Punto 727 Toda la
Misión del Hijo y del Espíritu Santo en la plenitud de los tiempos se resume en
que el Hijo es el Ungido del Padre desde su Encarnación: Jesús es Cristo, el
Mesías. Todo el segundo capítulo del Símbolo de la fe hay que leerlo a la luz
de esto. Toda la obra de Cristo es misión conjunta del Hijo y del Espíritu
Santo. Aquí se mencionará solamente lo que se refiere a la promesa del
Espíritu Santo hecha por Jesús y su don realizado por el Señor glorificado.
. El Espíritu Santo manifestado en Cristo, en el ungido. La
palabra Cristo era indistintamente utilizada como el Mesías, que era aquel
anunciado en el Antiguo Testamento como aquel en el que el Espíritu Santo
reposaría. De ordinario, la acción de Cristo y del Espíritu Santo se da
conjuntamente y el Padre se expresa en ambos. Las acciones de la Santísima
Trinidad no se dan de forma inconexa entre una persona y otra. Es el Espíritu
Santo y el Padre los que viven en Cristo, él es movido por el
Espíritu Santo y prolonga las obras del Padre. Si Jesús es el ungido,
nosotros estamos llamados a ser los ungidos, todo cristiano es ungido por el
Espíritu Santo en su bautismo y estamos llamados a que sea Jesús y el
Espíritu Santo los que vivan y nos muevan interiormente. Jesús se
identificó con el texto que leyó en la sinagoga “el Espíritu Santo está sobre
mí, él me ha ungido para proclamar la buena nueva a los hombres”.
Punto 728 Jesús
no revela plenamente el Espíritu Santo hasta que él mismo no ha sido
glorificado por su Muerte y su Resurrección. Sin embargo, lo sugiere poco a
poco, incluso en su enseñanza a la muchedumbre, cuando revela que su Carne será
alimento para la vida del mundo (cf. Jn 6, 27. 51.62-63). Lo sugiere
también a Nicodemo (cf. Jn 3, 5-8), a la Samaritana
(cf. Jn 4, 10. 14. 23-24) y a los que participan en la fiesta de los
Tabernáculos (cf. Jn 7, 37-39). A sus discípulos les habla de él
abiertamente a propósito de la oración (cf.Lc 11, 13) y del testimonio que
tendrán que dar (cf. Mt 10, 19-20).
. Jesús en su vida va revelando al Espíritu Santo, primero lo
sugiere, luego lo promete y finalmente lo da. Lo sugiere en Juan 6,27 y
6,51: “Trabajen, no por el alimento
perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida eterna, el que les dará el
Hijo del hombre; porque es él a quien Dios, el Padre, marcó con su sello”;
“Yo soy el pan vivo bajado del cielo.
El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne
para la Vida del mundo”, en estos pasajes está sugiriendo al Espíritu
Santo, nos habla del pan vivo, de la Eucaristía en la que recibimos el don del
Espíritu Santo. Cuando comulguemos hemos de ser conscientes de la presencia
del Espíritu Santo que nos inhabita y nos mueve. Esto es lo que nos sugiere
Jesús. Cristo vive en nosotros a través del Espíritu Santo. La doctrina
eucarística hay que entenderla en el Espíritu de Jesús, en la presencia del
Espíritu Santo.
. En Juan 3,5-8 “Jesús le
respondió: Te aseguro que el que no nace del agua y del Espíritu no puede
entrar en el Reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, lo que nace de
Espíritu es espíritu. No te extrañes de que te haya dicho: «Ustedes tienen
que renacer de lo alto». El viento sopla donde quiere: tú oyes su voz, pero no
sabes de dónde viene ni a dónde va. Lo mismo sucede con todo el que ha nacido
del Espíritu”, aquí Jesús le sugiere a Nicodemo en ese nacer de nuevo la
presencia del Espíritu Santo. El que obra según la carne no se deja mover
por el Espíritu Santo y hace obras carnales, mientras que el que se deja mover
por el Espíritu Santo hace obras espirituales. San Pablo nos recuerda en la
carta a los Gálatas las obras carnales: envidias, fornicación, violencias,
robo,… las obras del Espíritu sin embargo son: benevolencia, perdón… es decir,
uno de los signos de que el Espíritu Santo obra en nosotros son las obras espirituales.
Jesús nos habla de este motor de acción dentro de nosotros, la presencia
de obras espirituales es un signo inconfundible de que el Espíritu Santo nos
mueve y vive en nosotros.
. En el diálogo que mantiene Jesús con la samaritana se hace una
clara referencia al Espíritu Santo como el agua viva que sacia nuestra sed.
. En Juan 7,37-39 “El último
día, el más solemne de la fiesta, Jesús, poniéndose de pie, exclamó: «El que
tenga sed, venga a mí; y beba el que cree en mí». Como dice la Escritura:
"De su seno brotarán manantiales de agua viva". El se refería al
Espíritu que debían recibir los que creyeran en él. Porque el Espíritu no había
sido dado todavía, ya que Jesús aún no había sido glorificado”, Jesús nos invita a creer en él y recibir el Espíritu
Santo. Quien beba de él recibe un agua
que inhabita dentro de nosotros, un agua
que es inagotable como una fuente inagotable pues de su seno corren ríos de
agua viva que están continuamente alimentándonos.
. Jesús a sus discípulos les hablaba más claramente del Espíritu,
por ejemplo en Lucas 11,13 “Si ustedes,
que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, cuánto más el Padre del
cielo dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo pidan”, o en Mateo
10,19-20 “Cuando los entreguen, no se
preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir: lo que deban decir se les
dará a conocer en ese momento, porque no serán ustedes los que hablarán, sino
que el Espíritu de su Padre hablará en ustedes”, a ellos les habla
directamente del Espíritu Santo, no lo sugiere ya como a Nicodemo o a la
samaritana.
Punto 729 Solamente
cuando ha llegado la hora en que va a ser glorificado
Jesús promete la venida del Espíritu Santo, ya que su Muerte y su
Resurrección serán el cumplimiento de la Promesa hecha a los Padres
(cf. Jn 14, 16-17. 26; 15, 26; 16, 7-15; 17, 26): El Espíritu de
Verdad, el otro Paráclito, será dado por el Padre en virtud de la oración de
Jesús; será enviado por el Padre en nombre de Jesús; Jesús lo enviará de junto
al Padre porque él ha salido del Padre. El Espíritu Santo vendrá, nosotros lo
conoceremos, estará con nosotros para siempre, permanecerá con nosotros; nos lo
enseñará todo y nos recordará todo lo que Cristo nos ha dicho y dará testimonio
de Él; nos conducirá a la verdad completa y glorificará a Cristo. En cuanto al
mundo, lo acusará en materia de pecado, de justicia y de juicio.
. Cuando la glorificación de Jesús todavía estaba lejos Jesús
sugería la presencia del Espíritu Santo, cuando la glorificación, muerte y
resurrección ya están cerca, Jesús promete el Espíritu Santo, y cuando la
glorificación ya ha tenido lugar es cuando Jesús da el Espíritu Santo. Los
textos que vemos son principalmente del evangelio de Juan: Juan 14,16-17: “Y yo rogaré al Padre, y él les dará otro
Paráclito para que esté siempre con ustedes: el Espíritu de la Verdad, a
quien el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce. Ustedes, en
cambio, lo conocen, porque él permanece con ustedes y estará en ustedes”.
Esto ocurre en el discurso de después de la cena, cuando Jesús promete
especialmente el Espíritu Santo a los suyos. En Juan 14,26 “Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el
Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he
dicho”, en Juan 15,26 “Cuando
venga el Paráclito que yo les enviaré desde el Padre, el Espíritu de la Verdad
que proviene del Padre, él dará testimonio de mí”, en Juan 16,7-15 “sin embargo, les digo la verdad: les
conviene que yo me vaya, porque si no me voy, el Paráclito no vendrá a
ustedes. Pero si me voy, se lo enviaré. Y cuando él venga, probará
al mundo dónde está el pecado, dónde está la justicia y cuál es el juicio. El
pecado está en no haber creído en mí. La justicia, en que yo me voy al Padre y
ustedes ya no me verán. Y el juicio, en que el Príncipe de este mundo ya ha
sido condenado. Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las
pueden comprender ahora. Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los
introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo
que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo. El me glorificará,
porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes. Todo lo que es del Padre
es mío. Por eso les digo: «Recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes”…
en todos estos textos vemos la promesa del Espíritu Santo hecha por Jesús: no
nos dejará huérfanos, completará la obra que está en vosotros, no tengáis
desasosiego por la ausencia de Jesucristo,…
Punto 730 Por fin
llega la hora de Jesús (cf. Jn 13, 1; 17, 1): Jesús entrega su
espíritu en las manos del Padre (cf. Lc 23, 46; Jn 19, 30)
en el momento en que por su Muerte es vencedor de la muerte, de modo que,
"resucitado de los muertos por la gloria del Padre" (Rm 6, 4),
enseguida da a sus discípulos el Espíritu Santo exhalando sobre ellos su
aliento (cf. Jn 20, 22). A partir de esta hora, la misión de
Cristo y del Espíritu se convierte en la misión de la Iglesia: "Como el
Padre me envió, también yo os envío" (Jn 20, 21;
cf. Mt 28, 19; Lc 24, 47-48; Hch 1, 8).
. Los textos en los que se nos expresa cuando Jesús entrega el Espíritu
Santo son Lucas 23,46 “Jesús, con un
grito, exclamó: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu». Y diciendo
esto, expiró” y Juan 19,30 “Después
de beber el vinagre, dijo Jesús: «Todo se ha cumplido». E inclinando la cabeza,
entregó su espíritu”, cuando Jesús expiró es cuando entrega
el Espíritu Santo, en el momento de la muerte es cuando Jesús expira el Espíritu
Santo para todo el mundo. Es el momento pues de la glorificación, el momento en
el que el Espíritu Santo se difunde por todos nosotros. A partir de entonces,
la misión de Cristo se convierte en la misión de la Iglesia: como el Padre me
envió, también yo os envío. Mateo 28,19 “Vayan,
y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre
del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.
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