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Punto 554 A partir del día en
que Pedro confesó que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios vivo, el Maestro
"comenzó a mostrar a sus discípulos que él debía ir a Jerusalén, y sufrir
[...] y ser condenado a muerte y resucitar al tercer día" (Mt 16,
21): Pedro rechazó este anuncio (cf. Mt16, 22-23), los otros no lo
comprendieron mejor (cf. Mt 17, 23; Lc 9, 45). En este
contexto se sitúa el episodio misterioso de la Transfiguración de Jesús (cf. Mt 17,
1-8 par.; 2 P 1, 16-18), sobre una montaña, ante tres testigos
elegidos por él: Pedro, Santiago y Juan. El rostro y los vestidos de Jesús se
pusieron fulgurantes como la luz, Moisés y Elías aparecieron y le
"hablaban de su partida, que estaba para cumplirse en Jerusalén" (Lc 9,
31). Una nube les cubrió y se oyó una voz desde el cielo que decía: "Este
es mi Hijo, mi elegido; escuchadle" (Lc 9, 35).
. El episodio de la transfiguración, para entenderlo es importante ver en qué contexto se produce, es decir, qué había antes y después del episodio. Un eje central de los evangelios es cuando Pedro confiesa que Jesús es el mesías y Jesús le dice que eso se lo ha revelado el espíritu y no la carne ni la sangre y es cuando hace la confesión “tú eres Pedro, sobre esta piedra edificaré mi iglesia, te daré las llaves del reino… pero acto seguido Jesús le anuncia la cruz, ir a Jerusalén y sufrir mucho de parte de los ancianos y ser matado y resucitar al tercer día. Tomándole aparte, Pedro le dice a Jesús que de ninguna manera te va a pasar eso… y Jesús volviéndose a Pedro le contesta “.. quitate de mi vista satanás, … tus pensamientos no son los de Dios sino los de los hombres”, imaginamos aquí el chorro de agua fría que recibe Pedro cuando no se le permite apartar a Jesús de ese mesianismo de cruz. Al cabo de los seis días, matiza San Marcos, tuvo lugar la subida al Tabor y la transfiguración.
. Seis días después toma Jesús a Pedro, Santiago y Juan y se los lleva a ellos solo a un monte alto y se transfiguró delante de ellos,… se les aparecieron Elías y Moisés,..y conversaban con Jesús, tomando la palabra Pedro le dice a Jesús vamos a hacer tres tiendas,.. entonces una nube les envolvió con su sombra… y se escuchó “este es mi hijo amado, escuchadle”.., y de pronto mirando alrededor no vieron a nadie más que a Jesús solo con ellos. El sentido de la transfiguración tiene en primer lugar una voluntad por parte de Jesús de fortalecer los ánimos, de aliviar el escándalo de la cruz. La dureza de la cruz a algunas personas les ha alejado de Dios y a otras les ha acercado a Dios, por ejemplo, la muerte de un ser querido ha provocado situaciones contrarias respecto a Dios. Cuando la cruz es vivida en la presencia de Dios nos acerca, cuando es vivida sin la contemplación de la presencia de Dios, nos aleja. La cruz por sí sola resulta escandalosa.
. Dicen los escrituristas que el episodio de la transfiguración termina la etapa de Galilea y comienza la etapa de la subida a Jerusalén, hacia la cruz. Antes de acometer esa subida a Jerusalén, tiene ese momento de gloria, el Padre quiere confortar a Cristo porque sabe que le espera la parte más difícil de su ministerio. En esa voz que se oye: “este es mi hijo amado..escuchádle”, parece que el Padre está mostrando el sufrimiento que supone para él, el que se envíe a Jerusalén a la cruz a su hijo amado. Es una demostración de la intimidad que hay en la Trinidad. Es un momento de gozo y consuelo para Jesucristo camino de Jerusalén.
Punto 555 Por un instante, Jesús muestra su gloria divina, confirmando así la confesión de Pedro. Muestra también que para "entrar en su gloria" (Lc 24, 26), es necesario pasar por la Cruz en Jerusalén. Moisés y Elías habían visto la gloria de Dios en la Montaña; la Ley y los profetas habían anunciado los sufrimientos del Mesías (cf. Lc 24, 27). La Pasión de Jesús es la voluntad por excelencia del Padre: el Hijo actúa como siervo de Dios (cf. Is 42, 1). La nube indica la presencia del Espíritu Santo: Tota Trinitas apparuit: Pater in voce; Filius in homine, Spiritus in nube clara ("Apareció toda la Trinidad: el Padre en la voz, el Hijo en el hombre, el Espíritu en la nube luminosa" (Santo Tomás de Aquino, S.th. 3, q. 45, a. 4, ad 2):
«En el monte te transfiguraste, Cristo Dios, y tus discípulos contemplaron tu gloria, en cuanto podían comprenderla. Así, cuando te viesen crucificado, entenderían que padecías libremente, y anunciarían al mundo que tú eres en verdad el resplandor del Padre» (Liturgia bizantina, Himno Breve de la festividad de la Transfiguración del Señor)
. Jesús se transfiguró para que tomáramos conciencia de nuestra vocación a ser transfigurados progresivamente, de la transformación en nosotros del hombre viejo en el hombre nuevo. Todos tenemos una vocación a ser transformados interiormente. En la contemplación nos transformamos, vamos reflejando en nuestra vida lo que contemplamos. Vamos cambiando y nos vamos convirtiendo en lo que contemplamos, en lo que miramos. Por desgracia a veces miramos la televisión y nos transformamos en eso aunque no nos demos cuenta, sin embargo si nos ponemos en el sagrario nos transformamos en eso que contemplamos. El ojo es la linterna del alma y en esa contemplación nos transformamos interiormente, mirando a Cristo nos conformamos a Él, permitimos que su mundo se imprima en nosotros, que sustituya nuestros pensamientos, y hacernos semejantes a Él. Pedro escribió en 2ª Pedro 1, 16-18: “… sino después de haber visto con nuestros propios ojos su majestad… nosotros mismos escuchamos esa voz venida del cielo”, no se le olvidó nunca aquél momento vivido en el Tabor.
. El episodio de la transfiguración, para entenderlo es importante ver en qué contexto se produce, es decir, qué había antes y después del episodio. Un eje central de los evangelios es cuando Pedro confiesa que Jesús es el mesías y Jesús le dice que eso se lo ha revelado el espíritu y no la carne ni la sangre y es cuando hace la confesión “tú eres Pedro, sobre esta piedra edificaré mi iglesia, te daré las llaves del reino… pero acto seguido Jesús le anuncia la cruz, ir a Jerusalén y sufrir mucho de parte de los ancianos y ser matado y resucitar al tercer día. Tomándole aparte, Pedro le dice a Jesús que de ninguna manera te va a pasar eso… y Jesús volviéndose a Pedro le contesta “.. quitate de mi vista satanás, … tus pensamientos no son los de Dios sino los de los hombres”, imaginamos aquí el chorro de agua fría que recibe Pedro cuando no se le permite apartar a Jesús de ese mesianismo de cruz. Al cabo de los seis días, matiza San Marcos, tuvo lugar la subida al Tabor y la transfiguración.
. Seis días después toma Jesús a Pedro, Santiago y Juan y se los lleva a ellos solo a un monte alto y se transfiguró delante de ellos,… se les aparecieron Elías y Moisés,..y conversaban con Jesús, tomando la palabra Pedro le dice a Jesús vamos a hacer tres tiendas,.. entonces una nube les envolvió con su sombra… y se escuchó “este es mi hijo amado, escuchadle”.., y de pronto mirando alrededor no vieron a nadie más que a Jesús solo con ellos. El sentido de la transfiguración tiene en primer lugar una voluntad por parte de Jesús de fortalecer los ánimos, de aliviar el escándalo de la cruz. La dureza de la cruz a algunas personas les ha alejado de Dios y a otras les ha acercado a Dios, por ejemplo, la muerte de un ser querido ha provocado situaciones contrarias respecto a Dios. Cuando la cruz es vivida en la presencia de Dios nos acerca, cuando es vivida sin la contemplación de la presencia de Dios, nos aleja. La cruz por sí sola resulta escandalosa.
. Dicen los escrituristas que el episodio de la transfiguración termina la etapa de Galilea y comienza la etapa de la subida a Jerusalén, hacia la cruz. Antes de acometer esa subida a Jerusalén, tiene ese momento de gloria, el Padre quiere confortar a Cristo porque sabe que le espera la parte más difícil de su ministerio. En esa voz que se oye: “este es mi hijo amado..escuchádle”, parece que el Padre está mostrando el sufrimiento que supone para él, el que se envíe a Jerusalén a la cruz a su hijo amado. Es una demostración de la intimidad que hay en la Trinidad. Es un momento de gozo y consuelo para Jesucristo camino de Jerusalén.
Punto 555 Por un instante, Jesús muestra su gloria divina, confirmando así la confesión de Pedro. Muestra también que para "entrar en su gloria" (Lc 24, 26), es necesario pasar por la Cruz en Jerusalén. Moisés y Elías habían visto la gloria de Dios en la Montaña; la Ley y los profetas habían anunciado los sufrimientos del Mesías (cf. Lc 24, 27). La Pasión de Jesús es la voluntad por excelencia del Padre: el Hijo actúa como siervo de Dios (cf. Is 42, 1). La nube indica la presencia del Espíritu Santo: Tota Trinitas apparuit: Pater in voce; Filius in homine, Spiritus in nube clara ("Apareció toda la Trinidad: el Padre en la voz, el Hijo en el hombre, el Espíritu en la nube luminosa" (Santo Tomás de Aquino, S.th. 3, q. 45, a. 4, ad 2):
«En el monte te transfiguraste, Cristo Dios, y tus discípulos contemplaron tu gloria, en cuanto podían comprenderla. Así, cuando te viesen crucificado, entenderían que padecías libremente, y anunciarían al mundo que tú eres en verdad el resplandor del Padre» (Liturgia bizantina, Himno Breve de la festividad de la Transfiguración del Señor)
. La presencia de Moisés y Elías en el monte Tabor no es casual,
pues vieron la gloria de Dios también en la montaña. Moisés en el monte Sinaí
había contemplado la gloria de Dios, Moisés representa la ley del Antiguo
Testamento que ahora está ante la nueva ley que es Jesucristo; y Elías
también tuvo una experiencia similar en el monte Horeb en 1º Reyes 19, 9-13, Elías
es imagen de los profetas del Antiguo Testamento que ahora ven en Cristo el
nuevo profeta. Sin embargo, hay una diferencia importante, en el
Antiguo Testamento, Moisés y aquéllos que contemplaron a Dios fueron iluminados
por la luz exterior a ellos, sin embargo Jesús no es iluminado con una luz
externa sino que brilla El, tiene luz propia, la luz sale de su interior,
es su propia divinidad. Es Cristo quien transfigura la divinidad que
inhabita, que está contenida en la humanidad de Jesucristo. La
transfiguración es pues un momento de mostrar la divinidad de Jesucristo ante
los ojos de los hombres.
Punto 556 En el umbral de la vida pública se sitúa el Bautismo;
en el de la Pascua, la Transfiguración. Por el bautismo de Jesús "fue
manifestado el misterio de la primera regeneración": nuestro Bautismo; la
Transfiguración "es el sacramento de la segunda regeneración":
nuestra propia resurrección (Santo Tomás de Aquino, S.Th., 3, q. 45, a. 4,
ad 2). Desde ahora nosotros participamos en la Resurrección del Señor por el
Espíritu Santo que actúa en los sacramentos del Cuerpo de Cristo. La
Transfiguración nos concede una visión anticipada de la gloriosa venida de Cristo
"el cual transfigurará este miserable cuerpo nuestro en un cuerpo glorioso
como el suyo" (Flp 3, 21). Pero ella nos recuerda también que
"es necesario que pasemos por muchas tribulaciones para entrar en el Reino
de Dios" (Hch 14, 22).
. Jesús se transfiguró para que tomáramos conciencia de nuestra vocación a ser transfigurados progresivamente, de la transformación en nosotros del hombre viejo en el hombre nuevo. Todos tenemos una vocación a ser transformados interiormente. En la contemplación nos transformamos, vamos reflejando en nuestra vida lo que contemplamos. Vamos cambiando y nos vamos convirtiendo en lo que contemplamos, en lo que miramos. Por desgracia a veces miramos la televisión y nos transformamos en eso aunque no nos demos cuenta, sin embargo si nos ponemos en el sagrario nos transformamos en eso que contemplamos. El ojo es la linterna del alma y en esa contemplación nos transformamos interiormente, mirando a Cristo nos conformamos a Él, permitimos que su mundo se imprima en nosotros, que sustituya nuestros pensamientos, y hacernos semejantes a Él. Pedro escribió en 2ª Pedro 1, 16-18: “… sino después de haber visto con nuestros propios ojos su majestad… nosotros mismos escuchamos esa voz venida del cielo”, no se le olvidó nunca aquél momento vivido en el Tabor.