Punto 724 En María,
el Espíritu Santo manifiesta al Hijo del Padre hecho Hijo de la
Virgen. Ella es la zarza ardiente de la teofanía definitiva: llena del Espíritu
Santo, presenta al Verbo en la humildad de su carne dándolo a conocer a los
pobres (cf. Lc 2, 15-19) y a las primicias de las naciones (cf. Mt 2,
11).
. Aquí el Catecismo utiliza la imagen de la zarza ardiente que no
se consumía refiriéndose a María. En la zarza que se quema sin ser
consumida, la tradición católica la leyó como un símbolo de María Virgen
durante el parto. San Bernardo ve una zarza sin consumirse, cómo es ello
posible?, una mujer da a luz sin perder su virginidad, cómo es ello posible?.
Cómo es posible que el fuego no consuma, cómo es posible que la maternidad y
la virginidad puedan llegar a ser dos vocaciones compatibles, que María sea madre
sin dejar de ser virgen. María da a luz sin consumirse, sin deteriorarse porque
es un don de Dios.
. En el prólogo del evangelio de san Juan dice “… la Palabra no
nació de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de hombre, sino que
nació de Dios”, es decir, no nació de la sangre que hace referencia a la
violencia del parto en el que niño nace envuelto en sangre, sino al parto
virginal de María. Dios es capaz de hacer fecunda a una madre haciendo que
ese don sea compatible con su virginidad porque es un don que supera al
hombre.
Punto 725 En fin,
por medio de María, el Espíritu Santo comienza a poner en
comunión con Cristo a los hombres "objeto del amor benevolente de
Dios" (cf. Lc 2, 14), y los humildes son siempre los primeros en
recibirle: los pastores, los magos, Simeón y Ana, los esposos de Caná y los
primeros discípulos.
. María es un puente de comunión de Cristo con los demás. Por
medio de ella, el Espíritu Santo comienza a poner en comunión a Cristo con los
hombres.
Punto 726 Al
término de esta misión del Espíritu, María se convierte en la
"Mujer", nueva Eva "madre de los vivientes", Madre del
"Cristo total" (cf. Jn 19, 25-27). Así es como ella está
presente con los Doce, que "perseveraban en la oración, con un mismo
espíritu" (Hch 1, 14), en el amanecer de los "últimos
tiempos" que el Espíritu va a inaugurar en la mañana de Pentecostés con la
manifestación de la Iglesia.
. Se hace referencia a dos títulos que se le dan a María, el
primero es el de Madre, cuando Jesús teniendo a María al pie de la cruz le
encomendó la maternidad hacia sus hijos, Juan 19,25-27 “Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre,
María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la madre y cerca de ella
al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: «Mujer, aquí tienes a tu hijo».
Luego dijo al discípulo: «Aquí tienes a tu madre». Y desde aquel momento, el
discípulo la recibió en su casa.” María es madre del Cristo total, san Juan
en este texto llama a María, mujer y a Juan, tu hijo, como un hijo al que no se
le pone el nombre propio de Juan y así prefigure a cada uno de nosotros. María
no solo es madre de Cristo sino también madre del cuerpo místico del que su
hijo es cabeza, ella ejerce de madre de su hijo y de madre de todos nosotros
que estamos insertados en su hijo, somos un solo cuerpo con su hijo, tan
unidos estamos a Jesucristo que la maternidad de María hacia su hijo es también
hacia nosotros, pero con una diferencia, que la maternidad de María hacia
su hijo fue un parto virginal, sin embargo el nuestro es un parto doloroso con
esa espada que le atraviesa el corazón, la redención de Cristo le costó a
María sudor y sangre, y la maternidad que ejerce hacia nosotros le cuesta dolor,
María sufre con sus hijos pues no se puede querer a unos hijos que van por
camino de perdición sin sufrir por ellos, es imposible, porque cuando se quiere
se sufre.
. El segundo título que se da a María lo vemos en Hechos 1,14 “Todos ellos, íntimamente unidos, se
dedicaban a la oración, en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de
Jesús, y de sus hermanos”, María estaba presente en Pentecostés, en
el cenáculo, con los apóstoles, atrayendo al Espíritu Santo que vino sobre unos
y sobre otros. Tres son los momentos en los que la noche se hizo luz, en la
Navidad, en la Resurrección y en el amanecer de Pentecostés.