Punto 758 Para penetrar en el Misterio de la Iglesia, conviene primeramente contemplar su origen dentro del designio de la Santísima Trinidad y su realización progresiva en la historia.
. Todo en este mundo, no solo a iglesia, es un reflejo de lo que es Dios. Si todo ha sido creado por Dios, si todo tiene en Dios su origen, pues como es lógico todo forma parte de un plan de Dios, aquí nada es casual, todo tiene las huellas de Dios, todo en el fondo es el reflejo de la Santísima Trinidad. La iglesia está convocada como un designio de la Trinidad con una intencionalidad bien concreta, que es un designio de amor y de comunión con Dios.
Un designio nacido en el corazón del Padre
Punto 759 "El Padre eterno creó el mundo por una decisión totalmente libre y misteriosa de su sabiduría y bondad. Decidió elevar a los hombres a la participación de la vida divina" a la cual llama a todos los hombres en su Hijo: "Dispuso convocar a los creyentes en Cristo en la santa Iglesia". Esta "familia de Dios" se constituye y se realiza gradualmente a lo largo de las etapas de la historia humana, según las disposiciones del Padre: en efecto, la Iglesia ha sido "prefigurada ya desde el origen del mundo y preparada maravillosamente en la historia del pueblo de Israel y en la Antigua Alianza; se constituyó en los últimos tiempos, se manifestó por la efusión del Espíritu y llegará gloriosamente a su plenitud al final de los siglos" (LG 2).
. El Padre decidió elevar a todos los hombres a la participación de la vida divina, queriendo convocarnos en la comunión con él. Esa comunión en el amor con él es la iglesia. La iglesia no es una institución práctica para dar cauce a las necesidades espirituales de la gente, sino que es el llamamiento de Dios, la convocación de Dios para que vivamos en comunión con Dios. Por eso dice que la iglesia es un designio nacido del corazón del Padre. Dios ha querido que la iglesia sea el instrumento a través del cual llame a toda la humanidad a esa comunión.
. Hay como cuatro fases en la realización gradual de esta familia de Dios: es prefigurada desde el origen del mundo y preparada en el Antiguo Testamento, constituida en Jesucristo en los últimos tiempos, manifestada en la efusión del Espíritu Santo en Pentecostés y llegará a su plenitud al final de los tiempos. Todo un designio para llevar a cabo la vocación de convocación a la intimidad con Dios.
La Iglesia, prefigurada desde el origen del mundo
Punto 760 "El mundo fue creado en orden a la Iglesia" decían los cristianos de los primeros tiempos (Hermas, Pastor 8, 1 [Visio 2, 4,I); cf. Arístides, Apología 16, 6; San Justino, Apología 2, 7). Dios creó el mundo en orden a la comunión en su vida divina, comunión que se realiza mediante la "convocación" de los hombres en Cristo, y esta "convocación" es la Iglesia. La Iglesia es la finalidad de todas las cosas (cf. San Epifanio, Panarion, 1, 1, 5, Haereses 2, 4), e incluso las vicisitudes dolorosas como la caída de los ángeles y el pecado del hombre, no fueron permitidas por Dios más que como ocasión y medio de desplegar toda la fuerza de su brazo, toda la medida del amor que quería dar al mundo:
«Así como la voluntad de Dios es un acto y se llama mundo, así su intención es la salvación de los hombres y se llama Iglesia» (Clemente Alejandrino,Paedagogus 1, 6).
. La Iglesia es el altavoz de la Palabra, es pues la iglesia el medio y el fin es Jesucristo. También podemos decir que la iglesia es un fin, no como organización humana, sino como la vocación a la comunión con Dios, es decir, de acuerdo a la comunión con Dios. No hemos sido creados para que cada uno viva por su cuenta, sino para ser convocados a una comunión con Dios. La iglesia en este sentido, como razón mística última de su ser, la iglesia es un fin y no un medio. La iglesia no es otra cosa que la comunión con Dios.
La Iglesia, preparada en la Antigua Alianza
Punto 761 La reunión del pueblo de Dios comienza en el instante en que el pecado destruye la comunión de los hombres con Dios y la de los hombres entre sí. La reunión de la Iglesia es por así decirlo la reacción de Dios al caos provocado por el pecado. Esta reunificación se realiza secretamente en el seno de todos los pueblos: "En cualquier nación el que le teme [a Dios] y practica la justicia le es grato" (Hch 10, 35; cf LG 9; 13; 16).
. El pecado tiene la capacidad de disgregar y de romper, de romper con Dios, con los demás y con uno mismo. Desde que el pueblo peca, se rompe la comunión con Dios. En el libro del Génesis vemos como el pecado rompe la comunión con Dios. Adán y Eva antes estaban ante Dios en plena amistad, hablaban con él cara a cara, y ahora escuchan que se acerca por el jardín y se esconden, tienen miedo, han perdido esa amistad, esa comunión con Dios. Adán y Eva vivían en armonía y tras el pecado empiezan a discutir entre ellos, a echarse las culpas mutuamente, comienza la falta de paz que tenemos entre nosotros que es echar la culpa al otro y nadie reconocerse culpable o pecador de nada. Adán y Eva pierden el equilibrio interior y la paz interior que tenían consigo mismos.
. La reunión de la iglesia es la reacción de Dios al caos provocado por el pecado. Si el pecado rompe la comunión, Dios con la iglesia quiere convocar a sus hijos para que vuelvan a la comunión mutua entre ellos, consigo mismos y con Dios. Al final uno encuentra en la iglesia el antídoto de la ruptura interior que el pecado había provocado en nosotros. Esta reunificación se realiza en el seno de todos los pueblos, el Espíritu Santo está actuando en todas las culturas para la unificación de la humanidad.
Punto 762 La preparación lejana de la reunión del pueblo de Dios comienza con la vocación de Abraham, a quien Dios promete que llegará a ser padre de un gran pueblo (cf Gn 12, 2; 15, 5-6). La preparación inmediata comienza con la elección de Israel como pueblo de Dios (cf Ex19, 5-6; Dt 7, 6). Por su elección, Israel debe ser el signo de la reunión futura de todas las naciones (cf Is 2, 2-5; Mi 4, 1-4). Pero ya los profetas acusan a Israel de haber roto la alianza y haberse comportado como una prostituta (cf Os 1; Is 1, 2-4; Jr 2; etc.). Anuncian, pues, una Alianza nueva y eterna (cf. Jr 31, 31-34; Is 55, 3). "Jesús instituyó esta nueva alianza" (LG9).
. Hay una preparación lejana con la vocación de Abraham y una preparación
inmediata con la elección de Israel. Dios quiere hacer de Israel su pueblo
personal, y por su elección debe ser el signo de la reunión futura de todas las
naciones. Pero por desgracia, ya los profetas tuvieron que acusar a Israel de
haber roto la alianza, esa es la denuncia de los profetas, que Israel da la
espalda a Yahveh, como una esposa traiciona a su esposo, así Israel ha
traicionado a Yahveh. Los profetas no solo reprenden sino que anuncian una
alianza nueva y eterna. Cristo instituye esa nueva alianza. Así lo vemos en Jeremías
31,34 “Llegarán los días –oráculo del
Señor– en que estableceré una nueva Alianza con la casa de Israel y la casa
de Judá. No será como la Alianza que establecí con sus padres el día
en que los tomé de la mano para hacerlos salir del país de Egipto, mi
Alianza que ellos rompieron, aunque yo era su dueño –oráculo del Señor–.
Esta es la Alianza que estableceré con la casa de Israel, después de aquellos
días –oráculo del Señor–: pondré mi Ley dentro de ellos, y la escribiré en
sus corazones; yo seré su Dios y ellos serán mi Pueblo. Y ya no tendrán que
enseñarse mutuamente, diciéndose el uno al otro: «Conozcan al Señor». Porque
todos me conocerán, del más pequeño al más grande –oráculo del Señor–. Porque
yo habré perdonado su iniquidad y no me acordaré más de su pecado.” Hay
pues una promesa de que Dios va a hacer alianza eterna, y esa alianza la va a
hacer en Jesucristo que va a ser el gran convocador de la humanidad con Dios.
Lo vemos cuando Jesús nos dice “venid a mí…”
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