lunes, 26 de septiembre de 2016

Catecismo 920-921. La vida consagrada. La vida eremítica

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Punto 920 Sin profesar siempre públicamente los tres consejos evangélicos, los ermitaños, "con un apartamiento más estricto del mundo, el silencio de la soledad, la oración asidua y la penitencia, dedican su vida a la alabanza de Dios y salvación del mundo" (CIC, can. 603 1).

. Los eremitas, ermitaños o anacoretas. La palabra ermitaño significa habitante del desierto, la palabra anacoreta significa “me retiro”. Tienen un significado pues que da bastante luz a lo que significa esta vocación que hoy en día es muy minoritaria aunque hubo momentos que tuvo mucha más presencia. El hecho de que sea minoritaria no quiere decir que no tenga nada que decirnos, pues dentro del cuerpo místico que es la iglesia, nos iluminamos mutuamente y todos los carismas por muy minoritarios que sean son todos necesarios, cada parte del cuerpo es importante. La vocación eremítica floreció en los primeros siglos de la iglesia en imitación de san Juan Bautista y también de Jesucristo, quienes se apartaron en momentos de su vida al desierto, ellos fueron los elementos de imitación e irradiación de esa espiritualidad de apartarse al desierto. El auténtico anacoreta no es un hombre “raro” sino que siempre ha estado sujeto a la autoridad de la iglesia a cuya orden cuando la iglesia le hacía un llamado era capaz de salir de su retiro, de volver del desierto para incorporarse cuando la iglesia se lo pedía para por ejemplo fortalecerla, así san Antonio de Egipto (286-356) volvió a Alejandría cuando se lo pidió Atanasio, y hay más casos parecidos como los hijos de Benito, Romualdo, Bruno y Bernardo, es decir, el anacoreta no es un tipo raro o huraño incapaz de convivir con la gente y se va fuera, que parece que está desligado de la iglesia, no, aunque su vocación sea el apartamiento, cuando la iglesia les ha pedido su colaboración, lo han hecho porque su conexión con la iglesia es plena. Los principales refugios fueron al principio los vastos desiertos de Egipto y de Siria en cuyas cavernas pronto albergaron un increíble número de esto ascetas cristianos que practicaban penitencias muy rigurosas, pronto se les autorizó a llevar esta vida solitaria a aquellos que previamente hubiesen pasado un tiempo de prueba en un monasterio, etcétera, es decir, la iglesia fue poco a poco regulando. Hay grados distintos dentro de la vida eremítica, algunos monjes se juntan solo para comer, otros únicamente el domingo, ... La forma máxima de apartamiento que existió en la tradición fueron los famosos estilitas que llegaron a vivir en la cima de altas columnas, vivían sin bajarse nunca durante muchos años subidos en lo alto de una columna, viviendo la oración, y muchísimas personas de Alejandría iban al desierto en busca de aquellos monjes estilitas y eran un foco de irradiación tremenda por aquella vida tan penitente para mucha gente que iba en peregrinación al desierto a encontrarse y a rezar alrededor de esos monjes.

. Las luces que nos dan los anacoretas son las siguientes: con motivo del apartamiento que tienen del mundo, nos recuerda que en la sagrada escritura descubrimos que el término mundo tiene distintas acepciones que son: mundo en sentido positivo como creación de Dios “y vio Dios que todo era bueno”, mundo en sentido pecador, el mundo amado por Dios que se ha apartado de su camino y entonces el Señor se entrega por la salvación del mundo, por ejemplo Juan 3,16 “tanto amó Dios al mundo que dio a su único hijo para que todo el que crea en él no perezca”, y mundo como enemigo declarado de Dios, recordemos que incluso a satanás se le llama príncipe de este mundo. El cristiano ha de vivir en el mundo creado por Dios, ha de amar al mundo pecador y ha de tratar de vencer al mundo enemigo de Dios. Jesús nos insistió mucho que ese mundo enemigo tiene que ser vencido por el cristiano, en Juan 15,18  nos dice “Si el mundo os odia, sabed que a mí me ha odiado antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero, como no sois del mundo, porque yo al elegiros os he sacado del mundo, por eso os odia el mundo”, aquí san Juan está utilizando la palabra mundo en un sentido de lo que es enemigo de Dios. Para manifestar este aspecto de guardarnos del mundo, un mundo en el que estamos inmersos, un mundo en el que podemos ser absorbidos por el sin darnos cuenta, los anacoretas nos dan la luz para guardarnos del mundo, para apartarnos del mundo, una luz que nos recuerda que no podemos diluirnos en el mundo, de que existen las palabras de Jesús en las que se nos llama a vivir en el mundo pero sin ser del mundo, “guárdalos del mundo” pide Jesús al Padre. Se trata de evitar que mundanizar el cristianismo en lugar de cristianizar el mundo,.
. Una segunda luz es la intimidad personal con Cristo, ese apartamiento busca tener una oración continua en intimidad con el Señor. Tenemos el gran peligro de emplear mal el tiempo porque solemos decir que “no tengo tiempo para rezar, a ver si busco un rato para hacer oración”, al Señor le damos el tiempo que nos sobra y eso supone que hay algo que está mal planteado pues así el Señor no es el centro de nuestra vida. Los anacoretas nos enseñan el peligro que podemos tener de esa falta de centralidad, de esa falta de intimidad con el Señor, nos enseñan a que tenemos que cortar con ciertas cosas en nuestra vida para priorizar saber estar con el Señor.
Punto 921 Los eremitas presentan a los demás ese aspecto interior del misterio de la Iglesia que es la intimidad personal con Cristo. Oculta a los ojos de los hombres, la vida del eremita es predicación silenciosa de Aquel a quien ha entregado su vida, porque Él es todo para él. En este caso se trata de un llamamiento particular a encontrar en el desierto, en el combate espiritual, la gloria del Crucificado.

. Otro aspecto que nos enseñan los eremitas es el ocultamiento a los ojos de los hombres. Esto nos recuerda el pasaje en el que Jesús reprocha a los fariseos que les gustaba rezar en una parte muy pública para ser vistos, Jesús dice “tú cuando vayas a rezar, entra en tu celda, cierra la puerta”, esas palabras de Jesús parece que iluminan la vida del anacoreta que se oculta a los ojos del mundo. Hacer las cosas ante los ojos de Dios y no ante los ojos del mundo, que Dios sea nuestro público y no los ojos de los demás. Nos condiciona mucho el que haya personas que nos estén observando. Es un gran valor el hacer las cosas ocultas ante Dios, es decir, como si solo Dios nos estuviese viendo, con esa sencillez, con esa ingenuidad, sin ser condicionados por la mirada de los demás, y eso es un gran valor que la vida eremítica nos está a todos recordando.

. Un aspecto más que nos ilumina la vida eremítica es el de la penitencia, pues ha sido muy propio de los anacoretas el mezclar la oración y la penitencia. El sacrificio ayuda a la oración para que sea verdaderamente un rezar con todo el cuerpo, no solo una oración espiritual sino con el cuerpo entero, negándonos a nosotros mismos para buscar y afirmar la voluntad de Dios.

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