La libertad de la fe
Punto 160 «El hombre, al creer, debe
responder voluntariamente a Dios; nadie debe ser obligado contra su voluntad a
abrazar la fe. En efecto, el acto de fe es voluntario por su propia naturaleza»
(DH 10;
cf. CDC,
can.748,2). «Ciertamente, Dios llama a los hombres a servirle en espíritu y en
verdad. Por ello, quedan vinculados en conciencia, pero no coaccionados [...]
Esto se hizo patente, sobre todo, en Cristo Jesús» (DH 11).
En efecto, Cristo invitó a la fe y a la conversión, Él no forzó jamás a nadie.
«Dio testimonio de la verdad, pero no quiso imponerla por la fuerza a los que
le contradecían. Pues su reino [...] crece por el amor con que Cristo, exaltado
en la cruz, atrae a los hombres hacia Él» (DH 11).
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La fe es una gracia, un acto humano, va más allá de la razón, es cierta, .. la
fe es libre, es algo voluntario, nadie puede ser obligado contra su
voluntad a abrazar la fe. La fe es una respuesta a una llamada, Dios toca
la puerta de tu vida, y ante esta llamada la respuesta es libre. Lo más
humano es nuestra libertad, es lo único que Dios pone en nuestra mano, y le
respondemos libremente, le decimos sí o no, nos abrimos o nos cerramos.
Dios quiere nuestra respuesta libre porque quiere tener una relación de
amigo y no de siervo “ a vosotros no os llamo siervos, os llamo amigos”.
Dios espera de nosotros esa respuesta libre de amor. No nos obliga a que le
amemos.
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A nadie le es lícito jamás coaccionar a los hombres a abrazar la fe católica contra
su conciencia, como ocurre en otras religiones y otros lugares donde reina el
fundamentalismo. Entre nosotros también hay una presión y una falta de
libertad solapada para que los creyentes se sientan avergonzados y
ridiculizados por profesar su fe. Es decir, una presión cultural y del ambiente
que nos presiona para impedir nuestra libertad de fe.
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Cristo nos enseñó a que la fe tenía que ser propuesta y no impuesta. La fe
se propone pero no se impone. Jesús conjugó la verdad con la libertad,
dejando a los que les rechazaban, dejándoles a ver si daban fruto, es decir,
tenía un espíritu paciente, rechaza la violencia, con respuestas pacíficas.
La
necesidad de la fe
Punto 161 Creer en Cristo Jesús y en
Aquel que lo envió para salvarnos es necesario para obtener esa salvación (cf. Mc 16,16; Jn 3,36;
6,40 e.a.). «Puesto que "sin la fe... es imposible agradar a Dios" (Hb 11,6)
y llegara participar en la condición de sus hijos, nadie es justificado sin
ella, y nadie, a no ser que "haya perseverado en ella hasta el fin" (Mt 10,22;
24,13), obtendrá la vida eterna» (Concilio Vaticano I: DS 3012; cf. Concilio de
Trento: DS 1532).
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La fe siendo un acto de nuestra libertad, es necesaria para nuestra
salvación, en la fe nos jugamos la acogida o el rechazo. Tener o no
tener fe no es una cuestión baladí, dice Mc 16,16 “ el que crea y sea bautizado
se salvará y el que no crea se condenará”, en Jn 3,36 “ el que cree en el Hijo
tiene vida eterna, el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida sino que la cólera
de Dios permanece sobre él”, esto es clave en toda nuestra vida. Sin la fe,
sin ponernos confiadamente en manos de Dios, poniéndonos nosotros en el centro
en lugar de Dios, nos cerramos a la salvación.
La perseverancia en la fe
Punto 162 La fe es un don gratuito que
Dios hace al hombre. Este don inestimable podemos perderlo; san Pablo advierte
de ello a Timoteo: «Combate el buen combate, conservando la fe y la conciencia
recta; algunos, por haberla rechazado, naufragaron en la fe» (1 Tm 1,18-19).
Para vivir, crecer y perseverar hasta el fin en la fe debemos alimentarla con
la Palabra de Dios; debemos pedir al Señor que nos la aumente (cf. Mc 9,24; Lc 17,5;
22,32); debe «actuar por la caridad» (Ga 5,6; cf. St 2,14-26),
ser sostenida por la esperanza (cf. Rm 15,13) y estar enraizada en la
fe de la Iglesia.
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La fe es un don gratuito que podemos perderlo, es posible que alguien se aparte
de la fe, como las secularizaciones de sacerdotes, y debe ser motivo de
reflexión profunda: “el que se sienta seguro tenga cuidado y no caiga”,
la fe es un don que hay pedir a Dios, como niños, que seamos afianzados en
ella, nuestra relación con Dios siempre está comenzando. Hay que alimentar la
fe, los propios sacerdotes tienen que alimentarse también a sí mismos. En Mc
9,24 “ todo es posible para quien tiene fe… creo pero ayuda a mi poca fe”, mi fe es
débil y hemos de pedir a Dios que nos la aumente. Si no te das cuenta de lo
importante que es la fe, del regalo que tienes, difícilmente podrás perseverar
en ella.
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Señor aumenta mi fe, mi esperanza y mi caridad. Cuando hablamos de fe, no la
separamos nunca de la caridad y la esperanza, todas tienen que ir juntas.
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