domingo, 10 de enero de 2016

Catecismo 737-741. El Espíritu y la Iglesia en los últimos tiempos. El Espíritu Santo y la Iglesia

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Punto 737 La misión de Cristo y del Espíritu Santo se realiza en la Iglesia, Cuerpo de Cristo y Templo del Espíritu Santo. Esta misión conjunta asocia desde ahora a los fieles de Cristo en su comunión con el Padre en el Espíritu Santo: El Espíritu Santo prepara a los hombres, los previene por su gracia, para atraerlos hacia Cristo. Les manifiesta al Señor resucitado, les recuerda su palabra y abre su mente para entender su Muerte y su Resurrección. Les hace presente el misterio de Cristo, sobre todo en la Eucaristía para reconciliarlos, para conducirlos a la comunión con Dios, para que den "mucho fruto" (Jn 15, 5. 8. 16).

. El Catecismo habla que la misión de Cristo y del Espíritu Santo, el envío por el Padre de Cristo y del Espíritu Santo, se realiza en la Iglesia cuerpo místico de Cristo templo del Espíritu Santo. El envío tiene lugar dentro de la Iglesia, es el lugar donde Cristo y el Espíritu Santo enviados por el Padre actúan. La misión consiste en que el Espíritu Santo recuerda la palabra y abre la mente a los hombres, como en el pasaje de los dos de Emaús, el Espíritu Santo nos descubre y nos abre al conocimiento interno de la palabra.

Cada vez que acudimos a la santa Misa y se nos proclama la palabra o abrimos la Biblia en nuestra casa, tenemos que pedirle al Espíritu Santo que nos ilumine el sentido interno de esas palabras. Santos como santa Teresa de Jesús nos dice que cada vez que leía la palabra de Dios se le descubría un sentido nuevo que hasta entonces estaba oculto porque aunque en ese texto pone lo mismo que la última vez que lo leyó, el Espíritu Santo le ha iluminado un sentido interno que antes le permanecía oculto. La iluminación del Espíritu Santo llega a cada uno de nosotros y nos lo aplicamos personalmente porque esa palabra está dicha para mí, es palabra viva aplicada a cada uno de nosotros que nos ilumina nuestra vida concreta en las circunstancias que vivimos ahora. El Espíritu Santo nos prepara para nuestro encuentro con Cristo antes incluso de que uno se haya encontrado con Cristo. En el evangelio de san Juan nos dice “nadie viene a mí si Padre no lo atrae”, ya antes de nuestra propia iniciativa hay un influjo de la gracia que nos atrae a Cristo.

. El Espíritu Santo nos hace presente el misterio de Cristo, nos hace viva y presente la palabra en este momento en mi vida, es una palabra que está dicha por y para mí. Así nos dejamos conducir y fecundar por el Espíritu Santo, para que demos mucho fruto. Ya podemos dejarnos la piel en nuestras obras que si el Espíritu Santo no hace fecundas nuestras obras y nuestros esfuerzos, lo único que estamos haciendo es ejercicio estéril. En Juan 15,5.8.16. “Yo soy la vid y vosotros los sarmientos, el que permanece en mí y yo en él, ese da mucho fruto, porque separados de mí no podéis hacer nada, … la gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto y seáis mis discípulos, no me habéis elegido vosotros a mí sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto y que vuestro fruto dure, de modo que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda”, estos textos nos dicen que nuestras obras dan fruto cuando están injertadas en Cristo por el Espíritu Santo.          

Punto 738 Así, la misión de la Iglesia no se añade a la de Cristo y del Espíritu Santo, sino que es su sacramento: con todo su ser y en todos sus miembros ha sido enviada para anunciar y dar testimonio, para actualizar y extender el Misterio de la Comunión de la Santísima Trinidad (esto será el objeto del próximo artículo):
«Todos nosotros que hemos recibido el mismo y único espíritu, a saber, el Espíritu Santo, nos hemos fundido entre nosotros y con Dios. Ya que por mucho que nosotros seamos numerosos separadamente y que Cristo haga que el Espíritu del Padre y suyo habite en cada uno de nosotros, este Espíritu único e indivisible lleva por sí mismo a la unidad a aquellos que son distintos entre sí [...] y hace que todos aparezcan como una sola cosa en él . Y de la misma manera que el poder de la santa humanidad de Cristo hace que todos aquellos en los que ella se encuentra formen un solo cuerpo, pienso que también de la misma manera el Espíritu de Dios que habita en todos, único e indivisible, los lleva a todos a la unidad espiritual» (San Cirilo de Alejandría, Commentarius in Iohannem, 11, 11: PG 74, 561).

. “Sin el Espíritu Santo, Dios está lejos, Cristo se queda en el pasado, el Evangelio es letra muerta, la Iglesia no pasa de simple organización, la autoridad se convierte en dominio, la misión en propaganda, el culto en evocación, y el quehacer de los cristianos en una moral propia de esclavos. Pero en el Espíritu Santo, el cosmos se levanta y gime en la infancia del Reino, Cristo ha resucitado, el Evangelio aparece como potencia de vida, la Iglesia como comunión trinitaria, la autoridad es un servicio liberador, la misión un Pentecostés, la liturgia memorial y anticipación, el hacer humano algo divino”. Esta oración es muy ilustrativa pues nos ilustra lo que sería sin el Espíritu Santo. Así sin Él, Dios se nos queda lejos, no entendemos que es más íntimo que nada, que habita dentro de uno, y por eso sin el Espíritu Santo uno tiene la sensación de lejanía. Sin Él, el evangelio es letra muerta deja de ser palabra viva y actual que está presente hoy para ti. Sin Él, la iglesia es una mera organización donde no se ve que el Señor quiere servirse de uno para llegar a los demás. A los catequistas se les verá como mero empleados y no se entiende como las personas van a la iglesia movidos por el Espíritu Santo para prestarle al Señor sus manos y sus pies para prolongar su obra entre nosotros. Sin Él, el culto es una mera evocación, algo estético y relajante, etcétera. Con el Espíritu Santo todo es distinto.

. La misión de la iglesia no es un añadido a la misión de Cristo y del Espíritu Santo sino que es su sacramento, están fundidos. Nos fundimos en la humanidad de Jesucristo porque él asumió nuestra humanidad y todos estamos presentes en la humanidad de Jesús. Por ejemplo, un árbol con raíces profundas que no son visibles. Esas raíces son como Jesucristo pues ahora ya la humanidad de Jesucristo no es visible para nosotros. El tronco del árbol es la iglesia que está fundada sobre Cristo. La iglesia es visible, el tronco no sería nada sin las raíces, por ese tronco corre la savia que viene de Cristo que es el Espíritu Santo. Ese Espíritu Santo se nos da en los frutos de ese árbol que son los sacramentos. En este ejemplo, vemos que en los sacramentos que nos da la iglesia, estoy recibiendo la vida del Espíritu Santo en el que se me da la vida de Cristo. La iglesia es sacramento fundido y no un añadido. Mucha gente se queda en ver la iglesia como la corteza del tronco, como solo las instituciones, las normas, la autoridad, sin ver como por su interior como pasa la vida de Cristo en el don del Espíritu Santo.
  
Punto 739 Puesto que el Espíritu Santo es la Unción de Cristo, es Cristo, Cabeza del Cuerpo, quien lo distribuye entre sus miembros para alimentarlos, sanarlos, organizarlos en sus funciones mutuas, vivificarlos, enviarlos a dar testimonio, asociarlos a su ofrenda al Padre y a su intercesión por el mundo entero. Por medio de los sacramentos de la Iglesia, Cristo comunica su Espíritu, Santo y Santificador, a los miembros de su Cuerpo (esto será el objeto de la Segunda parte del Catecismo).
Punto 740 Estas "maravillas de Dios", ofrecidas a los creyentes en los Sacramentos de la Iglesia, producen sus frutos en la vida nueva, en Cristo, según el Espíritu (esto será el objeto de la Tercera parte del Catecismo).

. Cuando alguien es movido por el Espíritu Santo, entiende que la moral es vida en Cristo, vida según el Espíritu, la moral es el estilo de vida de quien vive en Cristo.

Punto 741 "El Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos pedir como conviene; mas el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables" (Rm 8, 26). El Espíritu Santo, artífice de las obras de Dios, es el Maestro de la oración (esto será el objeto de la Cuarta parte del Catecismo).


. El Espíritu Santo está como alumbrando el reino de Cristo en este mundo, está intercediendo ante el Padre pues nosotros no sabemos pedir como conviene.

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