lunes, 12 de octubre de 2015

Catecismo 645-646. El estado de la humanidad resucitada de Cristo

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Punto 645 Jesús resucitado establece con sus discípulos relaciones directas mediante el tacto (cf. Lc24, 39; Jn 20, 27) y el compartir la comida (cf. Lc 24, 30. 41-43; Jn 21, 9. 13-15). Les invita así a reconocer que él no es un espíritu (cf. Lc 24, 39), pero sobre todo a que comprueben que el cuerpo resucitado con el que se presenta ante ellos es el mismo que ha sido martirizado y crucificado, ya que sigue llevando las huellas de su pasión (cf Lc 24, 40; Jn 20, 20. 27). Este cuerpo auténtico y real posee sin embargo al mismo tiempo, las propiedades nuevas de un cuerpo glorioso: no está situado en el espacio ni en el tiempo, pero puede hacerse presente a su voluntad donde quiere y cuando quiere (cf. Mt 28, 9.
16-17; Lc 24, 15. 36; Jn 20, 14. 19. 26; 21, 4) porque su humanidad ya no puede ser retenida en la tierra y no pertenece ya más que al dominio divino del Padre (cf. Jn 20, 17). Por esta razón también Jesús resucitado es soberanamente libre de aparecer como quiere: bajo la apariencia de un jardinero (cf. Jn 20, 14-15) o "bajo otra figura" (Mc 16, 12) distinta de la que les era familiar a los discípulos, y eso para suscitar su fe (cf. Jn 20, 14. 16; 21, 4. 7).

. Para penetrar más a fondo en las apariciones de Jesús, hay que ver la terminología que utilizan los evangelios para describirlo. El verbo griego que se utiliza para decir que Jesús se apareció es un verbo (“Orao”) que se traduce  como “fue visto, se apareció, se dejó ver”, es decir, es algo que es invisible y que ha querido dejarse ver. Jesús se dejó ver por los sentidos humanos, dejo ser sensiblemente perceptible, como vemos en Hechos 10,40 “a este Dios le resucitó al tercer día y le dio la gracia de manifestarse sensiblemente”, en Hechos 1,3 se habla de pruebas visibles, de poner ante sus ojos. En Juan 20,19 donde dice “Jesús se puso en medio de ellos”, Mateo 28,9 “salió a su encuentro”… son todas experiencias visibles por los sentidos, no se trata de experiencias místicas que tuvieran los apóstoles. O cuando Jesús les pide algo para comer o más aún cuando permite a Tomás tocar sus heridas de la pasión. Jesús ha querido que nuestra fe esté basada en unos hombres que pueden ser débiles pero que han tenido una visión sensiblemente comprobable del Jesús resucitado. No estamos hablando de experiencias interiores ni de interpretaciones subjetivas de los apóstoles, sino de un acontecimiento sensiblemente comprobado del que se han beneficiado los apóstoles para bien nuestro.
. El cuerpo de Cristo resucitado es de suyo invisible aunque por su condescendencia, por su misericordia, por su pedagogía hacia nosotros se ha querido hacer visible y palpable. Para que nuestra fe sea más firme, para que nuestra carnalidad que tanto le cuesta creer, porque todos somos un poco Tomás que tenemos necesidad de tocar y de palpar, por eso el Señor quiso por pura misericordia que hubiese una serie de testigos como los apóstoles, el grupo de mujeres, los quinientos a los que se apareció, para que nuestra condición carnal a la que tanto le cuesta creer tenga un apoyatura.

. La humanidad de Jesucristo no era la de antes de la resurrección, era una humanidad glorificada que no está sujeta a las limitaciones espacio temporales que tenemos todos, de hecho Cristo se aparecía en medio de los apóstoles o desaparece cuando los discípulos de Emaús le reconocen al partir el pan. Estaba en otra dimensión distinta. Hay textos en los que se habla de cómo les costaba a los apóstoles reconocer a Cristo resucitado: en el lago Tiberiades, los dos de Emaús… esta dificultad de reconocerle indica por una parte que es el mismo Jesús pero es distinto en su estado, es la misma identidad de Jesús en un estado glorificado. Otro texto es la aparición a María Magdalena en Juan 20,10-18 “…Al decir esto se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció. Jesús le preguntó: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?». Ella, pensando que era el cuidador de la huerta, le respondió: «Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo». Jesús le dijo: «¡María!». Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: «¡Raboní!», es decir «¡Maestro!». Jesús le dijo: «No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: «Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes»… Aquí también se repite el no reconocerle, en un primer momento María Magdalena confunde a Jesús con un hortelano. En cada una de las apariciones hay una pedagogía que nos indica que nos cuesta reconocer al Señor porque tenemos que purificarnos de nuestra carnalidad, tenemos que purificarnos de nuestros conceptos que no han asumido la cruz para llegar a reconocer a Cristo resucitado.


Punto 646 La Resurrección de Cristo no fue un retorno a la vida terrena como en el caso de las resurrecciones que él había realizado antes de Pascua: la hija de Jairo, el joven de Naím, Lázaro. Estos hechos eran acontecimientos milagrosos, pero las personas afectadas por el milagro volvían a tener, por el poder de Jesús, una vida terrena "ordinaria". En cierto momento, volverán a morir. La Resurrección de Cristo es esencialmente diferente. En su cuerpo resucitado, pasa del estado de muerte a otra vida más allá del tiempo y del espacio. En la Resurrección, el cuerpo de Jesús se llena del poder del Espíritu Santo; participa de la vida divina en el estado de su gloria, tanto que san Pablo puede decir de Cristo que es "el hombre celestial" (cf. 1 Co 15, 35-50).

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