domingo, 19 de febrero de 2017

Catecismo 1008-1009. Morir en Cristo Jesús. La muerte II

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Punto 1.008 La muerte es consecuencia del pecado. Intérprete auténtico de las afirmaciones de la Sagrada Escritura (cf. Gn 2, 17; 3, 3; 3, 19; Sb 1, 13; Rm 5, 12; 6, 23) y de la Tradición, el Magisterio de la Iglesia enseña que la muerte entró en el mundo a causa del pecado del hombre (cf. DS 1511). Aunque el hombre poseyera una naturaleza mortal, Dios lo destinaba a no morir. Por tanto, la muerte fue contraria a los designios de Dios Creador, y entró en el mundo como consecuencia del pecado (cf. Sb 2, 23-24). "La muerte temporal de la cual el hombre se habría liberado si no hubiera pecado" (GS 18), es así "el último enemigo" del hombre que debe ser vencido (cf. 1 Co 15, 26).

. La afirmación central de este punto es que la muerte es consecuencia del pecado. La iglesia ha recibido de parte de Jesús la encomienda de ser la intérprete de la Sagrada Escritura y de la tradición. Jesús prometió a la iglesia que le daría el Espíritu Santo para llevar a su comprensión última todo lo que la palabra de Dios nos había revelado: “Yo os enviaré el Espíritu Santo y él os revelará todo lo que os he enseñado”. La muerte entró como consecuencia del pecado original. Dios había constituido al hombre en el paraíso en un estado de santidad y de justicia, tenían Adán y Eva unos dones especiales que les protegían del desgaste natural, unos dones preternaturales que protegían al hombre, que eran como una especie de cristal de protección del desgaste natural como la muerte, la corrupción, el sufrimiento… el paraíso terrenal no es tanto un lugar sino un estado de protección de Dios. Este es el plan primero de Dios, que el hombre fuera protegido de la muerte. Este plan primero se ve truncado por la desobediencia del hombre. Por esta desobediencia, no son castigados sino dejados en su desobediencia, dejados a merced de sus delitos y desprotegidos de esos dones preternaturales pasando a padecer el sufrimiento y el desgaste natural, la corruptibilidad y la muerte. Dios respeta las consecuencias de la libertad del hombre. El hombre se suelta de la mano de Dios y éste respeta su libertad y sus consecuencias. Dios respeta al hombre que se emperra en utilizar la libertad por su cuenta. Cuando Adán y Eva pecan en el paraíso, no es que Dios les castigue sino que han querido independizarse de la situación en la que estaban bajo la tutela de Dios con unos dones especiales preternaturales. Salir del paraíso no es salir de un territorio sino salir del amparo de Dios y querer caminar por cuenta propia. En el pecado de Adán y Eva esta su penitencia. Es algo parecido a lo que le pasó al hijo pródigo que utilizó su libertad para abandonar al padre y en su pecado tuvo su penitencia. Adán y Eva en su soberbia, en ese dejarse engañar por satanás cuando les dice “seréis como dioses”, se rebelan contra Dios y Dios respeta las consecuencias de esa rebelión, que es el padecer lo que por naturaleza les corresponde.

. Textos que se citan en este punto son Génesis 2,17 “Y Dios impuso al hombre este mandamiento: «De cualquier árbol del jardín puedes comer, mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que comieres de él, morirás sin remedio”. (Por cierto, curiosamente en la tradición nuestra hablamos siempre del manzano y el caso es que si leemos la Sagrada Escritura el manzano no aparece por ningún lado, aquí de lo que se habla es del árbol del bien y del mal). El árbol de la ciencia del bien y del mal sugiere un pecado de pretender meternos en la mente de Dios, en querer ser como Dios, en la soberbia del hombre que pretende decidir por si mismo que es lo bueno y que es lo malo.El hombre entra en un dinamismo de soberbia en el que no permite que le digan que es lo bueno y que es lo malo y es él mismo el que lo decide. El hombre al incumplir este mandamiento de Yahveh, el hombre con su pecado de soberbia está rompiendo la tutela que le protegía, la tutela en la que Dios le preservaba de la muerte. El pasaje de Génesis 3,3 remarca aún más el comentario anterior. Sabiduría 1,13 nos dice “que no fue Dios quien hizo la muerte ni se recrea en la destrucción de los vivientes”, Dios no se recrea en la destrucción de los vivientes, es un dolor para Dios, a Dios le duele la muerte porque es un Dios de vida, su plan es que el hombre viviese para siempre. De Dios no ha venido la muerte, ha venido de la soberbia del hombre que se ha querido auto excluir de esa protección  especial de Dios. En Sabiduría 2,23-24 tenemos “Porque Dios creó al hombre para la incorruptibilidad, le hizo imagen de su misma naturaleza; mas por envidia del diablo entró la muerte en el mundo, y la experimentan los que le pertenecen”.
. 1ª Corintios 15,26 “El último enemigo en ser destruido será la Muerte”, Cristo ha ido venciendo a nuestros enemigos uno tras otro con la espada de su gracia, y el último enemigo en postrarse bajo sus pies es la muerte.
Punto 1.009 La muerte fue transformada por Cristo. Jesús, el Hijo de Dios, sufrió también la muerte, propia de la condición humana. Pero, a pesar de su angustia frente a ella (cf. Mc 14, 33-34; Hb 5, 7-8), la asumió en un acto de sometimiento total y libre a la voluntad del Padre. La obediencia de Jesús transformó la maldición de la muerte en bendición (cf. Rm 5, 19-21).

. El gran misterio es que la muerte que entró en el mundo como consecuencia del pecado, es asumida por Cristo que no tuvo pecado, este es el acto de obediencia consciente y libre de Jesucristo, siendo de condición divina no hizo alarde y tomo nuestra condición de esclavos, quien no tuvo pecado asume las consecuencias del pecado para transformar la maldición de la muerte en bendición. Solamente el justo, el santo, aquél al que la muerte no le correspondía asume la muerte y cambia su designio. No olvidemos que esto tiene lugar con una lucha interna dramática en Jesucristo. Jesús dijo sí a la voluntad del Padre con una voluntad humana y divina. Marcos 14,33 “Toma consigo a Pedro, Santiago y Juan, y comenzó a sentir pavor y angustia Y les dice: Mi alma está triste hasta el punto de morir; quedaos aquí y velad”, en Jesús hay una resistencia a morir porque como verdadero hombre tenía instinto de supervivencia, Jesús no era un suicida, Jesús se agarraba a ese instinto de supervivencia. Así nos pasa a nosotros cuando vamos recibiendo del médico pequeños anuncios de la proximidad de la muerte que nos crea una lucha interna en nosotros entre la aceptación y la rebelión, y en esa lucha interna nos tenemos que sentir acompañados de Jesucristo, por que todo lo que Jesús ha asumido ha sido redimido, si Jesús no hubiese asumido esa lucha entre la vida y la muerte, no estaría redimida y nos sentiríamos solos en ese momento, pero como Jesús ha asumido esa lucha entre la obediencia a Dios Padre y la resistencia a morir, la redimió. Esto no quiere decir que no nos vaya a costar a nosotros pero no vamos sentirnos solos en esa lucha, vamos a estar confortados con Cristo, transformados por él.

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