martes, 27 de diciembre de 2016

Catecismo 966. María, Madre de Cristo, Madre de la Iglesia. La Asunción de María a los cielos

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Punto 966 "Finalmente, la Virgen Inmaculada, preservada inmune de toda mancha de pecado original, terminado el curso de su vida en la tierra, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo y enaltecida por Dios como Reina del universo, para ser conformada más plenamente a su Hijo, Señor de los señores y vencedor del pecado y de la muerte" (LG 59; cf. Pío XII, Const. apo. Munificentissimus Deus, 1 noviembre 1950: DS 3903). La Asunción de la Santísima Virgen constituye una participación singular en la Resurrección de su Hijo y una anticipación de la resurrección de los demás cristianos:
«En el parto te conservaste Virgen, en tu tránsito no desamparaste al mundo, oh Madre de Dios. Alcanzaste la fuente de la Vida porque concebiste al Dios viviente, y con tu intercesión salvas de la muerte nuestras almas (Tropario en el día de la Dormición de la Bienaventurada Virgen María).

. No se puede hablar de ningún título mariano que aplicamos a María sino partimos del titulo principal que podemos aplicar a María: “María madre de Dios”. La mariología bien entendida tiene su eje en la afirmación que hacemos en el Ave María: Santa María madre de Dios. Lo celebramos el día uno de enero, y no tiene esa popularidad del 15 de agosto día de la Asunción o el día 8 de diciembre día de la Inmaculada, y el día uno de enero se nos puede pasar desapercibido, sin embargo, el título mariano por excelencia, el que lo encuadra todo es el de María madre de Dios. Desde ahí se entienden muchas cosas, se entiende la misma Inmaculada concepción… pues ser madre de Dios conviene que fuese purísima la que había de llevar en su seno al autor de la gracia, convenía que fuese preservada de toda mancha de pecado.

. Distinguimos ascensión de asunción, Jesús ascendió a los cielos y María fue asunta a los cielos. Jesús ascendió a los cielos por su propio poder y María fue asunta a los cielos por el poder de Dios. María es una criatura humana que no tiene ese poder divino y recibe de Dios esa gracia de ascender a los cielos. Esta es una buena contestación a quienes a veces acusan al catolicismo de haber divinizado a la virgen María, en el sentido de ponerla al mismo nivel que a Cristo, y aquí tenemos una buena contestación, la iglesia ha distinguido la ascensión de la asunción siendo ésta la que no tiene poder propio de subir a los cielos sino que es Dios mismo quien la asume a su gloria.

. Cuando decimos la “llena de gracia” es porque ella está unida a Cristo, aún incluso antes de concebirle esta llena de gracia, y la gracia nos será dada en Cristo. María se está conformando a su hijo Jesucristo en su humanidad y en su divinidad. En el caso de María, el misterio es que María es el sarmiento que está unido a Jesucristo y que de él recibe la vida divina pero también Jesús es un sarmiento en el seno de María de la cual recibe la vida humana. Jesús mostró su señorío en el mundo venciendo al pecado y en María Jesús venció al pecado, y mostró su señorío venciendo a la muerte, y en María, Jesús venció a la muerte. María es pues como un icono que refleja la victoria de Cristo sobre el pecado y sobre la muerte. Lo que nuestra fe católica dice es que María fue asunta a los cielos en cuerpo y alma. En el momento de la muerte se produce la separación del alma y cuerpo, y el alma es juzgada inmediatamente en el juicio particular, y esa alma irá a gozar de Dios si está preparada, si se auto excluye irá al estado de condenación que llamamos el infierno, o si está abierta a Dios pero no suficientemente purificada irá al estado de purificación que llamamos purgatorio. Esto tiene lugar en el alma en el mismo momento de la muerte cuando el alma se separa del cuerpo a la espera de la resurrección definitiva que tendrá lugar en la parusía, cuando el Señor venga como juez de vivos y muertos y entonces los cuerpos resuciten y se unen a sus almas, y tenga lugar ese juicio final que confirme el juicio particular pero que supone la unión de nuestros cuerpos resucitados a nuestras almas y supone la comunión de todo el cuerpo místico que estaba incompleto. Cuando uno pierde esta perspectiva, pues han habido teólogos, han habido desviaciones en la fe que han afirmado que en el mismo momento de la muerte ha tenido lugar la resurrección, pues no entienden que el cuerpo sigue en el cementerio e incluso se pierde el privilegio mariano de que María fue asunta a los cielos en cuerpo y alma si todo el mundo resucita en cuerpo y alma? Es decir, cuando se niega que en la muerte hay una separación de cuerpo y alma, y la resurrección de nuestros cuerpos tendrá lugar al final de los tiempos en la parusía, se hace incomprensible el dogma de la asunción de María a los cielos. Los santos están gozando en el cielo en alma. María está pues adelantando en cuerpo y alma el gozo en presencia de Dios. Así el Señor ha querido anticipar en María el destino eterno de todos nosotros, la gloria plena.


. La maternidad de María sobrepasa la capacidad humana, es un signo de Dios que nos sobrepasa. En Juan 1,13 “…la cual (la Palabra, el hijo de Dios) no nació de sangre, ni de deseo de hombre, sino que nació de Dios” hace referencia al parto virginal. La forma en la que Dios quiso que fuese concebido Jesucristo manifiesta que es verdadero Dios porque fue concebido por obra del Espíritu Santo y que es verdadero hombre porque fue concebido en las entrañas de la virgen María y de ella tomó carne. María con sus oraciones intercede por nosotros ante el salvador que es Cristo.

lunes, 26 de diciembre de 2016

Catecismo 963-965. María, Madre de Cristo, Madre de la Iglesia. Totalmente unida a su Hijo…

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Punto 963 Después de haber hablado del papel de la Virgen María en el Misterio de Cristo y del Espíritu, conviene considerar ahora su lugar en el Misterio de la Iglesia. «Se la reconoce y se la venera como verdadera Madre de Dios y del Redentor [...] más aún, "es verdaderamente la Madre de los miembros (de Cristo) porque colaboró con su amor a que nacieran en la Iglesia los creyentes, miembros de aquella cabeza" (LG 53; cf. San Agustín, De sancta virginitate 6, 6)"».  "María [...], Madre de Cristo, Madre de la Iglesia" (Pablo VI, Discurso a los padres conciliares al concluir la tercera sesión del Concilio Ecuménico, 21 de noviembre de 1964).

. El Catecismo ya nos ha hablado del papel de María en el misterio de Cristo y en el misterio del Espiritu Santo, y ahora a propósito de la iglesia vuelve a hablar de la Virgen María.

Punto 964 El papel de María con relación a la Iglesia es inseparable de su unión con Cristo, deriva directamente de ella. "Esta unión de la Madre con el Hijo en la obra de la salvación se manifiesta desde el momento de la concepción virginal de Cristo hasta su muerte" (LG 57). Se manifiesta particularmente en la hora de su pasión:

«La Bienaventurada Virgen avanzó en la peregrinación de la fe y mantuvo fielmente la unión con su Hijo hasta la cruz. Allí, por voluntad de Dios, estuvo de pie, sufrió intensamente con su Hijo y se unió a su sacrificio con corazón de madre que, llena de amor, daba amorosamente su consentimiento a la inmolación de su Hijo como víctima que Ella había engendrado. Finalmente, Jesucristo, agonizando en la cruz, la dio como madre al discípulo con estas palabras: “Mujer, ahí tienes a tu hijo” (Jn 19, 26-27)» (LG 58).

. María es la que está totalmente unida a su Hijo. María nos dio a luz con dolor al pie de la cruz, nos dio a luz en un parto en el que ella se asoció a la pasión de Jesucristo, María no disuadió a Jesús de su entrega, ella acompaña a Jesús camino de la cruz. Jesús ha aprendido humanamente de María a decir “hágase”.  Si Dios quiso que Cristo viniese al mundo por medio de María, también será ahora María el medio por el que Cristo quiera venir al mundo, es decir, si Dios quiere que nosotros seamos hijos en el Hijo, que estemos injertados en Jesucristo, pues querrá servirse del mismo medio que entonces se sirvió. María entonces fue el medio por el que Cristo vino al mundo y María es también ahora en el plan de Dios, el medio por el que Cristo venga a nosotros. En el plan divino, Dios quiso que el salvador viniese de una mujer, y de esa mujer tomase nuestra propia sangre de tal forma que fuésemos hermanos en la gracia con Jesucristo, pues en el plan de Dios es que María siga siendo el medio por el que nosotros seamos hermanos en la gracia de Jesucristo. María no era para Dios un instrumento temporal que trajera a Jesucristo al mundo y que luego dejase de tener presencia, sino que María sigue siendo el puente, el camino para que Jesús nazca en nosotros.

Punto 965 Después de la Ascensión de su Hijo, María "estuvo presente en los comienzos de la Iglesia con sus oraciones" (LG 69). Reunida con los apóstoles y algunas mujeres, "María pedía con sus oraciones el don del Espíritu, que en la Anunciación la había cubierto con su sombra" (LG 59).


. En Juan 19,26 “Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: Mujer, ahí tienes a tu hijo. Luego dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.» Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa”. No sabemos cuanto tiempo pasó María en casa de Juan, cuanto tiempo pasó desde la venida del Espíritu Santo y la dormición de María, pero si que es bueno hacer un esfuerzo de reflexión sobre qué papel tuvo María en aquellos años, fuesen muchos o fuesen pocos. María estaría presente orando con los apóstoles la venida del Espíritu Santo, compartiendo desde el principio la eucaristía, integrada en la vida de la iglesia, consolando la primera comunidad cristiana, etcétera. María es para nosotros modelo ejemplar y eficiente: vemos en ella la forma más exquisita de realización de lo que Dios nos pide a todos nosotros en el sentido de que acoge plenamente la palabra de Dios y la hace fecunda, y ella interviene maternalmente, intercede ante Dios para que también nosotros nos dispongamos a recibir a Jesús.

domingo, 18 de diciembre de 2016

Catecismo 957-959. La comunión de los santos. La comunión entre la Iglesia del cielo y la de la tierra II

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Punto 957 La comunión con los santos. "No veneramos el recuerdo de los del cielo tan sólo como modelos nuestros, sino, sobre todo, para que la unión de toda la Iglesia en el Espíritu se vea reforzada por la práctica del amor fraterno. En efecto, así como la unión entre los cristianos todavía en camino nos lleva más cerca de Cristo, así la comunión con los santos nos une a Cristo, del que mana, como de fuente y cabeza, toda la gracia y la vida del Pueblo de Dios" (LG 50):
«Nosotros adoramos a Cristo porque es el Hijo de Dios; en cuanto a los mártires, los amamos como discípulos e imitadores del Señor, y es justo, a causa de su devoción incomparable hacia su rey y maestro; que podamos nosotros, también, ser sus compañeros y sus condiscípulos (Martirio de san Policarpo 17, 3: SC 10bis, 232 (Funk 1, 336)).

. Se hace una pequeña explicación de porqué veneramos el recuerdo de los santos: no solo lo hacemos como modelos cercanos de imitación sino sobre todo para que la unión de toda la iglesia en el Espíritu se vea reforzada en el amor fraterno, es decir, venerando a los santos que están en el cielo, estamos cumpliendo el mandato de Jesús de amarnos unos a otros. Amando a nuestros hermanos santos, a los miembros de la iglesia del cielo, estamos cumpliendo el mandato de Jesús. El amor al prójimo no solo se refiere al prójimo que está en la iglesia peregrinante.
. La comunión con los hermanos que peregrinan aquí en la tierra nos lleva a Cristo, nos pone en camino de ir hacia Cristo, es como decir ”me hago compañero tuyo para caminar junto contigo para que los dos vayamos a Cristo”, pero la unión con los hermanos que están en el cielo es distinta porque ellos ya están plenamente unidos a Cristo, entonces ya no es un caminar juntos sino que ellos nos traen a Cristo, se convierten en un conducto a través del cual Cristo llega a nosotros.

. Nosotros solo adoramos a Cristo y veneramos a los santos. Venerar a los santos es amarlos como discípulos imitadores del Señor, si los veneramos es a causa de la devoción incomparable hacia Cristo que ellos tenían, en el fondo lo que amamos en ellos es el que hayan sido tan amantes de Cristo. Por lo tanto no tenemos en los santos el fin, los santos no quitan la centralidad de Cristo, al contrario, al amar a los santos, amamos en ellos a Dios. Somos conscientes que los dones de los santos son recibidos de Dios, por lo cual uno al venerar a un santo está glorificando a Dios por los dones que ha dado a ese santo. Cuando uno ordena correctamente su veneración hacia los santos no quita a Cristo la centralidad, sino que glorifica a Dios por las obras que hace en los santos. Es decir, ser santo es participar de la santidad de Dios.

Punto 958 La comunión con los difuntos. «La Iglesia peregrina, perfectamente consciente de esta comunión de todo el cuerpo místico de Jesucristo, desde los primeros tiempos del cristianismo honró con gran piedad el recuerdo de los difuntos y también ofreció sufragios por ellos; "pues es una idea santa y piadosa orar por los difuntos para que se vean libres de sus pecados" (2 M 12, 46)"» (LG 50). Nuestra oración por ellos puede no solamente ayudarles, sino también hacer eficaz su intercesión en nuestro favor.

.  Aquí habla de la comunión con nuestros hermanos difuntos. El estado de purificación o el purgatorio es un estado de buena esperanza porque el alma es consciente que se está preparando para gozar de Dios. Podemos tener una comunión con ellos que es en el doble sentido, rezar nosotros por las almas del purgatorio y que ellas también interceden por nosotros. Nos podemos imaginar que nuestros fieles difuntos por los cuales hemos orado por su purificación, por la comunión que hay entre nosotros, nos podemos imaginar que ellos se sentirán con un agradecimiento inmenso hacia aquellos que han orado por ellos, se sentirán con la necesidad de devolver ese favor recibido en nuestra oración por su purificación con una intercesión ante Dios por nosotros. Las almas de aquellos fieles difuntos por los que hemos orado por su purificación, nos devuelven con creces esa intercesión que nosotros hemos hecho por ellos, en favor nuestro. Las almas del purgatorio y nosotros estamos de camino y nos apoyamos mutuamente.

Punto 959 En la única familia de Dios. "Todos los hijos de Dios y miembros de una misma familia en Cristo, al unirnos en el amor mutuo y en la misma alabanza a la Santísima Trinidad, estamos respondiendo a la íntima vocación de la Iglesia" (LG 51).


. Fruto del pecado original, tenemos una tendencia a la dispersión, y la iglesia está realizando esa vocación de unión para la que fue engendrada por Cristo, para convocar a todos sus hijos. Igual que Jesús tiene esas parábolas en el evangelio donde el buen pastor no descansa hasta reunir todo el rebaño, pues también la iglesia tiene la vocación de ser convocante de todos en una misma familia. La iglesia verá cumplida esta misión cuando en el cielo sea capaz de unir todos sus hijos, entonces la iglesia dirá “misión cumplida”. Para ello la iglesia tiene que purificar esa tendencia que tenemos a la dispersión, con frecuencia nos valoramos más por lo que nos diferencia que por lo que nos une, si uno no se ve distinto a los demás parece que uno no es nadie. Decir que soy hijo de Dios como los demás parece que no tiene chispa, parece que tengo que ser distinto y remarcar mis diferencias con los demás. Sin embargo la iglesia ha recibido la vocación del Señor de convocarnos a todos en una misma familia y de que nos valoremos todos por la común dignidad de hijos de Dios. Cuando estemos en el cielo, las diferencias por las que nos hemos peleado aquí en la tierra nos resultarán ridículas. La iglesia tiene la labor de que nos sintamos hermanos y de que esa comunión que vamos a tener en el cielo, comience ya aquí en la tierra, que nos sintamos aquí ya como hermanos.

miércoles, 30 de noviembre de 2016

Catecismo 954-956. La comunión de los santos. La comunión entre la Iglesia del cielo y la de la tierra I

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Punto 954 Los tres estados de la Iglesia. «Hasta que el Señor venga en su esplendor con todos sus ángeles y, destruida la muerte, tenga sometido todo, sus discípulos, unos peregrinan en la tierra; otros, ya difuntos, se purifican; mientras otros están glorificados, contemplando "claramente a Dios mismo, uno y trino, tal cual es"» (LG 49):
«Todos, sin embargo, aunque en grado y modo diversos, participamos en el mismo amor a Dios y al prójimo y cantamos el mismo himno de alabanza a nuestro Dios. En efecto, todos los que son de Cristo, que tienen su Espíritu, forman una misma Iglesia y están unidos entre sí en Él» (LG 49).

. Habla de tres estados de la iglesia lo cual es una forma de hablar de la iglesia que puede purificar y revisar ciertas imágenes incompletas que tenemos de la iglesia. Es posible que aquellos que hablen de la iglesia únicamente bajo la imagen de una institución formada por hombres aquí en la tierra pues les choque que nosotros hablemos de tres estados de la vida de la iglesia. Tan iglesia es la que forman aquellos que están en forma de purificación y más iglesia aún es la de aquellos que están en la iglesia triunfante en el cielo. Por lo tanto, hablar en estos términos ya es rectificar una visión incompleta de la iglesia como institución humana que evidentemente se referiría a la etapa de la iglesia pergrinante en la tierra. Decir esto es pues darnos cuenta que la iglesia es cuerpo místico de Cristo y a ella pertenecen aquéllos que marcharon de esta vida y que se están purificando en el purgatorio o están en el cielo.

. Entre la iglesia peregrinante y la iglesia del cielo está la iglesia que está purificándose en el purgatorio, y está completando el proceso de santificación que aquí en la tierra por sus infidelidades necesita purificarse. Todos estamos unidos en el mismo fin, en el amor a Dios y al prójimo, nos alimentamos todos del amor de Dios: los que estamos en la iglesia peregrinante vivimos la fe, la esperanza y la caridad, los que están en la iglesia purgante viven la esperanza y la caridad, y los que están en la iglesia triunfante viven la caridad. Unidos en el mismo fin, alabamos todos al mismo Dios, unidos en Cristo, todos desde nuestros diferentes lugares, oramos, damos gloria y alabamos al mismo Dios. Los dos primeros estados son temporales, la iglesia peregrinante y la iglesia purificante son temporales, y solo el tercer estado es definitivo, la iglesia triunfante es definitiva, hasta que el Señor venga en su esplendor con todos sus ángeles y destruida la muerte tenga sometido todo, hasta que tenga lugar la parusía, la venida en gloria de Cristo y la resurrección de los muertos, la iglesia ya no estará en tres estados sino que estará en uno solo, en la iglesia triunfante, en la iglesia del cielo, entonces se consumará este peregrinar y habrá una iglesia unida amando a Dios y amando al prójimo.

Punto 955 "La unión de los miembros de la Iglesia peregrina con los hermanos que durmieron en la paz de Cristo de ninguna manera se interrumpe. Más aún, según la constante fe de la Iglesia, se refuerza con la comunicación de los bienes espirituales" (LG 49).

. Pensando en nuestros seres queridos que ya han fallecido, podemos y debemos de decir que nuestra unión con ellos no se interrumpió, cambió de forma, pero incluso es un tipo de unión reforzada. La unión sensible que teníamos con ellos ya no existe, y en ese sentido uno sufre una ausencia como María Magdalena que lloraba porque encontró el sepulcro vacío y sufría una ausencia, pero sin embargo la unión que tenemos con nuestro seres que marcharon es superior, es más real porque ejercen un influjo en nuestra vida superior al que tenían antes cuando estaban en vida. Cuando Jesús nos dijo que estará con nosotros todos los días hasta el fin del mundo, podemos recordarnos a nosotros mismos que esa promesa anuncia una presencia distinta de nuestros seres queridos con nosotros en el espíritu de Cristo, en la comunión de la intercesión delante de Dios.

Punto 956 La intercesión de los santos. "Por el hecho de que los del cielo están más íntimamente unidos con Cristo, consolidan más firmemente a toda la Iglesia en la santidad [...] No dejan de interceder por nosotros ante el Padre. Presentan por medio del único mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, los méritos que adquirieron en la tierra [...] Su solicitud fraterna ayuda, pues, mucho a nuestra debilidad" (LG 49):
«No lloréis, os seré más útil después de mi muerte y os ayudaré más eficazmente que durante mi vida» (Santo Domingo, moribundo, a sus frailes: Relatio iuridica4; cf. Jordán de Sajonia, Vita 4, 69).
Pasaré mi cielo haciendo el bien sobre la tierra (Santa Teresa del Niño Jesús, verba).

. Qué hace tan eficaz esa presencia o esa intercesión de nuestros seres queridos en el cielo? Pues lo que le hace eficaz es la unión íntima que tienen con Cristo, por el hecho de que los que están en el cielo están más íntimamente unidos a Cristo, por eso su acción, su intercesión es muchísimo más eficaz que la nuestra. Nosotros a veces pedimos oraciones a personas que sabemos que son de Dios, especialmente lo hacemos con personas que han consagrado su vida a la oración como en los monasterios de clausura porque suponemos que pueden ser personas más estrechamente unidas a Cristo. Esto tiene todavía una aplicación mucho más directa a las almas que están en el cielo cuyos corazones están ya purificados y están plenamente unidos a Dios y su oración es mucho más eficaz porque parten de una situación de unión con Cristo mucho más directa. El Catecismo matiza que los santos interceden por nosotros en el cielo porque interceden en Cristo, no al margen de Cristo, sino que el Señor ha querido asociarlos a su misterio de intercesión delante de Dios Padre. Por lo tanto decir que Cristo es el único mediador no es incompatible, no es contradictorio con decir  que Jesús ha suscitado también intercesores, de hecho dijo “pedid y se os dará” y El ha querido que seamos intercesores por nuestros hermano, Cristo es el único mediador, es el único redentor y sin embargo El suscita corredentores, El suscita intercesores, El suscita mediadores.

. Los tres estados de la iglesia peregrinante, purgante y triunfante, no incluyen como dentro de la iglesia el estado de las almas que hayan podido cerrarse a la gracia de Dios y estén en estado de condenación, las almas que están en estado de condenación eterna no forman parte de esa iglesia porque no reciben la vida de Cristo, porque por el ejercicio de su libertad se han cerrado a recibir la vida de Cristo y han roto con Cristo y con su cuerpo místico que es la iglesia. Somos iglesia en la medida en que recibimos del cuerpo místico de Cristo su gracia, en la medida en que nosotros hemos cortado con Cristo esa gracia, nosotros mismos hemos roto no solo con Cristo, sino también con su iglesia. Quien rompe con Cristo, rompe con el cuerpo místico de Cristo. No existe pues un cuarto estado de la iglesia que sería como la iglesia de los condenados pues quien no está unido a ese Cristo salvador, él mismo se excluye también de su cuerpo místico que es la iglesia.

domingo, 27 de noviembre de 2016

Catecismo 952-953. La comunión de los santos. La comunión de los bienes espirituales II

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Punto 952 “Todo lo tenían en común” (Hch 4, 32): "Todo lo que posee el verdadero cristiano debe considerarlo como un bien en común con los demás y debe estar dispuesto y ser diligente para socorrer al necesitado y la miseria del prójimo" (Catecismo Romano, 1, 10, 27). El cristiano es un administrador de los bienes del Señor (cf. Lc 16, 1, 3).

. Se hace referencia a los textos de los hechos de los apóstoles donde se relata como era la comunidad en la primitiva iglesia cristiana. En este texto vemos que nadie llamaba suyo a sus bienes sino que todo era en común entre ellos, no había entre ellos ningún necesitado porque todo se ponía a los pies de los apóstoles y se repartía a cada uno según su necesidad. Hechos 2,42 “Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones”, son cuatro fundamentos en torno a los cuales giraba la primitiva comunidad cristiana: la enseñanza de los apóstoles, la eucaristía, la puesta en común de los bienes y las oraciones. Es una iglesia que está alimentada por la enseñanza, por la celebración de la eucaristía, traduciendo a la realidad de la vida de cada uno la comunión de los bienes y la oración. Es una comunidad que si le faltara alguno de estos cuatro pilares quedaría coja. El ideal de la comunicación de los bienes, la iglesia no lo interpretó como una especie de comunismo, hay una propiedad privada con una conciencia muy clara de no ser una propiedad privada con derecho absoluto a ella. El término que el Catecismo utiliza es que somos administradores de aquello que se nos ha dado en propiedad. Esto lo vemos en Lucas 16,1-3 “Decía también a sus discípulos: «Era un hombre rico que tenía un administrador a quien acusaron ante él de malbaratar su hacienda; le llamó y le dijo: "¿Qué oigo decir de ti? Dame cuenta de tu administración, porque ya no podrás seguir administrando." Se dijo a sí mismo el administrador: "¿Qué haré, pues mi señor me quita la administración? Cavar, no puedo; mendigar, me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer, para que cuando sea removido de la administración me reciban en sus casas...", el cristiano es un administrador, la administración consiste en una propiedad pasajera de la cual después tendremos que dar cuenta, y esa propiedad pasajera hace referencia al tiempo de esta vida porque todo ese dinero y cualidades que Dios nos ha dado van a quedar aquí. Hemos de utilizar sagazmente los bienes materiales en función de los bienes eternos que se nos ofrecen en la vida eterna. De poco nos sirve todo lo que hemos recibido si no es para buscar los dones eternos, servirnos de los bienes al servicio de reino de Cristo.

Punto 953 La comunión de la caridad: En la comunión de los santos, "ninguno de nosotros vive para sí mismo; como tampoco muere nadie para sí mismo" (Rm 14, 7). "Si sufre un miembro, todos los demás sufren con él. Si un miembro es honrado, todos los demás toman parte en su gozo. Ahora bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y sus miembros cada uno por su parte" (1 Co 12, 26-27). "La caridad no busca su interés" (1 Co 13, 5; cf. 1 Co 10, 24). El menor de nuestros actos hecho con caridad repercute en beneficio de todos, en esta solidaridad entre todos los hombres, vivos o muertos, que se funda en la comunión de los santos. Todo pecado daña a esta comunión.

. La caridad no es una cuestión privada sino que también forma parte de un signo comunitario. La comunión en la caridad consiste en que en la medida en que se ama a otra persona, uno se goza del bien del prójimo, y uno se entristece del mal del prójimo. La madre Teresa decía que el peor pecado es la indiferencia, el que seamos indiferentes hacia el destino de nuestro hermano. Frente a esa indiferencia, la caridad goza del bien del prójimo sin sufrir de celos ni de envidia, y sufre del mal del prójimo sin alegrarse de sus males. Este don es muy purificador del corazón, el amar a las personas por sí mismas sin entrar en comparaciones ni en sentimientos de celos ni ver en el prójimo a un competidor. La caridad ama al prójimo por sí mismo, es amar desde Dios al prójimo.

. Uno de los motivos principales de tristeza es el estarse mirando el ombligo a sí mismo, el estar pensando nada más que en uno mismo. El Señor nos hace una gran don cuando nos permite entregarnos al prójimo porque principalmente es uno mismo el que es favorecido cuando realiza la caridad con el prójimo, es uno mismo el principal beneficiado porque el Señor me da la gracia de olvidarme de mí mismo. La felicidad consiste en el olvido de uno mismo en la entrega generosa a los demás. Jesús nos dijo en el evangelio, en Mateo 10,39 “el que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará, podemos decir que el que busque su propia felicidad como fin último de su vida, no la encuentra, sin embargo el que busque la felicidad del prójimo, curiosamente encontrará la suya propia. Jesús nos dice que si quieres ser feliz, olvídate de ti mismo y busca la felicidad del prójimo y entonces encontrarás la tuya. Si haces de tu propia felicidad el fin de tu vida, paradójicamente no la vas a encontrar. Si quieres ser feliz, busca hacer feliz al prójimo. Pidamos al Señor una sensibilidad de comunión en la caridad, de amar no en torno a nuestro ego, a nuestro yo.

martes, 22 de noviembre de 2016

Catecismo 949-951. La comunión de los santos. La comunión de los bienes espirituales I

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Punto 949 En la comunidad primitiva de Jerusalén, los discípulos "acudían [...] asiduamente a la enseñanza de los Apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones" (Hch 2, 42):
La comunión en la fe. La fe de los fieles es la fe de la Iglesia recibida de los Apóstoles, tesoro de vida que se enriquece cuando se comparte.

. Este texto de Hechos 2,42 describe cuales son los rasgos principales de esa comunión. Damos una importancia especial a la comunidad primitiva y a los primeros siglos de la iglesia porque allí vemos una comunidad que vivió muy de cerca el mensaje de Jesucristo, conocieron contemporáneos de Jesús, recibieron el testimonio directo de quienes conocieron a Jesucristo, la tradición oral que llamamos, y eso da un valor particular y especial a estas comunidades para conocer como ellos entendieron y recibieron las palabras de Jesús. En primer lugar dice: acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, es decir, la comunión en primer lugar es una comunión en la fe. Aquí subrayamos que no somos dueños de la fe, estamos trasmitiendo algo de lo que no somos dueños. San Pablo nos dice “he recibido del Señor una tradición que a su vez yo os transmito”, nos dice que él no es quién ni para quitar ni para añadir. La fe tiene un componente de transmisión, es como el testigo de una carrera de relevos, porque de lo contrario estaríamos difundiendo nuestra propia ideología, nuestra propia forma de ver las cosas. La comunión en la fe es un tesoro que se enriquece cuando se comparte cuando se expresa, y hoy en día en el mundo tan secularizado en el que vivimos se pretende reducir la fe al fuero interno y no permitir que uno la exteriorice. La fe tiene que ser comunicada espontáneamente entre todos y se fortalece en la medida en que se comparte y trasmite.

Punto 950 La comunión de los sacramentos. “El fruto de todos los Sacramentos pertenece a todos. Porque los Sacramentos, y sobre todo el Bautismo que es como la puerta por la que los hombres entran en la Iglesia, son otros tantos vínculos sagrados que unen a todos y los ligan a Jesucristo. Los Padres indican en el Símbolo que debe entenderse que la comunión de los santos es la comunión de los sacramentos [...]. El nombre de comunión puede aplicarse a todos los sacramentos puesto que todos ellos nos unen a Dios [...]. Pero este nombre es más propio de la Eucaristía que de cualquier otro, porque ella es la que lleva esta comunión a su culminación” (Catecismo Romano, 1, 10, 24).

. Se nos habla de los sacramentos como comunión, los sacramentos son una iniciativa de Dios para hacer comunión con los hombres, son puentes tendidos por Dios para entrar en comunión con nosotros porque antes de que nosotros buscáramos a Dios, él nos buscaba a nosotros, la iniciativa es de Dios. Un sacramento no es una opción personal para entrar en comunión con Dios sino que es una iniciativa de Dios para entrar en comunión con nosotros por lo que rechazar un sacramento es rechazar un camino de Dios para llegar a nosotros. Esto tiene que ser visto desde los ojos de Dios y no desde mis ojos o mi percepción personal. Es decir, los sacramentos son iniciativas de Dios para entrar en comunión con los hombres. Hay una distancia infinita entre Dios y el hombre que ha sido recorrida por la gracia de Dios en Jesucristo, por la humanidad de Cristo que ha unido esa distancia infinita entre Dios y el hombre, y esa humanidad de Cristo es prolongada hoy en día en la iglesia en los sacramentos que siguen tendiendo ese puente que une la orilla de la divinidad con nosotros.

. Es especialmente la eucaristía donde se subraya esta comunión. Los sacramentos requieren previamente una comunión entre nosotros, sino sería una mentira, sería como querer tener una especie de propiedad particular de Dios sin que eso suponga una transformación personal previa, Dios no es mi propiedad particular, más bien yo soy propiedad de Dios, y Dios quiere que nuestra comunión con Él suponga una comunión con los demás. Por eso se dice que reconozcamos nuestros pecados antes de celebrar los sagrados misterios y se dice que nos demos la paz fraternalmente antes de recibir la comunión. Igual que los sacramentos exigen una comunión previa entre nosotros, también es verdad que la crea, mejora y fortalece entre nosotros.

Punto 951 La comunión de los carismas: En la comunión de la Iglesia, el Espíritu Santo "reparte gracias especiales entre los fieles" para la edificación de la Iglesia (LG 12). Pues bien, "a cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para provecho común" (1 Co 12, 7).


. Hacemos referencia al texto 1ª Corintios 12,7 “Hay diversidad de carismas, pero el Espíritu es el mismo; diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo; diversidad de operaciones, pero es el mismo Dios que obra en todos. A cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para provecho común, porque a uno se le da por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu; a otro, fe, en el mismo Espíritu; a otro, carismas de curaciones, en el único Espíritu; a otro, poder de milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversidad de lenguas; a otro, don de interpretarlas. Pero todas estas cosas las obra un mismo y único Espíritu, distribuyéndolas a cada uno en particular según su voluntad”. Se remarca que los dones son dados para provecho común. Estos dones que Dios nos da, nos recuerda a la parábola de los talentos, dónde nos anima a compartir las cualidades personales recibidas, a no esconder los dones de cada uno, a no enterrar los propios talentos, a no guardárselos para uno. Uno puede no poner sus talentos al servicio de los demás bien por cobardía, bien por egoísmo, bien por pereza, etcétera. Uno puede tener miedo a entregar sus talentos a los demás, pero sin embargo hay que decir una y otra vez que el Señor está junto a nosotros cuando desarrollamos los talentos, por lo tanto, nadie es dueño de los talentos que ha recibido y tiene la obligación moral de ponerlos al servicio de los demás para provecho común. “Lo que gratis habéis recibido, dadlo gratis”. Los dones se contagian, los dones se trasmiten, los dones no han sido dados para posesión propia sino para edificación de la iglesia. Cuando veamos dones en otras personas, tenemos que tener prontitud para abrirnos a ellos pues a veces ocurre que tendemos a no entender lo que no tenemos nosotros. Dios ha dado carismas a otras personas para complementar los que a mí me faltan y hemos de alabar a Dios al ver los carismas en otros hermanos. Esto supone humildad, supone reconocer como Dios nos habla a través de nuestros hermanos, a veces es más fácil dar que recibir, porque recibir supone un don de humildad ante otra persona. Decía Unamuno: “toma consejo de tu enemigo”, Dios puede estar trasmitiéndote luces a través de pecadores.  

sábado, 22 de octubre de 2016

Catecismo 946-948. La comunión de los santos

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Punto 946 Después de haber confesado "la Santa Iglesia católica", el Símbolo de los Apóstoles añade "la comunión de los santos". Este artículo es, en cierto modo, una explicitación del anterior: "¿Qué es la Iglesia, sino la asamblea de todos los santos?" (San Nicetas de Remesiana, Instructio ad competentes 5, 3, 23 [Explanatio Symboli, 10]: PL 52, 871). La comunión de los santos es precisamente la Iglesia.

. La comunión de los santos y la iglesia son dos realidades enlazadas la una con la otra.

Punto 947 "Como todos los creyentes forman un solo cuerpo, el bien de los unos se comunica a los otros [...] Es, pues, necesario creer [...] que existe una comunión de bienes en la Iglesia. Pero el miembro más importante es Cristo, ya que Él es la cabeza [...] Así, el bien de Cristo es comunicado [...] a todos los miembros, y esta comunicación se hace por los sacramentos de la Iglesia" (Santo Tomás de Aquino, In Symbolum Apostolorum scilicet «Credo in Deum» expositio, 13). "Como esta Iglesia está gobernada por un solo y mismo Espíritu, todos los bienes que ella ha recibido forman necesariamente un fondo común" (Catecismo Romano, 1, 10, 24).

. Todos los seres que formamos este género humano, tenemos una misteriosa unión por formar parte del mismo género, los que compartimos la misma naturaleza humana tenemos una misteriosa unión, nada que pase a otro ser humano es indiferente para nosotros. Recordemos que el pecado original de Adán y Eva se trasmitió a todo el género humano por una misteriosa unión del género humano que tiene un mismo origen y un mismo destino en Dios. Jesús al asumir la naturaleza humana se ha unido con todo ser humano. Todos los que formamos parte de este género tenemos una comunión entre nosotros por nuestra naturaleza humana, y además los bautizados formamos parte de un cuerpo místico cuya cabeza es Cristo.

. Nos puede servir la imagen gráfica para expresar esta comunión de Cristo con su iglesia, de un árbol que tiene sus raíces bajo tierra, y esas raíces son imagen de Cristo que desde su ascensión a los cielos no es visible para nosotros. Esas raíces fundan el tronco que es la iglesia, que es visible y recibe de Cristo su vida. Por las venas de la iglesia, por los vasos capilares de ese tronco corre esa savia, es sangre de Cristo, esa gracia del Espíritu Santo. Jesús da su vida, da el Espíritu Santo y lo da a través del tronco que es la iglesia. Ese árbol tiene unos frutos que son los sacramentos, de tal forma que cuando tomamos esos frutos recibimos en ese sacramento la vida de Cristo trasmitida por el Espíritu Santo a través de la iglesia. Esta imagen subraya la conjunción de misterios, como todo confluye, como todo está íntimamente integrado frente a la tendencia que a veces tenemos nosotros de recibir unas verdades de fe a la carta, es decir, cuando decimos que “creo en Cristo pero no creo en la iglesia”, o decimos “yo creo en este sacramento pero en este otro sacramento no”, es decir, cosas que son absolutamente incoherentes. Vemos como alguien hoy en día se acerca a la iglesia y pide un sacramento cuando no ha recibido otro, y uno dice “el Señor tendrá paciencia con nosotros”… en lugar de tener una visión integrada y en comunión de todos los misterios, tenemos una visión fragmentada de ellos y parece que nos acercamos a Dios como quien va al supermercado a coger unos productos y rechazar otros según le parezca o convenga. Los bienes de gracia son comunicados por Cristo a su iglesia formando un fondo común, un depósito común del que nos somos dueños ante el cuál nos postramos y veneramos.

Punto 948 La expresión "comunión de los santos" tiene, pues, dos significados estrechamente relacionados: "comunión en las cosas santas [sancta]" y "comunión entre las personas santas [sancti]".
Sancta sanctis [lo que es santo para los que son santos] es lo que se proclama por el celebrante en la mayoría de las liturgias orientales en el momento de la elevación de los santos dones antes de la distribución de la comunión. Los fieles (sancti) se alimentan con el cuerpo y la sangre de Cristo (sancta) para crecer en la comunión con el Espíritu Santo (Koinônia) y comunicarla al mundo.

. Aquí el Catecismo nos ilustra con una tradición que nosotros no conocemos porque formamos parte de la liturgia latina, pero en las liturgias católicas orientales es costumbre que antes de distribuir la comunión se diga “lo que es santo para los que son santos” que une las cosas con las personas. Nos recuerda la necesidad de recibir dignamente los sacramentos, y nos recuerda a que hoy en día en algunas celebraciones como bodas se acercan al altar sin estar en gracia de Dios. En el comienzo de la eucaristía se dice “antes de celebrar los sagrados misterios reconozcamos nuestros pecados” y volvemos a pedir perdón porque aunque estemos en gracia de Dios pues sentimos que siempre estamos llenos al menos de pecados veniales y necesitamos purificación, y luego incluso antes de comulgar volvemos a decir “Señor yo no soy digno de que entres en mi casa”. O sea que aunque esté en gracia de Dios y hayamos pedido perdón, antes de comulgar volvemos a decir que no somos dignos. Por lo tanto la necesidad de purificación es proporcional a la conciencia de gratuidad y del don, cuando uno tiene más conciencia del don que recibe más necesidad siente de purificación, ahora cuando uno recibe los sacramentos como cualquier cosa entonces no se tiene ninguna conciencia de necesidad de purificarse. Por eso en la liturgia oriental se dice Sancta sancti y nos recuerda cuando en el pasaje de Mateo uno mal vestido es echado del banquete porque va indignamente a la recepción.

. Sin embargo hay que decir que los sacramentos no son para los perfectos porque uno solo es el santo que es Dios, acordaros cómo Jesús insistió en el evangelio que no necesitan de médico los sanos sino los enfermos, que cuando se escandalizaban los fariseos y los escribas de que Jesús comiese con publicanos y pecadores, pues en Lucas 5,31 Jesús les responde “no necesitan médico los que están sanos sino los que están mal, no he venido a llamar a los justos sino a los pecadores”, y hay que decir que siempre seremos pecadores a la hora de acercarnos a los sacramentos por mucho que nos hayamos intentado purificar pero el Señor quiere que nos acerquemos porque los sacramentos son remedio de nuestra concupiscencia, perdón de nuestros pecados, es decir, los sacramentos no son un premio para los buenos sino la gracia para los débiles y todos somos débiles. Este matiz complementa nuestra indignidad.

lunes, 3 de octubre de 2016

Catecismo 928-930. La vida consagrada. Los institutos seculares y sociedades de vida apostólica

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Punto 928 "Un instituto secular es un instituto de vida consagrada en el cual los fieles, viviendo en el mundo, aspiran a la perfección de la caridad, y se dedican a procurar la santificación del mundo sobre todo desde dentro de él" (CIC can. 710).
Punto 929 Por medio de una "vida perfectamente y enteramente consagrada a [esta] santificación" (Pío XII, const. ap. Provida Mater), los miembros de estos institutos participan en la tarea de evangelización de la Iglesia, "en el mundo y desde el mundo mismo" (CIC can. 713, 2), donde su presencia obra a la manera de un "fermento" (PC 11). Su testimonio de vida cristiana mira a ordenar según Dios las realidades temporales y a penetrar el mundo con la fuerza del Evangelio. Mediante vínculos sagrados, asumen los consejos evangélicos y observan entre sí la comunión y la fraternidad propias de su modo de vida secular (CIC, can. 713).

. Los religiosos de alguna manera se apartan del mundo y sin embargo este rasgo no se da en los institutos seculares o sociedades de vida apostólica. Los institutos están más insertos en el mundo, están evangelizando el mundo desde dentro. Lo propio de esta forma de vida consagrada es profesar los consejos evangélicos de seguimiento a Jesucristo, a veces con la palabra compromisos o promesas y viviendo como escondidos dentro del mundo y transformarlo desde dentro siendo fermento.

. Las sociedades de vida apostólica tienen un especial aspecto misionero, y la iglesia le encomienda tareas especiales como por ejemplo la enseñanza, algunos institutos o sociedades tienen sus propios colegios, sus propias obras de enseñanzas o sus propias universidades, por tanto se trata de evangelizar siendo fiel al magisterio desde la educación u otro aspecto de la vida bien sea en una institución católica o no. La vida de los seglares consagrados es cristianizar el mundo, fermentar la sociedad desde dentro haciendo presente el espíritu de Cristo con el testimonio personal de vida.     

Punto 930 Junto a las diversas formas de vida consagrada se encuentran "las sociedades de vida apostólica, cuyos miembros, sin votos religiosos, buscan el fin apostólico propio de la sociedad y, llevando vida fraterna en común, según el propio modo de vida, aspiran a la perfección de la caridad por la observancia de las constituciones. Entre éstas, existen sociedades cuyos miembros abrazan los consejos evangélicos mediante un vínculo determinado por las constituciones" (CIC, can. 731, 1 y 2).


. Una fe que no se traduce en ningún signo cultural es una fe teórica, mientras que con la inserción en la cultura de los seglares consagrados se van impregnando todas las realidades temporales con el espíritu de Cristo. Así se alimenta el diálogo entre la fe y la cultura. La existencia también de seglares consagrados que dediquen su vida a los medios de comunicación social realizan una tarea al servicio de la verdad. Todas estas tareas son fermento en medio del mundo que lo transforman.

domingo, 2 de octubre de 2016

Catecismo 925-927. La vida consagrada. La vida religiosa

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Punto 925 Nacida en Oriente en los primeros siglos del cristianismo (cf. UR 15) y vivida en los institutos canónicamente erigidos por la Iglesia (cf. CIC, can. 573), la vida religiosa se distingue de las otras formas de vida consagrada por el aspecto cultual, la profesión pública de los consejos evangélicos, la vida fraterna llevada en común, y por el testimonio dado de la unión de Cristo y de la Iglesia (cf. CIC, can. 607).
. Las distintas formas de vida consagrada: institutos seculares, vida eremítica, vírgenes consagradas, sociedades de vida apostólica, vida religiosa, etcétera, todas tienen diferencias pero todas tienen rasgos comunes. Uno de ellos es lo que el Catecismo subraya con la palabra “dimensión escatológica” que hace referencia a la dimensión que nos deja vigilantes a la siguiente vida, eso es algo muy característico de la vida consagrada.
. La vida religiosa subraya la dimensión escatológica, es decir ser un signo ante el mundo de la vida venidera. En la iglesia primitiva, se vivió una espera muy intensa de la venida del Señor, incluso parece ser que el retorno en gloria del Señor iba a ser inminente, y san Pablo reprende a algunos para que no esperen con los brazos cruzados la llegada del Señor y les insiste en que “el que no trabaje que no coma”, sino que esperan la llegada de forma activa e instaurando el reino de Dios entre ellos.
. Uno de los textos de san Pablo que más ayuda a los religiosos a vivir es 1ª Corintios 7, 29-31 donde se habla de esa dimensión escatológica que san Pablo refiere a todos los cristianos pero que especialmente podemos decir de los religiosos, dice “Os digo, pues, hermanos: El tiempo es corto. Por tanto, los que tienen mujer, vivan como si no la tuviesen. Los que lloran, como si no llorasen. Los que están alegres, como si no lo estuviesen. Los que compran, como si no poseyesen. Los que disfrutan del mundo, como si no disfrutasen. Porque la apariencia de este mundo pasa”. Este mundo es pasajero, es un error vivir en esta vida poniendo el corazón definitivamente en ella. La solución que nos da san Pablo es amar las cosas creadas, las cosas que llevamos entre manos pero al mismo tiempo sin apegarnos a ellas. Esto se lleva a cabo amando las cosas no con amor propio sino que las ama con el amor de Cristo, ama las cosas en la voluntad de Dios, “y quiero esto en la medida en la que Dios lo quiera”, “y si Dios no lo quiere pues yo no me voy a llevar un berrinche”, sino que como busco la voluntad de Dios por encima de todo, quedo en paz, amar sin apego, tener sin apego.
. También al religioso le puede ocurrir que su superior le cambie de destino y al religioso se le revuelve todo y entra en crisis. Esto manifiesta que el apego no solo se manifiesta en la vida del seglar sino que también es posible en la vida religiosa, pues las tentaciones de satanás traspasan las paredes del monasterio, convento, etcétera, pero es cierto que en cuanto estado de vida, el religioso tiene una vocación perfecta para amar con intensidad y libremente. Que un cambio de destino le haga entrar en crisis a un religioso puede ocurrir porque el religioso pensaba que estaba amando en Cristo su destino anterior pero también lo estaba amando con amor propio, y esa crisis es una ocasión perfecta para purificarse, de volver al amor primero, de decir “fíjate que yo pensaba que estaba haciendo esto por seguir a Cristo y ahora me cambian de destino y se me revuelven las entrañas, y me doy cuenta que pensando que hacía las cosas para gloria de Dios pues también las hacía por un amor propio, porque me sentía humanamente satisfecho con ello y entonces entro en crisis”.
. Otro rasgo de la vida religiosa que está muy remarcado es la vida fraterna, es el amarnos todos como el Señor nos amó. Esta comunión fraterna tiene una gran trascendencia porque cuanto más se viva esta comunión, se está ayudando a los seglares a creer en el mandamiento de Cristo de amarnos los unos a los otros. Posiblemente, el aspecto más costoso de la vida religiosa es la vida en común, y no tanto el voto de pobreza, castidad u obediencia, porque la vida fraterna supone amar con un amor espiritual. Cuando uno entra en una comunidad religiosa, uno no sabe con quien va a convivir, pero los religiosos se comprometen a un amor recíproco incondicional, con la capacidad de no juzgar a esa persona con la que convive, perdonándole hasta setenta veces siete, poniéndolo todo en común con él, bienes materiales, ideales apostólicos, experiencias espirituales, talentos, etcétera, uno lo comparte todo con los miembros de la comunidad. Este aspecto es un gran testimonio ante el mundo que hace creíble el mandamiento del amor al prójimo de Jesús.
Punto 926 La vida religiosa nace del misterio de la Iglesia. Es un don que la Iglesia recibe de su Señor y que ofrece como un estado de vida estable al fiel llamado por Dios a la profesión de los consejos. Así la Iglesia puede a la vez manifestar a Cristo y reconocerse como Esposa del Salvador. La vida religiosa está invitada a significar, bajo estas diversas formas, la caridad misma de Dios, en el lenguaje de nuestro tiempo.


Punto 927 Todos los religiosos, exentos o no (cf. CIC, can. 591), se encuentran entre los colaboradores del obispo diocesano en su misión pastoral (cf. CD 33-35). La implantación y la expansión misionera de la Iglesia requieren la presencia de la vida religiosa en todas sus formas "desde el período de implantación de la Iglesia" (AG 18, 40). "La historia da testimonio de los grandes méritos de las familias religiosas en la propagación de la fe y en la formación de las nuevas Iglesias: desde las antiguas instituciones monásticas, las órdenes medievales y hasta las congregaciones modernas" (RM 69).

jueves, 29 de septiembre de 2016

Catecismo 922-924. La vida consagrada. Las vírgenes y las viudas consagradas

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Punto 922 Desde los tiempos apostólicos, vírgenes (Cf. 1 Co 7, 34-36) y viudas cristianas (Cf. Vita consecrata, 7) llamadas por el Señor para consagrarse a Él enteramente (cf. 1 Co 7, 34-36) con una libertad mayor de corazón, de cuerpo y de espíritu, han tomado la decisión, aprobada por la Iglesia, de vivir en estado de virginidad o de castidad perpetua "a causa del Reino de los cielos" (Mt 19, 12).

. A la hora de hablar del estado de virginidad el Catecismo recurre a el pasaje de Mateo 19,12, que ocurre cuando Jesús habla de forma tajante en contra del divorcio y a los discípulos les impresionó dicha firmeza de Jesús contra el divorcio pues tenían una mentalidad rupturista: “Díceles –Jesús-: «Moisés, teniendo en cuenta la dureza de vuestro corazón, os permitió repudiar a vuestras mujeres; pero al principio no fue así. Ahora bien, os digo que quien repudie a su mujer - no por fornicación - y se case con otra, comete adulterio.» Dícenle sus discípulos: «Si tal es la condición del hombre respecto de su mujer, no trae cuenta casarse.» Pero él les dijo: «No todos entienden este lenguaje, sino aquellos a quienes se les ha concedido. Porque hay eunucos que nacieron así del seno materno, y hay eunucos que se hicieron tales a sí mismos por el Reino de los Cielos. Quien pueda entender, que entienda”. Jesús dice que el no casarse es un don de Dios, no todos pueden hacer eso sino solo aquellos a los que Dios se lo concede. El fundamento evangélico de la vida consagrada lo vemos cuando se dice que “otros eligen no casarse por causa del reino de los cielos”, y esto no es una opción de iniciativa propia, sino que la iniciativa está en Jesucristo.

Punto 923 "Formulando el propósito santo de seguir más de cerca a Cristo, [las vírgenes] son consagradas a Dios por el obispo diocesano según el rito litúrgico aprobado, celebran desposorios místicos con Jesucristo, Hijo de Dios, y se entregan al servicio de la Iglesia" (CIC, can. 604, 1). Por medio este rito solemne (Consecratio virginum, Consagración de vírgenes), "la virgen es constituida en persona consagrada" como "signo transcendente del amor de la Iglesia hacia Cristo, imagen escatológica de esta Esposa del Cielo y de la vida futura" (Rito de consagración de vírgenes, Prenotandos, 1).

. Las vírgenes consagradas nos están recordando que esta vida es prepararse, adornarse para el encuentro con el esposo. Son un signo de la esponsalidad a la que todos estamos llamados y ellas de una forma plena adelantan a esta vida nuestra vocación esponsal.

Punto 924 "Semejante a otras formas de vida consagrada" (CIC, can. 604), el orden de las vírgenes sitúa a la mujer que vive en el mundo (o a la monja) en el ejercicio de la oración, de la penitencia, del servicio a los hermanos y del trabajo apostólico, según el estado y los carismas respectivos ofrecidos a cada una (Rito de consagración de vírgenes, Prenotandos, 2). Las vírgenes consagradas pueden asociarse para guardar su propósito con mayor fidelidad (CIC, can. 604, 2).

. Las vírgenes consagradas puede ser que se asocien entre ellas para ayudarse mutuamente o sencillamente viven su consagración personalmente pero habiéndola discernido y habiéndola efectuado públicamente ante el obispo. Pueden llevar un tipo de trabajo que la misma iglesia les encomienda o no, o tienen un trabajo insertado en medio del mundo. La existencia de estas vocaciones remarca el papel de la mujer en la vida de la iglesia, contribuye a hacerla más presente en la vida de la iglesia. Esta consagración se lleva a cabo mediante unos sacramentales que son signos sagrados con los que imitando de alguna forma a los sacramentos expresan efectos sobre todo espirituales obtenidos por intercesión de la iglesia. Existe un orden de consagración de las vírgenes que es un sacramental publicado por la iglesia que consiste en significar con una serie de signos que esa persona queda consagrada para ser esposa de Jesucristo. Si bien un sacramental lo puede celebrar un laico, es conveniente que el sacramental de consagración lo presida el obispo porque él es la imagen de Cristo esposo con la que esa virgen consagrada se va a desposar, es decir, el obispo está representando a Cristo esposo.

lunes, 26 de septiembre de 2016

Catecismo 920-921. La vida consagrada. La vida eremítica

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Punto 920 Sin profesar siempre públicamente los tres consejos evangélicos, los ermitaños, "con un apartamiento más estricto del mundo, el silencio de la soledad, la oración asidua y la penitencia, dedican su vida a la alabanza de Dios y salvación del mundo" (CIC, can. 603 1).

. Los eremitas, ermitaños o anacoretas. La palabra ermitaño significa habitante del desierto, la palabra anacoreta significa “me retiro”. Tienen un significado pues que da bastante luz a lo que significa esta vocación que hoy en día es muy minoritaria aunque hubo momentos que tuvo mucha más presencia. El hecho de que sea minoritaria no quiere decir que no tenga nada que decirnos, pues dentro del cuerpo místico que es la iglesia, nos iluminamos mutuamente y todos los carismas por muy minoritarios que sean son todos necesarios, cada parte del cuerpo es importante. La vocación eremítica floreció en los primeros siglos de la iglesia en imitación de san Juan Bautista y también de Jesucristo, quienes se apartaron en momentos de su vida al desierto, ellos fueron los elementos de imitación e irradiación de esa espiritualidad de apartarse al desierto. El auténtico anacoreta no es un hombre “raro” sino que siempre ha estado sujeto a la autoridad de la iglesia a cuya orden cuando la iglesia le hacía un llamado era capaz de salir de su retiro, de volver del desierto para incorporarse cuando la iglesia se lo pedía para por ejemplo fortalecerla, así san Antonio de Egipto (286-356) volvió a Alejandría cuando se lo pidió Atanasio, y hay más casos parecidos como los hijos de Benito, Romualdo, Bruno y Bernardo, es decir, el anacoreta no es un tipo raro o huraño incapaz de convivir con la gente y se va fuera, que parece que está desligado de la iglesia, no, aunque su vocación sea el apartamiento, cuando la iglesia les ha pedido su colaboración, lo han hecho porque su conexión con la iglesia es plena. Los principales refugios fueron al principio los vastos desiertos de Egipto y de Siria en cuyas cavernas pronto albergaron un increíble número de esto ascetas cristianos que practicaban penitencias muy rigurosas, pronto se les autorizó a llevar esta vida solitaria a aquellos que previamente hubiesen pasado un tiempo de prueba en un monasterio, etcétera, es decir, la iglesia fue poco a poco regulando. Hay grados distintos dentro de la vida eremítica, algunos monjes se juntan solo para comer, otros únicamente el domingo, ... La forma máxima de apartamiento que existió en la tradición fueron los famosos estilitas que llegaron a vivir en la cima de altas columnas, vivían sin bajarse nunca durante muchos años subidos en lo alto de una columna, viviendo la oración, y muchísimas personas de Alejandría iban al desierto en busca de aquellos monjes estilitas y eran un foco de irradiación tremenda por aquella vida tan penitente para mucha gente que iba en peregrinación al desierto a encontrarse y a rezar alrededor de esos monjes.

. Las luces que nos dan los anacoretas son las siguientes: con motivo del apartamiento que tienen del mundo, nos recuerda que en la sagrada escritura descubrimos que el término mundo tiene distintas acepciones que son: mundo en sentido positivo como creación de Dios “y vio Dios que todo era bueno”, mundo en sentido pecador, el mundo amado por Dios que se ha apartado de su camino y entonces el Señor se entrega por la salvación del mundo, por ejemplo Juan 3,16 “tanto amó Dios al mundo que dio a su único hijo para que todo el que crea en él no perezca”, y mundo como enemigo declarado de Dios, recordemos que incluso a satanás se le llama príncipe de este mundo. El cristiano ha de vivir en el mundo creado por Dios, ha de amar al mundo pecador y ha de tratar de vencer al mundo enemigo de Dios. Jesús nos insistió mucho que ese mundo enemigo tiene que ser vencido por el cristiano, en Juan 15,18  nos dice “Si el mundo os odia, sabed que a mí me ha odiado antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero, como no sois del mundo, porque yo al elegiros os he sacado del mundo, por eso os odia el mundo”, aquí san Juan está utilizando la palabra mundo en un sentido de lo que es enemigo de Dios. Para manifestar este aspecto de guardarnos del mundo, un mundo en el que estamos inmersos, un mundo en el que podemos ser absorbidos por el sin darnos cuenta, los anacoretas nos dan la luz para guardarnos del mundo, para apartarnos del mundo, una luz que nos recuerda que no podemos diluirnos en el mundo, de que existen las palabras de Jesús en las que se nos llama a vivir en el mundo pero sin ser del mundo, “guárdalos del mundo” pide Jesús al Padre. Se trata de evitar que mundanizar el cristianismo en lugar de cristianizar el mundo,.
. Una segunda luz es la intimidad personal con Cristo, ese apartamiento busca tener una oración continua en intimidad con el Señor. Tenemos el gran peligro de emplear mal el tiempo porque solemos decir que “no tengo tiempo para rezar, a ver si busco un rato para hacer oración”, al Señor le damos el tiempo que nos sobra y eso supone que hay algo que está mal planteado pues así el Señor no es el centro de nuestra vida. Los anacoretas nos enseñan el peligro que podemos tener de esa falta de centralidad, de esa falta de intimidad con el Señor, nos enseñan a que tenemos que cortar con ciertas cosas en nuestra vida para priorizar saber estar con el Señor.
Punto 921 Los eremitas presentan a los demás ese aspecto interior del misterio de la Iglesia que es la intimidad personal con Cristo. Oculta a los ojos de los hombres, la vida del eremita es predicación silenciosa de Aquel a quien ha entregado su vida, porque Él es todo para él. En este caso se trata de un llamamiento particular a encontrar en el desierto, en el combate espiritual, la gloria del Crucificado.

. Otro aspecto que nos enseñan los eremitas es el ocultamiento a los ojos de los hombres. Esto nos recuerda el pasaje en el que Jesús reprocha a los fariseos que les gustaba rezar en una parte muy pública para ser vistos, Jesús dice “tú cuando vayas a rezar, entra en tu celda, cierra la puerta”, esas palabras de Jesús parece que iluminan la vida del anacoreta que se oculta a los ojos del mundo. Hacer las cosas ante los ojos de Dios y no ante los ojos del mundo, que Dios sea nuestro público y no los ojos de los demás. Nos condiciona mucho el que haya personas que nos estén observando. Es un gran valor el hacer las cosas ocultas ante Dios, es decir, como si solo Dios nos estuviese viendo, con esa sencillez, con esa ingenuidad, sin ser condicionados por la mirada de los demás, y eso es un gran valor que la vida eremítica nos está a todos recordando.

. Un aspecto más que nos ilumina la vida eremítica es el de la penitencia, pues ha sido muy propio de los anacoretas el mezclar la oración y la penitencia. El sacrificio ayuda a la oración para que sea verdaderamente un rezar con todo el cuerpo, no solo una oración espiritual sino con el cuerpo entero, negándonos a nosotros mismos para buscar y afirmar la voluntad de Dios.

sábado, 24 de septiembre de 2016

Catecismo 917-919. La vida consagrada. Un gran árbol, múltiples ramas

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Punto 917 "El resultado ha sido una especie de árbol en el campo de Dios, maravilloso y lleno de ramas, a partir de una semilla puesta por Dios. Han crecido, en efecto, diversas formas de vida, solitaria o comunitaria, y diversas familias religiosas que se desarrollan para el progreso de sus miembros y para el bien de todo el Cuerpo de Cristo" (LG 43).

. Hay múltiples formas de cómo se vive la vida consagrada hoy en día en el mundo y se recurre a la imagen de un árbol con múltiples ramas. Hay tanta diversidad que la misma iglesia tiene dificultad de explicitarlas, esta abundancia de formas nuevas de vida inspiradas por el Espíritu Sano es algo muy hermoso. Las nuevas formas de vida consagrada que se unen a las ya existentes manifiestan el atractivo constante de la entrega total al Señor. La semilla de la que nació este árbol fue Jesucristo que fue virgen, pobre y obediente, todos tenemos en Jesús nuestro punto de referencia, sacerdotes, laicos y consagrados. Jesús es el consagrado por antonomasia, el día en que se celebra la fiesta litúrgica de la vida consagrada es el día de la presentación de Jesús en el templo, el día en que es consagrado al Padre.

Punto 918 "Desde los comienzos de la Iglesia hubo hombres y mujeres que intentaron, con la práctica de los consejos evangélicos, seguir con mayor libertad a Cristo e imitarlo con mayor precisión. Cada uno a su manera, vivió entregado a Dios. Muchos, por inspiración del Espíritu Santo, vivieron en la soledad o fundaron familias religiosas, que la Iglesia reconoció y aprobó gustosa con su autoridad" (PC 1).

. La vida consagrada es reconocida explícitamente en el siglo IV en la iglesia aunque hay un desarrollo paulatino de esta forma de vida desde los primeros momentos de la iglesia porque es que la vida consagrada no es algo distinto a la vida cristiana sino que es lo mismo solo que llevada hasta sus últimas consecuencias, es vivir la práctica de los consejos evangélicos con mayor libertad y mayor precisión. En 1ª Corintios 7,34 san Pablo nos aconseja el celibato: “Yo os quisiera libres de preocupaciones. El no casado se preocupa de las cosas del Señor, de cómo agradar al Señor. El casado se preocupa de las cosas del mundo, de cómo agradar a su mujer; está por tanto dividido. La mujer no casada, lo mismo que la doncella, se preocupa de las cosas del Señor, de ser santa en el cuerpo y en el espíritu. Mas la casada se preocupa de las cosas del mundo, de cómo agradar a su marido. Os digo esto para vuestro provecho, no para tenderos un lazo, sino para moveros a lo más digno y al trato asiduo con el Señor, sin división. Pero si alguno teme faltar a la conveniencia respecto de su novia, por estar en la flor de la edad, y conviene actuar en consecuencia, haga lo que quiera: no peca, cásense. Mas el que ha tomado una firme decisión en su corazón, y sin presión alguna, y en pleno uso de su libertad está resuelto en su interior a respetar a su novia, hará bien. Por tanto, el que se casa con su novia, obra bien. Y el que no se casa, obra mejor”, es conveniente entender bien este pasaje para no hacer malas interpretaciones como que el matrimonio no es una vocación a la santidad. Uno en el matrimonio se entrega a Jesucristo a través de la mediación de su cónyuge, sin embargo en la vida consagrada hay una entrega a Jesucristo directa, con un corazón indiviso. El casado tiene su corazón santamente dividido porque en la vida matrimonial uno debe entregarse a Jesucristo a través de su cónyuge. Lo que dice san Pablo cuando recomienda el celibato no significa que uno no se santifique en el matrimonio. La vida consagrada supone seguir a Cristo con mayor libertad porque no tiene los condicionantes de tener que adaptarse al ritmo de otra persona, el cónyuge es una ayuda para llegar a Cristo pero hay veces en que uno lo siente como una rémora, hay muchas veces que pasan las dos cosas en el matrimonio, como ayuda o como rémora. Esta mayor libertad se traduce en san Pablo hablar del célibe con el término de corazón indiviso y del casado con el término de corazón dividido, siendo ambos una misma vocación a la santidad.
. El Papa Juan Pablo II, para buscar un pasaje evangélico en el que se encuentre como reflejo qué es la vida consagrada, qué quiere ser la vida consagrada, curiosamente echa mano del pasaje de la transfiguración, la vida consagrada supone subir al monte (Tabor) primero para tener una experiencia más íntima con Jesús, segundo, a la vez un alejamiento del mundo. Luego en este encuentro íntimo, se pone de manifiesto que en este encuentro, el consagrado desearía que fuese para siempre, porque lo único que va a quedar, lo único importante, lo único que va a permanecer es el sólo Dios, sólo Dios basta.
. La persona consagrada no sólo hace de Cristo el centro de la propia vida, sino que se preocupa de reproducir en sí mismo aquélla forma de vida que escogió el hijo de Dios al venir al mundo, es decir, todo bautizado hace de Cristo el centro de su propia vida pero el consagrado además imita una forma de vida de Cristo abrazando la virginidad, abrazando la pobreza confiesa que Dios es el único tesoro y ofreciendo el sacrificio de su propia libertad en la obediencia filial confiesa que el alimento de Cristo era hacer la voluntad del Padre.   
Punto 919 Los obispos se esforzarán siempre en discernir los nuevos dones de vida consagrada confiados por el Espíritu Santo a su Iglesia; la aprobación de nuevas formas de vida consagrada está reservada a la Sede Apostólica (cf. CIC, can. 605).


. La iglesia tutela, discierne y da forma a todas esas cosas que el Espíritu Santo suscita para riqueza de la propia iglesia.