Punto 651 "Si
no resucitó Cristo, vana es nuestra predicación, vana también vuestra fe"(1
Co 15, 14). La Resurrección constituye ante todo la confirmación de todo
lo que Cristo hizo y enseñó. Todas las verdades, incluso las más inaccesibles
al espíritu humano, encuentran su justificación si Cristo, al resucitar, ha
dado la prueba definitiva de su autoridad divina según lo había prometido.
. La transformación que se ha experimentado en Jesús en su
humanidad al resucitar, se comunica a la humanidad entera. Eso que ha
tenido lugar en Jesucristo no solo es para él, sino que se convierte en un
principio para extenderlo a toda la humanidad. En Jesucristo al resucitar se
produce un nuevo nacimiento a su filiación divina, Él ya era hijo de Dios, pero
por la resurrección Jesucristo se ha convertido en hijo de Dios en poder, con
poder, es decir, hasta la resurrección, la filiación divina estaba como
escondida en la humillación de la carne y en el momento de la resurrección, el
mesías es entronizado en su gloria y el cuerpo es asumido por el hijo hasta
impregnarse totalmente de la condición divina, parece que ahora ésta condición divina
casi se confunde con la condición humana de Jesús porque ha sido plenamente
glorificado. La glorificación es como la encarnación perfecta en la que lo
humano y lo divino casi se funden en una sola cosa. Esto es lo que ha pasado en
Jesús, ha sido glorificado, lo humano y lo divino en Jesús casi se funden
ahora. Esta transformación que ha ocurrido en Jesús está destinada a ser
comunicada a toda la humanidad entera. En la humanidad glorificada de Cristo,
ese cuerpo resucitado de Cristo es el principio por el cual será comunicada a
los hombres la vida divina.
Punto 652 La
Resurrección de Cristo es cumplimiento de las promesas del Antiguo
Testamento (cf.Lc 24, 26-27. 44-48) y del mismo Jesús durante su
vida terrenal (cf. Mt 28, 6; Mc 16, 7; Lc24, 6-7).
La expresión "según las Escrituras" (cf. 1 Co 15, 3-4 y el
Símbolo Niceno-Constantinopolitano. DS 150) indica que la Resurrección de
Cristo cumplió estas predicciones.
. Decir según las escrituras es mucho más importante de lo que
nosotros pensamos. Había una expectación sobre quién era el mesías
esperado, y era necesario para distinguir al mesías verdadero de los mesías “falsos”,
que diese pleno cumplimiento a las escrituras, de todo lo anunciado en el
Antiguo Testamento. Cuando Jesús está con los dos de Emaús, les dice “no os
dais cuenta de que era necesario que el mesías padeciese según que estaba escrito
en las escrituras”, y Jesús con paciencia les va repasando todo lo que se
refería a él en las sagradas escrituras, Lucas 24,44-48 “Después les dijo: «Cuando todavía estaba con ustedes, yo les decía: Es
necesario que se cumpla todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés, en
los Profetas y en los Salmos». Entonces les abrió la inteligencia para que
pudieran comprender las Escrituras, y añadió: «Así está escrito: el Mesías
debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por
Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión
para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo esto”.
. El aspecto de cumplimiento de las escrituras es muy importante,
pues así Dios da cumplimiento a los autores de las escrituras a los que
inspiró. Cristo ha matado a la muerte, la vida vence a la muerte, Dios es un
Dios de vida, es un Dios de vivos. Muriendo ha dado muerte a la muerte.
Punto 653 La
verdad de la divinidad de Jesús es confirmada por su Resurrección.
Él había dicho: "Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces
sabréis que Yo Soy" (Jn 8, 28). La Resurrección del
Crucificado demostró que verdaderamente, él era "Yo Soy", el Hijo de
Dios y Dios mismo. San Pablo pudo decir a los judíos: «La Promesa hecha a
los padres Dios la ha cumplido en nosotros [...] al resucitar a Jesús, como
está escrito en el salmo primero: "Hijo mío eres tú; yo te he engendrado
hoy"» (Hch 13, 32-33; cf. Sal 2, 7). La Resurrección de
Cristo está estrechamente unida al misterio de la Encarnación del Hijo de Dios:
es su plenitud según el designio eterno de Dios.
Punto 654 Hay un
doble aspecto en el misterio pascual: por su muerte nos libera del pecado, por
su Resurrección nos abre el acceso a una nueva vida. Esta es, en primer
lugar, la justificación que nos devuelve a la gracia de Dios
(cf. Rm 4, 25) "a fin de que, al igual que Cristo fue
resucitado de entre los muertos [...] así también nosotros vivamos una
nueva vida" (Rm 6, 4). Consiste en la victoria sobre la muerte
y el pecado y en la nueva participación en la gracia (cf. Ef 2,
4-5; 1 P 1, 3). Realiza la adopción filial porque los
hombres se convierten en hermanos de Cristo, como Jesús mismo llama a sus
discípulos después de su Resurrección: "Id, avisad a mis hermanos"
(Mt 28, 10; Jn 20, 17). Hermanos no por naturaleza, sino por don
de la gracia, porque esta filiación adoptiva confiere una participación real en
la vida del Hijo único, la que ha revelado plenamente en su Resurrección.
. La resurrección de Cristo es el principio de una vida nueva para
nosotros. Hay muchos textos que nos dicen que Jesús ha venido para que tengamos
vida y la tengamos en abundancia. Juan 17,1-2 “Después de hablar así, Jesús levantó los ojos al cielo, diciendo:
«Padre, ha llegado la hora: glorifica a tu Hijo para que el Hijo te glorifique
a ti, ya que le diste autoridad sobre todos los hombres, para que él diera
Vida eterna a todos los que tú les has dado” , es decir, Cristo va a
ser glorificado por su muerte y resurrección, y entonces según este texto, dé también
vida eterna. Juan 14,19 “Dentro de poco
el mundo ya no me verá, pero ustedes sí me verán, porque yo vivo y también
ustedes vivirán”, este es el discurso que Jesús pronunció después de la
última cena, es decir, el primer fruto de la resurrección es vivir en
Cristo, que su vida resucitada sea una prolongación en nosotros.
. La resurrección es principio de filiación divina para nosotros.
Recibimos la vida en Cristo bajo el matiz de que somos hijos de Dios en Cristo,
por ejemplo en Romanos 8.14-17 “Todos
los que son conducidos por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes
no han recibido un espíritu de esclavos para volver a caer en el temor, sino el
espíritu de hijos adoptivos, que nos hace llamar a Dios. El mismo espíritu
se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Si
somos hijos, también somos herederos, herederos de Dios y coherederos de
Cristo, porque sufrimos con él para ser glorificados con él”. Podemos
utilizar la imagen de un injerto, todos nosotros por la resurrección de Cristo
hemos sido injertados en la relación que tiene Jesús con el Padre. Estamos
por gracia, no por naturaleza, participando de la misma filiación de Jesús con
el Padre.
. No es casualidad que Jesús nos llama hermanos después de la
resurrección. En Juan 20,17 “Jesús le
dijo: No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis
hermanos: Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de
ustedes”. Es cierto que Jesús también nos llama hermanos antes de la
resurrección pero en sentido metafórico y no en sentido propio, por ejemplo
Mateo 12,50 “Porque todo el que hace la
voluntad de mi Padre que está en el cielo, ese es mi hermano, mi hermana y mi
madre”, aquí lo expresa en un sentido metafórico, en los que buscan
la voluntad de Dios. El sentido propio de la palabra, el llamarnos hermanos,
solo lo dice después de la resurrección. Recibimos la filiación divina en la
resurrección.
Punto 655 Por
último, la Resurrección de Cristo —y el propio Cristo resucitado— es
principio y fuente de nuestra resurrección futura: "Cristo
resucitó de entre los muertos como primicias de los que durmieron [...] del
mismo modo que en Adán mueren todos, así también todos revivirán en
Cristo" (1 Co 15, 20-22). En la espera de que esto se realice, Cristo
resucitado vive en el corazón de sus fieles. En Él los cristianos
"saborean [...] los prodigios del mundo futuro" (Hb 6,5) y su
vida es arrastrada por Cristo al seno de la vida divina (cf. Col 3,
1-3) para que ya no vivan para sí los que viven, sino para aquel que murió y
resucitó por ellos" (2 Co 5, 15).
. La resurrección de Cristo es el fundamento de la resurrección
corporal nuestra, por ejemplo en los textos eucarísticos de Jesús “el que
come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último
día”. En 1ª Corintios 15,20-22 “Pero
no, Cristo resucitó de entre los muertos, el primero de todos. Porque la muerte
vino al mundo por medio de un hombre, y también por medio de un hombre viene
la resurrección. En efecto, así como todos mueren en Adán, así
también todos revivirán en Cristo”.
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