Punto 148 La Virgen María realiza de la manera más perfecta la obediencia de la fe. En la fe, María acogió el anuncio y la promesa que le traía el ángel Gabriel, creyendo que «nada es imposible para Dios» (Lc 1,37; cf. Gn 18,14) y dando su asentimiento: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38). Isabel la saludó: «¡Dichosa la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!» (Lc 1,45). Por esta fe todas las generaciones la proclamarán bienaventurada (cf. Lc 1,48).
.
María es la realización más perfecta de la fe, ha sido elegida madre de Dios, y
esta elección ha coincidido con su respuesta. Si comparamos el anuncio del ángel
a María, y el anuncio del ángel Gabriel a Zacarías, vemos como a Zacarías se le
reprocha que haya dudado dada su vejez y la de su esposa Sara, y queda mudo
hasta que nace Juan, sin embargo, María le presenta a Dios un plan de
virginidad en su vida, el ángel le comunica que tendrá una concepción virginal
y ella contesta hágase en mi según tu palabra.
.
María es dichosa por acoger la palabra de Dios en la perfecta fe y hacerla
vida. Hay otros dos momentos en el evangelio que hacen meritorio el acto de fe
de María, el acto de desposeerse de sí mismo: cuando se narra el nacimiento de
Jesús en Belén, María guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón,
y cuando el niño se pierde en el templo y al encontrarle les dice que debía
estar en la casa de su padre, María conserva todas estas cosas en su corazón.
La fe es meritoria, es ir rumiando, es ir meditando desde el plan de Dios, no
desde el mío, es ponerlo en presencia de Dios,
Punto 149 Durante toda su vida, y hasta su última prueba (cf. Lc 2,35),
cuando Jesús, su hijo, murió en la cruz, su fe no vaciló. María no cesó de
creer en el «cumplimiento» de la palabra de Dios. Por todo ello, la Iglesia
venera en María la realización más pura de la fe.
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La mayor de las colaboraciones de María es en medio del sufrimiento de la cruz,
al ver como su hijo entregaba su vida por la salvación del mundo. No cae en la
tentación, como Pedro, de intentar apartar a Jesús del camino de la cruz.
Asistió al suplicio de su hijo viendo el designio del amor por el que entregaba
su vida.
. Cómo María, llevemos a Dios a todos, cada vez que nos encontremos con alguien le estemos llevando a Dios, como María le llevó a Isabel a Dios. Y al mismo tiempo, como Isabel reconozcamos a Dios que viene a nosotros cuando el prójimo viene a visitarnos
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