domingo, 27 de diciembre de 2015

Catecismo 724-726. El Espíritu de Cristo en la plenitud de los tiempos. 'Alégrate, llena de gracia' II

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Punto 724 En María, el Espíritu Santo manifiesta al Hijo del Padre hecho Hijo de la Virgen. Ella es la zarza ardiente de la teofanía definitiva: llena del Espíritu Santo, presenta al Verbo en la humildad de su carne dándolo a conocer a los pobres (cf. Lc 2, 15-19) y a las primicias de las naciones (cf. Mt 2, 11).

. Aquí el Catecismo utiliza la imagen de la zarza ardiente que no se consumía refiriéndose a María. En la zarza que se quema sin ser consumida, la tradición católica la leyó como un símbolo de María Virgen durante el parto. San Bernardo ve una zarza sin consumirse, cómo es ello posible?, una mujer da a luz sin perder su virginidad, cómo es ello posible?. Cómo es posible que el fuego no consuma, cómo es posible que la maternidad y la virginidad puedan llegar a ser dos vocaciones compatibles, que María sea madre sin dejar de ser virgen. María da a luz sin consumirse, sin deteriorarse porque es un don de Dios.

. En el prólogo del evangelio de san Juan dice “… la Palabra no nació de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de hombre, sino que nació de Dios”, es decir, no nació de la sangre que hace referencia a la violencia del parto en el que niño nace envuelto en sangre, sino al parto virginal de María. Dios es capaz de hacer fecunda a una madre haciendo que ese don sea compatible con su virginidad porque es un don que supera al hombre.

Punto 725 En fin, por medio de María, el Espíritu Santo comienza a poner en comunión con Cristo a los hombres "objeto del amor benevolente de Dios" (cf. Lc 2, 14), y los humildes son siempre los primeros en recibirle: los pastores, los magos, Simeón y Ana, los esposos de Caná y los primeros discípulos.

. María es un puente de comunión de Cristo con los demás. Por medio de ella, el Espíritu Santo comienza a poner en comunión a Cristo con los hombres.

Punto 726 Al término de esta misión del Espíritu, María se convierte en la "Mujer", nueva Eva "madre de los vivientes", Madre del "Cristo total" (cf. Jn 19, 25-27). Así es como ella está presente con los Doce, que "perseveraban en la oración, con un mismo espíritu" (Hch 1, 14), en el amanecer de los "últimos tiempos" que el Espíritu va a inaugurar en la mañana de Pentecostés con la manifestación de la Iglesia.

. Se hace referencia a dos títulos que se le dan a María, el primero es el de Madre, cuando Jesús teniendo a María al pie de la cruz le encomendó la maternidad hacia sus hijos, Juan 19,25-27 “Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: «Mujer, aquí tienes a tu hijo». Luego dijo al discípulo: «Aquí tienes a tu madre». Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa.” María es madre del Cristo total, san Juan en este texto llama a María, mujer y a Juan, tu hijo, como un hijo al que no se le pone el nombre propio de Juan y así prefigure a cada uno de nosotros. María no solo es madre de Cristo sino también madre del cuerpo místico del que su hijo es cabeza, ella ejerce de madre de su hijo y de madre de todos nosotros que estamos insertados en su hijo, somos un solo cuerpo con su hijo, tan unidos estamos a Jesucristo que la maternidad de María hacia su hijo es también hacia nosotros, pero con una diferencia, que la maternidad de María hacia su hijo fue un parto virginal, sin embargo el nuestro es un parto doloroso con esa espada que le atraviesa el corazón, la redención de Cristo le costó a María sudor y sangre, y la maternidad que ejerce hacia nosotros le cuesta dolor, María sufre con sus hijos pues no se puede querer a unos hijos que van por camino de perdición sin sufrir por ellos, es imposible, porque cuando se quiere se sufre.


. El segundo título que se da a María lo vemos en Hechos 1,14 “Todos ellos, íntimamente unidos, se dedicaban a la oración, en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos”, María estaba presente en Pentecostés, en el cenáculo, con los apóstoles, atrayendo al Espíritu Santo que vino sobre unos y sobre otros. Tres son los momentos en los que la noche se hizo luz, en la Navidad, en la Resurrección y en el amanecer de Pentecostés.  

viernes, 25 de diciembre de 2015

Catecismo 721-723. El Espíritu de Cristo en la plenitud de los tiempos. 'Alégrate, llena de gracia' I

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Punto 721 María, la Santísima Madre de Dios, la siempre Virgen, es la obra maestra de la Misión del Hijo y del Espíritu Santo en la Plenitud de los tiempos. Por primera vez en el designio de Salvación y porque su Espíritu la ha preparado, el Padre encuentra la Morada en donde su Hijo y su Espíritu pueden habitar entre los hombres. Por ello, los más bellos textos sobre la Sabiduría, la Tradición de la Iglesia los ha entendido frecuentemente con relación a María (cf. Pr 8, 1-9, 6; Si 24): María es cantada y representada en la Liturgia como el "Trono de la Sabiduría".
En ella comienzan a manifestarse las "maravillas de Dios", que el Espíritu va a realizar en Cristo y en la Iglesia:

. El Espíritu Santo obró en la plenitud de los tiempos en María. El mundo protestante receló del catolicismo pensando en que en la medida en que los católicos venerasen a los santos y especialmente a la Virgen María se iba a quitar la centralidad al que es solo Santo, que es Dios. Entendían de forma restrictiva los pasajes del evangelio que dicen “y no llaméis santo a nadie en la tierra, no llaméis bueno a nadie en la tierra porque uno solo es bueno, no llaméis padre a nadie en la tierra porque uno solo es padre”, y entendiendo esto de forma restrictiva parece que hablar de la santidad de una criatura era contradictorio y era olvidar que el único santo es Dios. Claro que el único santo es Dios, pero Dios ha querido manifestar su santidad de forma difusiva y no exclusiva, la santidad de Dios se manifiesta no excluyendo a los demás de la santidad sino haciéndoles partícipes de su santidad. Por lo tanto hablar de la santidad de los santos y de María no es hacerle sombra a Dios, todo lo contrario, es prolongar la santidad de Dios en sus criaturas. Cuando ensalzamos la santidad de María estamos ensalzando a Dios.

Punto 722 El Espíritu Santo preparó a María con su gracia. Convenía que fuese "llena de gracia" la Madre de Aquel en quien "reside toda la plenitud de la divinidad corporalmente" (Col 2, 9). Ella fue concebida sin pecado, por pura gracia, como la más humilde de todas las criaturas, la más capaz de acoger el don inefable del Omnipotente. Con justa razón, el ángel Gabriel la saluda como la "Hija de Sión": "Alégrate" (cf. So 3, 14; Za 2, 14). Cuando ella lleva en sí al Hijo eterno, hace subir hasta el cielo con su cántico al Padre, en el Espíritu Santo, la acción de gracias de todo el pueblo de Dios y, por tanto, de la Iglesia  (cf. Lc 1, 46-55).

. Se subraya especialmente que el Espíritu Santo preparó a María con su gracia, convenía que fuese llena de gracia. A través de esa expresión “llena de gracia”, la iglesia ha deducido muchas cosas como que sea inmaculada, si se es llena de gracia no cabe el pecado. Se especifica aquí en que consiste estar llena de gracia como ser capaz de acoger el don inefable del omnipotente, es decir, ser dócil a la obra del Espíritu Santo en ella. No poner obstáculos ni barreras.

. Nosotros aprendemos que tenemos que no estorbar a la acción de Dios en nosotros, seamos dóciles aceptando y no ofreciendo lo que a uno se le ocurre. Lo principal es la aceptación porque en ella se expresa la docilidad a lo que Dios hace en nosotros y decir “hágase en mí” y confiar. El don de acogida, de no poner resistencia es el don principal que el Espíritu Santo pone en María. Pidamos nosotros al Espíritu Santo el don de la docilidad, de no endurecernos, de no ponerle condiciones a Dios, de no pretenderle decir a Dios como tiene que hacer las cosas, sino tener plena confianza y docilidad.

. Se dice que hay dos formas de presentarse delante de Dios, una cuando uno firma un cheque en blanco y se lo ofrece a Dios y le dice “Señor ahí está mi firma, pon lo que quieras”, y la otra forma es la de quien coge el cheque, rellena la cantidad, la fecha, el lugar del cobro y se lo presenta a Dios para que se lo firme, y le pide que Dios firme lo que uno ha escrito”. Esta doble forma marca dos estilos muy distintos en la espiritualidad, pues muchas veces vamos con el cheque relleno y pretendemos que Dios nos lo firme y corrobore mi plan, en lugar de que mi actitud sea “firmo el cheque y lo que tú quieras yo también lo quiero”, éste es el estilo de María. Así lo primero es que Dios nos inspire y que no sea una ocurrencia o cabezonada mía, y lo segundo es que Dios lo sostenga y acompañe. Cuando se tiene muy claro que la iniciativa es de Dios, y que es Dios el que hace su obra de santificación en nosotros, y que la santidad no es hacerle sombra a Dios. 

Punto 723 En María el Espíritu Santo realiza el designio benevolente del Padre. La Virgen concibe y da a luz al Hijo de Dios por obra del Espíritu Santo. Su virginidad se convierte en fecundidad única por medio del poder del Espíritu y de la fe (cf. Lc 1, 26-38; Rm 4, 18-21;Ga 4, 26-28).


. Curiosamente, el hecho de que Dios quisiera hacer a una virgen fecunda, engarza con el Antiguo Testamento donde muchos de los profetas fueron concebidos de madres estériles, como el caso de Juan Bautista o el caso de Isaac hijo de Abraham. Es decir, para manifestar que el profeta es un don de Dios, muchas veces Dios elige una madre estéril. Ahora bien en el caso de María no es el caso de una madre estéril, sino que es concebido sin concurso de varón, de una manera virginal para subrayar la total iniciativa de Dios y que hay una desproporción muy grande entre el don de Dios y la colaboración del hombre, es decir, es un don que supera la carne y cualquier mérito humano, es algo dado inmerecidamente.

lunes, 21 de diciembre de 2015

Catecismo 717-720. El Espíritu de Cristo en la plenitud de los tiempos. Juan, Precursor, Profeta y Bautista

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Punto 717 "Hubo un hombre, enviado por Dios, que se llamaba Juan. (Jn 1, 6). Juan fue "lleno del Espíritu Santo ya desde el seno de su madre" (Lc 1, 15. 41) por obra del mismo Cristo que la Virgen María acababa de concebir del Espíritu Santo. La "Visitación" de María a Isabel se convirtió así en "visita de Dios a su pueblo" (Lc 1, 68).

. Hemos visto cómo el Espíritu estaba en el tiempo de las promesas en el Antiguo Testamento, y ahora vemos el Espíritu en la plenitud de los tiempos. Antes de verlo en Jesucristo y en la Virgen María, lo encontramos en Juan Bautista, el precursor, el profeta. El Espíritu Santo estaba presente en Juan, fue lleno del Espíritu Santo ya desde el seno de su madre. En Lucas 1,15 “…porque será grande a los ojos del Señor. No beberá vino ni bebida alcohólica; estará lleno del Espíritu Santo desde el seno de su madre”, se nos indica un nacimiento de Juan como obra del Espíritu, dónde Zacarías permanece mudo hasta que su hijo Juan naciese, es purificado por su incredulidad en esa mutez para que crea en el poder del Espíritu. Zacarías manifiesta al pueblo por revelación de Dios, que el nombre que va a poner a su hijo es el de Juan por medio de una tablilla pues estaba mudo. Se extrañan sus contemporáneos pues ninguno de su familia se llamaba así, cuando la costumbre generalizada era poner un nombre de alguno de sus antepasados, y éste es un signo de Dios como una iniciativa o elección de Dios.     

Punto 718 Juan es "Elías que debe venir" (Mt 17, 10-13): El fuego del Espíritu lo habita y le hace correr delante [como "precursor"] del Señor que viene. En Juan el Precursor, el Espíritu Santo culmina la obra de "preparar al Señor un pueblo bien dispuesto" (Lc 1, 17).

. En Mateo 17,10-13 vemos “Entonces los discípulos le preguntaron: «¿Por qué dicen los escribas que primero debe venir Elías?». El respondió: «Sí, Elías debe venir a poner en orden todas las cosas; pero les aseguro que Elías ya ha venido, y no lo han reconocido, sino que hicieron con él lo que quisieron. Y también harán padecer al Hijo del hombre”, entonces los discípulos comprendieron que se refería a Juan Bautista. Es decir, que existía una tradición proveniente desde el Antiguo Testamento que hablaba del retorno de Elías. Elías fue el gran profeta del Antiguo Testamento, y había una profecía que decía que Elías retornaría, que el Espíritu Santo iluminaría a otro profeta, y Jesús lo dice: “volvió Elías y no le recibisteis y el Espíritu de Elías volvió de nuevo en Juan Bautista…”. Es en Juan en quien se cumple esa profecía, Juan es aquél en el que el Espíritu Santo culmina la obra de preparar al Señor un pueblo bien dispuesto, dice Lucas 1,17 “Precederá al Señor con el espíritu y el poder de Elías, para reconciliar a los padres con sus hijos y atraer a los rebeldes a la sabiduría de los justos, preparando así al Señor un Pueblo bien dispuesto”.

Punto 719 Juan es "más que un profeta" (Lc 7, 26). En él, el Espíritu Santo consuma el "hablar por los profetas". Juan termina el ciclo de los profetas inaugurado por Elías (cf. Mt 11, 13-14). Anuncia la inminencia de la consolación de Israel, es la "voz" del Consolador que llega (Jn1, 23; cf. Is 40, 1-3). Como lo hará el Espíritu de Verdad, "vino como testigo para dar testimonio de la luz" (Jn 1, 7; cf. Jn 15, 26; 5, 33). Con respecto a Juan, el Espíritu colma así las "indagaciones de los profetas" y la ansiedad de los ángeles (1 P 1, 10-12): "Aquél sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo. Y yo lo he visto y doy testimonio de que éste es el Hijo de Dios [...] He ahí el Cordero de Dios" (Jn 1, 33-36).

. En Juan 1,33-36, Juan bautista dice a sus discípulos que Aquél sobre el que veas que baja el Espíritu Santo y se queda sobre él, ese es el que bautiza con el Espíritu Santo… podemos decir que Juan bautista es el culmen del profetismo del Antiguo Testamento, en él se consuma el hablar por los profetas, confesamos en nuestro credo que el Espíritu Santo habló por los profetas, el profetismo es un instrumento del Espíritu de Yahveh. La clave está en discernir quien es verdadero profeta y quien es falso profeta, y una de las tareas de la Iglesia es la de discernir donde está el Espíritu Santo en los profetas  para distinguir al verdadero profeta del falso.

. Juan bautista dice que es la voz que clama en el desierto, pero el Señor es la palabra, Juan es una voz pasajera y Cristo es la palabra eterna. Una manera de discernir un verdadero profeta es ver si busca ser voz pero no palabra, aquél que busca prestarle su voz a Jesucristo, sin interferir con sus palabras o ideología en el mensaje de Jesucristo. Los líderes de sectas lo que hacen es confundir la voz con la palabra, hacen que su voz se constituya en palabra, y no predican la palabra de Dios sino que predican su propia ideología. No se basan en la Sagrada Escritura, sino que la aprovechan para introducir sus ideologías. El falso profeta es el que confunde la voz con la palabra, abusa del pueblo de Dios que acude a él como si de un verdadero profeta se tratase para introducir su propia palabra y mezclarla con la palabra de Dios. Lo propio del verdadero profeta es desaparecer una vez que la palabra ha tomado el puesto central, el verdadero profeta se oculta a los ojos del mundo, no busca protagonismo, no sabe dar a Jesucristo la centralidad.

. Todos tenemos que pedir a Dios ser voz de Cristo por la que el Señor hable a los demás, tenemos que pedir al Espíritu Santo que nuestra voz no distorsione la palabra, que no diga ni más ni menos que la palabra, ser la voz fiel que proclama la palabra.  

Punto 720 En fin, con Juan Bautista, el Espíritu Santo, inaugura, prefigurándolo, lo que realizará con y en Cristo: volver a dar al hombre la "semejanza" divina. El bautismo de Juan era para el arrepentimiento, el del agua y del Espíritu será un nuevo nacimiento (cf. Jn 3, 5).


. Juan 3.5: “respondió Jesús, en verdad te digo: el que no nazca del agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios”, el bautismo de Juan era una petición a Dios del perdón de los pecados y el bautismo de Jesús es conceder el don de la regeneración del hombre, el primero es una súplica, y el segundo nos hace hombres nuevos, encontramos en el segundo el agua viva que calma nuestra sed que solo es saciada en el don del Espíritu que es Jesús. 

jueves, 17 de diciembre de 2015

Catecismo 707-716. El Espíritu Santo y la palabra de Dios en el tiempo de las promesas. El E.S. en el Antiguo Testamento

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En las Teofanías y en la Ley

Punto 707 Las Teofanías [manifestaciones de Dios] iluminan el camino de la Promesa, desde los Patriarcas a Moisés y desde Josué hasta las visiones que inauguran la misión de los grandes profetas. La tradición cristiana siempre ha reconocido que, en estas Teofanías, el Verbo de Dios se dejaba ver y oír, a la vez revelado y "cubierto" por la nube del Espíritu Santo.

Punto 708 Esta pedagogía de Dios aparece especialmente en el don de la Ley (cf. Ex 19-20; Dt 1-11; 29-30), que fue dada como un "pedagogo" para conducir al Pueblo hacia Cristo (Ga 3, 24). Pero su impotencia para salvar al hombre privado de la "semejanza" divina y el conocimiento creciente que ella da del pecado (cf. Rm 3, 20) suscitan el deseo del Espíritu Santo. Los gemidos de los Salmos lo atestiguan.

. Cómo vemos al Espíritu Santo preparado en el Antiguo Testamento?. Una de las formas es cuando Yahveh da la ley a su pueblo, una ley escrita en tablas de piedra, una alianza de Yahveh con su pueblo. Fue un compromiso donde el pueblo se compromete a cumplir esa ley y Yahveh se compromete a no apartarse jamás de ese pueblo. Esa ley ponía en evidencia la impotencia del hombre para poder cumplirla por la pérdida de la semejanza con Dios en el pecado original. Romanos 3,20 nos dice “Porque a los ojos de Dios, nadie será justificado por las obras de la Ley, ya que la Ley se limita a hacernos conocer el pecado”, es decir, la ley por sí sola es hacernos conscientes que no somos capaces de vivir según la voluntad de Dios, la ley deja al descubierto nuestro pecado.

. Hacemos cosas que no queremos hacer y nos proponemos cosas que luego no somos capaces de hacer. Esto formó parte en el plan de Yahveh para que el hombre creciese en sed del Espíritu Santo, así Israel fue cayendo en cuenta de que no le bastaba con una ley escrita en unas tablas de piedra, sin embargo el espíritu de Yahveh capacita al hombre para que el cumplimiento de la ley no sea algo pesado sino algo gozoso para el hombre, para que no sea un peso sino una liberación. Escribe la ley en nuestros corazones como fruto del Espíritu Santo.

. Cuando se ven preceptos, mandamientos y prohibiciones en la ley de Dios, que nos resultan antipáticos, pues me manda lo que no me apetece y me prohíbe lo que me apetece, ahí tenemos una percepción muy carnal de ver la ley de Dios, es una sensación donde falta el Espíritu Santo, y uno todavía no ha experimentado que la ley de Dios no solo es la voluntad de Dios sino que es también el bien del hombre, y esto lo hace entender el Espíritu Santo. El hombre carnal piensa que las cosas son pecado porque están prohibidas de forma caprichosa por el legislador, sin embargo el hombre espiritual piensa que son pecado porque hacen daño al hombre, la ley no es un precepto caprichoso de Yahveh, las cosas no están prohibidas porque son pecado, sino que son pecado porque hacen daño al hombre. El Espíritu Santo capacita para entender que la ley es el bien del hombre y al mismo tiempo da la fuerza para poderla cumplir gozosamente sin que sea un yugo que aplaste al hombre.   

jueves, 10 de diciembre de 2015

Catecismo 702-706. El Espíritu Santo y la palabra de Dios en el tiempo de las promesas

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Punto 702 Desde el comienzo y hasta "la plenitud de los tiempos" (Ga 4, 4), la Misión conjunta del Verbo y del Espíritu del Padre permanece oculta pero activa. El Espíritu de Dios preparaba entonces el tiempo del Mesías, y ambos, sin estar todavía plenamente revelados, ya han sido prometidos a fin de ser esperados y aceptados cuando se manifiesten. Por eso, cuando la Iglesia lee el Antiguo Testamento (cf. 2 Co 3, 14), investiga en él (cf. Jn 5, 39-46) lo que el Espíritu, "que habló por los profetas" (Símbolo Niceno-Constantinopolitano: DS 150), quiere decirnos acerca de Cristo.
Por "profetas", la fe de la Iglesia entiende aquí a todos los que fueron inspirados por el Espíritu Santo en el vivo anuncio y en la redacción de los Libros Santos, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento. La tradición judía distingue la Ley [los cinco primeros libros o Pentateuco], los Profetas [que nosotros llamamos los libros históricos y proféticos] y los Escritos [sobre todo sapienciales, en particular los Salmos] (cf. Lc 24, 44).

. La primera afirmación que hay en este punto, hace referencia a la plenitud de los tiempos, que está en Jesucristo. Jesús dice a los fariseos “muchos (en el Antiguo Testamento) soñaron con ver lo que vosotros estáis viendo y murieron sin verlo” y se refiere a que muchos desearon y suspiraron por ver el cumplimiento de las promesas pero murieron sin verlo, y a vosotros fariseos os ha tocado ver este momento de plenitud de los tiempos en Jesucristo y sin embargo no lo apreciáis. Es la controversia que mantiene Jesús con los fariseos. Antes de esto, el Verbo y el Espíritu Santo estaban ocultos pero activos, no están plenamente revelados pero ya han sido prometidos para que sean esperados y aceptados cuando se revelen. Por ejemplo, cuando Jesús nos dice “conviene que yo me vaya para que venga el Espíritu Santo, el Paráclito,…”

. Si no se entiende que todo el Antiguo Testamento era una espera a la llegada de Jesucristo, que formaba parte de una pedagogía de Dios en su revelación hasta llegar la plenitud de los tiempos en Jesucristo y en Pentecostés en el Espíritu Santo, pues entonces uno no entiende el Antiguo Testamento. Así lo vemos en 2ª Corintios 3,14 “Pero se les oscureció el entendimiento, y ese mismo velo permanece hasta el día de hoy en la lectura del Antiguo Testamento, porque es Cristo el que lo hace desaparecer”. Algo similar ocurre con los dos de Emaús, a los que se les cae el velo al revelarse Jesucristo al partir el pan. Toda la Sagrada Escritura estaba conducida a desvelar, a revelarnos el misterio oculto de Dios. Tenemos la gracia de que en esta plenitud de los tiempos hemos conocido al Padre, hemos conocido al Hijo, hemos conocido al Espíritu Santo.

Punto 703 La Palabra de Dios y su Soplo están en el origen del ser y de la vida de toda creatura (cf.Sal 33, 6; 104, 30; Gn 1, 2; 2, 7; Qo 3, 20-21; Ez 37, 10):
«Es justo que el Espíritu Santo reine, santifique y anime la creación porque es Dios consubstancial al Padre y al Hijo [...] A Él se le da el poder sobre la vida, porque siendo Dios guarda la creación en el Padre por el Hijo» (Oficio Bizantino de las Horas. Maitines del Domingo según el modo segundo. Antífonas 1 y 2).

. El Catecismo continúa como rastreando aquéllas partes del Antiguo Testamento en las que de una manera velada se está hablando ya de la manifestación del Verbo y del Espíritu Santo y así para que comenzásemos a entender el misterio del Espíritu Santo y del Verbo ocultos en el Antiguo Testamento todavía no plenamente manifestados. Por ejemplo, en el Salmo 33,6 ”por la palabra de Yahveh fueron hechos los cielos, por el soplo de su boca todo lo creado”, donde la tradición cristiana percibe una referencia velada y oculta al Espíritu Santo. En el inicio de la Sagrada Escritura, en Génesis 1,2, ”Al principio Dios creó el cielo y la tierra. La tierra era algo informe y vacío, las tinieblas cubrían el abismo, y el soplo de Dios se cernía sobre las aguas”, se sugiere la presencia del Espíritu Santo en la creación. En la creación, aunque se la apropiemos especialmente al Padre, intervienen indistintamente el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. En Génesis 2,7 “Entonces el Señor Dios modeló al hombre con arcilla del suelo y sopló en su nariz un aliento de vida. Así el hombre se convirtió en un ser viviente”, es otra referencia a la que también la tradición cristiana ha visto una insinuación del Espíritu Santo. Puede ser entendida esta referencia como la creación del alma. Hay muchas referencias en las escrituras sobre la presencia oculta del Espíritu del Verbo.  

Punto 704 "En cuanto al hombre, Dios lo formó con sus propias manos [es decir, el Hijo y el Espíritu Santo] Y Él dibujó trazó sobre la carne moldeada su propia forma, de modo que incluso lo que fuese visible llevase la forma divina» (San Ireneo de Lyon, Demonstratio praedicationis apostolicae, 11: SC 62, 48-49).

. Esta imagen de san Ireneo habla del Espíritu Santo y del Verbo como las manos de Dios, es decir, Dios Padre tiene dos manos, una es el Hijo y la otra el Espíritu Santo, y con esas dos manos moldea al hombre, crea al hombre dejando impresa su huella en nuestro ser.

Punto 705 Desfigurado por el pecado y por la muerte, el hombre continua siendo "a imagen de Dios", a imagen del Hijo, pero "privado de la Gloria de Dios" (Rm 3, 23), privado de la "semejanza". La Promesa hecha a Abraham inaugura la Economía de la Salvación, al final de la cual el Hijo mismo asumirá "la imagen" (cf. Jn 1, 14; Flp 2, 7) y la restaurará en "la semejanza" con el Padre volviéndole a dar la Gloria, el Espíritu "que da la Vida".

. Dice el libro del Génesis que el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios, luego vino el pecado del hombre, y san Ireneo y los padres de la iglesia lo que interpretan es que al romper el hombre con Dios tras el pecado, se rompe la semejanza con Dios. Sigue siendo imagen de Dios pero no la semejanza, ha perdido la semejanza de Dios. Tras el pecado hay algo que se ha borrado, pero hay algo que permanece, hay una ruptura de la amistad con Dios pero uno no deja de ser hijo de Dios, sigue teniendo impresas en su ser las huellas de Dios.

. En Romanos 3,23 se dice “todos pecaron y están privados de la gloria de Dios”, es decir, esa semejanza que hemos perdido por el pecado es estar privados de la gloria de Dios, ésta no habita en nosotros. Sin embargo, en Jesucristo volveremos a recuperar la imagen que habíamos perdido, él la recupera para nosotros. Juan 1,14 “y la palabra se hizo carne, y puso su morada en nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como hijo único”,  es decir, en Jesucristo el hombre recupera la semejanza, la gloria que había perdido por el pecado. Cristo se hace semejante a los hombres y nosotros volvemos a ser semejantes a Dios.

Punto 706 Contra toda esperanza humana, Dios promete a Abraham una descendencia, como fruto de la fe y del poder del Espíritu Santo (cf. Gn 18, 1-15; Lc 1, 26-38. 54-55; Jn 1, 12-13; Rm4, 16-21). En ella serán bendecidas todas las naciones de la tierra (cf. Gn 12, 3). Esta descendencia será Cristo (cf. Ga 3, 16) en quien la efusión del Espíritu Santo formará "la unidad de los hijos de Dios dispersos" (cf. Jn 11, 52). Comprometiéndose con juramento (cf.Lc 1, 73), Dios se obliga ya al don de su Hijo Amado (cf. Gn 22, 17-19; Rm 8, 32;Jn 3, 16) y al don del "Espíritu Santo de la Promesa, que es prenda ... para redención del Pueblo de su posesión" (Ef 1, 13-14; cf. Ga 3, 14).

. Génesis 22,17-19 dice: “Luego el Angel del Señor llamó por segunda vez a Abraham desde el cielo, y le dijo: Juro por mí mismo –oráculo del Señor–: porque has obrado de esa manera y no me has negado a tu hijo único, yo te colmaré de bendiciones y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar. Tus descendientes conquistarán las ciudades de sus enemigos, y por tu descendencia se bendecirán todas las naciones de la tierra, ya que has obedecido mi voz”, es decir, tras la ofrenda que Abraham hace de su hijo Isaac, que estaba dispuesto a sacrificarle, Dios se compromete con Abraham. Dios se está comprometiendo con Abraham a enviar a su Hijo y al Espíritu Santo.


. O en Gálatas 3,14 “Y esto, para que la bendición de Abraham alcanzara a todos los paganos en Cristo Jesús, y nosotros recibiéramos por la fe el Espíritu prometido”, es decir, cuando Dios estaba bendiciendo a Abraham y le estaba diciendo que hará por él una descendencia numerosa, le estaba prometiendo a Abraham la llegada del Verbo y del Espíritu Santo. Podemos ver pues como la Santísima Trinidad estaba presente desde el comienzo de la Sagrada Escritura, oculta pero estaba actuando.  

lunes, 7 de diciembre de 2015

Catecismo 698-701. El nombre, los apelativos y los símbolos del Espíritu Santo. Símbolos del Espíritu Santo II

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Punto 698 El sello es un símbolo cercano al de la unción. En efecto, es Cristo a quien "Dios ha marcado con su sello" (Jn 6, 27) y el Padre nos marca también en él con su sello (2 Co 1, 22;Ef 1, 13; 4, 30). Como la imagen del sello [sphragis] indica el carácter indeleble de la Unción del Espíritu Santo en los sacramentos del Bautismo, de la Confirmación y del Orden, esta imagen se ha utilizado en ciertas tradiciones teológicas para expresar el "carácter" imborrable impreso por estos tres sacramentos, los cuales no pueden ser reiterados.

. El sello es una imagen cercana a la de la unción, el efecto que hace el Espíritu Santo cuando somos ungidos es sellarnos en nuestra alma, con un sello imborrable de Dios en nuestra alma. Al igual que en un rebaño un pastor ha marcado a sus terneros con un sello, Dios nos marca, nos deja una huella imborrable en nuestra alma, es el sello que el Espíritu Santo ha imprimido en nosotros, de que somos de Dios.

. Jesús está marcado por el sello, en Juan 6,27 “trabajen, no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre; porque es él a quien Dios, el Padre, marcó con su sello”. El sello del Espíritu Santo nos marca para siempre.  En la segunda carta a los Corintios 1,22 “Y es Dios el que nos reconforta en Cristo, a nosotros y a ustedes; el que nos ha ungido, el que también nos ha marcado con su sello y ha puesto en nuestros corazones las primicias del Espíritu”. En el pasaje del hijo pródigo que vuelve a casa de su padre, comprueba que el hijo no podía nunca dejar de ser hijo porque ser hijo está marcado en el ser de la persona. Una vez que somos hijos no podemos pasar a ser otra cosa. En los sacramentos del bautismo, confirmación y del orden, quedamos marcados, sellados, tienen un carácter que no se borra, es indeleble. Cuando uno es bautizado, ya estás sellado, ya eres hijo de Dios, ese sello no se ha borrado nunca, el bautismo no se puede repetir, igual que uno no se puede borrar del bautismo.  

Punto 699 La mano. Imponiendo las manos Jesús cura a los enfermos (cf. Mc 6, 5; 8, 23) y bendice a los niños (cf. Mc 10, 16). En su Nombre, los Apóstoles harán lo mismo (cf. Mc 16, 18; Hch5, 12; 14, 3). Más aún, mediante la imposición de manos de los Apóstoles el Espíritu Santo nos es dado (cf. Hch 8, 17-19; 13, 3; 19, 6). En la carta a los Hebreos, la imposición de las manos figura en el número de los "artículos fundamentales" de su enseñanza (cf. Hb 6, 2). Este signo de la efusión todopoderosa del Espíritu Santo, la Iglesia lo ha conservado en sus epíclesis sacramentales.

. Marcos 6,5 “Y no pudo hacer allí ningún milagro, fuera de curar a unos pocos enfermos, imponiéndoles las manos”, Jesús con sus manos impone las manos y cura, y el Espíritu Santo ha pasado a simbolizar las manos de Jesús. En Marcos 8,23 “El tomó al ciego de la mano y lo condujo a las afueras del pueblo. Después de poner la saliva en los ojos e imponerle las manos, Jesús le preguntó: «¿Ves algo?». El ciego, que comenzaba a ver, le respondió: «Veo hombres, como si fueran árboles que caminan». Jesús le puso nuevamente las manos sobre los ojos, y el hombre recuperó la vista. Así quedó curado y veía todo con claridad“. Esas manos simbolizan espiritualmente la caricia del Espíritu Santo. En su nombre los apóstoles harán lo mismo, impondrán las manos y curarán: Marcos 16,18 “Entonces les dijo: «Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará. Y estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán a los demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas; podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los curarán“, Jesús pone el signo de la imposición al mismo nivel que el exorcismo, que la expulsión de los demonios. Los apóstoles ejercieron la imposición de las manos no solo para la sanación sino que también daban el mismo don del Espíritu: en Hechos 8,17-19 “Entonces les impusieron las manos y recibieron el Espíritu Santo. Al ver que por la imposición de las manos de los Apóstoles se confería el Espíritu Santo, Simón les ofreció dinero, diciéndoles: Les ruego que me den ese poder a mí también, para que aquel a quien yo imponga las manos reciba el Espíritu Santo”.

. El momento cumbre del sacramento de la confirmación es cuando se imponen las manos sobre los confirmados simbolizando la trasmisión del Espíritu Santo. Esta misma imposición se hace en el sacramento de la unción de los enfermos. La imposición de las manos es imagen de la trasmisión del Espíritu Santo. En todos los sacramentos se ha conservado una especie de epíclesis o invocación del Espíritu Santo cuando por ejemplo el sacerdote en la eucaristía extiende las manos sobre el pan y el vino pidiendo que el Espíritu Santo venga sobre el pan y el vino para convertirlo en el cuerpo y la sangre del Señor.

. El Catecismo hace referencia a Hebreos 6,2 “Por eso, dejando a un lado la enseñanza elemental sobre Cristo, vayamos a lo más perfecto, sin volver otra vez sobre las verdades fundamentales, como el arrepentimiento por las obras que llevan a la muerte y la fe en Dios. la instrucción sobre los bautismos y la imposición de las manos, la resurrección de los muertos y el juicio eterno”, donde llama la atención que se hable de la imposición de las manos como uno de los artículos fundamentales de la enseñanza, a un nivel comparativo con la resurrección, el juicio eterno…, es decir, qué importancia tenía la imposición de las manos en la primitiva comunidad cristiana, más que entre nosotros.

Punto 700 El dedo. "Por el dedo de Dios expulso yo [Jesús] los demonios" (Lc 11, 20). Si la Ley de Dios ha sido escrita en tablas de piedra "por el dedo de Dios" (Ex 31, 18), la "carta de Cristo" entregada a los Apóstoles "está escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en las tablas de carne del corazón" (2 Co 3, 3). El himno Veni Creator invoca al Espíritu Santo como dextrae Dei Tu digitus ("dedo de la diestra del Padre").

. Hay algunos versículos donde se utiliza la imagen del dedo por ejemplo en Lucas 11,20  “por el dedo de Dios expulso yo los demonios”. La imagen del dedo no es más que una extensión de la imagen de la mano.

Punto 701 La paloma. Al final del diluvio (cuyo simbolismo se refiere al Bautismo), la paloma soltada por Noé vuelve con una rama tierna de olivo en el pico, signo de que la tierra es habitable de nuevo (cf. Gn 8, 8-12). Cuando Cristo sale del agua de su bautismo, el Espíritu Santo, en forma de paloma, baja y se posa sobre él (cf. Mt 3, 16 paralelos). El Espíritu desciende y reposa en el corazón purificado de los bautizados. En algunos templos, la Santa Reserva eucarística se conserva en un receptáculo metálico en forma de paloma (el columbarium), suspendido por encima del altar. El símbolo de la paloma para sugerir al Espíritu Santo es tradicional en la iconografía cristiana.

. El símbolo de la paloma es el símbolo del Espíritu Santo más popular. Cuando Cristo sale del agua de su bautismo, el Espíritu Santo en forma de paloma baja y se posa sobre él. Mateo 3,16 “Apenas fue bautizado, Jesús salió del agua. En ese momento se abrieron los cielos, y vio al Espíritu de Dios descender como una paloma y dirigirse hacia él “. El Espíritu Santo desciende y reposa en el corazón purificado de los bautizados, éstos son pues templo del Espíritu Santo.


. A los primitivos sagrarios en muchas partes de la iglesia católica se les llamaba columbario. Un columbario es una imagen de una paloma hueca por dentro que tiene en el pecho una pequeña puerta dentro de la cual se coloca la eucaristía.

jueves, 3 de diciembre de 2015

Catecismo 695-697. El nombre, los apelativos y los símbolos del Espíritu Santo. Símbolos del Espíritu Santo I

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Punto 695 La unción. El simbolismo de la unción con el óleo es también significativo del Espíritu Santo, hasta el punto de que se ha convertido en sinónimo suyo (cf. 1 Jn 2, 20. 27; 2 Co 1, 21). En la iniciación cristiana es el signo sacramental de la Confirmación, llamada justamente en las Iglesias de Oriente "Crismación". Pero para captar toda la fuerza que tiene, es necesario volver a la Unción primera realizada por el Espíritu Santo: la de Jesús. Cristo ["Mesías" en hebreo] significa "Ungido" del Espíritu de Dios. En la Antigua Alianza hubo "ungidos" del Señor (cf. Ex 30, 22-32), de forma eminente el rey David (cf. 1 S 16, 13). Pero Jesús es el Ungido de Dios de una manera única: la humanidad que el Hijo asume está totalmente "ungida por el Espíritu Santo". Jesús es constituido "Cristo" por el Espíritu Santo (cf. Lc 4, 18-19; Is 61, 1). La Virgen María concibe a Cristo del Espíritu Santo, quien por medio del ángel lo anuncia como Cristo en su nacimiento (cf. Lc 2,11) e impulsa a Simeón a ir al Templo a ver al Cristo del Señor (cf. Lc 2, 26-27); es de quien Cristo está lleno (cf. Lc 4, 1) y cuyo poder emana de Cristo en sus curaciones y en sus acciones salvíficas (cf. Lc 6, 19; 8, 46). Es él en fin quien resucita a Jesús de entre los muertos (cf. Rm 1, 4; 8, 11). Por tanto, constituido plenamente "Cristo" en su humanidad victoriosa de la muerte (cf. Hch 2, 36), Jesús distribuye profusamente el Espíritu Santo hasta que "los santos" constituyan, en su unión con la humanidad del Hijo de Dios, "ese Hombre perfecto [...] que realiza la plenitud de Cristo" (Ef 4, 13): "el Cristo total" según la expresión de San Agustín (Sermo 341, 1, 1: PL 39, 1493; Ibíd., 9, 11: PL 39, 1499)

. Además del símbolo del agua, hay más símbolos como el del fuego, la paloma, la unción, la nube y la luz, el sello, la mano, el dedo. El símbolo de la unción se ha convertido en sinónimo del Espíritu Santo, en la primera carta de Juan 2,20 dice “Ustedes recibieron la unción del que es Santo, y todos tienen el verdadero conocimiento”, en lugar de decir que estáis llenos del Espíritu Santo dice que estáis ungidos por el Santo, la unción es como ser empapado y penetrado por el Espíritu Santo. Cristo, que significa Mesías en hebreo, también significa el ungido de Dios. En la antigua alianza hubo ungidos del Señor, por ejemplo en Éxodo 30,22-32 “El Señor habló a Moisés en estos términos: Consigue especies aromáticas de la mejor calidad:…..; y prepara con ellos una mezcla aromática, como lo sabe hacer el fabricante de perfumes. Este será el óleo para la unción sagrada. Con él deberás ungir la Carpa del Encuentro, el Arca del Testimonio, la mesa con todos sus utensilios, el candelabro con sus accesorios, el altar de los perfumes, el altar de los holocaustos con todos sus accesorios y la fuente con su base. Así los consagrarás, y serán una cosa santísima. Todo aquello que los toque quedará consagrado. También ungirás a Aarón y a sus hijos, y los consagrarás para que ejerzan mi sacerdocio. Luego hablarás a los israelitas en estos términos: Ustedes emplearán este óleo para la unción sagrada, a lo largo de sus generaciones. El no será derramado sobre el cuerpo de ningún hombre y no se hará ningún otro que tenga la misma composición. Es una cosa santa, y como tal deberán considerarlo”. Es decir, ya en el Antiguo Testamento existía la imagen de ser consagrado por la unción, además el crisma es una mezcla de aceite y perfume, el aceite simboliza la fuerza de Dios, el aceite penetra en nuestra piel, y el perfume simboliza el buen olor de Cristo, el olor a santidad del Espíritu Santo que nos unge. El crisma con el que ungimos en los bautizos o en la confirmación quiere simbolizar la fuerza del Espíritu Santo en esa unción al mismo tiempo que da el buen olor de la santidad.

. En el primer libro de Samuel 16,13 “Samuel tomó el frasco de óleo y lo ungió en presencia de sus hermanos. Y desde aquel día, el espíritu del Señor descendió sobre David”, nos narra la unción del rey David y la venida del Espíritu de Yahveh sobre él. Es la unción con el aceite el signo de esta venida.

. De Jesús emana el Espíritu Santo en sus curaciones como vemos en algunos textos, Lucas 6,19 “y toda la gente quería tocarlo, porque salía de él una fuerza que sanaba a todos” o Lucas 8,46 cuando cura a la mujer con hemorragias “Pero Jesús respondió: «Alguien me ha tocado, porque he sentido que una fuerza salía de mí”. La fuerza que sale de Jesús no es una energía ni nada parecido, sino el Espíritu Santo. Jesús está lleno del Espíritu Santo, está ungido por él, y difunde el Espíritu Santo a todos los que se acercan a él con fe.

Punto 696 El fuego. Mientras que el agua significaba el nacimiento y la fecundidad de la vida dada en el Espíritu Santo, el fuego simboliza la energía transformadora de los actos del Espíritu Santo. El profeta Elías que "surgió [...] como el fuego y cuya palabra abrasaba como antorcha" (Si 48, 1), con su oración, atrajo el fuego del cielo sobre el sacrificio del monte Carmelo (cf. 1 R 18, 38-39), figura del fuego del Espíritu Santo que transforma lo que toca. Juan Bautista, "que precede al Señor con el espíritu y el poder de Elías" (Lc 1, 17), anuncia a Cristo como el que "bautizará en el Espíritu Santo y el fuego" (Lc 3, 16), Espíritu del cual Jesús dirá: "He venido a traer fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviese encendido!" (Lc 12, 49). En forma de lenguas "como de fuego" se posó el Espíritu Santo sobre los discípulos la mañana de Pentecostés y los llenó de él (Hch 2, 3-4). La tradición espiritual conservará este simbolismo del fuego como uno de los más expresivos de la acción del Espíritu Santo (cf. San Juan de la Cruz, Llama de amor viva). "No extingáis el Espíritu"(1 Ts 5, 19).

. Mientras que el agua significa el nacimiento a una vida nueva, Jesús le decía a Nicodemo que hay que nacer del agua y del Espíritu para entrar en el reino de los cielos, el fuego simboliza la energía, la fuerza transformadora de nuestros actos.  El Espíritu Santo trasmite calor, no admite la mediocridad, abrasa con su fuego.

. Juan Bautista nos dice en Lucas 3,16 “Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias; él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego”, es decir, anuncia a Cristo como el que bautizará en el fuego. Existe pues la imagen de bautizar en el agua y en el Espíritu, existe la imagen de bautizar en el fuego y en el Espíritu. Ardemos en el celo de Dios, no permanecemos indiferentes, salimos de la mediocridad. Bajo la forma de lenguas de fuego es como descendió el Espíritu Santo sobre los apóstoles en Pentecostés. San Juan de la Cruz llama al Espíritu Santo como la “llama de amor viva”.

Punto 697 La nube y la luz. Estos dos símbolos son inseparables en las manifestaciones del Espíritu Santo. Desde las teofanías del Antiguo Testamento, la Nube, unas veces oscura, otras luminosa, revela al Dios vivo y salvador, tendiendo así un velo sobre la transcendencia de su Gloria: con Moisés en la montaña del Sinaí (cf. Ex 24, 15-18), en la Tienda de Reunión (cf.Ex 33, 9-10) y durante la marcha por el desierto (cf. Ex 40, 36-38; 1 Co 10, 1-2); con Salomón en la dedicación del Templo (cf. 1 R 8, 10-12). Pues bien, estas figuras son cumplidas por Cristo en el Espíritu Santo. Él es quien desciende sobre la Virgen María y la cubre "con su sombra" para que ella conciba y dé a luz a Jesús (Lc 1, 35). En la montaña de la Transfiguración es Él quien "vino en una nube y cubrió con su sombra" a Jesús, a Moisés y a Elías, a Pedro, Santiago y Juan, y «se oyó una voz desde la nube que decía: "Este es mi Hijo, mi Elegido, escuchadle"» (Lc 9, 34-35). Es, finalmente, la misma nube la que "ocultó a Jesús a los ojos" de los discípulos el día de la Ascensión (Hch 1, 9), y la que lo revelará como Hijo del hombre en su Gloria el Día de su Advenimiento (cf. Lc 21, 27).


. En el libro del Éxodo hay varios pasajes donde aparece el símbolo de la nube, 24,15-18; 33,9-10; 40,36-38, como signo de la presencia de Dios que nos empapa. En el monte Tabor vemos como se formó una nube en el pasaje de la transfiguración como presencia del Espíritu Santo, y es la misma nube la que ocultó a Jesús a los ojos de los discípulos el día de la ascensión. La imagen de la nube es algo que oculta y algo que nos empapa, así es Dios, es trascendente y cercano, nos supera y es más íntimo a nosotros que nosotros mismos. Curiosamente se nos dice en Lucas 21,27 que la llegada final, la parusía se describe en medio de una nube “Entonces se verá al Hijo del hombre venir sobre una nube, lleno de poder y de gloria”.

lunes, 30 de noviembre de 2015

Catecismo 691-694. El nombre, los apelativos y los símbolos del Espíritu Santo

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El nombre propio del Espíritu Santo

Punto 691 "Espíritu Santo", tal es el nombre propio de Aquel que adoramos y glorificamos con el Padre y el Hijo. La Iglesia ha recibido este nombre del Señor y lo profesa en el Bautismo de sus nuevos hijos (cf. Mt 28, 19).
El término "Espíritu" traduce el término hebreo Ruah, que en su primera acepción significa soplo, aire, viento. Jesús utiliza precisamente la imagen sensible del viento para sugerir a Nicodemo la novedad transcendente del que es personalmente el Soplo de Dios, el Espíritu divino (Jn 3, 5-8). Por otra parte, Espíritu y Santo son atributos divinos comunes a las Tres Personas divinas. Pero, uniendo ambos términos, la Escritura, la liturgia y el lenguaje teológico designan la persona inefable del Espíritu Santo, sin equívoco posible con los demás empleos de los términos "espíritu" y "santo".

. El Catecismo está totalmente empapado de la palabra de Dios y vamos a enriquecernos de ello en este punto.  Mateo 28,19 dice “Id pues y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. Se distingue entre apelativos y nombre propio hablando del Espíritu Santo, hay muchísimos apelativos como el fuego, la luz, la paloma, el sello, la nube, la unción ….. pero como nombre propio se recoge el del Espíritu Santo porque está puesto por Jesús al mismo nivel que el del Padre y el Hijo. Por eso nos atrevemos a llamarle a este nombre de Espíritu Santo, nombre propio.

. Nosotros los cristianos hemos sido bautizados en su nombre, en su nombre comenzamos nuestras reuniones cristianos, en sus nombre somos bendecidos. Los términos espíritu y santo se pueden atribuir cada uno por su cuenta, a las tres personas divinas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son espíritu; el Padre es santo, el Hijo es santo y el Espíritu Santo es santo. No podemos decir lo mismo de los otros términos, por ejemplo, el término hijo no puede ser atribuido al Padre pues el Padre es Padre, no es Hijo.

. El Antiguo Testamento está escrito en hebreo y el Nuevo Testamento está escrito en griego. El término espíritu se traduce del término hebreo Ruah que significa “soplo, aire, viento”, que nos sugiere el significado profundo que tiene el texto de Juan 3,5-8 que recoge el dialogo de Jesús con Nicodemo: “Jesús le respondió: «Te aseguro que el que no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, lo que nace de Espíritu es espíritu. No te extrañes de que te haya dicho: «Ustedes tienen que renacer de lo alto». El viento sopla donde quiere: tú oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Lo mismo sucede con todo el que ha nacido del Espíritu»”, este texto nos ilumina mucho cual es el origen de la palabra nacer del Espíritu, el que uno vuelva a nacer. Nacer del Espíritu Santo en el bautismo, nacer del agua y del Espíritu haciendo una clara referencia al bautismo.

Los apelativos del Espíritu Santo

Punto 692 Jesús, cuando anuncia y promete la Venida del Espíritu Santo, le llama el "Paráclito", literalmente "aquel que es llamado junto a uno", advocatus (Jn 14, 16. 26; 15, 26; 16, 7). "Paráclito" se traduce habitualmente por "Consolador", siendo Jesús el primer consolador (cf.1 Jn 2, 1). El mismo Señor llama al Espíritu Santo "Espíritu de Verdad" (Jn 16, 13).

. La traducción literal de paráclito es “aquél que es llamado junto a uno, aquél que es invocado para estar junto a nosotros”, por eso Jesús nos dice que no nos vamos a quedar solos, él va a estar presente en el Espíritu Santo junto a nosotros, no vamos a quedar huérfanos, vamos a sentir la sombra protectora de Dios., nos va a acompañar, a guardar. Así nos lo dice Jesús en el momento de su partida en Juan 14,16 “Y yo rogaré al Padre, y él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes” . Paráclito se traduce también habitualmente por Consolador.

. En 1ª Juan 2,1 nos dice que Jesús aboga por nosotros ante el Padre cuando pecamos. Jesús es el primer consolador, pero el Espíritu Santo es el consolador que nos está aliviando nuestras heridas, nos consuela en nuestras dificultades, en nuestros agobios. Igual que Jesús sintió el consuelo en Getsemaní, sintamos el consuelo nosotros del Espíritu Santo.

. Otro apelativo del Espíritu Santo es el Espíritu de la Verdad, en Juan 16,13 “Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo”, el Espíritu Santo no nos consuela en sueños en los que nos podamos refugia, sino que nos consuela en la Verdad.

Punto 693 Además de su nombre propio, que es el más empleado en el libro de los Hechos y en las cartas de los Apóstoles, en San Pablo se encuentran los siguientes apelativos: el Espíritu de la promesa (Ga 3, 14; Ef 1, 13), el Espíritu de adopción (Rm 8, 15; Ga 4, 6), el Espíritu de Cristo (Rm 8, 11), el Espíritu del Señor (2 Co 3, 17), el Espíritu de Dios (Rm 8, 9.14; 15, 19;1 Co 6, 11; 7, 40), y en San Pedro, el Espíritu de gloria (1 P 4, 14).

. Todos estos apelativos los encontramos en san Pablo y en san Pedro, por ejemplo en Gálatas 3,14 “Y esto, para que la bendición de Abraham alcanzara a todos los paganos en Cristo Jesús, y nosotros recibiéramos por la fe el Espíritu prometido”, en Romanos 8,15 “ustedes no han recibido un espíritu de esclavos para volver a caer en el temor, sino el espíritu de hijos adoptivos, que nos hace llamar a Dios”, en Romanos 8,11 “Y si el Espíritu de aquel que resucitó a Jesús habita en ustedes, el que resucitó a Cristo Jesús también dará vida a sus cuerpos mortales, por medio del mismo Espíritu que habita en ustedes”,  en 1ª Pedro 4,14 “Felices si son ultrajados por el nombre de Cristo, porque el Espíritu de gloria, el Espíritu de Dios, reposa sobre ustedes”.


Los símbolos del Espíritu Santo

Punto 694 El agua. El simbolismo del agua es significativo de la acción del Espíritu Santo en el Bautismo, ya que, después de la invocación del Espíritu Santo, ésta se convierte en el signo sacramental eficaz del nuevo nacimiento: del mismo modo que la gestación de nuestro primer nacimiento se hace en el agua, así el agua bautismal significa realmente que nuestro nacimiento a la vida divina se nos da en el Espíritu Santo. Pero "bautizados [...] en un solo Espíritu", también "hemos bebido de un solo Espíritu"(1 Co 12, 13): el Espíritu es, pues, también personalmente el Agua viva que brota de Cristo crucificado (cf. Jn 19, 34; 1 Jn 5, 8) como de su manantial y que en nosotros brota en vida eterna (cf. Jn 4, 10-14; 7, 38; Ex 17, 1-6; Is 55, 1; Za 14, 8; 1 Co 10, 4; Ap 21, 6; 22, 17).

. Si no somos gestados en el Espíritu Santo no podemos nacer a la vida eterna. Igual que si no hemos sido gestados en el agua, en el seno de nuestra madre, no nacemos a esta vida. Esta es una profunda comparación que hace el Catecismo. 1ª Corintios 12,13 nos dice “Porque todos hemos sido bautizados en un solo Espíritu para formar un solo Cuerpo –judíos y griegos, esclavos y hombres libres– y todos hemos bebido de un mismo Espíritu”.


. En el texto de Juan 19,34 “uno de los soldados le atravesó el costado con la lanza, y en seguida brotó sangre y agua”, la Iglesia siempre ha visto en esa agua la imagen del Espíritu Santo. Juan 7,37 “El último día, el más solemne de la fiesta, Jesús, poniéndose de pie, exclamó: «El que tenga sed, venga a mí; y beba el que cree en mí». Como dice la Escritura: "De su seno brotarán manantiales de agua viva". Juan 4,10-14 “Jesús le respondió: «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: «Dame de beber», tú misma se lo hubieras pedido, y él te habría dado agua viva». «Señor, le dijo ella, no tienes nada para sacar el agua y el pozo es profundo. ¿De dónde sacas esa agua viva? ¿Eres acaso más grande que nuestro padre Jacob, que nos ha dado este pozo, donde él bebió, lo mismo que sus hijos y sus animales?». Jesús le respondió: «El que beba de esta agua tendrá nuevamente sed, pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más volverá a tener sed. El agua que yo le daré se convertirá en él en manantial que brotará hasta la Vida eterna»”. Tenemos que pensar que en el Espíritu Santo encontramos un manantial de agua de vida, tengamos sed del agua viva, sed del Espíritu Santo.

viernes, 27 de noviembre de 2015

Catecismo 689-690. La misión conjunta del Hijo y del Espíritu

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Punto 689 Aquel al que el Padre ha enviado a nuestros corazones, el Espíritu de su Hijo (cf. Ga 4, 6) es realmente Dios. Consubstancial con el Padre y el Hijo, es inseparable de ellos, tanto en la vida íntima de la Trinidad como en su don de amor para el mundo. Pero al adorar a la Santísima Trinidad vivificante, consubstancial e indivisible, la fe de la Iglesia profesa también la distinción de las Personas. Cuando el Padre envía su Verbo, envía también su Aliento: misión conjunta en la que el Hijo y el Espíritu Santo son distintos pero inseparables. Sin ninguna duda, Cristo es quien se manifiesta, Imagen visible de Dios invisible, pero es el Espíritu Santo quien lo revela.

. El Catecismo nos presenta el misterio de Dios desde una visión personal, no habla tanto de Dios de forma impersonal como si hablase de una esencia divina, sino de Dios que se relaciona con nosotros como Padre, como Hijo, como Espíritu Santo. Son las personas divinas las que entran en contacto con nosotros. Partimos del Padre como un principio sin principio, nadie le ha infundado a él. No partimos pues de una esencia, sino que partimos de una persona, del Padre. Cuando hablamos de Dios sin decir Padre, Hijo o Espíritu Santo, entendemos que nos referimos a Dios Padre.

. Es conveniente distinguir lo siguiente para una mejor comprensión. Las misiones, se refiere al envío del Hijo o del Espíritu Santo a nosotros. Por ejemplo, en la encarnación tuvo lugar la misión del Hijo, el envío del Padre al Hijo; en Pentecostés se produjo la misión del Espíritu, es enviado el Espíritu Santo. Por tanto misiones es el envío de las personas divinas a nosotros. Procesiones, es lo que tiene lugar en el interior de Dios. Por ejemplo igual que el Padre y el Hijo enviaron el Espíritu Santo en Pentecostés, en el seno de la Trinidad está teniendo lugar ese amor mutuo que está infundiendo el Espíritu Santo entre ellos.  Las misiones son envíos hacia nosotros y las procesiones son las relaciones entre las personas divinas en el seno de la Trinidad. Conocemos lo que pasa en el seno de la Trinidad porque ha habido una misión del Hijo y del Espíritu Santo hacia nosotros.

. Por tanto nosotros cuando celebramos la encarnación el 25 de marzo, el envío del Verbo y cuando celebramos Pentecostés, el envío del Espíritu Santo, aparte de celebrar el acontecimiento de amor hacia nosotros, estamos asomándonos a lo que ocurre en el seno de la Trinidad. Desde las misiones accedemos a las procesiones intratrinitarias, y desde éstas comprendemos la esencia de Dios: tres personas distintas y un solo Dios verdadero.

Punto 690 Jesús es Cristo, "ungido", porque el Espíritu es su Unción y todo lo que sucede a partir de la Encarnación mana de esta plenitud (cf. Jn 3, 34). Cuando por fin Cristo es glorificado (Jn 7, 39), puede a su vez, de junto al Padre, enviar el Espíritu a los que creen en él: Él les comunica su Gloria (cf. Jn 17, 22), es decir, el Espíritu Santo que lo glorifica (cf. Jn 16, 14). La misión conjunta se desplegará desde entonces en los hijos adoptados por el Padre en el Cuerpo de su Hijo: la misión del Espíritu de adopción será unirlos a Cristo y hacerles vivir en Él:
«La noción de la unción sugiere [...] que no hay ninguna distancia entre el Hijo y el Espíritu. En efecto, de la misma manera que entre la superficie del cuerpo y la unción del aceite ni la razón ni los sentidos conocen ningún intermediario, así es inmediato el contacto del Hijo con el Espíritu, de tal modo que quien va a tener contacto con el Hijo por la fe tiene que tener antes contacto necesariamente con el óleo. En efecto, no hay parte alguna que esté desnuda del Espíritu Santo. Por eso es por lo que la confesión del Señorío del Hijo se hace en el Espíritu Santo por aquellos que la aceptan, viniendo el Espíritu desde todas partes delante de los que se acercan por la fe» (San Gregorio de Nisa, Adversus Macedonianos de Spirirtu Sancto, 16).

. La unción es derramar aceite encima de la piel, y dicho aceite es absorbido y ha pasado a ser una sola cosa con la piel. Esta imagen de la unción es lo que nos dice San Gregorio de que Jesús está empapado del Espíritu Santo. En el bautismo de Jesús en el Jordán se produce la unción del Espíritu Santo y comienza a ejercer su ministerio de tres años.

. El Padre es la fuente de la Trinidad en la medida en la que no recibe la divinidad de nadie, es el principio sin principio, el origen y fuente de la Trinidad. Entrega su naturaleza divina al Hijo y juntamente con el Hijo al Espíritu Santo. El Padre está generando eternamente al Hijo, generar o engendrar no implica el paso del no ser al ser, eternamente existe el Hijo y eternamente está siendo generado por el Padre. El Padre y el Hijo son al mismo tiempo desde toda la eternidad. El Hijo posee la naturaleza divina recibiéndola del Padre. El Padre es dándose y el Hijo es recibiendo. El Hijo es el amado, en quien el Padre se complace. Así para nosotros, el Padre nos lo ha dado todo en Jesucristo, nos lo ha revelado todo en el Hijo. Recibiendo a Cristo, recibiendo su revelación lo tenemos todo.

. El Padre por medio del Hijo nos envía al Espíritu Santo y a su vez el Espíritu a nosotros nos inserta en Cristo para volver al Padre. El Padre posee la naturaleza divina entregándola, el Hijo recibiéndola y el Espíritu Santo recibiéndola y devolviéndola de nuevo al Padre y al Hijo.


. A veces pensamos que la Santísima Trinidad no está clara en las Sagradas Escrituras, y eso es signo de un conocimiento superficial de las escrituras. El Espíritu Santo está apareciendo como sujeto de acciones diversas, por ejemplo, mora en los discípulos, viene a los discípulos, oye, enseña, hace conocer, revela, glorifica a Jesús, da testimonio de Jesús,… todas estas son funciones que Jesús atribuye al Espíritu Santo que aparece como sujeto. Si no fuera una persona no podría hacer todo lo anterior. Se trata de una persona divina porque es el segundo enviado del Padre después de Cristo. En Juan 16,14-15 nos dice “El me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes. Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les digo: «Recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes»”, aquí habla de que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo, recibe de la divinidad de Jesucristo.

miércoles, 25 de noviembre de 2015

Catecismo 687-688. Creo en el Espíritu Santo II

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Punto 687 "Nadie conoce lo íntimo de Dios, sino el Espíritu de Dios" (1 Co 2, 11). Pues bien, su Espíritu que lo revela nos hace conocer a Cristo, su Verbo, su Palabra viva, pero no se revela a sí mismo. El que "habló por los profetas" (Símbolo Niceno-Constantinopolitano: DS 150) nos hace oír la Palabra del Padre. Pero a él no le oímos. No le conocemos sino en la obra mediante la cual nos revela al Verbo y nos dispone a recibir al Verbo en la fe. El Espíritu de verdad que nos "desvela" a Cristo "no habla de sí mismo" (Jn 16, 13). Un ocultamiento tan discreto, propiamente divino, explica por qué "el mundo no puede recibirle, porque no le ve ni le conoce", mientras que los que creen en Cristo le conocen porque él mora en ellos (Jn14, 17).

. La afirmación de entrada es 1ª Corintios 2,11 que dice “nadie conoce lo íntimo de Dios sino el Espíritu de Dios”, la sagrada escritura nos dice que Dios es amor, y eso es lo íntimo de Dios, la esencia de Dios. Decimos en nuestra fe trinitaria que el amor entre el Padre y el Hijo es el Espíritu Santo.
. El Espíritu Santo no ha querido o no ha sido su función la de revelarse a sí mismo. Ha revelado al Padre o al Hijo pero no a sí mismo. Juan 16,13 dice “Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo”.       Es decir, el mismo Jesucristo nos dice que el Espíritu Santo vendrá, pero que no hablará de sí mismo sino que revelará al Padre o al Hijo. Por ejemplo tanto en el Jordán (bautismo) como en el monte Tabor, el Espíritu Santo hace que el Padre hablé “.. este es mi Hijo amado”, es decir, hace que el Padre hable. No encontraremos en toda la escritura que el Espíritu Santo hable. El Espíritu Santo no habla, es propio de El hacer una manifestación para que el Padre hable. Lo propio del Espíritu Santo es ser revelador del Padre y del Hijo.

. Al Espíritu Santo no le oímos, no le conocemos sino en la obra, le conocemos en su obrar en una doble forma, en una doble acción: nos revela a Dios y nos dispone a nosotros a recibirlo, a reconocerlo. Este es el estilo del Espíritu Santo, el ocultamiento discreto. Obra sin anunciarse. La gran sorpresa nuestra al encontrarnos con Dios será que él estaba continuamente con nosotros, actuando, y a veces nos quejamos de su ausencia, y que nuestra vida es un especie de evocación del  camino de Emaús, que Jesús camina junto a nosotros, que el Espíritu Santo está inspirando nuestros pensamientos, acciones y palabras y nosotros no le reconocemos hasta el momento de ese partir el pan en el que reconocemos la acción del Espíritu.

. Juan 14,16-17 dice “Y yo rogaré al Padre, y él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes: el Espíritu de la Verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce. Ustedes, en cambio, lo conocen, porque él permanece con ustedes y estará en ustedes”. En la medida en que uno conozca y ame al Espíritu Santo, puede recibirlo más, en la medida en la que uno abra libremente su corazón al Espíritu Santo, en la medida en la que le invoquemos, caer en cuenta que mora en nosotros, etcétera.

Punto 688 La Iglesia, comunión viviente en la fe de los Apóstoles que ella transmite, es el lugar de nuestro conocimiento del Espíritu Santo:
– en las Escrituras que Él ha inspirado;
– en la Tradición, de la cual los Padres de la Iglesia son testigos siempre actuales;
– en el Magisterio de la Iglesia, al que Él asiste;
– en la liturgia sacramental, a través de sus palabras y sus símbolos, en donde el Espíritu Santo nos pone en comunión con Cristo;
– en la oración en la cual Él intercede por nosotros;
– en los carismas y ministerios mediante los que se edifica la Iglesia;
– en los signos de vida apostólica y misionera;
– en el testimonio de los santos, donde Él manifiesta su santidad y continúa la obra de la salvación.

. Se muestra en este punto un abanico de lugares donde actúa el Espíritu Santo y nosotros podemos reconocerle. La Iglesia es el lugar donde reconozco el Espíritu Santo. Nos indica el Catecismo que hay ocho “lugares especiales” de conocimiento del Espíritu: las Escrituras están inspiradas por el Espíritu Santo y por tanto está preservada de error humano, es palabra cierta, de vida y verdad.  En las Escrituras se nos habla a personas de todos los tiempos, igual de un siglo que de otro, la palabra de Dios trasciende el tiempo y el lugar porque está dicha personalmente a cada uno.

. En la Tradición. Si Jesús dijo “pediré que se os envíe el Espíritu Santo, y os iluminará todo lo que yo os he dicho”, hay pues una promesa de que el Espíritu Santo va a dar luz para interpretar y vivir la Sagrada Escritura. Desde el principio el Espíritu Santo nos está inspirando para interpretar, desde el principio ha actuado en la Iglesia.

. En el magisterio de la Iglesia. El Señor prometió que el Espíritu Santo sostendría a su Iglesia en la interpretación de la Escritura, no nos dejó a expensas del error. Sin el magisterio inspirado por el Espíritu Santo, se llega a considerar la Biblia como un cajón de sastre pues cada uno le hace decir a la Biblia lo que a uno le parece que tiene que decir porque está proyectando su ideología personal, y es muy fácil hacer un Dios a nuestra medida.

. En la liturgia sacramental. Cuando uno va a la Santa Misa participamos por el Espíritu Santo en la liturgia divina del cielo donde el Cristo glorioso ejerce una alabanza a Dios Padre por toda la eternidad, donde los ángeles alaban al Padre, la Virgen María, los coros celestiales y todos los santos alaban a Dios. La liturgia no es una iniciativa donde nos juntamos para desarrollar nuestra capacidad espiritual. Es una participación en la liturgia del cielo, rezar con Cristo al Padre. La liturgia de la tierra no es sino una participación de la liturgia del cielo, con ella estamos entrando en comunión con la liturgia celeste.

. En la oración intercede por nosotros. En Gálatas 4,6 “Y la prueba de que ustedes son hijos, es que Dios infundió en nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama a Dios llamándolo» ¡Abba!, es decir, ¡Padre!” El Espíritu Santo clama en nosotros Abba!, inhabita en nosotros, inspira nuestra oración e intercede por nosotros delante del Padre. Es importante cuando vamos a rezar pedirle que nos inspire la oración, que nos inspire lo que nos conviene pedir, que nos enseñe a pedir lo que Dios quiere darnos, que nos enseñe a conformar nuestra voluntad con la suya. Para que nuestra oración no sea expresión de nuestro capricho, sino dejarnos inspirar para buscar la voluntad de Dios.

. En los carismas y ministerios dentro de la Iglesia. Encontramos una pluriformidad dentro de la iglesia fruto de la riqueza del Espíritu Santo. No se trata de pluralidad sino dentro de una unidad hay una pluriformidad. El Espíritu Santo nos hace distintos pero complementarios dentro del cuerpo místico que es la Iglesia.

. Podemos reconocer el Espíritu Santo en la vida de los santos, que son un reflejo de la luz de Dios. En un santo uno ve como el Espíritu Santo ha suscitado la humildad, y en otro especialmente la caridad, o la valentía, o la generosidad. El Espíritu Santo ha ido obrando en todos ellos, una forma de conocer el Espíritu Santo es verle obrando en la vida de los santos.


. Todos estos son lugares donde descubrimos la presencia oculta pero eficaz del Espíritu Santo. No habla, actúa con un ocultamiento discreto. Revela al Padre y al Hijo. Nos sostiene e inspira. Fecunda su Iglesia.