lunes, 7 de marzo de 2016

Catecismo 820-822. La Iglesia es una, santa, católica y apostólica. Hacia la unidad

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Punto 820 Aquella unidad "que Cristo concedió desde el principio a la Iglesia [...] creemos que subsiste indefectible (inevitable) en la Iglesia católica y esperamos que crezca de día en día hasta la consumación de los tiempos" (UR 4). Cristo da permanentemente a su Iglesia el don de la unidad, pero la Iglesia debe orar y trabajar siempre para mantener, reforzar y perfeccionar la unidad que Cristo quiere para ella. Por eso Cristo mismo rogó en la hora de su Pasión, y no cesa de rogar al Padre por la unidad de sus discípulos: "Que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos sean también uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado" (Jn 17, 21). El deseo de volver a encontrar la unidad de todos los cristianos es un don de Cristo y un llamamiento del Espíritu Santo (cf UR 1).

. Recordemos que la unidad con la que Cristo quiso dotar a su iglesia subsiste indefectiblemente en la iglesia católica reconociendo que hay elementos de verdad en otras iglesias cristianas que tienen su origen en Cristo como por ejemplo la iglesia católica reconoce la validez del bautismo de la iglesia protestante o también reconoce la validez de la eucaristía de la iglesia ortodoxa. Hay varios pasajes en las escrituras donde san Cipriano ve el don de la unidad de la iglesia: en la túnica de Cristo que no fue partida, en la red en la que Pedro sacó una gran cantidad de peces en la pesca milagrosa sin que aquella red se rompiese, en el don que Dios dio a Rahab de juntar en su casa a toda su familia para salvarles de la destrucción, en el mandato de que la familia unida celebrase la cena del cordero pascual,… veía en todo ello imágenes del don de la unidad. San Cipriano nos instruye contra un espíritu rebelde que a veces tenemos, de ir por libre, de romper la comunión con los demás, es ese espíritu que fractura la iglesia y que tenemos todos como fruto del pecado. Contra ese espíritu nos previene san Cipriano para que seamos dóciles como ovejas en el rebaño.

. Cristo da permanentemente a la iglesia el don de la unidad, pero la iglesia debe orar y trabajar siempre. Esa unidad ha sufrido heridas, no ha perecido pero sí ha padecido muchos zarpazos a lo largo de la historia y sufrimos la falta de unidad total que es una tarea que está pendiente de realizar plenamente.   
Punto 821 Para responder adecuadamente a este llamamiento se exige:
— una renovación permanente de la Iglesia en una fidelidad mayor a su vocación. Esta renovación es el alma del movimiento hacia la unidad (UR 6);
— la conversión del corazón para "llevar una vida más pura, según el Evangelio" (cf. UR 7), porque la infidelidad de los miembros al don de Cristo es la causa de las divisiones;
— la oración en común, porque "esta conversión del corazón y santidad de vida, junto con las oraciones privadas y públicas por la unidad de los cristianos, deben considerarse como el alma de todo el movimiento ecuménico, y pueden llamarse con razón ecumenismo espiritual" (UR 8);
— el fraterno conocimiento recíproco (cf. UR 9);
— la formación ecuménica de los fieles y especialmente de los sacerdotes (cfUR 10);
— el diálogo entre los teólogos y los encuentros entre los cristianos de diferentes Iglesias y comunidades (cf UR 4, 9, 11);
— la colaboración entre cristianos en los diferentes campos de servicio a los hombres (cf UR 12).

. Para llegar a la unidad entre las iglesias no es cuestión de negociar entre ellas, en las que unas ceden en unos temas y otras en otros, sino que llegaremos cuando profundicemos en la fidelidad en lo que Cristo nos dijo, la unión tiene que hacerse en la voluntad de Cristo, volviendo a los orígenes y al espíritu primero en el que fuimos fundados. Esos zarpazos que ha recibido la iglesia, fueron los que rompieron la unidad de la iglesia, causados por los pecados personales, y por  lo tanto tiene que ser la conversión personal de los miembros de la iglesia la que posibilite ese ámbito de volver a sembrar la plena unidad. Si estamos convertidos en Cristo se podrá fomentar la mutua hermandad.

. Una manera más de responder al llamamiento a la unidad es la oración en común, y esto se ha traducido en algo tan concreto como es el octavario de la unidad de los cristianos que hacemos todas las iglesias cristianas antes del día 25 de enero. Otro medio es el fraterno conocimiento recíproco, es bueno que haya dentro de nuestra formación espiritual un conocimiento de cuál es la historia de nuestros hermanos separados. Otro es la formación ecuménica de los fieles y especialmente de los sacerdotes, se ha profundizado en algunas asignaturas en las que se forman los seminaristas al sacerdocio para conocer cuáles son las diferencias que nos separan de otras iglesias cristianas sin espíritu polémico, pues hay que conocer en profundidad lo que afirman otras iglesias para saber distinguir nuestra fe de ellos no en plan polémico que fractura más la unidad, pero tampoco sin renegar nuestras convicciones por buscar una falsa amistad o paz, y siempre con un espíritu constructivo. El diálogo entre los teólogos católicos y otras confesiones cristianas que de hecho ya se producen ayudan a avanzar en la unidad, así como los encuentros cristianos y la colaboración entre los cristianos en diferentes campos de servicio a los demás. En la medida en que trabajemos en común en muchas obras sociales nos ayudará mucho para avanzar hacia la unidad.  

Punto 822 "La preocupación por el restablecimiento de la unión atañe a la Iglesia entera, tanto a los fieles como a los pastores" (cf UR 5). Pero hay que ser "conocedor de que este santo propósito de reconciliar a todos los cristianos en la unidad de la una y única Iglesia de Jesucristo excede las fuerzas y la capacidad humana". Por eso hay que poner toda la esperanza "en la oración de Cristo por la Iglesia, en el amor del Padre para con nosotros, y en el poder del Espíritu Santo" (UR 24).


. Por una parte no pensemos que esto del ecumenismo es solo cosa de los pastores y de las altas esferas, sino que el ecumenismo también tiene que hacerse desde abajo, que es una tarea de todos. Hemos de tener conciencia que la unidad es algo que supera nuestras fuerza, nos hace falta la gracia de Cristo para recuperar esa unidad.

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