domingo, 14 de diciembre de 2014

Catecismo 163-165. Las características de la fe. La fe, comienzo de la vida eterna

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Punto 163  La fe nos hace gustar de antemano el gozo y la luz de la visión beatífica, fin de nuestro caminar aquí abajo. Entonces veremos a Dios «cara a cara» (1 Co 13,12), «tal cual es» (1 Jn3,2). La fe es, pues, ya el comienzo de la vida eterna:
«Mientras que ahora contemplamos las bendiciones de la fe como reflejadas en un espejo, es como si poseyésemos ya las cosas maravillosas de que nuestra fe nos asegura que gozaremos un día» (San Basilio Magno, Liber de Spiritu Sancto15,36: PG 32, 132; cf. Santo Tomás de Aquino, S.Th., 2-2, q.4, a.1, c).

. La fe nos lleva a pregustar, es como un adelanto del cielo, recibes el ciento por uno, no materialmente, sino con persecuciones. Ese ciento por uno se traduce en el gozo y la alegría  que da la fe. Igual que la condenación eterna, que es el sufrimiento de los que han dado la espalda definitivamente a la luz de Dios, suele estar adelantada también en esta vida con una amargura.      

Punto 164  Ahora, sin embargo, «caminamos en la fe y no [...] en la visión» (2 Co 5,7), y conocemos a Dios «como en un espejo, de una manera confusa [...], imperfecta" (1 Co 13,12). Luminosa por aquel en quien cree, la fe es vivida con frecuencia en la oscuridad. La fe puede ser puesta a prueba. El mundo en que vivimos parece con frecuencia muy lejos de lo que la fe nos asegura; las experiencias del mal y del sufrimiento, de las injusticias y de la muerte parecen contradecir la buena nueva, pueden estremecer la fe y llegar a ser para ella una tentación.

. En Cor 13,12 Pablo nos compara la fe al conocimiento del niño, que cuando nos hagamos hombres dejamos las cosas del niño, y en el cielo dejaremos de ser niños y no hará falta la fe. O bien, ahora con la fe vemos en un espejo borroso y en el cielo conoceremos cara a cara.

. En 1 Juan 3,2, no dice que somos hijos de Dios por la fe, pero nos quedaremos asombrados al llegar a gozar plenamente de Dios. Ahora disfrutamos parcialmente.

. Es verdad que la fe es un adelanto del cielo, pero también la fe es vivida en la oscuridad, en medio de pruebas, y por eso la fe es meritoria pues se vive en medio de luchas interiores, como por ejemplo las oscuridades que tuvo la Madre Teresa, en las que veía muy poca luz, pero seguía perseverando.

. Cuando tengo la contradicción de que mis gustos no coinciden con lo que mi fe y mi razón entienden y profesan, entonces tenemos una lucha interior, una batalla en la que es muy importante ser perseverante, porque en las pruebas uno tiene la tentación de abandonar. Pero Dios permite la prueba porque de ella podemos salir purificados. Se dice que lo más oscuro de la noche suele estar a pocos minutos de la aurora, luego ten perseverancia porque en pocos minutos amanecerá.

. La fe nos enseña a abrazarnos a la cruz en momento de la prueba: “en momentos de turbación no hagas mudanza”, agárrate a la cruz y quieto parado, no abandones nada, no salgas corriendo, y haz más oración que nunca, que es la manera de pasar la tormenta. Todos los males que vemos en el mundo, los sufrimientos de los inocentes y de personas queridas, cómo Dios permites esto?, pueden ser momentos en que se pone a prueba nuestra fe. No es el momento de huir, sino todo lo contrario, es momento de comprender a Cristo y como abrazó su cruz. El plan del demonio es que el mal nos aparte de Dios, pero Dios permite el mal para que sea ocasión de abrazar la cruz y acercarnos a Él. Nuestra actitud ha de ser la de abrazar la cruz de cada uno. Hay una pedagogía de la prueba en el sufrimiento de la vida para purificar nuestra fe.      

Punto 165  Entonces es cuando debemos volvernos hacia los testigos de la fe: Abraham, que creyó, «esperando contra toda esperanza» (Rm 4,18); la Virgen María que, en «la peregrinación de la fe» (LG 58), llegó hasta la «noche de la fe» (Juan Pablo II, Redemptoris Mater, 17) participando en el sufrimiento de su Hijo y en la noche de su sepulcro; y tantos otros testigos de la fe: «También nosotros, teniendo en torno nuestro tan gran nube de testigos, sacudamos todo lastre y el pecado que nos asedia, y corramos con fortaleza la prueba que se nos propone, fijos los ojos en Jesús, el que inicia y consuma la fe» (Hb 12,1-2).


. En los momentos de prueba, tenemos que aprender de los testigos de la fe como Abraham que creyó esperando contra toda esperanza, y como la Virgen María. 

. También a nosotros nos toca pasar una noche oscura, tengamos los ojos fijos en María y Abraham, y corramos con fortaleza la prueba, abracemos la cruz. Una cruz abrazada pesa mucho menos que una cruz arrastrada. Si en el momento de la prueba solo te miras a ti, pobrecito de mí, que mal lo estoy pasando, así no hay quien lo pase. Así que sacudámonos el lastre en medio de la prueba y a mirar adelante, con los ojos fijos en Jesús

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