domingo, 30 de julio de 2017

Catecismo 2603. Jesús ora III

Haz clic AQUI para escuchar el audio completo

Punto 2.603 Los evangelistas han conservado las dos oraciones más explícitas de Cristo durante su ministerio. Cada una de ellas comienza precisamente con la acción de gracias. En la primera (cf Mt 11, 25-27 y Lc 10, 21-23), Jesús confiesa al Padre, le da gracias y lo bendice porque ha escondido los misterios del Reino a los que se creen doctos y los ha revelado a los “pequeños” (los pobres de las Bienaventuranzas). Su conmovedor “¡Sí, Padre!” expresa el fondo de su corazón, su adhesión al querer del Padre, de la que fue un eco el “Fiat” de su Madre en el momento de su concepción y que preludia lo que dirá al Padre en su agonía. Toda la oración de Jesús está en esta adhesión amorosa de su corazón de hombre al “misterio de la voluntad” del Padre (Ef 1, 9).

. Jesús es maestro de oración y queremos aprender de él a orar como aprendieron sus discípulos. Hay dos oraciones de Cristo en las que nos fijamos especialmente, una es Mateo 11,25-27: "En aquel tiempo, tomando Jesús la palabra, dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar." Esta oración tiene en primer lugar una acción de gracias, así comienza su oración, dando gracias. Una oración bien hecha tiene que partir de una profunda gratitud, de una necesidad de reconocer los dones de Dios. El que ora reconoce que Dios le ama y el que se siente amado da gracias a Dios. El hecho de que en nuestras oraciones haya una carencia muy grande de acción de gracias, denota que no tenemos conciencia del don de Dios. No hay peor actitud al hacer oración que decir que lo que yo tengo me lo he ganado yo y no tengo porqué dar gracias a nadie, es como decir que a mí nadie me ha regalado nada y esta expresión es peligrosísima, primero porque es falsa y segundo porque crea una dureza de corazón y una incapacidad para reconocer los dones recibidos.

. Jesús al mismo tiempo que da gracias, confiesa al Padre, reconoce al Padre. Quien ora también hace una confesión de fe, pero de una manera más existencial. Se puede hablar y decir que Dios existe pero el que ora está haciendo una profesión de Dios mucho más vital y eficaz. Al orar públicamente y dar testimonio vivo de nuestra oración estamos confesando la existencia de Dios como algo vital, no como una teoría. La “inocencia” de la oración, el que alguien se dirija a ese “tú” que es invisible a los ojos humanos, pero que se dirige con pleno realismo, es una confesión de fe potentísima, más fuerte que el filósofo  que dice con palabras que Dios tiene que existir.

. La expresión “te doy gracias porque has ocultado esto a los sabios” no significa que el Padre haya dicho “a este le voy a ocultar la fe y a este otro se la muestro”, sino que hay que interpretarlo como que los dones de Dios tienen la característica de que necesitan un corazón sencillo para ser acogidos, pues son inalcanzables para los que se creen autosuficientes, para los que se creen sabios e inteligentes. Este texto es un texto antignóstico, el gonsticismo es una de las primeras herejías, que ya está en el primer siglo, y que venía a decir que Dios solamente podía ser alcanzado por las mentes privilegiadas, por aquellos que son capaces de penetrar los misterios ocultos. Vemos como especialmente las cartas del evangelio de san Juan atacan el gnosticismo. El cristianismo es antignóstico totalmente. El misterio de Dios solo puede ser acogido por los sencillos.

. Hacer oración es confiar en la voluntad del Padre, confiar en sus caminos, es decir, que sea la voluntad de Dios antes que la mía, sea por sus caminos y no por los míos. Esto es un elemento característico de toda oración cristiana. Hay cuatro “hágase” fundamentales, el primero es el que pronuncia el Padre en la creación del mundo que es expresión de la sobreabundancia del amor de Dios, el segundo el que pronunció Jesús, el tercero el que pronunció María cuando dijo “hágase en mí según tu palabra”, y el cuarto es el que nos corresponde a nosotros para completar la historia de la salvación, y éste es el que nos quiere enseñar Jesús en su oración: confío en la voluntad de Dios, acepto mis circunstancias como venidas de sus manos, completo en mi carne lo que falta a la pasión de Cristo, acepto mis limitaciones como parte de una cruz redentora, confío en los caminos de Dios más que en los míos, es decir “hágase”. Una oración que no concluye en un hágase está mal hecha, una oración bien realizada es la que nos ha llevado a confiar más en la voluntad de Dios. Si uno no sale de la oración reafirmado en un hágase, es que la ha hecho mal. La oración de Jesús ha comenzado con una acción de gracias y ha terminado con un hágase, estos dos componentes básico son una lección que nos da Jesús para nuestra oración.


No hay comentarios:

Publicar un comentario