Punto 645 Jesús
resucitado establece con sus discípulos relaciones directas mediante el tacto
(cf. Lc24, 39; Jn 20, 27) y el compartir la comida
(cf. Lc 24, 30. 41-43; Jn 21, 9. 13-15). Les invita así
a reconocer que él no es un espíritu (cf. Lc 24, 39), pero sobre
todo a que comprueben que el cuerpo resucitado con el que se presenta ante
ellos es el mismo que ha sido martirizado y crucificado, ya que sigue llevando
las huellas de su pasión (cf Lc 24, 40; Jn 20, 20. 27).
Este cuerpo auténtico y real posee sin embargo al mismo tiempo, las propiedades
nuevas de un cuerpo glorioso: no está situado en el espacio ni en el tiempo,
pero puede hacerse presente a su voluntad donde quiere y cuando quiere
(cf. Mt 28, 9.
16-17; Lc 24, 15. 36; Jn 20, 14.
19. 26; 21, 4) porque su humanidad ya no puede ser retenida en la tierra y no
pertenece ya más que al dominio divino del Padre (cf. Jn 20, 17). Por
esta razón también Jesús resucitado es soberanamente libre de aparecer como
quiere: bajo la apariencia de un jardinero (cf. Jn 20, 14-15) o
"bajo otra figura" (Mc 16, 12) distinta de la que les era
familiar a los discípulos, y eso para suscitar su fe (cf. Jn 20, 14.
16; 21, 4. 7).
. Para penetrar más a fondo en las apariciones de Jesús, hay que
ver la terminología que utilizan los evangelios para describirlo. El verbo
griego que se utiliza para decir que Jesús se apareció es un verbo (“Orao”) que
se traduce como “fue visto, se apareció,
se dejó ver”, es decir, es algo que es invisible y que ha querido dejarse ver. Jesús
se dejó ver por los sentidos humanos, dejo ser sensiblemente perceptible,
como vemos en Hechos 10,40 “a este Dios le resucitó al tercer día y le dio la
gracia de manifestarse sensiblemente”, en Hechos 1,3 se habla de pruebas
visibles, de poner ante sus ojos. En Juan 20,19 donde dice “Jesús se puso en
medio de ellos”, Mateo 28,9 “salió a su encuentro”… son todas experiencias
visibles por los sentidos, no se trata de experiencias místicas que tuvieran
los apóstoles. O cuando Jesús les pide algo para comer o más aún cuando
permite a Tomás tocar sus heridas de la pasión. Jesús ha querido que
nuestra fe esté basada en unos hombres que pueden ser débiles pero que han
tenido una visión sensiblemente comprobable del Jesús resucitado. No
estamos hablando de experiencias interiores ni de interpretaciones subjetivas
de los apóstoles, sino de un acontecimiento sensiblemente comprobado del que
se han beneficiado los apóstoles para bien nuestro.
. El cuerpo de Cristo resucitado es de suyo invisible aunque por
su condescendencia, por su misericordia, por su pedagogía hacia nosotros se
ha querido hacer visible y palpable. Para que nuestra fe sea más firme,
para que nuestra carnalidad que tanto le cuesta creer, porque todos somos un
poco Tomás que tenemos necesidad de tocar y de palpar, por eso el Señor
quiso por pura misericordia que hubiese una serie de testigos como los
apóstoles, el grupo de mujeres, los quinientos a los que se apareció, para
que nuestra condición carnal a la que tanto le cuesta creer tenga un apoyatura.
. La humanidad de Jesucristo no era la de antes de la
resurrección, era una humanidad glorificada que no está sujeta a las
limitaciones espacio temporales que tenemos todos, de hecho Cristo se aparecía
en medio de los apóstoles o desaparece cuando los discípulos de Emaús le
reconocen al partir el pan. Estaba en otra dimensión distinta. Hay textos
en los que se habla de cómo les costaba a los apóstoles reconocer a Cristo
resucitado: en el lago Tiberiades, los dos de Emaús… esta dificultad de
reconocerle indica por una parte que es el mismo Jesús pero es distinto en su
estado, es la misma identidad de Jesús en un estado glorificado. Otro texto
es la aparición a María Magdalena en Juan 20,10-18 “…Al decir esto se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no
lo reconoció. Jesús le preguntó: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién
buscas?». Ella, pensando que era el cuidador de la huerta, le respondió:
«Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo».
Jesús le dijo: «¡María!». Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: «¡Raboní!», es
decir «¡Maestro!». Jesús le dijo: «No me retengas, porque todavía no he subido
al Padre. Ve a decir a mis hermanos: «Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a
mi Dios, el Dios de ustedes»…” Aquí
también se repite el no reconocerle, en un primer momento María Magdalena
confunde a Jesús con un hortelano. En cada una de las apariciones hay una
pedagogía que nos indica que nos cuesta reconocer al Señor porque tenemos que
purificarnos de nuestra carnalidad, tenemos que purificarnos de nuestros
conceptos que no han asumido la cruz para llegar a reconocer a Cristo
resucitado.
Punto 646 La
Resurrección de Cristo no fue un retorno a la vida terrena como en el
caso de las resurrecciones que él había realizado antes de Pascua: la
hija de Jairo, el joven de Naím, Lázaro. Estos hechos eran acontecimientos
milagrosos, pero las personas afectadas por el milagro volvían a tener,
por el poder de Jesús, una vida terrena "ordinaria". En
cierto momento, volverán a morir. La Resurrección de Cristo es
esencialmente diferente. En su cuerpo resucitado, pasa del estado de
muerte a otra vida más allá del tiempo y del espacio. En la Resurrección,
el cuerpo de Jesús se llena del poder del Espíritu Santo; participa de la
vida divina en el estado de su gloria, tanto que san Pablo puede decir de
Cristo que es "el hombre celestial" (cf. 1 Co 15, 35-50).
Es fácil de entender.
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