Dios viviente! Por eso, Cristo es mediador de una Nueva Alianza entre Dios y los hombres, a fin de que, habiendo muerto para redención de los pecados cometidos en la primera Alianza, los que son llamados reciban la herencia eterna que ha sido prometida. Porque para que se cumpla un testamento es necesario que muera el testador: mientras se vive, el testamento no vale, y sólo a su muerte entra en vigor. De allí que tampoco la primera Alianza fuera inaugurada sin derramamiento de sangre. Efectivamente, cuando Moisés promulgó delante de todo el pueblo cada uno de los mandamientos escritos en la Ley, tomó la sangre de novillos y chivos –junto con el agua, la lana escarlata y el hisopo– y roció el Libro y también a todo el pueblo, diciendo: "Esta es la sangre de la Alianza que Dios ha establecido con ustedes". De la misma manera, roció con sangre la Morada y todos los objetos del culto. Además, según prescribe la Ley, casi todas las purificaciones deben hacerse con sangre, ya que no hay remisión de pecados sin derramamiento de sangre. Ahora bien, si las figuras de las realidades celestiales debieron ser purificadas de esa manera, era necesario que esas mismas realidades también lo fueran, pero con sacrificios muy superiores. Cristo, en efecto, no entró en un Santuario erigido por manos humanas –simple figura del auténtico Santuario– sino en el cielo, para presentarse delante de Dios en favor nuestro.”  Este pasaje habla de la muerte de Cristo como de penetrar en el santuario del cielo. Cristo subió al cielo el primero y ofreció a Dios el hombre como un don. Cuando celebramos la santa Misa, en ese “por Cristo con él y en él”, es la ascensión de Cristo a los cielos entrando en ese santuario celestial.


. En la antigua liturgia cristiano egipcia hay una plegara que decía “cuantas veces comáis este pan daréis testimonio de mi muerte y confesareis mi resurrección y mi ascensión hasta que vuelva”, curiosamente en esa liturgia se hablaba de la unión entre resurrección y ascensión, en las liturgias principales de oriente, las tres etapas de la obra redentora son expresadas como pasión, resurrección y ascensión. Nosotros quizás hemos simplificado la liturgia y cuando decimos “anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección…” incluimos la ascensión, pero es curioso como en la liturgia oriental se ha respetado esa trilogía de pasión resurrección y ascensión, ésta última íntimamente ligada al envío del Espíritu Santo. 

martes, 20 de octubre de 2015

Catecismo 651-655. Sentido y alcance salvífico de la resurrección

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Punto 651 "Si no resucitó Cristo, vana es nuestra predicación, vana también vuestra fe"(1 Co 15, 14). La Resurrección constituye ante todo la confirmación de todo lo que Cristo hizo y enseñó. Todas las verdades, incluso las más inaccesibles al espíritu humano, encuentran su justificación si Cristo, al resucitar, ha dado la prueba definitiva de su autoridad divina según lo había prometido.

. La transformación que se ha experimentado en Jesús en su humanidad al resucitar, se comunica a la humanidad entera. Eso que ha tenido lugar en Jesucristo no solo es para él, sino que se convierte en un principio para extenderlo a toda la humanidad. En Jesucristo al resucitar se produce un nuevo nacimiento a su filiación divina, Él ya era hijo de Dios, pero por la resurrección Jesucristo se ha convertido en hijo de Dios en poder, con poder, es decir, hasta la resurrección, la filiación divina estaba como escondida en la humillación de la carne y en el momento de la resurrección, el mesías es entronizado en su gloria y el cuerpo es asumido por el hijo hasta impregnarse totalmente de la condición divina, parece que ahora ésta condición divina casi se confunde con la condición humana de Jesús porque ha sido plenamente glorificado. La glorificación es como la encarnación perfecta en la que lo humano y lo divino casi se funden en una sola cosa. Esto es lo que ha pasado en Jesús, ha sido glorificado, lo humano y lo divino en Jesús casi se funden ahora. Esta transformación que ha ocurrido en Jesús está destinada a ser comunicada a toda la humanidad entera. En la humanidad glorificada de Cristo, ese cuerpo resucitado de Cristo es el principio por el cual será comunicada a los hombres la vida divina.

Punto 652 La Resurrección de Cristo es cumplimiento de las promesas del Antiguo Testamento (cf.Lc 24, 26-27. 44-48) y del mismo Jesús durante su vida terrenal (cf. Mt 28, 6; Mc 16, 7; Lc24, 6-7). La expresión "según las Escrituras" (cf. 1 Co 15, 3-4 y el Símbolo Niceno-Constantinopolitano. DS 150) indica que la Resurrección de Cristo cumplió estas predicciones.

. Decir según las escrituras es mucho más importante de lo que nosotros pensamos. Había una expectación sobre quién era el mesías esperado, y era necesario para distinguir al mesías verdadero de los mesías “falsos”, que diese pleno cumplimiento a las escrituras, de todo lo anunciado en el Antiguo Testamento. Cuando Jesús está con los dos de Emaús, les dice “no os dais cuenta de que era necesario que el mesías padeciese según que estaba escrito en las escrituras”, y Jesús con paciencia les va repasando todo lo que se refería a él en las sagradas escrituras, Lucas 24,44-48 “Después les dijo: «Cuando todavía estaba con ustedes, yo les decía: Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos». Entonces les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras, y añadió: «Así está escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo esto”.

. El aspecto de cumplimiento de las escrituras es muy importante, pues así Dios da cumplimiento a los autores de las escrituras a los que inspiró. Cristo ha matado a la muerte, la vida vence a la muerte, Dios es un Dios de vida, es un Dios de vivos. Muriendo ha dado muerte a la muerte.  

Punto 653 La verdad de la divinidad de Jesús es confirmada por su Resurrección. Él había dicho: "Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que Yo Soy" (Jn 8, 28). La Resurrección del Crucificado demostró que verdaderamente, él era "Yo Soy", el Hijo de Dios y Dios mismo. San Pablo pudo decir a los judíos: «La Promesa hecha a los padres Dios la ha cumplido en nosotros [...] al resucitar a Jesús, como está escrito en el salmo primero: "Hijo mío eres tú; yo te he engendrado hoy"» (Hch 13, 32-33; cf. Sal 2, 7). La Resurrección de Cristo está estrechamente unida al misterio de la Encarnación del Hijo de Dios: es su plenitud según el designio eterno de Dios.

Punto 654 Hay un doble aspecto en el misterio pascual: por su muerte nos libera del pecado, por su Resurrección nos abre el acceso a una nueva vida. Esta es, en primer lugar, la justificación que nos devuelve a la gracia de Dios (cf. Rm 4, 25) "a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos [...] así también nosotros vivamos una nueva vida" (Rm 6, 4). Consiste en la victoria sobre la muerte y el pecado y en la nueva participación en la gracia (cf. Ef 2, 4-5; 1 P 1, 3). Realiza la adopción filial porque los hombres se convierten en hermanos de Cristo, como Jesús mismo llama a sus discípulos después de su Resurrección: "Id, avisad a mis hermanos" (Mt 28, 10; Jn 20, 17). Hermanos no por naturaleza, sino por don de la gracia, porque esta filiación adoptiva confiere una participación real en la vida del Hijo único, la que ha revelado plenamente en su Resurrección.

. La resurrección de Cristo es el principio de una vida nueva para nosotros. Hay muchos textos que nos dicen que Jesús ha venido para que tengamos vida y la tengamos en abundancia. Juan 17,1-2 “Después de hablar así, Jesús levantó los ojos al cielo, diciendo: «Padre, ha llegado la hora: glorifica a tu Hijo para que el Hijo te glorifique a ti, ya que le diste autoridad sobre todos los hombres, para que él diera Vida eterna a todos los que tú les has dado” , es decir, Cristo va a ser glorificado por su muerte y resurrección, y entonces según este texto, dé también vida eterna. Juan 14,19 “Dentro de poco el mundo ya no me verá, pero ustedes sí me verán, porque yo vivo y también ustedes vivirán, este es el discurso que Jesús pronunció después de la última cena, es decir, el primer fruto de la resurrección es vivir en Cristo, que su vida resucitada sea una prolongación en nosotros.

. La resurrección es principio de filiación divina para nosotros. Recibimos la vida en Cristo bajo el matiz de que somos hijos de Dios en Cristo, por ejemplo en Romanos 8.14-17 “Todos los que son conducidos por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no han recibido un espíritu de esclavos para volver a caer en el temor, sino el espíritu de hijos adoptivos, que nos hace llamar a Dios. El mismo espíritu se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Si somos hijos, también somos herederos, herederos de Dios y coherederos de Cristo, porque sufrimos con él para ser glorificados con él”. Podemos utilizar la imagen de un injerto, todos nosotros por la resurrección de Cristo hemos sido injertados en la relación que tiene Jesús con el Padre. Estamos por gracia, no por naturaleza, participando de la misma filiación de Jesús con el Padre.

. No es casualidad que Jesús nos llama hermanos después de la resurrección. En Juan 20,17 “Jesús le dijo: No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes”. Es cierto que Jesús también nos llama hermanos antes de la resurrección pero en sentido metafórico y no en sentido propio, por ejemplo Mateo 12,50 “Porque todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre”, aquí lo expresa en un sentido metafórico, en los que buscan la voluntad de Dios. El sentido propio de la palabra, el llamarnos hermanos, solo lo dice después de la resurrección. Recibimos la filiación divina en la resurrección.

Punto 655 Por último, la Resurrección de Cristo —y el propio Cristo resucitado— es principio y fuente de nuestra resurrección futura: "Cristo resucitó de entre los muertos como primicias de los que durmieron [...] del mismo modo que en Adán mueren todos, así también todos revivirán en Cristo" (1 Co 15, 20-22). En la espera de que esto se realice, Cristo resucitado vive en el corazón de sus fieles. En Él los cristianos "saborean [...] los prodigios del mundo futuro" (Hb 6,5) y su vida es arrastrada por Cristo al seno de la vida divina (cf. Col 3, 1-3) para que ya no vivan para sí los que viven, sino para aquel que murió y resucitó por ellos" (2 Co 5, 15).


. La resurrección de Cristo es el fundamento de la resurrección corporal nuestra, por ejemplo en los textos eucarísticos de Jesús “el que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último día”. En 1ª Corintios 15,20-22 “Pero no, Cristo resucitó de entre los muertos, el primero de todos. Porque la muerte vino al mundo por medio de un hombre, y también por medio de un hombre viene la resurrección. En efecto, así como todos mueren en Adán, así también todos revivirán en Cristo

jueves, 15 de octubre de 2015

Catecismo 647-650. La Resurrección como acontecimiento trascendente. La Resurrección obra de la Santísima Trinidad

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Punto 647 "¡Qué noche tan dichosa —canta el Exultet de Pascua—, sólo ella conoció el momento en que Cristo resucitó de entre los muertos!". En efecto, nadie fue testigo ocular del acontecimiento mismo de la Resurrección y ningún evangelista lo describe. Nadie puede decir cómo sucedió físicamente. Menos aún, su esencia más íntima, el paso a otra vida, fue perceptible a los sentidos. Acontecimiento histórico demostrable por la señal del sepulcro vacío y por la realidad de los encuentros de los Apóstoles con Cristo resucitado, no por ello la Resurrección pertenece menos al centro del Misterio de la fe en aquello que transciende y sobrepasa a la historia. Por eso, Cristo resucitado no se manifiesta al mundo (cf. Jn 14, 22) sino a sus discípulos, "a los que habían subido con él desde Galilea a Jerusalén y que ahora son testigos suyos ante el pueblo" (Hch 13, 31).

. Se remarca que la resurrección es un acontecimiento que ocurrió en un lugar y en un momento determinado que dejó huellas como la tumba vacía, la piedra corrida, los encuentros con los apóstoles… y además tiene un aspecto trascendente que es un resucitar para la vida eterna. Esto se escapa de nuestra percepción, esta dimensión en la que entra Jesucristo se escapa a nuestros ojos. Jesús se aparece a los apóstoles con la misma identidad pero en un estado distinto que requiere la transformación interior de los corazones para poder reconocerle. Cristo se manifiesta a sus discípulos, a aquellos que estaban educados interiormente para comprender el acontecimiento trascendente que había tenido lugar. En Juan 14,22 se nos dice: “Judas –no el Iscariote– le dijo: Señor, ¿por qué te vas a manifestar a nosotros y no al mundo?”. Judas pregunta porqué el Señor se manifiesta a nosotros y no a todo el mundo. Jesús se manifiesta así porque es un acontecimiento que tiene que ser percibido en la fe, solamente quien haya purificado su carnalidad, sus conceptos carnales sobre Dios será capaz de conocer al resucitado.

Punto 648 La Resurrección de Cristo es objeto de fe en cuanto es una intervención transcendente de Dios mismo en la creación y en la historia. En ella, las tres Personas divinas actúan juntas a la vez y manifiestan su propia originalidad. Se realiza por el poder del Padre que "ha resucitado" (Hch 2, 24) a Cristo, su Hijo, y de este modo ha introducido de manera perfecta su humanidad —con su cuerpo— en la Trinidad. Jesús se revela definitivamente "Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por su resurrección de entre los muertos" (Rm1, 3-4). San Pablo insiste en la manifestación del poder de Dios (cf. Rm 6, 4; 2 Co 13, 4; Flp3, 10; Ef 1, 19-22; Hb 7, 16) por la acción del Espíritu que ha vivificado la humanidad muerta de Jesús y la ha llamado al estado glorioso de Señor.

. Jesús no solo resucitó para que los apóstoles creyesen. En la resurrección está teniendo lugar la glorificación que el Padre realiza del Hijo en el Espíritu Santo. Es la proclamación gloriosa de que el Padre ha aceptado el sacrificio del Hijo. La certeza de que el sacrificio de la cruz no es uno de tantos sacrificios.

. En este punto vemos que la resurrección es obra del Padre, en muchos pasajes del Nuevo Testamento vemos la resurrección como obra del Padre, por ejemplo, Romanos 4,24 “que tenemos fe en aquel que resucitó a nuestro Señor Jesús”, Romanos 8,11, Romanos 10,9 “Porque si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvado “, 1ª Corintios 6,14 “Y Dios que resucitó al Señor, nos resucitará también a nosotros con su poder”.  Galatas 1,1 “Pablo, Apóstol –no de parte de hombres ni por la mediación de un hombre, sino por Jesucristo y por Dios Padre que lo resucitó de entre los muertos–“,etcétera. Por lo tanto en la Sagrada Escritura vemos estos textos que nos hablan de que el Padre resucitó a Jesucristo y también hay otros textos en que se dice que Cristo resucitó por su propio poder.

Punto 649 En cuanto al Hijo, él realiza su propia Resurrección en virtud de su poder divino. Jesús anuncia que el Hijo del hombre deberá sufrir mucho, morir y luego resucitar (sentido activo del término) (cf. Mc 8, 31; 9, 9-31; 10, 34). Por otra parte, él afirma explícitamente: "Doy mi vida, para recobrarla de nuevo ... Tengo poder para darla y poder para recobrarla de nuevo" (Jn 10, 17-18). "Creemos que Jesús murió y resucitó" (1 Ts 4, 14).

. Jesús habla en muchas partes de la Sagrada Escritura que tiene poder para resucitar, por ejemplo en Marcos 8,31 “Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar después de tres díaso en Marcos 9.9 “Mientras bajaban del monte, Jesús les prohibió contar lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos”, o  Marcos 10,34. Entendemos esta aparente contradicción acordándonos de que Jesús nos lo dijo en el evangelio de san Juan “el Padre y yo somos uno”, somos una sola cosa.

. La resurrección es obra del Padre, es obra del Hijo y hay que añadir por medio del Espíritu Santo. Éste ha estado presente en toda la vida de Jesús, desde la encarnación cubriendo con su sombra a María, en el bautismo desciende sobre Cristo, guía e impulsa a Jesús al desierto y a Galilea, con el poder del Espíritu hace milagros…. Si el ES ha estado tan unido a la vida de Cristo, hay que decir que la resurrección es también obra del Espíritu. El Espíritu se nos das a nosotros tras la resurrección de Jesucristo. En Romanos 1,3-4 “acerca de su Hijo, Jesucristo, nuestro Señor, nacido de la estirpe de David según la carne, y constituido Hijo de Dios con poder según el Espíritu santificador por su resurrección de entre los muertos. La resurrección le constituye a Jesús hijo de Dios en poder, en gloria. Hasta la resurrección había sido hijo de Dios humillado, voluntariamente abajado, que manifestó su gloria en algunos momentos como en el Tabor. Su humanidad tras la resurrección no es según la carne sino según el espíritu, ha sido espiritualizada.

Punto 650 Los Padres contemplan la Resurrección a partir de la persona divina de Cristo que permaneció unida a su alma y a su cuerpo separados entre sí por la muerte: "Por la unidad de la naturaleza divina que permanece presente en cada una de las dos partes del hombre, las que antes estaban separadas y segregadas, éstas se unen de nuevo. Así la muerte se produce por la separación del compuesto humano, y la Resurrección por la unión de las dos partes separadas" (San Gregorio de Nisa, De tridui inter mortem et resurrectionem Domini nostri Iesu Christi spatio; cf. también DS 325; 359; 369; 539).


. Los Padres recuerdan que la resurrección hay que explicarla porque en ningún momento la segunda persona de la Santísima Trinidad llegó a separarse ni del alma humana de Cristo ni del cuerpo que estaba en el sepulcro. La unión del Verbo con la naturaleza humana de Cristo en ningún momento dejó de ser efectiva en el momento de la muerte, y desde esa misma unión hipostática vino la resurrección.

lunes, 12 de octubre de 2015

Catecismo 645-646. El estado de la humanidad resucitada de Cristo

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Punto 645 Jesús resucitado establece con sus discípulos relaciones directas mediante el tacto (cf. Lc24, 39; Jn 20, 27) y el compartir la comida (cf. Lc 24, 30. 41-43; Jn 21, 9. 13-15). Les invita así a reconocer que él no es un espíritu (cf. Lc 24, 39), pero sobre todo a que comprueben que el cuerpo resucitado con el que se presenta ante ellos es el mismo que ha sido martirizado y crucificado, ya que sigue llevando las huellas de su pasión (cf Lc 24, 40; Jn 20, 20. 27). Este cuerpo auténtico y real posee sin embargo al mismo tiempo, las propiedades nuevas de un cuerpo glorioso: no está situado en el espacio ni en el tiempo, pero puede hacerse presente a su voluntad donde quiere y cuando quiere (cf. Mt 28, 9.
16-17; Lc 24, 15. 36; Jn 20, 14. 19. 26; 21, 4) porque su humanidad ya no puede ser retenida en la tierra y no pertenece ya más que al dominio divino del Padre (cf. Jn 20, 17). Por esta razón también Jesús resucitado es soberanamente libre de aparecer como quiere: bajo la apariencia de un jardinero (cf. Jn 20, 14-15) o "bajo otra figura" (Mc 16, 12) distinta de la que les era familiar a los discípulos, y eso para suscitar su fe (cf. Jn 20, 14. 16; 21, 4. 7).

. Para penetrar más a fondo en las apariciones de Jesús, hay que ver la terminología que utilizan los evangelios para describirlo. El verbo griego que se utiliza para decir que Jesús se apareció es un verbo (“Orao”) que se traduce  como “fue visto, se apareció, se dejó ver”, es decir, es algo que es invisible y que ha querido dejarse ver. Jesús se dejó ver por los sentidos humanos, dejo ser sensiblemente perceptible, como vemos en Hechos 10,40 “a este Dios le resucitó al tercer día y le dio la gracia de manifestarse sensiblemente”, en Hechos 1,3 se habla de pruebas visibles, de poner ante sus ojos. En Juan 20,19 donde dice “Jesús se puso en medio de ellos”, Mateo 28,9 “salió a su encuentro”… son todas experiencias visibles por los sentidos, no se trata de experiencias místicas que tuvieran los apóstoles. O cuando Jesús les pide algo para comer o más aún cuando permite a Tomás tocar sus heridas de la pasión. Jesús ha querido que nuestra fe esté basada en unos hombres que pueden ser débiles pero que han tenido una visión sensiblemente comprobable del Jesús resucitado. No estamos hablando de experiencias interiores ni de interpretaciones subjetivas de los apóstoles, sino de un acontecimiento sensiblemente comprobado del que se han beneficiado los apóstoles para bien nuestro.
. El cuerpo de Cristo resucitado es de suyo invisible aunque por su condescendencia, por su misericordia, por su pedagogía hacia nosotros se ha querido hacer visible y palpable. Para que nuestra fe sea más firme, para que nuestra carnalidad que tanto le cuesta creer, porque todos somos un poco Tomás que tenemos necesidad de tocar y de palpar, por eso el Señor quiso por pura misericordia que hubiese una serie de testigos como los apóstoles, el grupo de mujeres, los quinientos a los que se apareció, para que nuestra condición carnal a la que tanto le cuesta creer tenga un apoyatura.

. La humanidad de Jesucristo no era la de antes de la resurrección, era una humanidad glorificada que no está sujeta a las limitaciones espacio temporales que tenemos todos, de hecho Cristo se aparecía en medio de los apóstoles o desaparece cuando los discípulos de Emaús le reconocen al partir el pan. Estaba en otra dimensión distinta. Hay textos en los que se habla de cómo les costaba a los apóstoles reconocer a Cristo resucitado: en el lago Tiberiades, los dos de Emaús… esta dificultad de reconocerle indica por una parte que es el mismo Jesús pero es distinto en su estado, es la misma identidad de Jesús en un estado glorificado. Otro texto es la aparición a María Magdalena en Juan 20,10-18 “…Al decir esto se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció. Jesús le preguntó: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?». Ella, pensando que era el cuidador de la huerta, le respondió: «Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo». Jesús le dijo: «¡María!». Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: «¡Raboní!», es decir «¡Maestro!». Jesús le dijo: «No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: «Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes»… Aquí también se repite el no reconocerle, en un primer momento María Magdalena confunde a Jesús con un hortelano. En cada una de las apariciones hay una pedagogía que nos indica que nos cuesta reconocer al Señor porque tenemos que purificarnos de nuestra carnalidad, tenemos que purificarnos de nuestros conceptos que no han asumido la cruz para llegar a reconocer a Cristo resucitado.


Punto 646 La Resurrección de Cristo no fue un retorno a la vida terrena como en el caso de las resurrecciones que él había realizado antes de Pascua: la hija de Jairo, el joven de Naím, Lázaro. Estos hechos eran acontecimientos milagrosos, pero las personas afectadas por el milagro volvían a tener, por el poder de Jesús, una vida terrena "ordinaria". En cierto momento, volverán a morir. La Resurrección de Cristo es esencialmente diferente. En su cuerpo resucitado, pasa del estado de muerte a otra vida más allá del tiempo y del espacio. En la Resurrección, el cuerpo de Jesús se llena del poder del Espíritu Santo; participa de la vida divina en el estado de su gloria, tanto que san Pablo puede decir de Cristo que es "el hombre celestial" (cf. 1 Co 15, 35-50).

domingo, 11 de octubre de 2015

Catecismo 641-644. Las apariciones del Resucitado

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Punto 641 María Magdalena y las santas mujeres, que iban a embalsamar el cuerpo de Jesús (cf. Mc16,1; Lc 24, 1) enterrado a prisa en la tarde del Viernes Santo por la llegada del Sábado (cf.Jn 19, 31. 42) fueron las primeras en encontrar al Resucitado (cf. Mt 28, 9-10; Jn 20, 11-18). Así las mujeres fueron las primeras mensajeras de la Resurrección de Cristo para los propios Apóstoles (cf. Lc 24, 9-10). Jesús se apareció en seguida a ellos, primero a Pedro, después a los Doce (cf. 1 Co 15, 5). Pedro, llamado a confirmar en la fe a sus hermanos (cf. Lc 22, 31-32), ve por tanto al Resucitado antes que los demás y sobre su testimonio es sobre el que la comunidad exclama: "¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!" (Lc24, 34).

Punto 642 Todo lo que sucedió en estas jornadas pascuales compromete a cada uno de los Apóstoles —y a Pedro en particular— en la construcción de la era nueva que comenzó en la mañana de Pascua. Como testigos del Resucitado, los Apóstoles son las piedras de fundación de su Iglesia. La fe de la primera comunidad de creyentes se funda en el testimonio de hombres concretos, conocidos de los cristianos y de los que la mayor parte aún vivían  entre ellos. Estos "testigos de la Resurrección de Cristo" (cf. Hch 1, 22) son ante todo Pedro y los Doce, pero no solamente ellos: Pablo habla claramente de más de quinientas personas a las que se apareció Jesús en una sola vez, además de Santiago y de todos los Apóstoles (cf. 1 Co15, 4-8).

Punto 643 Ante estos testimonios es imposible interpretar la Resurrección de Cristo fuera del orden físico, y no reconocerlo como un hecho histórico. Sabemos por los hechos que la fe de los discípulos fue sometida a la prueba radical de la pasión y de la muerte en cruz de su Maestro, anunciada por Él de antemano (cf. Lc 22, 31-32). La sacudida provocada por la pasión fue tan grande que los discípulos (por lo menos, algunos de ellos) no creyeron tan pronto en la noticia de la resurrección. Los evangelios, lejos de mostrarnos una comunidad arrobada por una exaltación mística, nos presentan a los discípulos abatidos ("la cara sombría": Lc 24, 17) y asustados (cf. Jn 20, 19). Por eso no creyeron a las santas mujeres que regresaban del sepulcro y "sus palabras les parecían como desatinos" (Lc 24, 11; cf. Mc 16, 11. 13). Cuando Jesús se manifiesta a los once en la tarde de Pascua "les echó en cara su incredulidad y su dureza de cabeza por no haber creído a quienes le habían visto resucitado" (Mc 16, 14).

Punto 644 Tan imposible les parece la cosa que, incluso puestos ante la realidad de Jesús resucitado, los discípulos dudan todavía (cf. Lc 24, 38): creen ver un espíritu (cf. Lc 24, 39). "No acaban de creerlo a causa de la alegría y estaban asombrados" (Lc 24, 41). Tomás conocerá la misma prueba de la duda (cf. Jn 20, 24-27) y, en su última aparición en Galilea referida por Mateo, "algunos sin embargo dudaron" (Mt 28, 17). Por esto la hipótesis según la cual la resurrección habría sido un "producto" de la fe (o de la credulidad) de los apóstoles no tiene consistencia. Muy al contrario, su fe en la Resurrección nació —bajo la acción de la gracia divina— de la experiencia directa de la realidad de Jesús resucitado.

. Aquí el Catecismo da respuesta a una objeción que algunas veces se ha escuchado, que consiste en decir que los apóstoles eran muy crédulos y dicha credulidad les hizo ver lo que no había. Hay quien ha pretendido rechazar la resurrección de Jesucristo al decir que los apóstoles eran una especie de visionarios y que su fe fue la que creo la resurrección,  sin embargo el Catecismo nos dice que fue al contrario, fue el hecho de la resurrección el inicio del don de la fe para ellos. Cómo vemos a los apóstoles?: eran hombres muy poco místicos, eran hombres rudos y rurales, propio de pescadores, con una psicología dura, hombres que entienden ejemplos muy claros, entienden lo que ven, lo que palpan, son personas no dadas a falsos misticismos. No eran hombres dados a lecturas que pueden hacer que uno fantasee. El propio Tomás no creyó hasta que no vio y metió sus manos en las heridas de Jesús. Eran hombres temerosos, no dados a meterse en jaleos. Vemos en la subida a Jerusalén sus temores en Marcos 10,32-34: “Mientras iban de camino para subir a Jerusalén, Jesús se adelantaba a sus discípulos; ellos estaban asombrados y los que lo seguían tenían miedo. Entonces reunió nuevamente a los Doce y comenzó a decirles lo que le iba a suceder: «Ahora subimos a Jerusalén; allí el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas. Lo condenarán a muerte y lo entregarán a los paganos: ellos se burlarán de él, lo escupirán, lo azotarán y lo matarán. Y tres días después, resucitará». O en el pasaje de Getsemaní, vemos la actitud temerosa de Pedro cuando le dicen que él estaba con Jesús, y Pedro le niega tres veces y sale fuera. Son hombres más bien asustadizos que huyen del peligro, tienen miedo a las consecuencias, no son valientes por naturaleza sino que están sometidos a sus miedos. Entonces si estos hombres eran asustadizos, qué ocurrió para que empezasen a proclamar a los cuatro costados que Jesús había resucitado. Incluso vemos en Hechos 5,29-32 se narra como Pedro y los apóstoles ante el Sanedrín anteponen a Dios sobre todo, y que el hecho de la resurrección ha rescindido la sentencia del Sanedrín. Este cambio en estos hombres que antes eran cobardes y ahora se convierten en valientes es un hecho a tener en cuenta para comprender la experiencia directa de Jesús resucitado.
. Los apóstoles ahora aceptan el escándalo de la cruz, es más, proclaman que existe ese escándalo. Los apóstoles tuvieron una auténtica crisis de fe con la muerte de Jesús, sus esperanzas se habían quedado desilusionadas, estaban derrotados, etcétera. La resurrección hace que ellos todo lo entiendan desde otra perspectiva, y que pasen de ser unos cobardes a unos testigos valientes de la resurrección. Es pues el hecho de la resurrección la causa de la fe de los apóstoles. Llegaron a predicar que Jesús era el hijo de Dios delante del mundo judío. Una prueba muy fuerte de que la resurrección fue un acontecimiento verdadero es que los apóstoles se atreviesen a todo esto sabiendo que tenían la espada en la cabeza, y que de hecho, todos menos Juan murieron mártires con su predicación. Qué grande fue lo que ocurrió para que unos hombres temerosos fuesen capaces de hacer esa proclamación. Solamente hay una respuesta que es el acontecimiento de la resurrección de Cristo.


. La resurrección de Jesús comporta la resurrección de su cuerpo que estaba en el sepulcro, negarlo sería no caer en cuenta de la verdad de la encarnación, Jesús se encarnó y resucitó con su humanidad, cuando Jesús resucitado se aparece y le dice a Tomás “mete tus dedos en los agujeros de mis manos”, le está diciendo que ese cuerpo resucitado es el mismo que fue crucificado y estaba en el sepulcro. Cristo es nuestra salvación, en la resurrección vence a la muerte, en Cristo resucitado vencemos al pecado y a la muerte. De muy poco servirían las palabras de Jesús si no hubiese resucitado.

viernes, 9 de octubre de 2015

Catecismo 640. El sepulcro vacío

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Punto 640 "¿Por qué buscar entre los muertos al que vive? No está aquí, ha resucitado" (Lc 24, 5-6). En el marco de los acontecimientos de Pascua, el primer elemento que se encuentra es el sepulcro vacío. No es en sí una prueba directa. La ausencia del cuerpo de Cristo en el sepulcro podría explicarse de otro modo (cf. Jn 20,13; Mt 28, 11-15). A pesar de eso, el sepulcro vacío ha constituido para todos un signo esencial. Su descubrimiento por los discípulos fue el primer paso para el reconocimiento del hecho de la Resurrección. Es el caso, en primer lugar, de las santas mujeres (cf. Lc 24, 3. 22- 23), después de Pedro (cf. Lc24, 12). "El discípulo que Jesús amaba" (Jn 20, 2) afirma que, al entrar en el sepulcro vacío y al descubrir "las vendas en el suelo"(Jn 20, 6) "vio y creyó" (Jn 20, 8). Eso supone que constató en el estado del sepulcro vacío (cf. Jn 20, 5-7) que la ausencia del cuerpo de Jesús no había podido ser obra humana y que Jesús no había vuelto simplemente a una vida terrenal como había sido el caso de Lázaro (cf. Jn 11, 44).

. Hay distintos relatos que narran en los evangelios el hecho del sepulcro vacío, en el evangelio de san Juan se narra: “El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto». Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro; vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó. Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos”. En este texto Pedro y Juan entran en el sepulcro vacío y les impactó además de verlo vacío, encontrar las vendas en el suelo y el sudario aparte. El termino griego original que nos indica como estaban las vendas es el término o verbo “keymana, y este verbo es el mismo que se utiliza en griego cuando por ejemplo alguien ha sufrido una picadura de un insecto y tiene una hinchazón, cuando esa hinchazón va disminuyendo, se va desinflando se utiliza dicho verbo keymana como para decir que se está deshinchando la herida. Este verbo es el que utiliza san Juan para decir como encontró las vendas, las encontró aplanadas, deshinchadas. A san Juan le conmovió, le sacudió en su incredulidad encontrar las vendas alisadas, aplanadas y no encontrarlas quitadas, que hubiese sido lo que hubiera ocurrido si alguien hubiera ido a robar el cadáver. Las encontró como si el cuerpo hubiera salido de ahí sin haber quitado las vendas, como si se hubiera volatilizado, espiritualizado.

. En el evangelio de san Marcos nos narra lo siguiente: “Pasado el sábado, María Magdalena, María, la madre de Santiago, y Salomé compraron perfumes para ungir el cuerpo de Jesús. A la madrugada del primer día de la semana, cuando salía el sol, fueron al sepulcro. Y decían entre ellas: «¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?» Pero al mirar, vieron que la piedra había sido corrida; era una piedra muy grande. Al entrar al sepulcro, vieron a un joven sentado a la derecha, vestido con una túnica blanca. Ellas quedaron sorprendidas. pero él les dijo: «No teman. Ustedes buscan a Jesús de Nazaret, el Crucificado. Ha resucitado, no está aquí. Miren el lugar donde lo habían puesto. Vayan ahora a decir a sus discípulos y a Pedro que él irá antes que ustedes a Galilea; allí lo verán, como él se lo había dicho». Ellas salieron corriendo del sepulcro, porque estaban temblando y fuera de sí. Y no dijeron nada a nadie, porque tenían miedo”. En este texto, se ve la historicidad de los evangelios al ser las mujeres los primeros testigos de la resurrección. Los evangelistas son todos hombres, y remarcan que fueron mujeres las primeras que vieron el sepulcro vacío. Por entonces el papel de la mujer en la sociedad judía era tal que el testimonio de la mujer no era siquiera válido, una mujer no podía testificar porque no era digna de tal cosa. Si alguien hubiera querido inventar que Jesús ha resucitado para que la gente creyese, lo último que haría sería poner como testigo de esa resurrección a un grupo de mujeres porque no le iba a creer nadie. La única razón de que haya sido escrito así es porque realmente ocurrió así. Si se lo hubiesen inventado habrían dicho un grupo de hombres. Este criterio de historicidad de los evangelios es el que se llama el criterio de discontinuidad.

. En Marcos vemos que las mujeres fueron a hora muy temprana a comprar perfumes para embalsamar a Cristo, y podría parecer contradictorio con el hecho de que san Juan 19,33 dice que el cuerpo de Jesús había sido embalsamado antes de ser sepultado. Sin embargo, todo parece indicar que se produjo una sepultura el Viernes Santo deprisa y corriendo porque se echaba el sábado encima, y nadie podía hacer ningún tipo de labor en el comienzo del sábado. Entre la muerte de Jesús y el comienzo del sábado pasan solo tres horas con lo que se presume que hasta que se llega a la sepultura no hubo tiempo de acabar con el embalsamamiento y por eso el domingo de madrugada fueron a terminar esa labor.

.  San Ignacio de Loyola considera que Jesús a quién se apareció primeramente fue a su madre, en un encuentro íntimo de agradecimiento por su fidelidad. 

jueves, 8 de octubre de 2015

Catecismo 638-639. Al tercer día resucitó de entre los muertos. El acontecimiento histórico y trascendente

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Punto 638 "Os anunciamos la Buena Nueva de que la Promesa hecha a los padres Dios la ha cumplido en nosotros, los hijos, al resucitar a Jesús (Hch 13, 32-33). La Resurrección de Jesús es la verdad culminante de nuestra fe en Cristo, creída y vivida por la primera comunidad cristiana como verdad central, transmitida como fundamental por la Tradición, establecida en los documentos del Nuevo Testamento, predicada como parte esencial del Misterio Pascual al mismo tiempo que la Cruz:
Cristo ha resucitado de los muertos,
con su muerte ha vencido a la muerte.
Y a los muertos ha dado la vida.
(Liturgia bizantina: Tropario del día de Pascua)

. La primera insistencia de este punto sobre la resurrección de Jesucristo es la promesa cumplida, es decir, la resurrección es una promesa cumplida. El hombre tiene un deseo de felicidad que es casi infinito y luego topa con la realidad precaria de nuestra vida, tenemos deseo de eternidad pero somos mortales y las ganas de vivir no se nos quitan. El hombre tiene el deseo de felicidad y de eternidad que no se terminan, independientemente de los años que tengamos. Por eso la promesa cumplida de que vendría alguien que colmaría el deseo de plenitud no es solo para el pueblo judío sino para todos nosotros que llevamos ese deseo dentro. Dios nos hizo para una vida sin fin, y en la resurrección de Jesucristo se ha cumplido ese deseo.

. La resurrección se nos presenta como la verdad culminante de nuestra fe en Cristo. Todos los artículos de fe son verdades y forman un todo, sin embargo hay verdades de fe que son centrales y otras que están al servicio de las anteriores, y la verdad culminante es la resurrección junto con la encarnación y la muerte redentora de Cristo. Un ejemplo de una verdad secundaria es la verdad del purgatorio que está al servicio de la verdad de la vida eterna. Esta afirmación del Catecismo está tomada de la propia sagrada escritura cuando Pablo nos dice “si Cristo no ha resucitado vana es nuestra fe”. Si la resurrección de Cristo no se hubiera producido no hubiéramos sido redimidos de nuestros pecados, no olvidemos esto, lo que Cristo había hecho en la cruz no hubiese tenido una eficacia redentora. Cristo muriendo en la cruz mereció nuestra salvación y resucitando la realizó, nos la dio. No cabe entender por lo tanto pasión de Cristo sin resurrección, sería como una entrega dolorosa sin fruto, sería como merecer pero no dar.

. El Catecismo hace también la afirmación de que Cristo con su muerte venció a la muerte. La muerte fue vencida, la muerte ha sido muerta. La muerte se introdujo en la creación como consecuencia del pecado original (punto 418), la muerte domina y entra en la naturaleza humana como consecuencia del pecado original. En consecuencia Cristo asume las consecuencias del pecado para redimirnos, asume hasta la muerte hasta poder matar la muerte. La serpiente, imagen de satanás, venció a Adán y Eva, y es Cristo quien aplasta esa serpiente. El último enemigo en someterse a Cristo ha sido la muerte, porque es el enemigo más tenaz que nos está esperando al final.

Punto 639 El misterio de la resurrección de Cristo es un acontecimiento real que tuvo manifestaciones históricamente comprobadas como lo atestigua el Nuevo Testamento. Ya san Pablo, hacia el año 56, puede escribir a los Corintios: "Porque os transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se apareció a Cefas y luego a los Doce: "(1 Co 15, 3-4). El apóstol habla aquí de la tradición viva de la Resurrección que recibió después de su conversión a las puertas de Damasco (cf. Hch 9, 3-18).

. Los milagros que Cristo realizó durante su vida tuvieron un sentido salvífico de amor y misericordia hacia nosotros y un sentido que acredita a Jesús delante de los hombres, les da a entender quién es Jesús. La resurrección no es un milagro más, sino que es el milagro de los milagros. Poco hubiesen valido el resto de los milagros si Jesucristo no hubiese resucitado. Acordaros de cuando estaba en la cruz se burlaban de él cuando le decían “y este que ha salvado a otros, no puede salvarse a sí mismo?”, este reto estaría resonando entre todos los presentes, parecía que la impotencia de Jesús en la cruz estaba descreditando los milagros anteriores. Estas dudas estarían pasando por las mentes de todos. El milagro de la resurrección es la gran señal, es el templo que se construye en tres días.

. El Catecismo quiere hacer insistencia en que la resurrección se trata de un hecho histórico y trascendente, una realidad que trasciende la historia, es un hecho que ocurre en un lugar y en un momento determinado. La resurrección de Cristo no es como la de Lázaro que vuelve a la vida humana para años más tarde morir, sino que Cristo resucitó para la vida eterna, Cristo no vuelve a la vida común. En la resurrección de Lázaro hubo muchos testigos, se trata de una resurrección a esta vida, sin embargo en la resurrección de Jesús es a la vida eterna y esto se escapa de nuestros ojos, la entrada en la vida eterna se escapa a nuestros ojos, es entrar en otra dimensión distinta. Este hecho es históricamente trascendental. En Jesús vemos por su gracia, lo que ocurrirá en nosotros en la resurrección final. Por ejemplo, cuando la Virgen María se aparece en Lourdes o Fátima lo hace por una gracia especial a unos pastorcillos, mientras que los demás que estaban ahí no la veían, se aparece en cuerpo y alma a determinadas personas por una gracia especial. Algo así tenemos que decir del cuerpo resucitado de Jesucristo, es un cuerpo que está en la vida eterna y que se puede hacer visible para sacudir la incredulidad de los apóstoles en momentos determinados. Pero ese cuerpo resucitado es invisible porque está en la vida eterna, no está en el tiempo ni está sujeto a las leyes espaciotemporales. Jesús por su misericordia permite que los apóstoles le captasen por los sentidos y nos disipó las dudas de que fuese como un fantasma. En resumen, la resurrección de Jesucristo trasciende la historia, es trascendente, y deja huellas visibles en la historia.


. Algunos errores que se han producido sobre la resurrección de Cristo han sido por ejemplo el decir que su cuerpo fue robado, en Mateo 28,11-15 dice “Mientras ellas se alejaban, algunos guardias fueron a la ciudad para contar a los sumos sacerdotes todo lo que había sucedido. Estos se reunieron con los ancianos y, de común acuerdo, dieron a los soldados una gran cantidad de dinero, con esta consigna: «Digan así: «Sus discípulos vinieron durante la noche y robaron su cuerpo, mientras dormíamos». Si el asunto llega a oídos del gobernador, nosotros nos encargaremos de apaciguarlo y de evitarles a ustedes cualquier contratiempo». Ellos recibieron el dinero y cumplieron la consigna. Esta versión se ha difundido entre los judíos hasta el día de hoy”, donde los sumos sacerdotes a través del soborno pretenden justificar la desaparición del cuerpo del sepulcro. Otra versión consiste en decir que Cristo no murió del todo en la cruz y al ser introducido en el sepulcro se reanimó.