jueves, 20 de julio de 2017

Catecismo 2598-2599. La oración en la plenitud de los tiempos. Introducción

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Punto 2.598 El drama de la oración se nos revela plenamente en el Verbo que se ha hecho carne y que habita entre nosotros. Intentar comprender su oración, a través de lo que sus testigos nos dicen en el Evangelio, es aproximarnos a la santidad de Jesús Nuestro Señor como a la zarza ardiendo: primero contemplándole a Él mismo en oración y después escuchando cómo nos enseña a orar, para conocer finalmente cómo acoge nuestra plegaria.

. Llamamos plenitud de los tiempos al Nuevo Testamento, al envío por Dios de su Hijo, “cuántos desearon -dice Jesucristo- ver este día y no lo vieron” haciendo referencia al Antiguo Testamento. En este punto se le llama drama a la oración, y esto no es fácil de entender pues lo vemos para situaciones trágicas, por ejemplo cuando decimos el drama de la cruz lo entendemos en seguida. Nos tenemos que dar cuenta de que detrás de la oración hay un profundo sufrimiento del hombre, el mayor mal del hombre es su soledad, la soledad en la que vive el hombre cuando ha roto en su amistad con Dios y con los demás. Cuando el hombre vive sin Dios y sin prójimo, sí que es pobre de solemnidad. La oración es la respuesta a una profunda necesidad del hombre de comunicación.

. Tenemos que intentar comprender la oración de Jesús, primero contemplándole, después escuchando como nos enseña a orar y conocer cómo acoge nuestra plegaria. Jesús es nuestro modelo, es nuestro maestro de oración.

Punto 2.599 El Hijo de Dios, hecho Hijo de la Virgen, también aprendió a orar conforme a su corazón de hombre. Él aprende de su madre las fórmulas de oración; de ella, que conservaba todas las “maravillas” del Todopoderoso y las meditaba en su corazón (cf Lc 1, 49; 2, 19; 2, 51). Lo aprende en las palabras y en los ritmos de la oración de su pueblo, en la sinagoga de Nazaret y en el Templo. Pero su oración brota de una fuente secreta distinta, como lo deja presentir a la edad de los doce años: “Yo debía estar en las cosas de mi Padre” (Lc 2, 49). Aquí comienza a revelarse la novedad de la oración en la plenitud de los tiempos: la oración filial, que el Padre esperaba de sus hijos va a ser vivida por fin por el propio Hijo único en su Humanidad, con los hombres y en favor de ellos.

. En este punto se nos indica cómo Jesús ora. Jesús era Dios y Jesús era hombre, entonces cómo oraba Jesús, como Dios o como hombre?. Jesús siendo persona divina, asume la naturaleza humana, es decir, Jesús tiene alma humana y cuerpo humano, con su inteligencia y su voluntad, pero paralelamente la naturaleza humana de Jesús pertenece a la persona divina del Hijo de Dios que la ha asumido. Esto es un misterio, donde afirmamos por un lado que Jesucristo encarnado es verdadero hombre que siente, quiere, sufre,… como hombre que es, y por otro lado, esta naturaleza humana pertenece a la persona divina del hijo de Dios, es decir, persona no hay más que una, que es la persona divina que existía antes de encarnarse, la que ha asumido plenamente la naturaleza humana. Por lo tanto la oración que hace el hijo de Dios, es al mismo tiempo la oración que hace Jesús el hijo de María porque no hay dos personas, solo hay una. Igualmente María es madre de Dios, no solamente es madre de Jesús, María es madre de las personas, y Jesús es una persona divina. O sea, podemos decir que María es madre del hombre y madre de Dios porque no hay más que una sola persona en Jesús, con naturaleza humana y con naturaleza divina. Este es el misterio.


. Jesús como hijo de Dios y como hijo de la Virgen aprendió a orar conforme a su corazón de hombre y lo hizo de su madre, es decir, María fue la primera maestra de oración de Jesús. La discípula es maestra, igual que es Virgen y madre. Jesús también aprendió desde pequeño en la sinagoga y viendo a los demás rezar. Esto nos tiene que enseñar que para nosotros, los demás no nos deben de estorbar y tenemos que ver en ellos la obra que Dios realiza también en ellos. Otro aspecto es que Jesús por su filiación divina tiene un contacto connatural con el Padre y esto es algo que no aprende de nadie por el hecho de ser el hijo de Dios encarnado. Por lo tanto para acercarnos al Jesús orante, hay que explicar las dos naturalezas de Jesús, la humana y la divina.  

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