Punto 767 "Cuando el Hijo terminó la obra que el Padre le encargó realizar en la tierra, fue enviado el Espíritu Santo el día de Pentecostés para que santificara continuamente a la Iglesia" (LG4). Es entonces cuando "la Iglesia se manifestó públicamente ante la multitud; se inició la difusión del Evangelio entre los pueblos mediante la predicación" (AG 4). Como ella es "convocatoria" de salvación para todos los hombres, la Iglesia es, por su misma naturaleza, misionera enviada por Cristo a todas las naciones para hacer de ellas discípulos suyos (cf. Mt28, 19-20; AG 2,5-6).
. Se habla con claridad cuando Cristo dice “todo está cumplido”, cuando viene especialmente el momento del Espíritu enviado el día de Pentecostés para santificar continuamente a la Iglesia. La obra del Espíritu Santo es una santificación continua de la Iglesia. Podemos tener el riesgo de que la Iglesia al ser santa en su origen, lo es para siempre, para nosotros la santidad no es un punto de partida sino un punto de llegada. Uno no puede decir “yo ya estoy convertido” porque siempre estamos en proceso de conversión que no va a terminar nunca. La santidad se mide por el proceso in crescendo hasta el momento final de nuestra vida, seremos juzgados por el momento de nuestra alma en el momento final de la vida, aquí no vale vivir de las rentas, hay un refrán que dice “vales tanto como tu última obra”, es decir, no vale que en el pasado hayas hecho obras muy buenas porque eso ya pasó, a Dios le interesa tu momento presente y esto lo entendió muy bien el buen ladrón que murió junto a Jesús porque su última obra de conversión le dio a su vida un tono distinto. Ante Dios no somos el promedio de nuestra vida, Dios no va a ver el estado de nuestra alma como una media, sino que ante Dios valemos tanto como el momento presente. Esto en el fondo es valorar la importancia del crecimiento. De poco sirve todo lo anterior si no te ha llevado a tener mayor amor con Jesucristo. La santidad vale en la medida en que vaya creciendo, por eso el Catecismo insiste en la tarea del Espíritu Santo de santificar continuamente a la Iglesia. Los que formamos parte de la Iglesia siempre nos debemos sentir con deseos de crecer, con sed de santidad, y el mejor signo de que uno va en el buen camino es sentir el deseo de santidad, el no estar satisfechos diciendo hasta aquí he llegado y aquí me quedo en mi zona de confort.
. Dios le dio a la Iglesia la tarea de ir por todo el mundo para hacer discípulos, Mateo 28,19-20 “Id, pues, y haced mis discípulos a todos los habitantes del mundo; bautizadlos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y enseñadles a cumplir todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.” La iglesia es convocatoria de salvación y tiene la misión de ir hacer discípulos. En nuestra cultura tan secularizada, esta misión puede llegar a sonar mal, a ser mal interpretada, a verlo como un proselitismo que es una palabra antipática. Evidentemente, esta forma antipática o ridiculizada de entender este mandato de Jesús es no comprender el celo apostólico, porque cuando alguien tiene un tesoro en su corazón lo que quiere es compartirlo y comunicarlo, cuando alguien ama a otra persona, tiene la necesidad imperiosa de desearle lo mejor a la persona amada. La iglesia tiene la necesidad de comunicar la noticia y el amor de Jesús a todo el mundo. Lo que este mundo entiende como proselitismo, lo que mira este mundo secularizado con recelo de ir y hacer apostolado, lo está confundiendo con el celo apostólico. Del amor se deriva el celo apostólico.
Punto 768 Para realizar su misión, el Espíritu Santo "la construye y dirige con diversos dones jerárquicos y carismáticos" (LG 4). "La Iglesia, enriquecida con los dones de su Fundador y guardando fielmente sus mandamientos del amor, la humildad y la renuncia, recibe la misión de anunciar y establecer en todos los pueblos el Reino de Cristo y de Dios. Ella constituye el germen y el comienzo de este Reino en la tierra" (LG 5).
. El Espíritu Santo construye y dirige la Iglesia con diversos dones jerárquicos y carismáticos y una cosa no quita la otra, el Espíritu Santo al mismo tiempo que está iluminando al Papa, al colegio apostólico y al concilio para regir la iglesia, para gobernarla, para iluminar la fe, para enseñarla, para preservarla del error, también está iluminando a los santos, a las madres que cuidan de sus hijos, al enfermo que está en el hospital, etcétera, que se traducen en servicio y entrega en el amor.
La Iglesia, consumada en la gloria
Punto 769 La Iglesia "sólo llegará a su perfección en la gloria del cielo" (LG 48), cuando Cristo vuelva glorioso. Hasta ese día, "la Iglesia avanza en su peregrinación a través de las persecuciones del mundo y de los consuelos de Dios" (San Agustín, De civitate Dei 18, 51; cf. LG 8). Aquí abajo, ella se sabe en exilio, lejos del Señor (cf. 2Co 5, 6; LG 6), y aspira al advenimiento pleno del Reino, "y espera y desea con todas sus fuerzas reunirse con su Rey en la gloria" (LG 5). La consumación de la Iglesia en la gloria, y a través de ella la del mundo, no sucederá sin grandes pruebas. Solamente entonces, "todos los justos descendientes de Adán, desde Abel el justo hasta el último de los elegidos' se reunirán con el Padre en la Iglesia universal" (LG 2).
. La Iglesia espera y desea con todas sus fuerzas reunirse con su rey en la gloria porque solamente llegará allí a la perfección. Todos tenemos la insatisfacción de saber que en esta vida no encontramos la plenitud que buscamos, el deseo de amor pleno, esta vida se nos queda pequeña, nos sentimos insatisfechos. Esa insatisfacción solamente podrá ser plenamente cumplida en el cielo. Cuando uno siente insatisfacción, en vez de amargarse lo que tiene que pensar es que esa plenitud está escondida en el cielo y solamente Dios la puede saciar. En esta vida lloramos porque no podemos gozar plenamente del Señor. Es importante que tengamos hambre y sed del cielo, que no pensemos solo en la iglesia visible en la tierra sino también en la iglesia celestial, no nos quedemos solo con una parte de la iglesia, pues lo mejor de la iglesia no es la que vemos, sino que es la iglesia consumada en la gloria.
. Mientras llegamos ahí, nos toca sufrir, habrá pruebas, 2 Corintios 5,6 “…mientras vivamos en este cuerpo estaremos como en el destierro, lejos del Señor” , es decir, mientras estemos sujetos a nuestra condición carnal vivimos una insatisfacción y además con grandes pruebas, y así vemos que la iglesia ha experimentado esas grandes pruebas en las persecuciones, martirios, incomprensiones, problemas internos,…. que están purificando a la iglesia. La iglesia tiene la conciencia de vivir en el exilio y que su consumación se dará únicamente en el encuentro con Cristo en la Jerusalén celestial.
. Si queremos tener una verdadera imagen de la iglesia, pensemos también en la iglesia celeste, en la iglesia purgante, en la iglesia gloriosa, pensemos en todo eso porque de lo contrario nos quedamos con una imagen parcial y limitadísima del misterio de la iglesia que es mucho más profundo.
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