lunes, 17 de julio de 2017

Catecismo 2585. Los Salmos, oración de la Asamblea I

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Punto 2.585 Desde David hasta la venida del Mesías, las sagradas Escrituras contienen textos de oración que atestiguan el sentido profundo de la oración por sí mismo y por los demás (cf Esd 9, 6-15; Ne 1, 4-11; Jon 2, 3-10; Tb 3, 11-16; Jdt 9, 2-14). Los salmos fueron reunidos poco a poco en un conjunto de cinco libros: los Salmos (o “alabanzas”), son la obra maestra de la oración en el Antiguo Testamento.

. A lo largo del caminar del pueblo de Israel preparando la llegada del Mesías hay una escuela, hay un caminar que si lo proyectamos en nuestra vida, nos damos cuenta que nuestra oración también va creciendo, así mi oración es más profunda que hace un determinado tiempo y voy teniendo más intimidad con el Señor. Algo extraño ocurre en nuestra vida cuando hacemos una lectura de ella en la que uno dice “yo antes tenía más intimidad con el Señor, la he ido perdiendo, me he ido alejando”, eso nos tiene que encender una luz roja, esto quiere decir que tiene que haber una reorientación de mi vida hacia Dios. Cuanto más cerca estamos del Señor, más intimidad tenemos que tener con él. El pensar que en nuestra vida el conocimiento de Dios ya está concluido también es una mala señal, tiene que haber un in crescendo durante nuestra vida, de tal forma que el que no camina retrocede.

. En Esdras 9,6-15 se nos muestra como Esdras se presenta a corazón abierto ante Dios, hace una lectura providencial del exilio, de haber salido purificados de esa situación de persecución, es una oración que nos enseña a hacer oración a Dios en los momentos de prueba, en los momentos en los que hemos sido purificados. Las pruebas de la vida cuando son interpretadas a la luz de la fe como un plan providencial de Dios son un camino de salvación en mi vida, camino que me ha preparado para quedarme con lo esencial y me haya despojado de muchas cosas a las que antes estaba apegado como mi gloria, mis éxitos, mi estima y mi soberbia. La oración de Esdras es una oración de madurez. Es parecida a la oración de Job que al principio reza una oración de libro y cuando empieza a experimentar la prueba, el despojamiento, entonces se rebela para luego finalmente abrazar, aceptar y reconciliar. Al final, el Job que ora y se somete a Dios ya no es una oración aprendida de memoria sino que ha tenido todo un proceso de purificación para llegar a decir “Dios mío, en tus manos me pongo, confío en ti”, es decir, en el fondo se ora no desde un libro sino desde la vida enseñada y acompañada por la historia de la salvación, del pueblo de Israel y culminada en Jesucristo.

. En Nehemías 1,4-11 vemos una oración intercesora para alcanzar perdón, de la misma forma que Moisés pide misericordia por el pueblo que está pecando y haciendo falsos dioses. Nehemías en su oración viene a presentar un corazón arrepentido y humilde, esta oración nos enseña la humildad y la forma de presentarnos ante Dios, nos enseña la conciencia de necesidad de arrepentimiento y de nacer de nuevo a una vida nueva.

. En Jonás 2,3-10 se evocan todas las situaciones en las que todo se ve oscuro, en el momento de la prueba máxima. Igual que Jesús también quiso experimentar los momentos de oscuridad cuando dijo “Dios mío porqué me has abandonado…”.  Jonás se siente abandonado, es un estorbo para todo el mundo y se siente totalmente abandonado, es la oración hecha desde la experiencia del abandono y de la oscuridad que también forma parte de la experiencia de la vida. Es curioso que a veces el hombre no tenga experiencia profunda de oración hasta que no tiene situaciones como estas.

. En Tobías 3,11-16, se nos muestra a Sara como escuela de oración. Sara era acusada de bruja, de asesina, y Sara en lugar de devolver insultos vuelve su mirada a Dios porque Dios lo sabe todo, recurre en su oración a Dios como defensor, Dios es el único que me entiende, me pongo en manos de él, Dios es mi juez. Recurro a él en medio de falsas acusaciones, de malas interpretaciones y le pido que ponga luz. Que a mí me importe más cómo me mira Dios que cómo me miran los demás. Cómo a una persona le importe más el juicio de los hombres que el juicio de Dios lo lleva claro, pues estará toda su vida mendigando afectividad, mendigando que me interpreten bien, etcétera, y no será feliz. 

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