miércoles, 19 de julio de 2017

Catecismo 2587-2589. Los Salmos, oración de la Asamblea III

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Punto 2.587 El Salterio es el libro en el que la Palabra de Dios se convierte en oración del hombre. En los demás libros del Antiguo Testamento “las palabras [...] proclaman las obras” [de Dios por los hombres] “y explican su misterio” (DV 2). En el Salterio, las palabras del salmista expresan, proclamándolas ante Dios, las obras de salvación. El mismo Espíritu inspira la obra de Dios y la respuesta del hombre. Cristo unirá ambas. En Él, los salmos no cesan de enseñarnos a orar.

. Se le llama Salterio al libro que recopila los 150 Salmos, que se escribieron durante 800 años, y tiene la peculiaridad de ser como la palabra de Dios convertida en oración que lo utilizamos mucho sobre todo en la liturgia de las horas. La peculiaridad del Salterio es que Dios habla y al mismo tiempo se convierte en oración del hombre. Hoy en día hay más dificultad en aceptar a Dios que en aceptar la revelación de Dios y aceptar el camino que nos ha marcado para seguirle. Hoy cuesta más admitir y seguir el camino que Dios nos marca porque preferimos hacernos un Dios a nuestra medida y seguir el camino que nos parezca.

. Somos buscadores de Dios desde toda la eternidad y cuando alguien se convierte ha creído que había nacido de él la necesidad de buscar a Dios y se lleva la sorpresa de que Dios le llevaba buscando desde toda la eternidad. Se pensaba que nacía de él la iniciativa y él no hacía sino responder a una búsqueda de Dios, porque Dios nos ha creado desde siempre con un deseo de infinito, con un deseo de felicidad. Nosotros muchas veces buscamos mal e intentamos dar respuesta al deseo de infinitud que late en el corazón del hombre en “cubos de basura” que no solucionan el hambre y la sed de Dios. Dios no viene a darnos lo que queramos sino que viene a darnos lo que necesitamos profundamente, Dios nos educa y nos enseña auténticas expectativas de felicidad. Es como la relación que tenemos con nuestros hijos, no les damos lo que quieren sino que les enseñamos a que tengan expectativas que sean buenas para ellos.

. Una diferencia entre el Salterio y el resto de los libros de la Biblia está en que en los demás libros se narran los hechos de salvación mientras que en el Salterio se hace de ello oración y comunicación con Dios.

Punto 2.588 Las múltiples expresiones de oración de los Salmos se hacen realidad viva tanto en la liturgia del templo como en el corazón del hombre. Tanto si se trata de un himno como de una oración de desamparo o de acción de gracias, de súplica individual o comunitaria, de canto real o de peregrinación, o de meditación sapiencial, los salmos son el espejo de las maravillas de Dios en la historia de su pueblo y en las situaciones humanas vividas por el salmista. Un salmo puede reflejar un acontecimiento pasado, pero es de una sobriedad tal que verdaderamente pueden orar con él los hombres de toda condición y de todo tiempo.

. Se insiste en que el salmo no es una oración meramente histórica sino también existencial, sabemos que la Palabra de Dios trasciende el tiempo, el lugar y la condición, “cielo y tierra pasarán pero mis palabras no pasarán”, tiene la capacidad de dirigirse a cada uno de nosotros aquí y ahora, y de ser palabra nueva siempre. Con bastante frecuencia nos ocurre que cuando escuchamos la Palabra, parece que esa predicación está dicha personalmente para mí. Los salmos nos permiten expresarle a Dios, desde la situación existencial en la que vivimos, cuales son nuestros sentimientos, nuestros afectos traducidos en alabanza.

Punto 2.589 Hay unos rasgos constantes en los Salmos: la simplicidad y la espontaneidad de la oración, el deseo de Dios mismo a través de su creación, y con todo lo que hay de bueno en ella, la situación incómoda del creyente que, en su amor preferente por el Señor, se enfrenta con una multitud de enemigos y de tentaciones; y que, en la espera de lo que hará el Dios fiel, mantiene la certeza del amor de Dios y la entrega a la voluntad divina. La oración de los salmos está siempre orientada a la alabanza; por lo cual, corresponde bien al conjunto de los salmos el título de “Las Alabanzas”. Recopilados los salmos en función del culto de la Asamblea, son invitación a la oración y respuesta a la misma: “Hallelu-Ya!” (Aleluya), “¡Alabad al Señor!”
«¿Qué cosa hay más agradable que un Salmo? Como dice bellamente el mismo David: “Alabad al Señor, que los salmos son buenos; nuestro Dios merece una alabanza armoniosa”. Y con razón: los salmos, en efecto, son la bendición del pueblo, la alabanza de Dios, el elogio de los fieles, el aplauso de todos, el lenguaje universal, la voz de la Iglesia, la profesión armoniosa de nuestra fe (San Ambrosio, Enarrationes in Psalmos, 1, 9).


. Los Salmos nos introducen en una oración sencilla, espontánea, que sale del corazón, pues para orar con Dios no hay que tener ningún tipo de doctorado. La iglesia siempre ha rechazado la teoría de que la relación con Dios está reservada para unos privilegiados, para unas personas especialmente cultas. De hecho nos encontramos muchos místicos analfabetos. Los Salmos nos introducen en la belleza de la creación, nos reflejan la batalla interior que llevamos todos dentro de nosotros, esa batalla interior entre confiar en Dios y desconfiar, entre arrepentirnos de nuestro pecado o tener soberbia. Los Salmos enfatizan el aspecto de que en medio de las pruebas confiamos en Dios, yo no sé nada, no controlo nada, pero confío en Dios, confío en cómo nos conduce en medio de las pruebas poniendo los problemas en sus manos. Los Salmos nos enseñan a alabar a Dios en toda circunstancia. La palabra Aleluya es una exclamación de júbilo que significa alabar a Yahveh.

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