domingo, 2 de abril de 2017

Catecismo 1061-1065. AMÉN

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Punto 1.061 El Credo, como el último libro de la Sagrada Escritura (cf Ap 22, 21), se termina con la palabra hebrea Amen. Se encuentra también frecuentemente al final de las oraciones del Nuevo Testamento. Igualmente, la Iglesia termina sus oraciones con un Amén.

. Amén es la última palabra del Credo, igual que en el libro del Apocalipsis, en el final de oraciones litúrgicas e incluso en la oración del Padre Nuestro. Apocalipsis 22,21 que es el último versículo de la Biblia nos indica: “Dice el que da testimonio de todo esto: «Sí, vengo pronto.» ¡Amén! ¡Ven, Señor Jesús! Que la gracia del Señor Jesús sea con todos. ¡Amén!”, y el comienzo de la Biblia que es en Génesis 1,1 nos dice: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”, por eso también nosotros representamos a Cristo como el alfa y el omega, como el principio y el fin, Cristo es el amén.

Punto 1.062 En hebreo, Amen pertenece a la misma raíz que la palabra "creer". Esta raíz expresa la solidez, la fiabilidad, la fidelidad. Así se comprende por qué el "Amén" puede expresar tanto la fidelidad de Dios hacia nosotros como nuestra confianza en Él.

. Es importante entender que el término amén lejos de corresponder a la traducción actual que a veces hacemos como “así sea” que expresa un mero deseo pero no una certeza, significa ante todo ciertamente, verdaderamente, seguramente o simplemente significa “si”. No es correcta esta traducción que hacemos de amén como “así sea” porque “así sea” es más una expresión de un deseo que una afirmación de fe. En la Sagrada Escritura sí que hay algún momento en que la palabra amén puede expresar así sea, pero no es ese el término más genuino de la palabra amén. En Jeremías 28,6 “dijo, pues, el profeta Jeremías: «¡Amen! Así haga Yahveh. Confirme Yahveh las palabras que has profetizado,…" la palabra amén sí se podría traducir como así sea, pero generalmente, el amén no tiene ese sentido de deseo sino que las más de las veces es una palabra que compromete, con ella muestra uno su conformidad con alguien.

. Amén procede de una raíz de la palabra creer: así lo creo, así lo afirmo. Cuando comulgamos y decimos así sea, aunque lo hagamos con buena intención, no es correcto decirlo. Es que no es así sea sino así es. Lo mejor es no intentar traducir la palabra amén.

Punto 1.063 En el profeta Isaías se encuentra la expresión "Dios de verdad", literalmente "Dios del Amén", es decir, el Dios fiel a sus promesas: "Quien desee ser bendecido en la tierra, deseará serlo en el Dios del Amén" (Is 65, 16). Nuestro Señor emplea con frecuencia el término "Amén" (cf Mt 6, 2.5.16), a veces en forma duplicada (cf Jn 5, 19), para subrayar la fiabilidad de su enseñanza, su Autoridad fundada en la Verdad de Dios.

. Jesús utiliza con frecuencia el término amén que se puede traducir como “así es”, “en verdad”, “en verdad os digo”. Así como los profetas tenían la necesidad de apoyarse en Dios diciendo “oráculo de Yahveh”, Jesús como él mismo es Dios, él no decía oráculo de Yahveh sino en verdad os digo. En Mateo 6,2 dice: "cuando hagas limosna, no lo vayas trompeteando por delante como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga", esta traducción es literalmente amén os digo que ya reciben su paga. En Mateo 6,5 dice “Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que gustan de orar en las sinagogas y en las esquinas de las plazas bien plantados para ser vistos de los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga", en verdad traduce la palabra griega amén. Igual ocurre en Mateo 6,16. El amén de Jesús es casi el paralelo al que los profetas decían “oráculo de Yahveh”, pero Jesús dice amén mostrando así su divinidad al hablar de esta forma, Jesús no se apoya en la autoridad de Yahveh sino que se apoya en la autoridad de la propia verdad porque él es la verdad. Otro texto es Juan 5,19 que literalmente dice “amén, amén os digo” que se traduce como “En verdad, en verdad os digo: el Hijo no puede hacer nada por su cuenta, sino lo que ve hacer al Padre…”. Hay más textos como Juan 1,51 “y añadió en verdad, en verdad os digo (amén, amén os digo), veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el hijo del hombre”.

Punto 1.064 Así pues, el "Amén" final del Credo recoge y confirma su primera palabra: "Creo". Creer es decir "Amén" a las palabras, a las promesas, a los mandamientos de Dios, es fiarse totalmente de Él, que es el Amén de amor infinito y de perfecta fidelidad. La vida cristiana de cada día será también el "Amén" al "Creo" de la Profesión de fe de nuestro Bautismo:
«Que tu símbolo (credo) sea para ti como un espejo. Mírate en él: para ver si crees todo lo que declaras creer. Y regocíjate todos los días en tu fe» (San Agustín, Sermo58, 11, 13: PL 38, 399).

. Dios nos ha enseñado en Jesucristo cómo pronunciar ese amén. Jesús dijo amén en la cruz, dijo amén en su vida, Jesús se hace esclavo de obediencia a Dios Padre enseñándonos en su humanidad encarnada a pronunciar el amén. Cristo es el amén de Dios a nosotros y es el amén de la humanidad a Dios, si a nosotros se nos pide que seamos sumisos es porque Cristo se hizo sumiso a la voluntad del Padre. Cuando Jesús en Getsemaní dijo al Padre “que no se haga tu voluntad sino la tuya”, ahí pronunció su personal amén a la voluntad del Padre y es todo un ejemplo para nosotros. Se no pide que seamos dóciles, confiados, abandonados porque Cristo lo fue y nos enseñó a hacerlo, es decir, no se trata únicamente de algo que se nos pide sino es que es algo que se nos enseña y se nos da en Cristo.

. Mírate en el Credo como en un espejo y mira si tu fe se ha contaminado con tantas ideologías que están entre nosotros, es fácil que se nos cuelen muchas cosas, san Agustín nos invita a mirarnos en el Credo para ver si estamos plenamente adheridos en esa fe.

Punto 1.065 Jesucristo mismo es el "Amén" (Ap 3, 14). Es el "Amén" definitivo del amor del Padre hacia nosotros; asume y completa nuestro "Amén" al Padre: «Todas las promesas hechas por Dios han tenido su "sí" en él; y por eso decimos por él "Amén" a la gloria de Dios» (2 Co 1, 20):
«Por Él, con Él y en Él,
a ti, Dios Padre omnipotente,
en la unidad del Espíritu Santo,
todo honor y toda gloria,
por los siglos de los siglos.


AMÉN»

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