sábado, 3 de septiembre de 2016

Catecismo 901-903. Los fieles cristianos laicos. La participación de los laicos en la misión sacerdotal de Cristo

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Punto 901 "Los laicos, consagrados a Cristo y ungidos por el Espíritu Santo, están maravillosamente llamados y preparados para producir siempre los frutos más abundantes del Espíritu. En efecto, todas sus obras, oraciones, tareas apostólicas, la vida conyugal y familiar, el trabajo diario, el descanso espiritual y corporal, si se realizan en el Espíritu, incluso las molestias de la vida, si se llevan con paciencia, todo ello se convierte en sacrificios espirituales agradables a Dios por Jesucristo (cf 1P 2, 5), que ellos ofrecen con toda piedad a Dios Padre en la celebración de la Eucaristía uniéndolos a la ofrenda del cuerpo del Señor. De esta manera, también los laicos, como adoradores que en todas partes llevan una conducta sana, consagran el mundo mismo a Dios" (LG 34; cf. LG 10).

. Muchas veces, cuando uno se acerca a un laico comprometido, se acerca a él como quien se acerca a la iglesia a ver qué dice, a ver como reacciona, porque es el referente de iglesia más cercano que tiene, sobre todo en personas que están alejadas de la parroquia. Y esto es hermoso porque todos somos iglesia, no somos unos clientes de la iglesia y nuestro prójimo alejado ve en el seglar una imagen viva de la iglesia y está esperando un testimonio de compromiso.

. Los laicos están llamados a hacer florecer la iglesia allí donde Dios nos ha plantado. Hemos de hacer un ofrecimiento a Dios de todo lo que llevamos entre manos, nuestro comienzo del día, nuestras tareas corrientes aunque parezcan insignificantes o de poco valor, pero sin embargo pequeñas obras con mucho amor como decía la madre Teresa de Calcuta son las que redimen el mundo, ofrecidas para gloria de Dios. Ofrecemos las alegrías y las penas, cuando son alegrías las dejamos para la gloria de Dios y no nos envanecemos en ellas y cuando son penas las ofrecemos, las ponemos en las manos de Dios para que se unan a la cruz de Cristo y nos olvidamos de ellas. Así es como los laicos ejercen su misión sacerdotal.

Punto 902 De manera particular, los padres participan de la misión de santificación 
"impregnando de espíritu cristiano la vida conyugal y procurando la educación cristiana de los hijos" (CIC, can. 835, 4).

. Los laicos son sacerdotes en cuanto miembros del pueblo de Dios, hasta tal punto esto es así que en Romanos 12,1 nos habla de ofrecer nuestra vida como hostia santa inmaculada, es sobre todo en la eucaristía donde el laico ejercita este sacerdocio, llamado sacerdocio bautismal, al ofrecerse como victima junto con Cristo al Padre. Lutero negó el sacramento del orden sacerdotal y entonces la iglesia al reaccionar contra Lutero, subrayó lo contrario de lo que la herejía negaba. Lutero negó el orden sacerdotal y únicamente subrayó el sacerdocio común a todos los bautizados. La iglesia para afirmar el sacerdocio ministerial no niega el sacerdocio común de los fieles, y de hecho el Catecismo después Trento afirmó el sacerdocio común de los fieles al cual llamaba el sacerdocio interior. En Apocalipsis 1,6 “…ha hecho de nosotros un Reino de Sacerdotes…”, es decir, se llama a los cristianos reino de sacerdotes. Tambien vemos este sacerdocio en 1ª Pedro 2,5 “también vosotros, cual piedras vivas, entrad en la construcción de un edificio espiritual, para un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales, aceptos a Dios por mediación de Jesucristo“, o en Exodo 19,6 “seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación santa”, otro ejemplo Isaías 61,6 “vosotros sereis llamados sacerdotes de Yahveh, ministros de nuestro Dios”, por lo tanto la iglesia ha tenido clara conciencia del sacerdocio común de los fieles.

. En el Nuevo Testamento, el término sacerdote, no se suele referir nunca a los ministros, sino más bien se refiere a la comunidad, a lo que llamamos nosotros los laicos, los seglares. El término sacerdote en el sentido en el que nosotros lo solemos utilizar como sacerdote ordenado para celebrar la eucaristía, etcétera, se utiliza unicamente en la carta a los Hebreos, en el resto del Nuevo Testamento, el término sacerdote se aplica a los fieles. Más bien es el término presbítero el que se utiliza para los ministros ordenados, para los sucesores de los apóstoles. Es en el siglo II cuando el término sacerdote se comenzó a emplear para hablar del clero, es decir, hasta Tertuliano en el siglo II el término sacerdote se utilizaba para designar a todos los bautizados. Esto significa que tenemos que recuperar este término de sacerdote para todos y ofrecer en la celebración de la santa Misa, uniéndonos en ese sacrificio de Cristo en el altar. Con nuestro sacerdocio bautismal nos unimos y participamos ofreciendo junto con Cristo al Padre nuestro propio sacrificio. En ese momento cumbre en el que el sacerdote dice “por Cristo con él y en él, a ti Dios Padre omnipotente en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria”, y el pueblo responde “amén”,  y en ese amén hay un ejercitar el sacerdocio común de los fieles, uniendo toda nuestra vida, nuestro sacrificio, nuestras alegrías y nuestras penas, junto con la ofrenda de Cristo al Padre, estamos ejercitando el sacerdocio de nuestra vida.

. Una forma muy especial de ejercer ese sacerdocio la tienen los matrimonios cuando están educando a sus hijos, cuando les trasmiten el Espíritu de Cristo, un padre cristiano quiere un hijo santo por encima de todo, quiere un hijo conforme a la voluntad de Dios, la función educadora del padre y de la madre es trasmitirle lo mejor que uno puede desear que es trasmitirle a Cristo. El sufrimiento de los padres cuando ven a un hijo que no tiene una voluntad de aceptación y se aleja, es un sufrimiento que hay que ofrecerlo a Cristo y cuando uno ofrece y lo deja en manos de Dios unido a la cruz de Cristo  entonces uno queda en paz, no tiene que ser un sufrimiento autodestructivo, ni de sentimiento de fracaso porque entonces sería amor propio, sería pensar que me han salido mal las cosas, que no he triunfado con mi hijo, no he hecho lo que yo hubiese deseado. El sufrimiento de santa Mónica no era de amor propio sino de quien lo ofrece a Dios y lo pone en sus manos, porque más sufre el Señor que nosotros, nuestro sufriemiento tiene que ser ofrecido y compartido con el dolor de Cristo, pero tiene que ser un sufrimiento ofrecido y una vez que uno ofrece queda en paz, no es que deje de sufrir, sigue sufriendo pero queda en paz en su sufrimiento.

Punto 903 Los laicos, si tienen las cualidades requeridas, pueden ser admitidos de manera estable a los ministerios de lectores y de acólito (cf. CIC, can. 230, 1). "Donde lo aconseje la necesidad de la Iglesia y no haya ministros, pueden también los laicos, aunque no sean lectores ni acólitos, suplirles en algunas de sus funciones, es decir, ejercitar el ministerio de la palabra, presidir las oraciones litúrgicas, administrar el Bautismo y dar la sagrada Comunión, según las prescripciones del derecho" (CIC, can. 230, 3).

. Una de las formas de también ejercer el sacerdocio de los laicos, aunque no es lo habitual, es a veces recibir de manos del obispo el ministerio de lector y acólito, aunque normalmente este ministerio lo reciben los que van camino de ejercer el ministerio sacerdotal.

. Se puede también ayudar de forma extraordinaria en la liturgia, en la proclamación de la palabra, incluso en la distribución de la sagrada comunión. Cuando el sacerdote es muy mayor o tiene dificultad para administrar la eucaristía, se le permite al seglar ser un ministro extraordinario en la distribución de la sagrada comunión. Tambien, a falta de sacerdote, al seglar se le permite bautizar. Un bautismo es válido cuando lo ejerce un seglar a falta de sacerdote. Ahora bien, lo que no tendría sentido es que estas acciones en situaciones extraordinarias se realicen cuando no se dan esas situaciones, es decir, no tendría sentido que un seglar esté bautizando a un niño cuando hay un sacerdote para poder hacerlo, o que los seglares se pongan a distribuir la comunión habiendo dos o tres sacerdotes en el altar concelebrando, eso no tiene sentido en una situación ordinaria. No debemos de tener escrúpulos cuando se produce esa situación extraordinaria, cuando recibimos la comunión de un seglar no hemos de tener escrúpulos. Ese seglar tiene el sacerdocio común por el bautismo y aunque no sea el sacerdocio ministerial, la iglesia le permite y le bendice para distribuir la comunión.  

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