domingo, 31 de enero de 2016

Catecismo 767-769. Origen, fundación y misión de la Iglesia. La Iglesia,manifestada por el E.S. y consumada en la gloria

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Punto 767 "Cuando el Hijo terminó la obra que el Padre le encargó realizar en la tierra, fue enviado el Espíritu Santo el día de Pentecostés para que santificara continuamente a la Iglesia" (LG4). Es entonces cuando "la Iglesia se manifestó públicamente ante la multitud; se inició la difusión del Evangelio entre los pueblos mediante la predicación" (AG 4). Como ella es "convocatoria" de salvación para todos los hombres, la Iglesia es, por su misma naturaleza, misionera enviada por Cristo a todas las naciones para hacer de ellas discípulos suyos (cf. Mt28, 19-20; AG 2,5-6).

. Se habla con claridad cuando Cristo dice “todo está cumplido”, cuando viene especialmente el momento del Espíritu enviado el día de Pentecostés para santificar continuamente a la Iglesia. La obra del Espíritu Santo es una santificación continua de la Iglesia. Podemos tener el riesgo de que la Iglesia al ser santa en su origen, lo es para siempre, para nosotros la santidad no es un punto de partida sino un punto de llegada. Uno no puede decir “yo ya estoy convertido” porque siempre estamos en proceso de conversión que no va a terminar nunca. La santidad se mide por el proceso in crescendo hasta el momento final de nuestra vida, seremos juzgados por el momento de nuestra alma en el momento final de la vida, aquí no vale vivir de las rentas, hay un refrán que dice “vales tanto como tu última obra”, es decir, no vale que en el pasado hayas hecho obras muy buenas porque eso ya pasó, a Dios le interesa tu momento presente y esto lo entendió muy bien el buen ladrón que murió junto a Jesús porque su última obra de conversión le dio a su vida un tono distinto. Ante Dios no somos el promedio de nuestra vida, Dios no va a ver el estado de nuestra alma como una media, sino que ante Dios valemos tanto como el momento presente. Esto en el fondo es valorar la importancia del crecimiento. De poco sirve todo lo anterior si no te ha llevado a tener mayor amor con Jesucristo. La santidad vale en la medida en que vaya creciendo, por eso el Catecismo insiste en la tarea del Espíritu Santo de santificar continuamente a la Iglesia. Los que formamos parte de la Iglesia siempre nos debemos sentir con deseos de crecer, con sed de santidad, y el mejor signo de que uno va en el buen camino es sentir el deseo de santidad, el no estar satisfechos diciendo hasta aquí he llegado y aquí me quedo en mi zona de confort.

. Dios le dio a la Iglesia la tarea de ir por todo el mundo para hacer discípulos, Mateo 28,19-20 “Id, pues, y haced mis discípulos a todos los habitantes del mundo; bautizadlos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y enseñadles a cumplir todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.” La iglesia es convocatoria de salvación y tiene la misión de ir  hacer discípulos. En nuestra cultura tan secularizada, esta misión puede llegar a sonar mal, a ser mal interpretada, a verlo como un proselitismo que es una palabra antipática. Evidentemente, esta forma antipática o ridiculizada de entender este mandato de Jesús es no comprender el celo apostólico, porque cuando alguien tiene un tesoro en su corazón lo que quiere es compartirlo y comunicarlo, cuando alguien ama a otra persona, tiene la necesidad imperiosa de desearle lo mejor a la persona amada. La iglesia tiene la necesidad de comunicar la noticia y el amor de Jesús a todo el mundo. Lo que este mundo entiende como proselitismo, lo que mira este mundo secularizado con recelo de ir y hacer apostolado, lo está confundiendo con el celo apostólico. Del amor se deriva el celo apostólico.

Punto 768 Para realizar su misión, el Espíritu Santo "la construye y dirige con diversos dones jerárquicos y carismáticos" (LG 4). "La Iglesia, enriquecida con los dones de su Fundador y guardando fielmente sus mandamientos del amor, la humildad y la renuncia, recibe la misión de anunciar y establecer en todos los pueblos el Reino de Cristo y de Dios. Ella constituye el germen y el comienzo de este Reino en la tierra" (LG 5).

. El Espíritu Santo construye y dirige la Iglesia con diversos dones jerárquicos y carismáticos y una cosa no quita la otra, el Espíritu Santo al mismo tiempo que está iluminando al Papa, al colegio apostólico y al concilio para regir la iglesia, para gobernarla, para iluminar la fe, para enseñarla, para preservarla del error, también está iluminando a los santos, a las madres que cuidan de sus hijos, al enfermo que está en el hospital, etcétera, que se traducen en servicio y entrega en el amor.

La Iglesia, consumada en la gloria
Punto 769 La Iglesia "sólo llegará a su perfección en la gloria del cielo" (LG 48), cuando Cristo vuelva glorioso. Hasta ese día, "la Iglesia avanza en su peregrinación a través de las persecuciones del mundo y de los consuelos de Dios" (San Agustín, De civitate Dei 18, 51; cf. LG 8). Aquí abajo, ella se sabe en exilio, lejos del Señor (cf. 2Co 5, 6; LG 6), y aspira al advenimiento pleno del Reino, "y espera y desea con todas sus fuerzas reunirse con su Rey en la gloria" (LG 5). La consumación de la Iglesia en la gloria, y a través de ella la del mundo, no sucederá sin grandes pruebas. Solamente entonces, "todos los justos descendientes de Adán, desde Abel el justo hasta el último de los elegidos' se reunirán con el Padre en la Iglesia universal" (LG 2).

. La Iglesia espera y desea con todas sus fuerzas reunirse con su rey en la gloria porque solamente llegará allí a la perfección. Todos tenemos la insatisfacción de saber que en esta vida no encontramos la plenitud que buscamos, el deseo de amor pleno, esta vida se nos queda pequeña, nos sentimos insatisfechos. Esa insatisfacción solamente podrá ser plenamente cumplida en el cielo. Cuando uno siente insatisfacción, en vez de amargarse lo que tiene que pensar es que esa plenitud está escondida en el cielo y solamente Dios la puede saciar. En esta vida lloramos porque no podemos gozar plenamente del Señor. Es importante que tengamos hambre y sed del cielo, que no pensemos solo en la iglesia visible en la tierra sino también en la iglesia celestial, no nos quedemos solo con una parte de la iglesia, pues lo mejor de la iglesia no es la que vemos, sino que es la iglesia consumada en la gloria.

. Mientras llegamos ahí, nos toca sufrir, habrá pruebas, 2 Corintios 5,6 “…mientras vivamos en este cuerpo estaremos como en el destierro, lejos del Señor , es decir, mientras estemos sujetos a nuestra condición carnal vivimos una insatisfacción y además con grandes pruebas, y así vemos que la iglesia ha experimentado esas grandes pruebas en las persecuciones, martirios, incomprensiones, problemas internos,…. que están purificando a la iglesia. La iglesia tiene la conciencia de vivir en el exilio y que su consumación se dará únicamente en el encuentro con Cristo en la Jerusalén celestial.


. Si queremos tener una verdadera imagen de la iglesia, pensemos también en la iglesia celeste, en la iglesia purgante, en la iglesia gloriosa, pensemos en todo eso porque de lo contrario nos quedamos con una imagen parcial y limitadísima del misterio de la iglesia que es mucho más profundo. 

jueves, 28 de enero de 2016

Catecismo 763-766. Origen, fundación y misión de la Iglesia. La Iglesia, instituida por Cristo Jesús

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Punto 763 Corresponde al Hijo realizar el plan de Salvación de su Padre, en la plenitud de los tiempos; ese es el motivo de su "misión" (cf. LG 3; AG 3). "El Señor Jesús comenzó su Iglesia con el anuncio de la Buena Noticia, es decir, de la llegada del Reino de Dios prometido desde hacía siglos en las Escrituras" (LG 5). Para cumplir la voluntad del Padre, Cristo inauguró el Reino de los cielos en la tierra. La Iglesia es el Reino de Cristo "presente ya en misterio" (LG 3).

. El Catecismo concreta en este punto que Jesús vino a nosotros para llevar adelante un plan de salvación de su Padre, ese plan que fue la misión que el Padre le había dado al Hijo, fue  predicar la llegada del reino de Dios, Cristo inauguró el reino de Dios en la tierra. El reino de Dios es más amplio que las fronteras visibles de la iglesia, aunque se realiza plenamente dentro de la iglesia, se extiende más allá de la estructura visible de la iglesia. La iglesia no es solo la estructura jerárquica que vemos, la iglesia es el cuerpo místico de Cristo y en este sentido espiritual o místico, la iglesia sí coincide con el reino de Dios. Cristo predicó el reino de los cielos y al mismo tiempo estaba predicando la iglesia porque como cuerpo místico de Cristo no son dos cosas distintas.

. Cuando los santos Padres de la iglesia dicen que fuera de la iglesia no hay salvación, entienden que la iglesia es más que sus fronteras visibles, la iglesia es el cuerpo místico de Cristo y alcanza a muchas personas de buena voluntad que forman parte de ese cuerpo místico de Cristo, porque es el reino de Dios, el reino de Cristo que actúa más allá de las fronteras visibles de la iglesia porque coincide con el cuerpo místico de Cristo. Esta expresión de “fuera de la iglesia no hay salvación” que tanto escandaliza, no quiere decir por tanto que el que no esté bautizado en la iglesia católica se condenará.

Punto 764 "Este Reino se manifiesta a los hombres en las palabras, en las obras y en la presencia de Cristo" (LG 5). Acoger la palabra de Jesús es acoger "el Reino" (ibíd.). El germen y el comienzo del Reino son el "pequeño rebaño" (Lc 12, 32) de los que Jesús ha venido a convocar en torno suyo y de los que él mismo es el pastor (cf. Mt 10, 16; 26, 31; Jn 10, 1-21). Constituyen la verdadera familia de Jesús (cf. Mt 12, 49). A los que reunió así en torno suyo, les enseñó no sólo una nueva "manera de obrar", sino también una oración propia (cf.Mt 5-6).

. En Lucas 12,32 nos dice “No tengáis miedo, pequeño rebaño, que el Padre, en su bondad, ha decidido daros el reino“, Dios Padre ha querido dar el reino a ese pequeño rebaño que estaba convocando Jesucristo, identificando el reino de Dios con ese pequeño rebaño o grupo de apóstoles que se estaban reuniendo en torno a Jesús. El germen de ese reino esta en ese pequeño rebaño del que el mismo Jesús es Pastor. Ese germen constituye la verdadera familia de Jesús (Mateo 12,49 “¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos? Y señalando a sus discípulos, añadió: Estos son mi madre y mis hermanos. Porque todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre”). La verdadera familia de Jesús estaba en ese pequeño rebaño que era el reino de Dios en germen allí presente. Jesús toma como tarea suya convocar ese pequeño rebaño. Jesús quiere formarnos en familia, en comunión. Por eso en nuestros días la mentalidad de tener una relación directa con Dios sin querer vivir en la comunión de la iglesia, sin querer una hermandad con los demás supone un drama y un sufrimiento para Jesús.

Punto 765 El Señor Jesús dotó a su comunidad de una estructura que permanecerá hasta la plena consumación del Reino. Ante todo está la elección de los Doce con Pedro como su Cabeza (cf. Mc 3, 14-15); puesto que representan a las doce tribus de Israel (cf. Mt 19, 28; Lc 22, 30), ellos son los cimientos de la nueva Jerusalén (cf. Ap 21, 12-14). Los Doce (cf. Mc 6, 7) y los otros discípulos (cf. Lc 10,1-2) participan en la misión de Cristo, en su poder, y también en su suerte (cf. Mt 10, 25; Jn 15, 20). Con todos estos actos, Cristo prepara y edifica su Iglesia.

. Jesús no fundó la iglesia en un momento determinado, de hecho no hay una fecha de celebración de instauración o fundación de la iglesia, sino que Jesús fundó la iglesia como fruto de toda su vida, por ejemplo cuando Jesús instituye la eucaristía y dice “haced esto en memoria mía”, lo hace con la intención y la voluntad de que haya quien lo continúe, de que existiese una iglesia que continúe su obra entre otras cosas celebrando la eucaristía, o cuando dice “id por todo el mundo predicando el evangelio”, “id y bautizad” o “id y perdonar los pecados”, etc, la iglesia es la continuidad de la vida de Jesucristo. La voluntad de Cristo de fundar la iglesia es evidente, pero no es un momento puntual sino toda su vida y de todos sus actos se desprende esa intención.

.  Jesús va dotando de una estructura visible a la iglesia que vemos en la elección de los doce con Pedro a su cabeza Marcos 3,14-15 “Después subió Jesús a un cerro y llamó a quienes le pareció conveniente. Una vez reunidos, eligió a doce de ellos para que le acompañasen y para enviarlos a anunciar el mensaje. Los llamó apóstoles y les dio autoridad para expulsar a los demonios”. Jesús eligió doce apóstoles, y esto no es casual pues quiso entroncarlo con la imagen del pueblo de Dios de Israel que tenía doce tribus. El hecho que elija a Pedro como cabeza nos quiere decir que Jesús cuando no estuviera alguien tenía que hacer de cabeza. En Mateo 19,28 “Jesús les respondió:–Os aseguro que cuando llegue el tiempo de la renovación de todas las cosas, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono glorioso, vosotros, que me habéis seguido, os sentaréis también en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel”. Jesús habla de los apóstoles diciendo que se van a sentar en los doce tronos, es decir, vemos la conciencia de Jesús de haber fundado en ese pequeño rebaño el reino de Dios, la iglesia. Lucas 22,30 “y comeréis y beberéis a mi mesa en mi reino, y os sentaréis en tronos para juzgar a las doce tribus de Israel”. Lucas 10,1-2 “Después de esto escogió también el Señor a otros setenta y dos, y los mandó delante de él, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares a donde tenía que ir. Les dijo: “Ciertamente la mies es mucha, pero los obreros son pocos. Por eso, pedidle al Dueño de la mies que mande obreros a recogerla.” Con todos estos actos Cristo prepara y edifica su Iglesia porque Cristo da a luz a la Iglesia, es fruto de sus palabras, de sus obras, de su presencia, de su vida entera.

Punto 766 Pero la Iglesia ha nacido principalmente del don total de Cristo por nuestra salvación, anticipado en la institución de la Eucaristía y realizado en la cruz. "El agua y la sangre que brotan del costado abierto de Jesús crucificado son signo de este comienzo y crecimiento" (LG 3). "Pues del costado de Cristo dormido en la cruz nació el sacramento admirable de toda la Iglesia" (SC 5). Del mismo modo que Eva fue formada del costado de Adán adormecido, así la Iglesia nació del corazón traspasado de Cristo muerto en la cruz (cf. San Ambrosio, Expositio evangelii secundum Lucam, 2, 85-89).


. El Catecismo en este punto nos ofrece la imagen mística de la Iglesia nacida del costado de Cristo nacida por la lanza. En el momento en que alguien va a fallecer parece que está dejando su testamento manifestando sus últimas voluntades, y algo así realiza Jesucristo en el momento de su muerte en la cruz. Cristo quiere también dejar en su testamento a su madre como el legado más precioso para nosotros “ahí tienes a tu madre, ahí tienes a tu hijo”. Jesús entrega su espíritu. Jesús nos da a María, la Iglesia y el Espíritu como testamento.

martes, 19 de enero de 2016

Catecismo 758-762. Origen, fundación y misión de la Iglesia

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Punto 758 Para penetrar en el Misterio de la Iglesia, conviene primeramente contemplar su origen dentro del designio de la Santísima Trinidad y su realización progresiva en la historia.

. Todo en este mundo, no solo a iglesia, es un reflejo de lo que es Dios. Si todo ha sido creado por Dios, si todo tiene en Dios su origen, pues como es lógico todo forma parte de un plan de Dios, aquí nada es casual, todo tiene las huellas de Dios, todo en el fondo es el reflejo de la Santísima Trinidad. La iglesia está convocada como un designio de la Trinidad con una intencionalidad bien concreta, que es un designio de amor y de comunión con Dios.

Un designio nacido en el corazón del Padre

Punto 759 "El Padre eterno creó el mundo por una decisión totalmente libre y misteriosa de su sabiduría y bondad. Decidió elevar a los hombres a la participación de la vida divina" a la cual llama a todos los hombres en su Hijo: "Dispuso convocar a los creyentes en Cristo en la santa Iglesia". Esta "familia de Dios" se constituye y se realiza gradualmente a lo largo de las etapas de la historia humana, según las disposiciones del Padre: en efecto, la Iglesia ha sido "prefigurada ya desde el origen del mundo y preparada maravillosamente en la historia del pueblo de Israel y en la Antigua Alianza; se constituyó en los últimos tiempos, se manifestó por la efusión del Espíritu y llegará gloriosamente a su plenitud al final de los siglos" (LG 2).

. El Padre decidió elevar a todos los hombres a la participación de la vida divina, queriendo convocarnos en la comunión con él. Esa comunión en el amor con él es la iglesia. La iglesia no es una institución práctica para dar cauce a las necesidades espirituales de la gente, sino que es el llamamiento de Dios, la convocación de Dios para que vivamos en comunión con Dios. Por eso dice que la iglesia es un designio nacido del corazón del Padre. Dios ha querido que la iglesia sea el instrumento a través del cual llame a toda la humanidad a esa comunión.

. Hay como cuatro fases en la realización gradual de esta familia de Dios: es prefigurada desde el origen del mundo y preparada en el Antiguo Testamento, constituida en Jesucristo en los últimos tiempos, manifestada en la efusión del Espíritu Santo en Pentecostés y llegará a su plenitud al final de los tiempos. Todo un designio para llevar a cabo la vocación de convocación a la intimidad con Dios. 

La Iglesia, prefigurada desde el origen del mundo

Punto 760 "El mundo fue creado en orden a la Iglesia" decían los cristianos de los primeros tiempos (Hermas, Pastor 8, 1 [Visio 2, 4,I); cf. Arístides, Apología 16, 6; San Justino, Apología 2, 7). Dios creó el mundo en orden a la comunión en su vida divina, comunión que se realiza mediante la "convocación" de los hombres en Cristo, y esta "convocación" es la Iglesia. La Iglesia es la finalidad de todas las cosas (cf. San Epifanio, Panarion, 1, 1, 5, Haereses 2, 4), e incluso las vicisitudes dolorosas como la caída de los ángeles y el pecado del hombre, no fueron permitidas por Dios más que como ocasión y medio de desplegar toda la fuerza de su brazo, toda la medida del amor que quería dar al mundo:
«Así como la voluntad de Dios es un acto y se llama mundo, así su intención es la salvación de los hombres y se llama Iglesia» (Clemente Alejandrino,Paedagogus 1, 6).

. La Iglesia es el altavoz de la Palabra, es pues la iglesia el medio y el fin es Jesucristo. También podemos decir que la iglesia es un fin, no como organización humana, sino como la vocación a la comunión con Dios, es decir, de acuerdo a la comunión con Dios. No hemos sido creados para que cada uno viva por su cuenta, sino para ser convocados a una comunión con Dios. La iglesia en este sentido, como razón mística última de su ser, la iglesia es un fin y no un medio. La iglesia no es otra cosa que la comunión con Dios.

La Iglesia, preparada en la Antigua Alianza

Punto 761 La reunión del pueblo de Dios comienza en el instante en que el pecado destruye la comunión de los hombres con Dios y la de los hombres entre sí. La reunión de la Iglesia es por así decirlo la reacción de Dios al caos provocado por el pecado. Esta reunificación se realiza secretamente en el seno de todos los pueblos: "En cualquier nación el que le teme [a Dios] y practica la justicia le es grato" (Hch 10, 35; cf LG 9; 13; 16).

. El pecado tiene la capacidad de disgregar y de romper, de romper con Dios, con los demás y con uno mismo. Desde que el pueblo peca, se rompe la comunión con Dios. En el libro del Génesis vemos como el pecado rompe la comunión con Dios. Adán y Eva antes estaban ante Dios en plena amistad, hablaban con él cara a cara, y ahora escuchan que se acerca por el jardín y se esconden, tienen miedo, han perdido esa amistad, esa comunión con Dios. Adán y Eva vivían en armonía y tras el pecado empiezan a discutir entre ellos, a echarse las culpas mutuamente, comienza la falta de paz que tenemos entre nosotros que es echar la culpa al otro y nadie reconocerse culpable o pecador de nada. Adán y Eva pierden el equilibrio interior y la paz interior que tenían consigo mismos.

. La reunión de la iglesia es la reacción de Dios al caos provocado por el pecado. Si el pecado rompe la comunión, Dios con la iglesia quiere convocar a sus hijos para que vuelvan a la comunión mutua entre ellos, consigo mismos y con Dios. Al final uno encuentra en la iglesia el antídoto de la ruptura interior que el pecado había provocado en nosotros. Esta reunificación se realiza en el seno de todos los pueblos, el Espíritu Santo está actuando en todas las culturas para la unificación de la humanidad.

Punto 762 La preparación lejana de la reunión del pueblo de Dios comienza con la vocación de Abraham, a quien Dios promete que llegará a ser padre de un gran pueblo (cf Gn 12, 2; 15, 5-6). La preparación inmediata comienza con la elección de Israel como pueblo de Dios (cf Ex19, 5-6; Dt 7, 6). Por su elección, Israel debe ser el signo de la reunión futura de todas las naciones (cf Is 2, 2-5; Mi 4, 1-4). Pero ya los profetas acusan a Israel de haber roto la alianza y haberse comportado como una prostituta (cf Os 1; Is 1, 2-4; Jr 2; etc.). Anuncian, pues, una Alianza nueva y eterna (cf. Jr 31, 31-34; Is 55, 3). "Jesús instituyó esta nueva alianza" (LG9).


. Hay una preparación lejana con la vocación de Abraham y una preparación inmediata con la elección de Israel. Dios quiere hacer de Israel su pueblo personal, y por su elección debe ser el signo de la reunión futura de todas las naciones. Pero por desgracia, ya los profetas tuvieron que acusar a Israel de haber roto la alianza, esa es la denuncia de los profetas, que Israel da la espalda a Yahveh, como una esposa traiciona a su esposo, así Israel ha traicionado a Yahveh. Los profetas no solo reprenden sino que anuncian una alianza nueva y eterna. Cristo instituye esa nueva alianza. Así lo vemos en Jeremías 31,34 “Llegarán los días –oráculo del Señor– en que estableceré una nueva Alianza con la casa de Israel y la casa de Judá. No será como la Alianza que establecí con sus padres el día en que los tomé de la mano para hacerlos salir del país de Egipto, mi Alianza que ellos rompieron, aunque yo era su dueño –oráculo del Señor–. Esta es la Alianza que estableceré con la casa de Israel, después de aquellos días –oráculo del Señor–: pondré mi Ley dentro de ellos, y la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios y ellos serán mi Pueblo. Y ya no tendrán que enseñarse mutuamente, diciéndose el uno al otro: «Conozcan al Señor». Porque todos me conocerán, del más pequeño al más grande –oráculo del Señor–. Porque yo habré perdonado su iniquidad y no me acordaré más de su pecado.” Hay pues una promesa de que Dios va a hacer alianza eterna, y esa alianza la va a hacer en Jesucristo que va a ser el gran convocador de la humanidad con Dios. Lo vemos cuando Jesús nos dice “venid a mí…”

lunes, 18 de enero de 2016

Catecismo 753-757. La Iglesia en el designio de Dios. Los símbolos de la Iglesia

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Punto 753 En la Sagrada Escritura encontramos multitud de imágenes y de figuras relacionadas entre sí, mediante las cuales la Revelación habla del misterio inagotable de la Iglesia. Las imágenes tomadas del Antiguo Testamento constituyen variaciones de una idea de fondo, la del "Pueblo de Dios". En el Nuevo Testamento (cf. Ef 1, 22; Col 1, 18), todas estas imágenes adquieren un nuevo centro por el hecho de que Cristo viene a ser "la Cabeza" de este Pueblo (cf. LG 9), el cual es desde entonces su Cuerpo. En torno a este centro se agrupan imágenes "tomadas de la vida de los pastores, de la agricultura, de la construcción, incluso de la familia y del matrimonio" (LG 6).

. Hay una gran riqueza de simbolismos en la Sagrada Escritura que hablan de la Iglesia, en el Antiguo Testamento, la imagen principal es la imagen del “Pueblo de Dios”, dónde Yahveh se revela a través de un pueblo concreto, en un sitio concreto que es Israel. Hay una elección de un pueblo concreto a través del cual Dios viene y se manifiesta a todos. Un pueblo elegido al servicio de toda la humanidad, un pueblo humilde pues Dios no eligió al pueblo romano ni al pueblo griego, sino un pueblo más bien insignificante. En el Nuevo Testamento decimos que la cabeza de ese pueblo es Cristo, en Efesios 1,22  leemos “bajo sus pies sometió todas las cosas, y le constituyó cabeza suprema de la iglesia, que es su cuerpo, la plenitud del que lo llena todo en todo”, o en Colosenses 1,18 “… él es también la cabeza del cuerpo de la iglesia…”. Aquí se añade el aspecto de la unión entre Cristo y su Iglesia, entre la cabeza y el cuerpo.

. Dios quiso salvar a los hombres no de manera individual y aislados entre sí, sino que Dios ha querido 
formar un pueblo, porque Dios tiene un estilo comunitario. 

Punto 754 "La Iglesia, en efecto, es el redil cuya puerta única y necesaria es Cristo (Jn 10, 1-10). Es también el rebaño cuyo pastor será el mismo Dios, como él mismo anunció (cf. Is 40, 11;Ez 34, 11-31). Aunque son pastores humanos quienes gobiernan a las ovejas, sin embargo es Cristo mismo el que sin cesar las guía y alimenta; Él, el Buen Pastor y Cabeza de los pastores (cf. Jn 10, 11; 1 P 5, 4), que dio su vida por las ovejas (cf. Jn 10, 11-15)". (LG 6)

. Otra de las imágenes importantes que se citan es la del rebaño, que las vemos en varios textos, por ejemplo en Juan 10,1-10 ” Les aseguro que el que no entra por la puerta en el corral de las ovejas, sino por otro lado, es un ladrón y un asaltante. El que entra por la puerta es el pastor de las ovejas. El guardián le abre y las ovejas escuchan su voz. El llama a cada una por su nombre y las hace salir. Cuando las ha sacado a todas, va delante de ellas y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz. Nunca seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen su voz». Jesús les hizo esta comparación, pero ellos no comprendieron lo que les quería decir. Entonces Jesús prosiguió: «Les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos aquellos que han venido antes de mí son ladrones y asaltantes, pero las ovejas no los han escuchado. Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará; podrá entrar y salir, y encontrará su alimento El ladrón no viene sino para robar, matar y destruir. Pero yo he venido para que las ovejas tengan Vida, y la tengan en abundancia. Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da su vida por las ovejas”. Esta imagen de Iglesia como rebaño subraya el cuidado de Dios por la unidad, porque tenemos todos un peligro continuo de dispersión, de salirnos del redil. Cuando estamos fuera de ese redil somos mucho más vulnerables a los “depredadores”, pues es mucho más difícil ser presa cuando uno está en comunión que cuando va disperso o descolgado. Así el primer paso para apartarse de Dios es decir “soy católico pero no practicante”, luego se pasa a decir “yo creo en Dios pero no en la iglesia”, luego se dice “yo creo en algo pero no sé qué será”,  luego se dice “no sé si creo o no creo” y luego al final soy ateo. Todo este proceso de tentación ha comenzado por una ruptura de comunión en torno a un pastor.

. El Señor pone pastores al frente de ese rebaño, pastores que a su vez son ovejas. La diferencia entre Cristo y esos pastores es que Cristo es pastor y no es oveja, y los pastores de la iglesia compaginan ser a la vez pastor y oveja. La docilidad es un aspecto que se remarca en esta imagen del rebaño. 
 
Punto 755 "La Iglesia es labranza o campo de Dios (1 Co 3, 9). En este campo crece el antiguo olivo cuya raíz santa fueron los patriarcas y en el que tuvo y tendrá lugar la reconciliación de los judíos y de los gentiles (Rm 11, 13-26). El labrador del cielo la plantó como viña selecta (Mt 21, 33-43 par.; cf. Is 5, 1-7). La verdadera vid es Cristo, que da vida y fecundidad a a los sarmientos, es decir, a nosotros, que permanecemos en él por medio de la Iglesia y que sin él no podemos hacer nada (Jn 15, 1-5)".  (LG 6)

. La imagen de la iglesia como labranza, como campo de Dios subraya mucho la unión con la raíz nuestra, la planta tiene que estar unida con la raíz, Cristo es la vid y nosotros somos los sarmientos, crecemos recibiendo la savia desde la raíz, permaneciendo injertados en Cristo. E pecado consiste en apartarnos de la raíz. Esta imagen subraya mucho la fertilidad: “unidos a la vid damos fruto”, y nos recuerda que sin Cristo no somos nada, si nos apartamos del tronco al que estamos injertados no somos nada. Si construimos por nuestra cuenta estamos abocados al fracaso porque son esfuerzos humanos que no están fecundados por la gracia de Dios.

. En Romanos 11,13-26 se habla del pueblo judío que rechaza a Cristo como ramas desgajadas a la vez que habla de los gentiles como ramas injertadas en Cristo, y nos llama la atención de no caer en el pecado de orgullo: “…si algunas de las ramas fueron cortadas, y tú, que eres un olivo silvestre, fuiste injertado en lugar de ellas, haciéndote partícipe de la raíz y de la savia del olivo, no te enorgullezcas frente a las ramas. Y si lo haces, recuerda que no eres tú quien mantiene a la raíz, sino la raíz a ti…”, san Pablo habla de los judíos como las ramas naturales y de los gentiles como los injertos en ese árbol.

. La iglesia está llamada a un continuo alimento que recibe de la raíz que es Cristo, de lo contrario está condenada a la esterilidad, a no dar fruto.      

Punto 756 "También muchas veces a la Iglesia se la llama construcción de Dios (1 Co 3, 9). El Señor mismo se comparó a la piedra que desecharon los constructores, pero que se convirtió en la piedra angular (Mt 21, 42 y paralelos; cf. Hch 4, 11; 1 P 2, 7; Sal 118, 22). Los Apóstoles construyen la Iglesia sobre ese fundamento (cf. 1 Co 3, 11), que le da solidez y cohesión. Esta construcción recibe diversos nombres: casa de Dios (1 Tm 3, 15) en la que habita su familia, habitación de Dios en el Espíritu (Ef 2, 19-22), tienda de Dios con los hombres (Ap 21, 3), y sobre todo, templo santo. Representado en los templos de piedra, los Padres cantan sus alabanzas, y la liturgia, con razón, lo compara a la ciudad santa, a la nueva Jerusalén. En ella, en efecto, nosotros como piedras vivas entramos en su construcción en este mundo (cf. 1 P 2, 5). San Juan ve en el mundo renovado bajar del cielo, de junto a Dios, esta ciudad santa arreglada como una esposa embellecidas para su esposo (Ap 21, 1-2)". (LG6)

. La iglesia como templo de Dios, como construcción de Dios, es una imagen que subraya el aspecto de que la iglesia está habitada por Dios, es un lugar en el que nosotros percibimos su presencia, un lugar de encuentro de Dios con los hombres. No quiere decir que Dios no esté presente en todas partes, sino que Dios ha querido tener lugares especiales en los que revelar su presencia. Y por otra parte se subraya que está formada por nosotros como piedras vivas, no por piedras muertas, sino que cada uno de nosotros tengamos la responsabilidad de construir la iglesia poniendo al servicio de Dios los dones y carismas que hayamos recibido dentro de la vocación concreta que Dios tenga para cada uno de nosotros.

Punto 757 «La Iglesia que es llamada también "la Jerusalén de arriba" y "madre nuestra" (Ga 4, 26; cf. Ap 12, 17), y se la describe como la esposa inmaculada del Cordero inmaculado (Ap 19, 7; 21, 2. 9; 22, 17). Cristo "la amó y se entregó por ella para santificarla" (Ef 5, 25-26); se unió a ella en alianza indisoluble, "la alimenta y la cuida" (Ef 5, 29) sin cesar». (LG 6)


. La última de las imágenes es la imagen de la esposa, la amada de Jesucristo y la Jerusalén madre. Debemos purificar todos nuestros conceptos individualistas sobre la iglesia que nos puede hacer perder la conciencia de pueblo de Dios.  

miércoles, 13 de enero de 2016

Catecismo 748-752.Creo en la Sta.Iglesia Católica.La Iglesia en el designio de Dios.Los nombres e imágenes de la Iglesia

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Punto 748 "Cristo es la luz de los pueblos. Por eso, este sacrosanto Sínodo, reunido en el Espíritu Santo, desea vehementemente iluminar a todos los hombres con la luz de Cristo, que resplandece sobre el rostro de la Iglesia (LG 1), anunciando el Evangelio a todas las criaturas". Con estas palabras comienza la "Constitución dogmática sobre la Iglesia" del Concilio Vaticano II. Así, el Concilio muestra que el artículo de la fe sobre la Iglesia depende enteramente de los artículos que se refieren a Cristo Jesús. La Iglesia no tiene otra luz que la de Cristo; ella es, según una imagen predilecta de los Padres de la Iglesia, comparable a la luna cuya luz es reflejo del sol.

. El Catecismo habla de la razón de ser de la Iglesia para llevar la luz de Cristo a todos los pueblos. Afirma que la fe sobre la Iglesia depende en todo de la fe en Jesucristo, es decir, la centralidad de nuestra fe está en Cristo, el centro de nuestra fe es Jesucristo. Solo a partir de aquí uno puede hablar de la Iglesia. No se puede hacer al revés, es decir, decir que la fe en Jesucristo proviene de la fe en la Iglesia, no, lo central y la razón de ser de nuestra fe es Jesucristo. La Iglesia está al servicio de Cristo.

. Una hermosa imagen de los padres de la Iglesia es la luz del sol y la luz de la luna, donde Cristo es el sol y la Iglesia es la luna, el sol brilla con luz propia, la luna no brilla con luz propia sino con luz reflejada. Cristo brilla con luz propia y la Iglesia brilla con luz reflejada, es brillante en la medida en que permite que la luz de Cristo se refleje en ella porque la Iglesia no es brillante y por sí misma no da luz. Muchas personas que se han acercado a ese reflejo de luz que hay en la Iglesia han encontrado el verdadero origen de la luz de Cristo. La Iglesia pretende que nuestros ojos no se fijen en ella sino que se fijen en Cristo, es algo parecido a cuando Juan Bautista apuntando a Jesús dice “conviene que yo disminuya para que El crezca”. La función de la Iglesia es ser altavoz de Cristo, es ser su voz, pero no quitarle ni añadirle palabra. La Iglesia es consciente de que lleva un tesoro en vasijas de barro

Punto 749 El artículo sobre la Iglesia depende enteramente también del que le precede, sobre el Espíritu Santo. "En efecto, después de haber mostrado que el Espíritu Santo es la fuente y el dador de toda santidad, confesamos ahora que es Él quien ha dotado de santidad a la Iglesia" (Catecismo Romano, 1, 10, 1). La Iglesia, según la expresión de los Padres, es el lugar "donde florece el Espíritu" (San Hipólito Romano, Traditio apostolica, 35).

. La Iglesia no tiene santidad propia sino que la tiene recibida de Jesucristo, la Iglesia santifica porque ha sido santificada, ha recibido del Espíritu Santo la santidad y la capacidad de santificar. La Iglesia ni le hace sombra ni le quita protagonismo a la santidad de Dios, todo lo contrario es el gran altavoz que grita “Santo, Santo, Santo es el Señor”. La santidad de la Iglesia es una santidad recibida y llamada a transmitir.

Punto 750 Creer que la Iglesia es "Santa" y "Católica", y que es "Una" y "Apostólica" (como añade el Símbolo Niceno-Constantinopolitano) es inseparable de la fe en Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo. En el Símbolo de los Apóstoles, hacemos profesión de creer que existe una Iglesia Santa (Credo [...] Ecclesiam), y no de creer en la Iglesia para no confundir a Dios con sus obras y para atribuir claramente a la bondad de Dios todos los dones que ha puesto en su Iglesia (cf. Catecismo Romano, 1, 10, 22).
I. Los nombres y las imágenes de la Iglesia
Punto 751 La palabra "Iglesia" [ekklèsia, del griego ek-kalein - "llamar fuera"] significa "convocación". Designa asambleas del pueblo (cf. Hch 19, 39), en general de carácter religioso. Es el término frecuentemente utilizado en el texto griego del Antiguo Testamento para designar la asamblea del pueblo elegido en la presencia de Dios, sobre todo cuando se trata de la asamblea del Sinaí, en donde Israel recibió la Ley y fue constituido por Dios como su pueblo santo (cf. Ex 19). Dándose a sí misma el nombre de "Iglesia", la primera comunidad de los que creían en Cristo se reconoce heredera de aquella asamblea. En ella, Dios "convoca" a su Pueblo desde todos los confines de la tierra. El término Kyriaké, del que se deriva las palabras church en inglés, y Kirche en alemán, significa "la que pertenece al Señor".

. La etimología de la palabra Iglesia viene del griego ek-kalein que significa convocar, llamar, Dios llama, Dios nos llama y nos convoca, somos convocados. Hay dos maneras de entender la convocatoria, una forma es como una iniciativa de los hombres que se organizan y reúnen, y otra forma es entender la iglesia como una llamada, como alguien que ha sido llamado por Jesucristo. Nadie es miembro de la iglesia si no ha sido llamado. La Iglesia no es una comunidad ideada por los hombres al servicio de un sistema de organización humana.

. La Iglesia se reconoce como heredera de la asamblea de Israel, del pueblo convocado por Yahveh en el Monte Sinaí. En Éxodo 19 nos dice “… han visto cómo traté a Egipto, y cómo los conduje sobre alas de águila y los traje hasta mí. Ahora, si escuchan mi voz y observan mi alianza, serán mi propiedad exclusiva entre todos los pueblosserán para mí un reino de sacerdotes y una nación que me está consagrada». Estas son las palabras que transmitirás a los israelitas». Moisés fue a convocar a los ancianos de Israel y les expuso todas estas palabras, como el Señor se lo había ordenado. El pueblo respondió unánimemente: «Estamos decididos a poner en práctica todo lo que ha dicho el Señor». Y Moisés comunicó al Señor la respuesta del pueblo….”. Yahveh ha ido formando el pueblo de Israel, ha ido convocando y llamando, formando una conciencia de pueblo, de asamblea. La Iglesia primitiva, la primera iglesia cristiana entendió que Jesús le llamaba a ser la continuadora de aquella asamblea que había sido convocada por Yahveh en el Monte Sinaí.

. Ser miembro de la Iglesia, antes de ser una elección de nadie, es una llamada de Dios. Antes de ser una elección tuya propia, es Dios el que te ha llamado.

 Punto 752 En el lenguaje cristiano, la palabra "Iglesia" designa no sólo la asamblea litúrgica (cf. 1 Co 11, 18; 14, 19. 28. 34. 35), sino también la comunidad local (cf. 1 Co 1, 2; 16, 1) o toda la comunidad universal de los creyentes (cf. 1 Co 15, 9; Ga 1, 13; Flp 3, 6). Estas tres significaciones son inseparables de hecho. La "Iglesia" es el pueblo que Dios reúne en el mundo entero. La Iglesia de Dios existe en las comunidades locales y se realiza como asamblea litúrgica, sobre todo eucarística. La Iglesia vive de la Palabra y del Cuerpo de Cristo y de esta manera viene a ser ella misma Cuerpo de Cristo.


. La iglesia como asamblea litúrgica lo vemos en 1ª Corintios 11 “… pues ante todo oigo que al reuniros en la asamblea hay divisiones…”, y aquí habla de la iglesia como asamblea litúrgica. Otras veces habla de la iglesia como comunidad local, por ejemplo, “a la iglesia de Corinto…”, aquí habla de la iglesia concreta de Corinto. Otras veces se habla de la comunidad universal de creyentes, por ejemplo en 1ª Corintios 15,9 “pues yo soy el último de los apóstoles, indigno del nombre de apóstol por haber perseguido a la iglesia de Dios”, aquí  no habla de la iglesia como local sino como universal. Dependiendo del texto en que nos fijemos, a veces se habla de la iglesia como asamblea litúrgica, como comunidad local o como comunidad universal de creyentes.   

domingo, 10 de enero de 2016

Catecismo 737-741. El Espíritu y la Iglesia en los últimos tiempos. El Espíritu Santo y la Iglesia

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Punto 737 La misión de Cristo y del Espíritu Santo se realiza en la Iglesia, Cuerpo de Cristo y Templo del Espíritu Santo. Esta misión conjunta asocia desde ahora a los fieles de Cristo en su comunión con el Padre en el Espíritu Santo: El Espíritu Santo prepara a los hombres, los previene por su gracia, para atraerlos hacia Cristo. Les manifiesta al Señor resucitado, les recuerda su palabra y abre su mente para entender su Muerte y su Resurrección. Les hace presente el misterio de Cristo, sobre todo en la Eucaristía para reconciliarlos, para conducirlos a la comunión con Dios, para que den "mucho fruto" (Jn 15, 5. 8. 16).

. El Catecismo habla que la misión de Cristo y del Espíritu Santo, el envío por el Padre de Cristo y del Espíritu Santo, se realiza en la Iglesia cuerpo místico de Cristo templo del Espíritu Santo. El envío tiene lugar dentro de la Iglesia, es el lugar donde Cristo y el Espíritu Santo enviados por el Padre actúan. La misión consiste en que el Espíritu Santo recuerda la palabra y abre la mente a los hombres, como en el pasaje de los dos de Emaús, el Espíritu Santo nos descubre y nos abre al conocimiento interno de la palabra.

Cada vez que acudimos a la santa Misa y se nos proclama la palabra o abrimos la Biblia en nuestra casa, tenemos que pedirle al Espíritu Santo que nos ilumine el sentido interno de esas palabras. Santos como santa Teresa de Jesús nos dice que cada vez que leía la palabra de Dios se le descubría un sentido nuevo que hasta entonces estaba oculto porque aunque en ese texto pone lo mismo que la última vez que lo leyó, el Espíritu Santo le ha iluminado un sentido interno que antes le permanecía oculto. La iluminación del Espíritu Santo llega a cada uno de nosotros y nos lo aplicamos personalmente porque esa palabra está dicha para mí, es palabra viva aplicada a cada uno de nosotros que nos ilumina nuestra vida concreta en las circunstancias que vivimos ahora. El Espíritu Santo nos prepara para nuestro encuentro con Cristo antes incluso de que uno se haya encontrado con Cristo. En el evangelio de san Juan nos dice “nadie viene a mí si Padre no lo atrae”, ya antes de nuestra propia iniciativa hay un influjo de la gracia que nos atrae a Cristo.

. El Espíritu Santo nos hace presente el misterio de Cristo, nos hace viva y presente la palabra en este momento en mi vida, es una palabra que está dicha por y para mí. Así nos dejamos conducir y fecundar por el Espíritu Santo, para que demos mucho fruto. Ya podemos dejarnos la piel en nuestras obras que si el Espíritu Santo no hace fecundas nuestras obras y nuestros esfuerzos, lo único que estamos haciendo es ejercicio estéril. En Juan 15,5.8.16. “Yo soy la vid y vosotros los sarmientos, el que permanece en mí y yo en él, ese da mucho fruto, porque separados de mí no podéis hacer nada, … la gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto y seáis mis discípulos, no me habéis elegido vosotros a mí sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto y que vuestro fruto dure, de modo que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda”, estos textos nos dicen que nuestras obras dan fruto cuando están injertadas en Cristo por el Espíritu Santo.          

Punto 738 Así, la misión de la Iglesia no se añade a la de Cristo y del Espíritu Santo, sino que es su sacramento: con todo su ser y en todos sus miembros ha sido enviada para anunciar y dar testimonio, para actualizar y extender el Misterio de la Comunión de la Santísima Trinidad (esto será el objeto del próximo artículo):
«Todos nosotros que hemos recibido el mismo y único espíritu, a saber, el Espíritu Santo, nos hemos fundido entre nosotros y con Dios. Ya que por mucho que nosotros seamos numerosos separadamente y que Cristo haga que el Espíritu del Padre y suyo habite en cada uno de nosotros, este Espíritu único e indivisible lleva por sí mismo a la unidad a aquellos que son distintos entre sí [...] y hace que todos aparezcan como una sola cosa en él . Y de la misma manera que el poder de la santa humanidad de Cristo hace que todos aquellos en los que ella se encuentra formen un solo cuerpo, pienso que también de la misma manera el Espíritu de Dios que habita en todos, único e indivisible, los lleva a todos a la unidad espiritual» (San Cirilo de Alejandría, Commentarius in Iohannem, 11, 11: PG 74, 561).

. “Sin el Espíritu Santo, Dios está lejos, Cristo se queda en el pasado, el Evangelio es letra muerta, la Iglesia no pasa de simple organización, la autoridad se convierte en dominio, la misión en propaganda, el culto en evocación, y el quehacer de los cristianos en una moral propia de esclavos. Pero en el Espíritu Santo, el cosmos se levanta y gime en la infancia del Reino, Cristo ha resucitado, el Evangelio aparece como potencia de vida, la Iglesia como comunión trinitaria, la autoridad es un servicio liberador, la misión un Pentecostés, la liturgia memorial y anticipación, el hacer humano algo divino”. Esta oración es muy ilustrativa pues nos ilustra lo que sería sin el Espíritu Santo. Así sin Él, Dios se nos queda lejos, no entendemos que es más íntimo que nada, que habita dentro de uno, y por eso sin el Espíritu Santo uno tiene la sensación de lejanía. Sin Él, el evangelio es letra muerta deja de ser palabra viva y actual que está presente hoy para ti. Sin Él, la iglesia es una mera organización donde no se ve que el Señor quiere servirse de uno para llegar a los demás. A los catequistas se les verá como mero empleados y no se entiende como las personas van a la iglesia movidos por el Espíritu Santo para prestarle al Señor sus manos y sus pies para prolongar su obra entre nosotros. Sin Él, el culto es una mera evocación, algo estético y relajante, etcétera. Con el Espíritu Santo todo es distinto.

. La misión de la iglesia no es un añadido a la misión de Cristo y del Espíritu Santo sino que es su sacramento, están fundidos. Nos fundimos en la humanidad de Jesucristo porque él asumió nuestra humanidad y todos estamos presentes en la humanidad de Jesús. Por ejemplo, un árbol con raíces profundas que no son visibles. Esas raíces son como Jesucristo pues ahora ya la humanidad de Jesucristo no es visible para nosotros. El tronco del árbol es la iglesia que está fundada sobre Cristo. La iglesia es visible, el tronco no sería nada sin las raíces, por ese tronco corre la savia que viene de Cristo que es el Espíritu Santo. Ese Espíritu Santo se nos da en los frutos de ese árbol que son los sacramentos. En este ejemplo, vemos que en los sacramentos que nos da la iglesia, estoy recibiendo la vida del Espíritu Santo en el que se me da la vida de Cristo. La iglesia es sacramento fundido y no un añadido. Mucha gente se queda en ver la iglesia como la corteza del tronco, como solo las instituciones, las normas, la autoridad, sin ver como por su interior como pasa la vida de Cristo en el don del Espíritu Santo.
  
Punto 739 Puesto que el Espíritu Santo es la Unción de Cristo, es Cristo, Cabeza del Cuerpo, quien lo distribuye entre sus miembros para alimentarlos, sanarlos, organizarlos en sus funciones mutuas, vivificarlos, enviarlos a dar testimonio, asociarlos a su ofrenda al Padre y a su intercesión por el mundo entero. Por medio de los sacramentos de la Iglesia, Cristo comunica su Espíritu, Santo y Santificador, a los miembros de su Cuerpo (esto será el objeto de la Segunda parte del Catecismo).
Punto 740 Estas "maravillas de Dios", ofrecidas a los creyentes en los Sacramentos de la Iglesia, producen sus frutos en la vida nueva, en Cristo, según el Espíritu (esto será el objeto de la Tercera parte del Catecismo).

. Cuando alguien es movido por el Espíritu Santo, entiende que la moral es vida en Cristo, vida según el Espíritu, la moral es el estilo de vida de quien vive en Cristo.

Punto 741 "El Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos pedir como conviene; mas el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables" (Rm 8, 26). El Espíritu Santo, artífice de las obras de Dios, es el Maestro de la oración (esto será el objeto de la Cuarta parte del Catecismo).


. El Espíritu Santo está como alumbrando el reino de Cristo en este mundo, está intercediendo ante el Padre pues nosotros no sabemos pedir como conviene.

viernes, 8 de enero de 2016

Catecismo 733-736. El Espíritu y la Iglesia en los últimos tiempos. El Espíritu Santo, el Don de Dios

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Punto 733 "Dios es Amor" (1 Jn 4, 8. 16) y el Amor que es el primer don, contiene todos los demás. Este amor "Dios lo ha derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado" (Rm 5, 5).

. En este punto se comienza definiendo a Dios como amor porque forma parte de su propia esencia intra trinitaria, el Padre crea el mundo por amor y no por necesidad, lo propio del hijo es recibir el amor del Padre, la comunión en el amor entre el Padre y el Hijo es el Espíritu Santo, por tanto la esencia de la Trinidad es el amor.

. Decir Dios es amor no es tanto definir a Dios con el nombre de una virtud sino como la esencia íntima de Dios revelada a nosotros. El amor es definido como un reflejo de la esencia de Dios. Las expresiones “Dios es amor” y “Dios es el que es” son las únicas expresiones de la Sagrada Escritura que son definiciones en sentido propio que reflejan la esencia de Dios. Y al afirmar que Dios es amor que es el primer don, contiene todos los demás, al afirmar lo primero, en ello se contiene todo lo demás: bondad, omnipotencia, infinitud, etc. Dios nos derrama su amor en el Espíritu Santo, el amor no es algo, el amor es alguien, a partir de que Dios es amor decimos que el amor es alguien. Dios al darnos su amor no nos da una cosa sino que se nos da él mismo, es una entrega personal.  

Punto 734 Puesto que hemos muerto, o, al menos, hemos sido heridos por el pecado, el primer efecto del don del Amor es la remisión de nuestros pecados. La comunión con el Espíritu Santo (2 Co 13, 13) es la que, en la Iglesia, vuelve a dar a los bautizados la semejanza divina perdida por el pecado.

. El amor de Dios tiene en nosotros dos efectos: sanar y elevar, Dios viene a nosotros y cura nuestras heridas del pecado para luego elevarnos a la condición de hijos. Primero nos sana del pecado, como el buen samaritano que primero cura. En 2ª Corintios 13,13 “… la gracia de nuestro señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo sea con todos vosotros”, versículo que encontramos en el inicio de la santa Misa, vemos como el amor primero nos sana con la gracia de Jesucristo, esa gracia de Jesucristo es redentora, para poder recibir el amor del Padre primero tenemos que lavarnos las heridas, por eso se dice primero “la gracia de Jesucristo”, que nos cura y limpia para poder recibir a Dios. Tras esta sanación viene el amor del Padre, la sanación nos eleva a ese amor, nos hace descubrir que somos hijos, que como el hijo pródigo el amor del Padre nos está esperando. Finalmente llega la comunión del Espíritu Santo que es como decir el cómo, el Espíritu Santo nos une al Padre y nos une al Hijo, el Espíritu Santo es el cómo se ha llevado a efecto esa obra de gracia en nosotros.

Punto 735 Él nos da entonces las "arras" o las "primicias" de nuestra herencia (cf. Rm 8, 23; 2 Co 1, 21): la vida misma de la Santísima Trinidad que es amar "como él nos ha amado" (cf. 1 Jn 4, 11-12). Este amor (la caridad que se menciona en 1 Co 13) es el principio de la vida nueva en Cristo, hecha posible porque hemos "recibido una fuerza, la del Espíritu Santo" (Hch 1, 8).

. En el don del Espíritu Santo hemos recibido como un adelanto de lo que está por llegar, ese adelanto es el don del amor recibido en el Espíritu Santo. En esta vida estamos viviendo un adelanto, unas arras o primicias de lo que va a ser la intimidad plena en el cielo. Una forma de hacer un examen de conciencia, de si vamos por el buen camino hacia el cielo, lo vemos en 1ª Corintios 13, “El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tienen en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasará jamás”. Vemos si estamos viviendo el amor de acuerdo con lo que describe el versículo anterior, o si nos estamos alejando por otro camino. Si vivimos el amor de forma paciente, servicial, sin envidia, sin alarde, sin envanecernos, desinteresadamente, sin irritarnos, etc, etc veremos si ese don del Espíritu Santo se están viviendo en nosotros. Para Dios lo que más vale es lo que es movido por el Espíritu Santo, por el amor, y no lo que más cuesta o es movido por el amor propio o nuestra cabezonería.

Punto 736 Gracias a este poder del Espíritu Santo los hijos de Dios pueden dar fruto. El que nos ha injertado en la Vid verdadera hará que demos "el fruto del Espíritu, que es caridad, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza"(Ga 5, 22-23). "El Espíritu es nuestra Vida": cuanto más renunciamos a nosotros mismos (cf. Mt 16, 24-26), más "obramos también según el Espíritu" (Ga 5, 25):
«Por el Espíritu Santo se nos concede de nuevo la entrada en el paraíso, la posesión del reino de los cielos, la recuperación de la adopción de hijos: se nos da la confianza de invocar a Dios como Padre, la participación de la gracia de Cristo, el podernos llamar hijos de la luz, el compartir la gloria eterna (San Basilio Magno, Liber de Spiritu Sancto, 15, 36: PG 32, 132).

. En este punto el Catecismo nos habla del Espíritu Santo como aquél que nos pone en comunión con Dios, el que nos injerta en la vid, el que nos injerta en Jesucristo. Injertar es meter una pequeña rama dentro de un tronco para que coja vida, el Espíritu Santo nos injerta en Jesucristo para que también nosotros seamos hijos en el Hijo, y así el Padre nos llame también a nosotros hijos. Lo lógico es que el que esté injertado de frutos propios de esa nueva vida. Otro examen de conciencia lo vemos en Gálatas 5,22-23 “el fruto del Espíritu es: amor, alegría y paz, magnanimidad, afabilidad, bondad y confianza, mansedumbre y temperancia, si uno está injertado en Jesucristo, lo lógico es que sus obras sean conforme al Espíritu porque le mueve el Espíritu.

. El Catecismo nos da un consejo de vida espiritual: hay que renunciar a uno mismo para permitir al Espíritu Santo que sea el motor de tu vida. En Mateo 16,24-26 “Jesús dijo a sus discípulos: «El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque él que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida a causa de mí, la encontrará. ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida?”, para dejarnos mover por el Espíritu Santo uno tiene que negarse a sí mismo pues de nuestro propio impulso no salen las obras espirituales, lo que sale de nosotros es egoísmo y egoísmo. Tenemos que dejar que el Espíritu Santo tome las riendas de nuestra vida para poder dar frutos espirituales. 

lunes, 4 de enero de 2016

Catecismo 731-732. El Espíritu y la Iglesia en los últimos tiempos. Pentecostés

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Punto 731 El día de Pentecostés (al término de las siete semanas pascuales), la Pascua de Cristo se consuma con la efusión del Espíritu Santo que se manifiesta, da y comunica como Persona divina: desde su plenitud, Cristo, el Señor (cf. Hch 2, 36), derrama profusamente el Espíritu.

. Pentecostés es una consumación de toda la obra de Cristo. Pentecostés consuma la alianza. La palabra Pentecostés ya existía antes de la llegada de Jesús, era la fiesta de las semanas, el libro de los jubileos que tenían los judíos considera esa fiesta como destinada a celebrar cada año la renovación de la alianza. Según los jubileos, Dios había pedido a Moisés la renovación de la alianza mediante la aspersión de sangre que se hacía sobre el pueblo, era como una renovación porque la alianza del Sinaí perpetuaba las alianzas anteriores, es decir, el mundo judío daba una gran importancia a todas las alianzas que Dios había hecho con Israel, con Noé con los patriarcas, etc, y finalmente el momento culmen de la alianza fue la del Sinaí. Pentecostés es la fiesta que perpetúa estas alianzas. Pentecostés es una consumación de una alianza por las dos partes, por los hombres y Dios, sellada por el Espíritu Santo que nos da la capacidad para vivir esta alianza. Una alianza escrita ya no en piedra sino escrita en nuestros corazones, siendo la ley de Dios y su voluntad nuestro gusto.

. Por ejemplo, cuando alguien vive carnalmente, la asistencia a Misa el domingo es un precepto que hay que cumplir, está escrito en una “tabla de piedra” y para el hombre, ese mandato u obligación no resulta gustoso, sin embargo con el Espíritu Santo que penetra en nosotros, ya tenemos una relación con el Señor según una ley escrita en el corazón, esa asistencia a la santa Misa ya no es un precepto u obligación, sino un momento gustoso para nosotros. Esta es la diferencia entre el Sinaí y Pentecostés, en el primero se escribe la ley de Dios en una tabla de piedra y en el segundo se escribe la ley de Dios en nuestros corazones. Por tanto, en Pentecostés se estrecha la verdadera y definitiva alianza, reuniendo a la humanidad con Dios infundiendo en el corazón de esta humanidad el Espíritu Santo. Dios pasa de habitar entre nosotros a habitar en nosotros, en nuestros corazones; que junto con nuestro deseo de entrega a Dios constituye la alianza perfecta entre Dios y el hombre. Ahora la alianza se ha consumado, ahora entiende uno que todo aquel libro de los jubileos de las alianzas del Antiguo Testamento ahora ha tenido pleno cumplimiento en Pentecostés.

. La resurrección y Pentecostés: la vida nueva que Cristo ha recibido es la vida del Espíritu Santo. San Pablo en 1ª Corintios 15,45 nos dice “fue hecho el primer hombre (Adán) alma viviente, el último (Cristo) espíritu que da vida”, el alma es espiritual y el primer hombre tiene ese espíritu de vida cuando Dios sopló en su nariz el espíritu de vida, pero por espíritu vivificante Pablo entiende un elemento espiritual de orden superior, no ya la espiritualidad a nivel del alma, sino la espiritualidad a nivel del Espíritu Santo. Cristo dando un paso más tiene el Espíritu Santo como alma que nos comunica a nosotros, Cristo posee en sí mismo la riqueza del Espíritu Santo. Pentecostés es complementario a la resurrección en orden a una nueva efusión del Espíritu Santo a la humanidad. La ascensión en la que Cristo se va corporalmente se da con junto con el hecho de venir espiritualmente, la venida de Cristo por medio del espíritu en Pentecostés es la contrapartida de la ocultación de su presencia corporal en la ascensión. Cristo da vida a su cuerpo místico que es la Iglesia y el alma de éste cuerpo es el Espíritu Santo. Así pues la ascensión se realiza plenamente en Pentecostés, por eso no nos extraña que la fiesta de la ascensión en los orígenes del cristianismo haya sido celebrada unida a Pentecostés. Ignoramos a menudo cuando hablamos de la Iglesia que el alma de la Iglesia es el Espíritu Santo.

Punto 732 En este día se revela plenamente la Santísima Trinidad. Desde ese día el Reino anunciado por Cristo está abierto a todos los que creen en Él: en la humildad de la carne y en la fe, participan ya en la comunión de la Santísima Trinidad. Con su venida, que no cesa, el Espíritu Santo hace entrar al mundo en los "últimos tiempos", el tiempo de la Iglesia, el Reino ya heredado, pero todavía no consumado:
«Hemos visto la verdadera Luz, hemos recibido el Espíritu celestial, hemos encontrado la verdadera fe: adoramos la Trinidad indivisible porque ella nos ha salvado» (Oficio Bizantino de las Horas. Oficio Vespertino del día de Pentecostés, Tropario 4)

. Nuestros sacrificios y el Espíritu Santo. Podemos tener en nuestra vida muchos pasajes de sacrificio que no son fecundos porque no hemos invocado al Espíritu Santo para que los fecunde, esto puede ocurrir si buscamos un sacrificio con un objetivo que busca la vanagloria, el que una persona sea sacrificada no quiere decir sin más que sea conforme al espíritu de Dios, sino que es importante que nuestros sacrificios sean inspirados y fecundados por el Espíritu Santo. No lo que más cuesta tiene más mérito delante de Dios si no están inspirados por el Espíritu Santo. Más bien son expresión de amor propio o puro orgullo, con un objetivo que tiene muy poco que ver con la voluntad de Dios, y son sacrificios estériles, inútiles. A veces, el Señor lo que hace es fecundar sacrificios muy pequeños, muy humildes, pero hechos con amor. Lo que hace salvífico a un sacrificio no es el cuánto cuesta sino en el amor puesto y la inspiración y fecundidad del Espíritu Santo. Es preferible una pequeña obra hecha por el hombre pero fecundada por el Espíritu Santo que una gran obra sin Espíritu Santo que no es salvífica y es absolutamente estéril.


. Pentecostés prolonga la encarnación, Dios ya no va a estar entre nosotros sino en nosotros, y el don del Espíritu Santo posibilita que la voluntad de Dios de tener una alianza tenga también en nosotros una respuesta, el hombre pasa de tener el deseo de tener una alianza con Dios como era en el Antiguo Testamento a una alianza actualizada en la que estamos capacitados para ser fieles a Dios.