Punto 128 La Iglesia, ya en los tiempos apostólicos (cf. 1 Cor 10,6.11; Hb 10,1; 1 Pe 3,21), y después constantemente en su tradición, esclareció la unidad del plan divino en los dos Testamentos gracias a la tipología. Esta reconoce, en las obras de Dios en la Antigua Alianza, prefiguraciones de lo que Dios realizó en la plenitud de los tiempos en la persona de su Hijo encarnado.
. En teología,
la tipología se refiere a la interpretación
de algunos personajes y pasajes del Antiguo Testamento como los presagios del Nuevo
Testamento. Existe una unidad en la sagrada escritura, y los autores
de los libros no eran conocedores de la unidad que Dios iba a hacer. La
maravilla de la obra del espíritu es trazar entre todos un hilo conductor que
ha hecho del antiguo testamento una preparación para el nuevo testamento, la
antesala de la llegada de Jesucristo y la preparación de la llegada del
Espíritu Santo. Todo el antiguo testamento es una preparación, un presagio de
lo que está por llegar.
. Estas
tipologías hay que entenderlas en su adecuada medida, tampoco se trata de
forzarlas en exceso ni tampoco se trata de obviarlas completamente. Ni
encontrar tipologías en todas partes ni analizar los textos sin fe o únicamente
desde un punto meramente racionalista. Por ejemplo, en Hebreos 10,1, los sacrificios
que se hacían una y otra vez de carneros y toros que querían como purificarnos,
eran una sombra, imagen o prefiguración de la sangre de Cristo que sí que nos
purifica para siempre.
Punto 129 Los cristianos, por tanto, leen el Antiguo Testamento a la luz de Cristo muerto y resucitado. Esta lectura tipológica manifiesta el contenido inagotable del Antiguo Testamento. Ella no debe hacer olvidar que el Antiguo Testamento conserva su valor propio de revelación que nuestro Señor mismo reafirmó (cf. Mc 12,29-31). Por otra parte, el Nuevo Testamento exige ser leído también a la luz del Antiguo. La catequesis cristiana primitiva recurrirá constantemente a él (cf. 1 Co 5,6-8; 10,1-11). Según un viejo adagio, el Nuevo Testamento está escondido en el Antiguo, mientras que el Antiguo se hace manifiesto en el Nuevo: Novum in Vetere latet et in Novo Vetus patet (San Agustín, Quaestiones in Heptateuchum 2,73; cf. DV 16).
. Leemos el antiguo testamento a la luz de Cristo, y el nuevo testamento ha de ser leído a la luz del antiguo. El nuevo está escondido en el antiguo y éste se manifiesta en el nuevo.
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