miércoles, 24 de junio de 2015

Catecismo 549-550. Los Misterios de la vida pública de Jesús. Los signos del Reino de Dios II

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Punto 549 Al liberar a algunos hombres de los males terrenos del hambre (cf. Jn 6, 5-15), de la injusticia (cf. Lc 19, 8), de la enfermedad y de la muerte (cf. Mt 11,5), Jesús realizó unos signos mesiánicos; no obstante, no vino para abolir todos los males aquí abajo (cf. Lc 12, 13. 14; Jn 18, 36), sino a liberar a los hombres de la esclavitud más grave, la del pecado (cf. Jn8, 34-36), que es el obstáculo en su vocación de hijos de Dios y causa de todas sus servidumbres humanas.

. Jesús viene a proclamar la llegada del Reino de Dios, la soberanía de Dios, Dios está aquí haciéndose presente. Comenzamos a percibir que la felicidad es posible aunque la felicidad definitiva solo la vamos a tener en el cielo. Los enemigos de nuestra felicidad son el sufrimiento, de tipo moral, de tipo físico, sufrimiento por padecer el mal de los demás; la muerte que nos está esperando de manera fría e implacable, las expectativas que nos hacemos en nuestra vida acaban; y el pecado, el mío propio y el de los demás. Jesús cuando viene a redimirnos, nos ha dado los signos de la victoria sobre estos tres grandes enemigos de la felicidad: ante el sufrimiento están los milagros que realizó (la multiplicación de los panes, los ciegos ven,…), Jesús es sensible al sufrimiento de los hombres, a Dios le importan nuestros sufrimiento; ante la muerte está la resurrección de Jesús que es el milagro por antonomasia, su victoria sobre la muerte es el milagro definitivo que nos anuncia la victoria sobre la muerte de cada uno de nosotros de forma que esperamos a la muerte no como un verdugo sino como una novia para el desposorio eterno con Dios, gracias a Cristo esto es posible; ante el pecado que es el causante de todos los sufrimientos y de la muerte misma, Cristo lo vence con su gracia.

. Jesucristo no curó a todos los enfermos. El Reino de Dios no es lo mismo que el bienestar humano, no es simplemente repartir los bienes de forma justa, sino ganar los corazones para vivir en gracia de Dios, es una realidad interior que se tiene que traslucir al exterior, el Reino de Dios está dentro de cada uno y se va traduciendo en obras concretas. Acompañar la predicación de Jesucristo del evangelio, de la victoria de la gracia sobre el pecado con las obras no significa sustituir la predicación por obras pues podemos caer en el riesgo de reducir el evangelio a obras sociales aunque esas obras tienen que acompañar la predicación, ésta no se puede reducir a ello.

Punto 550 La venida del Reino de Dios es la derrota del reino de Satanás (cf. Mt 12, 26): "Pero si por el Espíritu de Dios expulso yo los demonios, es que ha llegado a vosotros el Reino de Dios" (Mt 12, 28). Los exorcismos de Jesús liberan a los hombres del dominio de los demonios (cf Lc 8, 26-39). Anticipan la gran victoria de Jesús sobre "el príncipe de este mundo" (Jn 12, 31). Por la Cruz de Cristo será definitivamente establecido el Reino de Dios:Regnavit a ligno Deus ("Dios reinó desde el madero de la Cruz", [Venancio Fortunato,Hymnus "Vexilla Regis": MGH 1/4/1, 34: PL 88, 96]).

. Sin satanás no entendemos el misterio del mal, al que Cristo ha hecho frente. Satanás y sus ángeles no son un Dios del mal, no tienen categoría de divinidad sino que son criaturas, y no tienen poder alguno sobre el hombre que está plenamente unido a Dios. Los evangelios hablan de los demonios de forma muy frecuente, y Jesús presenta la llegada del reino como la victoria sobre satanás, es el signo de que el Reino de Dios ha llegado a nosotros. Los exorcismos son un signo de la victoria sobre satanás. Con la gracia de Cristo, unidos a Cristo no tenemos a que temer, con El lo podemos todo. Es consolador ver que, aunque satanás intenta apartarnos de Dios, que es el príncipe de este mundo, Cristo es rey y su reinado es pleno pues no hay nada que no esté sometido a ese reinado. No temas ni siquiera a la tentación si estas firmemente unido a Cristo. La cruz es el lugar de la victoria porque es la obediencia de Cristo al Padre. Satanás y sus ángeles son por esencia soberbios, desobedientes, en eso ha consistido su pecado, y Cristo por la obediencia al Padre nos redime, en ese confío en Dios, me pongo en Sus manos, en ese acto de obediencia es la victoria definitiva sobre satanás. Nuestro acto de fe es un acto de obediencia, es unirnos a la victoria de Cristo en la cruz. En este mundo el mal es mucho más ruidoso, mete más ruido un árbol que cae que un bosque creciendo, el Reino de Dios sigue creciendo entre nosotros aunque parezca lo contrario. Cuantísima gente buena ofrece su día a Dios, ofrece su enfermedad y sus limitaciones de forma humilde y discreta. El bien vence sobre el mal porque Cristo venció sobre satanás.


. La Madre Teresa decía que cuando satanás nos tienta a nosotros lo que hace es odiar a lo que hay de Dios en nosotros, no es que a satanás le importe tanto el hombre sino que envidia lo que hay de Dios en nosotros.

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