domingo, 30 de abril de 2017

Catecismo 2576. Moisés y la oración del mediador II

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Punto 2.576 Pues bien, “Dios hablaba con Moisés cara a cara, como habla un hombre con su amigo” (Ex 33, 11). La oración de Moisés es modelo de la oración contemplativa gracias a la cual el servidor de Dios es fiel a su misión. Moisés “conversa” con Dios frecuentemente y durante largo rato, subiendo a la montaña para escucharle e implorarle, bajando hacia el pueblo para transmitirle las palabras de su Dios y guiarlo. “Él es de toda confianza en mi casa; boca a boca hablo con él, abiertamente” (Nm 12, 7-8), porque “Moisés era un hombre humilde más que hombre alguno sobre la haz de la tierra” (Nm 12, 3).

. Un texto que nos puede ayudar a penetrar en el misterio de la oración es Éxodo 24,12-17 que dice: “Dijo Yahveh a Moisés: «Sube hasta mí, al monte; quédate allí, y te daré las tablas de piedra - la ley y los mandamientos - que tengo escritos para su instrucción.» Se levantó Moisés, con Josué, su ayudante; y subieron al monte de Dios. Dijo a los ancianos: «Esperadnos aquí que volvamos a vosotros. Ahí quedan con vosotros Aarón y Jur. El que tenga alguna cuestión que recurra a ellos.» Y subió Moisés al monte. La nube cubrió el monte. La gloria de Yahveh descansó sobre el monte Sinaí y la nube lo cubrió por seis días. Al séptimo día, llamó Yahveh a Moisés de en medio de la nube. La gloria de Yahveh aparecía a la vista de los hijos de Israel como fuego devorador sobre la cumbre del monte. Moisés entró dentro de la nube y subió al monte. Y permaneció Moisés en el monte cuarenta días y cuarenta noches.", vemos la insistencia de adentrarse en la nube, hacer oración es también adentrarse en esa nube, esto quiere decir que Dios se revela y al mismo tiempo se vela, es decir Dios se revela velándose aunque parezca contradictorio. Los santos padres han interpretado que ese velo, esa nube en el Nuevo Testamento es la carne misma de Cristo, la humanidad de Cristo que nos descubre a Dios y le vela al mismo tiempo. La humanidad de Cristo es la revelación y al mismo tiempo le está velando. Esta es una manera de adentrarse en la nube y es también la forma en la que nosotros nos adentramos en la oración, cuando uno se adentra en la oración tiene que saber que va a comunicarse con Dios pero por otra parte es imposible que uno conozca a Dios plenamente, por eso hay que adentrarse de una manera muy humilde, el hombre tiene que comprender que no lo puede comprender todo y además el hombre se da cuenta que comprender que si Dios fuese completamente comprensible pues no sería Dios. Meterse en la nube, meterse en la oración es ir de una manera humilde sin pretender con mi razón descifrarlo todo, porque es un misterio que me supera. Decía el filósofo Kierkegaard que es una tarea del conocimiento humano comprender cosas que no pueden ser comprendidas, como el misterio de Dios.



. Dios habla con Moisés cara a cara como habla un hombre con su amigo. Dios habla con nosotros en amistad, especialmente el pasaje de Éxodo 33 donde se nos habla de la tienda del encuentro que fue un paso que Yahveh hizo con nosotros para darnos a entender que Dios está cerca. “Tomó Moisés la Tienda y la plantó para él a cierta distancia fuera del campamento; la llamó Tienda del Encuentro. De modo que todo el que tenía que consultar a Yahveh salía hacia la Tienda del Encuentro, que estaba fuera del campamento. Cuando salía Moisés hacia la Tienda, todo el pueblo se levantaba y se quedaba de pie a la puerta de su tienda, siguiendo con la vista a Moisés hasta que entraba en la Tienda. Y una vez entrado Moisés en la tienda, bajaba la columna de nube y se detenía a la puerta de la Tienda, mientras Yahveh hablaba con Moisés. Todo el pueblo veía la columna de nube detenida a la puerta de la Tienda y se levantaba el pueblo, y cada cual se postraba junto a la puerta de su tienda. Yahveh hablaba con Moisés cara a cara, como habla un hombre con su amigo. Luego volvía Moisés al campamento, pero su ayudante, el joven Josué, hijo de Nun, no se apartaba del interior de la Tienda.” El Señor habló con Moisés como con un amigo. La oración de Moisés es típica de la oración contemplativa gracias a la cual el servidor de Dios es fiel a su misión, esa intimidad que tenía Moisés con Yahveh es la típica oración contemplativa nuestra y gracias a ponernos continuamente en presencia de Dios, uno puede ser fiel a su misión.

. La oración de Moisés es una oración frecuente, lo cual es importante porque a veces nuestra oración es solamente de vez en cuando, y sin embargo nuestra oración tiene que ser frecuente durante toda nuestra vida para que Dios lo llene todo. En segundo lugar, es una oración que debe tener un tiempo suficiente de preparación pues para ponerse en presencia de Dios nos hace falta un cierto tiempo, hacer una oración de uno o dos minutos no te da tiempo para darte cuenta delante de quien estas. Aunque con Dios se puede estar en todo momento y situación, cada uno tiene que buscar la intimidad con Dios, algún lugar especial de encuentro con Él. Nuestra oración nos tiene que llevar a ser testigos ante nuestros hermanos del encuentro que hemos tenido con Dios.


. Se subraya la gran humildad de Moisés en este punto, y esta humildad era clave para esta intimidad tan grande que Dios tenía con él. Esto es clave para la oración, si uno no tiene una actitud interior humilde delante de Dios no va bien. Y cuanto más sencillos seamos mejor porque Dios es sencillo. Nosotros nos pensamos que la profundidad es sinónimo de complejidad y eso no es verdad, las cosas más complejas no son más profundas como a veces nos pensamos. Nuestra primera tarea para hacer oración es humildad.

viernes, 28 de abril de 2017

Catecismo 2574-2575. Moisés y la oración del mediador I

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Punto 2.574 Cuando comienza a realizarse la promesa (Pascua, Éxodo, entrega de la Ley y conclusión de la Alianza), la oración de Moisés es la figura conmovedora de la oración de intercesión que tiene su cumplimiento en “el único Mediador entre Dios y los hombres, Cristo-Jesús, hombre también” (1 Tm 2, 5).

. A Moisés se le ha llamado para ser mediador entre Dios y un pueblo, y Moisés lo que hace es preparar al auténtico mediador entre Dios y los hombres que es Jesucristo, por eso conocer a Moisés nos ayuda a conocer a Jesús, aunque Jesús lleva mucho más allá la mediación porque es él mismo el que se entrega en rescate por nosotros. Descubrimos en Moisés que toda oración tiene una vocación mediadora, y eso forma parte de nuestra oración, pedir a Dios misericordia para este mundo, para los que sufren, para los que no le conocen, etcétera.

Punto 2.575 También aquí, Dios interviene, el primero. Llama a Moisés desde la zarza ardiendo (cf Ex 3, 1-10). Este acontecimiento quedará como una de las figuras principales de la oración en la tradición espiritual judía y cristiana. En efecto, si “el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob” llama a su servidor Moisés, es que él es el Dios vivo que quiere la vida de los hombres. Él se revela para salvarlos, pero no lo hace solo ni contra la voluntad de los hombres: llama a Moisés para enviarlo, para asociarlo a su compasión, a su obra de salvación. Hay como una imploración divina en esta misión, y Moisés, después de debatirse, acomodará su voluntad a la de Dios salvador. Pero en este diálogo en el que Dios se confía, Moisés aprende también a orar: rehúye, objeta, y sobre todo interroga; en respuesta a su petición, el Señor le confía su Nombre inefable que se revelará en sus grandes gestas.

. Entender lo que es la oración es descubrir que detrás de cualquier relación que tengamos con Dios, cuando hemos profundizado en ella, descubrimos que era una iniciativa de Dios, que Dios estaba detrás nuestro hace tiempo y no nos habíamos dado cuenta, es decir, que cuando nosotros llamamos a Dios, en realidad estamos respondiendo. Cuando pedimos dones a Dios, en realidad estamos acogiendo lo que Él quería darnos hace tiempo, según uno se va adentrando en el misterio de Dios uno va descubriendo que todo es iniciativa suya y nosotros vamos poco a poco respondiendo. Uno de los puntos importantes para comprender el misterio de la oración es que es una iniciativa divina, Dios va detrás de nosotros, nos busca hace tiempo.

. En este punto se nos propone el pasaje de la zarza ardiendo de Éxodo 3,1-10, donde Moisés tiene miedo de mirar a Dios y se tapó la cara por aquella creencia del Antiguo Testamento que decía que quien viese a Dios cara a cara moriría. En este pasaje se compaginan dos cosas, por un lado la cercanía de Dios y por otro lado su trascendencia, en la oración se tienen que conjugar ambas cosas. Para poder hablar con Él, necesitamos un rostro suyo que nos resulte cercano, y en este sentido, la forma que tiene Dios de quitarle ese miedo a Moisés es darle referencias diciendo que es el Dios de sus antepasados, de Abraham, de Isaac y de Jacob, es decir, el Dios que Moisés tiene que sentirlo como alguien que ha cuidado de sus antepasados, de su familia, alguien que os ha cuidado. Dios le quiere quitar el miedo a Moisés y lo hace dándole referencias cercanas. Al mismo tiempo se remarca la trascendencia de Dios especialmente en la imagen de la zarza ardiendo que no se consume, y se le dice a Moisés que se descalce porque está pisando un lugar sagrado. Ese descalzarse de Moisés subraya la conciencia que tiene que tener el hombre cuando se presenta delante de Dios, conciencia de la trascendencia, de la grandeza de Dios. Ambas cosas, la cercanía de Dios y su trascendencia hay que conjugarlas pues tan malo sería subrayar una a costa de la otra, no hay que ser sumisos a Dios como si le tuviéramos miedo, ni hay que tomarse confianzas con Dios aunque sí confiar en Él.



. Seguimos aprendiendo de Moisés como figura orante. Dios tiene la iniciativa, Dios se revela, y no lo hace solo ni contra la voluntad de los hombres, es decir, Dios busca mediadores para llegar al pueblo de Israel y escoge a Moisés. Dios todopoderoso podía haberlo hecho de otra manera pero Dios, no solo quiere salvarnos, sino que quiere también que nos salvemos unos a otros, quiere implicarnos a todos y este sentido comunitario hay ue subrayarlo frente a la concepción individualista que padecemos en nuestra cultura. Moisés es una mediación de Dios. En segundo lugar dice “ni contra su voluntad”, es decir, cada uno de nosotros tiene que dar una respuesta personal y aceptar libremente la amistad de Dios. Cuando Dios elige a Moisés como mediador, Moisés debate con Dios y primero se humilla porque se descalza y después objeta preguntado a Dios lo que no entiende y finalmente pide la gracia. Moisés pide que le diga su nombre y Dios se lo da (Yahveh) cuando curiosamente a Jacob no se lo dio. Revelar el nombre es muy importante porque es como decir que ahora vamos a tener un “tú a tú”, permite una gran intimidad y Moisés se va a presentar ante el pueblo en el nombre de Yahveh.


. Tenemos que aprender de Moisés muchas cosas a la hora de adentrarnos en el misterio de la oración: la iniciativa de Dios que nos busca, Dios que se revela en nosotros y nos descubre su intimidad, su nombre Yahveh, nos subraya que tenemos que descalzarnos ante Dios cuando estamos en su presencia y al mismo tiempo nos implica para que seamos mediadores con él.

martes, 25 de abril de 2017

Catecismo 2573. La Promesa y la oración de la fe III

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. El Antiguo Testamento nos prepara para ponernos ante Dios y entrar en un dialogo profundo con Él. Nos prepara para comprender y ver a Jesucristo como el maestro de oración. En el pasaje del Génesis 32, se nos presenta una lucha entre Jacob y un ángel, una lucha que simboliza la oración como un combate de la fe y la victoria de la perseverancia. Dice el texto: “Aquella noche se levantó, tomó a sus dos mujeres con sus dos siervas y a sus once hijos y cruzó el vado de Yabboq. Les tomó y les hizo pasar el río, e hizo pasar también todo lo que tenía. Y habiéndose quedado Jacob solo, estuvo luchando alguien con él hasta rayar el alba. Pero viendo que no le podía, le tocó en la articulación femoral, y se dislocó el fémur de Jacob mientras luchaba con aquél. Este le dijo: «Suéltame, que ha rayado el alba.» Jacob respondió: «No te suelto hasta que no me hayas bendecido.» Dijo el otro: «¿Cuál es tu nombre?» - «Jacob.» - «En adelante no te llamarás Jacob sino Israel; porque has sido fuerte contra Dios y contra los hombres, y le has vencido.» Jacob le preguntó: «Dime por favor tu nombre.» - «¿ Para qué preguntas por mi nombre?» Y le bendijo allí mismo. Jacob llamó a aquel lugar Penuel, pues (se dijo): «He visto a Dios cara a cara, y tengo la vida salva.» El sol salió así que hubo pasado Penuel, pero él cojeaba del muslo. Por eso los israelitas no comen, hasta la fecha, el nervio ciático, que está sobre la articulación del muslo, por haber sido tocado Jacob en la articulación femoral, en el nervio ciático." La tradición cristiana ha extraído de este texto muchas aplicaciones, es un texto muy inspirador de nuestra relación con Dios.

. En este texto, el misterio está en que Jacob está luchando toda la noche con alguien que es un ser divino, que más tarde va a descubrir que es un ser divino y lo impresionante es que Jacob sale victorioso de esa lucha, aunque es verdad que sale herido, Dios le permite a Jacob salir victorioso. Ahora bien, cuando Jacob ve que no termina de vencer y se da cuenta de que ese ser se está dejando ganar, le pide la bendición reconociendo que es más fuerte que él. El ángel le da la bendición pero antes le cambia el nombre, le dice a Jacob que significa tramposo, suplantador, que a partir de ahora te vas a llamar Israel que traducido significa el anuncio de la victoria futura. Le da la bendición pero al cambiarle el nombre quiere que cambie, que a partir de ahora esté llamado a ser distinto, a ser el hombre de la plegaria humilde ante Dios. Jacob intenta saber el nombre de ese ser misterioso pero no se le dice. La primera aplicación práctica para nuestra oración de este texto es que nuestra oración también es como una lucha en la que le pedimos a Dios que nos bendiga. Para entender esta primera aplicación de este texto, el Catecismo nos remite a Lucas 18,1-8: “Les decía una parábola para inculcarles que era preciso orar siempre sin desfallecer. «Había un juez en una ciudad, que ni temía a Dios ni respetaba a los hombres. Había en aquella ciudad una viuda que, acudiendo a él, le dijo: "¡Hazme justicia contra mi adversario!" Durante mucho tiempo no quiso, pero después se dijo a sí mismo: "Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres, como esta viuda me causa molestias, le voy a hacer justicia para que no venga continuamente a importunarme."» Dijo, pues, el Señor: «Oíd lo que dice el juez injusto; y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que están clamando a él día y noche, y les hace esperar? Os digo que les hará justicia pronto. “, donde expresa que es importante que nuestra oración sea perseverante, Dios quiere que seamos luchadores como la viuda. Hay una pedagogía en la oración y es que Dios quiere darnos sus dones pero quiere que sean pedidos con humildad y con insistencia.

. Otra aplicación complementaria de este texto a nuestra vida espiritual es que ese Jacob en esa noche de lucha es imagen del hombre, de cada uno de nosotros, que a veces nos podemos pasar la noche de la vida, es decir nuestra vida entera luchando con la voluntad de Dios sin saberlo, forcejeando con ella. Y muchos sufrimientos de nuestra vida son por esto, porque en lugar de acoger la voluntad de Dios dócilmente y confiar en ella, estamos haciendo un pulso con la voluntad de Dios, y Dios tiene una paciencia tremenda de estar toda nuestra vida forcejeando con nosotros sin dejarse vencer pero sin aplastarnos, es la santa paciencia de Dios en su relación con nosotros.


. Algunos autores han comparado este texto con la oración de Jesús en Getsemaní. Cristo en el huerto de los olivos tiene una lucha también por la noche y a solas como Jacob. La oración de Cristo fue perfecta a diferencia de la oración de Jacob. Jacob lucha con Dios porque piensa que tiene que convencerle a Dios, lucha para plegar a Dios a su voluntad y sin embargo Jesús lucha por plegar su voluntad humana a la de Dios, es al revés que Jacob. El proceso de pasar de la oración de Jacob a la oración de Jesús es un proceso que tenemos que hacer todos nosotros, es irnos purificando en nuestra oración. Nosotros nos parecemos muchas veces a Jacob cuando en la oración luchamos a Dios para que cambie de decisión, cuando no confiamos en sus planes sino en los nuestros, cuando le decimos quítame esta cruz en lugar de decirle dame tu gracia para llevar esta cruz, y sin embargo nos parecemos a Jesús cuando somos capaces de abandonarnos a la voluntad del Padre. Los resultados de estas dos oraciones son muy diferentes porque a Jacob Dios le bendice pero no le revela su nombre, le viene a decir que todavía no está preparado y sin embargo en la oración de Jesús sí conocemos plenamente el nombre de Dios y en la de Jacob todavía no. La conclusión es que tenemos que avanzar mucho en nuestra vida de oración para convertir nuestra oración en un acto de confianza en la que le decimos a Dios “hágase tu voluntad, me pongo en tus manos”.     

lunes, 24 de abril de 2017

Catecismo 2572-2573. La Promesa y la oración de la fe II

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Punto 2.572 Como última purificación de su fe, se le pide al “que había recibido las promesas” (Hb11, 17) que sacrifique al hijo que Dios le ha dado. Su fe no vacila: “Dios proveerá el cordero para el holocausto” (Gn 22, 8), “pensaba que poderoso era Dios aun para resucitar a los muertos” (Hb 11, 19). Así, el padre de los creyentes se hace semejante al Padre que no perdonará a su propio Hijo, sino que lo entregará por todos nosotros (cf Rm 8, 32). La oración restablece al hombre en la semejanza con Dios y le hace participar en la potencia del amor de Dios que salva a la multitud (cf Rm 4, 16-21).

. La oración no es una técnica sino que es la disposición de nuestra vida delante de Dios, de nuestra disposición de confianza y abandono delante de Dios, por eso el Catecismo nos habla de la disposición de Abraham ante Dios. A Abraham se le pide como última purificación de su fe, que sacrifique al hijo que Dios le ha dado, y Abraham no duda sino que confía. Lo que nos enseña el texto de Abraham y su hijo es que cuando le pedimos a Dios un don y Dios nos concede ese don, solemos tener el peligro de apropiarnos de dicho don. La purificación a la que Dios somete a Abraham es para que se dé cuenta del don que Dios le ha dado, Abraham tiene que recibirlo siempre como un regalo diariamente y no sentirse dueño de él. La prueba es que Dios le pide al hijo que le dio, y esto es una prueba tremenda, pues los dones que recibimos de Dios tenemos que sentirlos siempre como dones y no pretender apropiarnos o apegarnos a ellos. El Señor me lo da y en sus manos lo pongo de nuevo, esta es la gran prueba de desprendimiento hacia los dones dados por Dios. No debemos perder nunca la conciencia de gratitud en nuestra vida y por lo tanto de ahí tener un gran desprendimiento.


. La reacción de Abraham ante la prueba de ofrecer su único hijo es de no vacilar y su respuesta es “Dios proveerá”. Esta es la respuesta clave para que aprendamos de ella para nuestra oración. Dios proveerá quiere decir que yo no sé muchas cosas, que yo no entiendo mucho, sólo sé que Dios sabe más y esta es la oración ante Dios. No puedo ser tan soberbio de pretender juzgar a Dios como si le sentara en un banquillo, sino amarle y confiar en él, Dios proveerá, Dios sabe más, y confío en que obedeciéndole me mostrará el camino. La voluntad de Dios no puede estar en contra de mi felicidad y aunque pueda parecer que el camino de Dios está en contradicción con mi felicidad, yo confío en Dios. Esto tiene montones de aplicaciones en nuestra vida.

. El que ora sabe que Dios nos quiere y que Dios lo puede todo por lo tanto uno se puede perfectamente abandonar en Dios y confiar en él y en las situaciones más difíciles puedo decir “todo lo puedo en aquél que me conforta, no temeré unido a él”. Uno es muy débil pero como te fías de Dios que lo puede todo y le dices “hágase tu voluntad”, “que sea lo que Dios quiera”, “Dios proveerá”, entonces uno lo puede todo participando de la potencia del amor de Dios.

Punto 2.573 Dios renueva su promesa a Jacob, cabeza de las doce tribus de Israel (cf Gn 28, 10-22). Antes de enfrentarse con su hermano Esaú, lucha una noche entera con “alguien” misterioso que rehúsa revelar su nombre pero que le bendice antes de dejarle, al alba. La tradición espiritual de la Iglesia ha tomado de este relato el símbolo de la oración como un combate de la fe y una victoria de la perseverancia (cf Gn 32, 25-31; Lc 18, 1-8).


. En Génesis 28,10-22 se nos habla del sueño de Jacob hijo de Isaac: "Jacob salió de Berseba y fue a Jarán. Llegando a cierto lugar, se dispuso a hacer noche allí, porque ya se había puesto el sol. Tomó una de las piedras del lugar, se la puso por cabezal, y acostóse en aquel lugar. Y tuvo un sueño; soñó con una escalera apoyada en tierra, y cuya cima tocaba los cielos, y he aquí que los ángeles de Dios subían y bajaban por ella. Y vio que Yahveh estaba sobre ella, y que le dijo: «Yo soy Yahveh, el Dios de tu abuelo Abraham y el Dios de Isaac. La tierra en que estás acostado te la doy para ti y tu descendencia. Tu descendencia será como el polvo de la tierra y te extenderás al poniente y al oriente, al norte y al mediodía; y por ti se bendencirán todos los linajes de la tierra; y por tu descendencia. Mira que yo estoy contigo; te guardaré por doquiera que vayas y te devolveré a este solar. No, no te abandonaré hasta haber cumplido lo que te he dicho.» Despertó Jacob de su sueño y dijo: «¡Así pues, está Yahveh en este lugar y yo no lo sabía!» Y asustado dijo: «¡Qué temible es este lugar! ¡Esto no es otra cosa sino la casa de Dios y la puerta del cielo!» Levantóse Jacob de madrugada, y tomando la piedra que se había puesto por cabezal, la erigió como estela y derramó aceite sobre ella. Y llamó a aquel lugar Betel, aunque el nombre primitivo de la ciudad era Luz. Jacob hizo un voto, diciendo: «Si Dios me asiste y me guarda en este camino que recorro, y me da pan que comer y ropa con que vestirme, y vuelvo sano y salvo a casa de mi padre, entonces Yahveh será mi Dios; y esta piedra que he erigido como estela será Casa de Dios; y de todo lo que me dieres, te pagaré el diezmo.»" En este pasaje conocido como la escala de Jacob, se manifiesta nuevamente la promesa que Dios había hecho a Abraham. Dios estaba revelando a Jacob en un sueño la realidad de Jesucristo y María representados en la escalinata que Dios ha trazado entre Dios y el hombre. La lección que nos quiere dar aquí el Catecismo es la confianza de que Dios quiere trazar su camino para llegar a nosotros, la oración no es inventar un camino sino descubrir el camino que Dios nos ha dado. No es lo mismo ser inventor que descubridor, el inventor se saca de su genio algo que no existía mientras que el descubridor se sorprende al descubrir, al conocer algo que estaba oculto y que le ha sido revelado, por ejemplo uno descubre el Polo Norte pero no lo inventa porque ya existía y en ese sentido quien hace oración lo que hace es descubrir los caminos de Dios. Algunos se piensan que la fe es un invento, y no, la fe es un descubrimiento, que es muy distinto.

domingo, 23 de abril de 2017

Catecismo 2570-2571. La Promesa y la oración de la fe I

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Punto 2.570 Cuando Dios lo llama, Abraham se pone en camino “como se lo había dicho el Señor” (Gn 12, 4): todo su corazón “se somete a la Palabra” y obedece. La escucha del corazón a Dios que llama es esencial a la oración, las palabras tienen un valor relativo. Por eso, la oración de Abraham se expresa primeramente con hechos: hombre de silencio, en cada etapa construye un altar al Señor. Solamente más tarde aparece su primera oración con palabras: una queja velada recordando a Dios sus promesas que no parecen cumplirse (cf Gn 15, 2-3). De este modo surge desde los comienzos uno de los aspectos de la tensión dramática de la oración: la prueba de la fe en Dios que es fiel.

. La oración se revela sobre todo a partir de nuestro padre Abraham, pues en él comenzamos a tener un maestro de oración. La oración es obediencia, la oración es la búsqueda de la voluntad de Dios, es sometimiento a la voluntad de Dios, obediencia gozosa de la voluntad de Dios. La clave de la oración es la obediencia en la fe, un acto de fe, de confianza en Dios y de obediencia, la primera oración que Abraham hizo fue una oración no formulada con palabras sino una oración de sometimiento interno a la voluntad de Dios. Tenemos que desconfiar de una oración que no se traduce en una mayor obediencia porque si no estamos haciendo una oración más de búsqueda de uno mismo que otra cosa, la oración es búsqueda de Dios, búsqueda de su voluntad. La oración es Cristo céntrica, es decir, nace de Dios y termina en Dios, e integra al hombre.

. Se pone a Abraham como modelo de la oración, Abraham en su primer periodo de su vida de su encuentro no dice palabras sino que su oración consiste en confiar y en seguir la llamada de Dios en obediencia que le ha dicho que lo deje todo y que vaya donde él le muestre. La oración de Abraham se expresa primeramente en hechos, hombre de silencio que va construyendo un altar al Señor en cada etapa. El silencio está muy ligado a la oración, si uno tiene miedo al silencio, si uno tiene miedo a quedarse a solas con Dios no va a hacer nunca oración, hay que perderle miedo al silencio. La madre Teresa nos dice que el fruto del silencio es la oración, luego no hay que tenerle miedo al silencio pues de nuestro saber callarnos y desde nuestro silencio comenzamos a escuchar a Dios, a obedecerle, a buscarle. Termina este punto diciendo que más tarde aparece su primera oración con palabras, y aparece incluso como una queja velada recordándole a Dios sus promesas que no parecen haberse cumplido como aparece en Génesis 15,2: “Dijo Abram: «Mi Señor, Yahveh, ¿qué me vas a dar, si me voy sin hijos...?.» Dijo Abram: «He aquí que no me has dado descendencia, y un criado de mi casa me va a heredar.» Mas he aquí que la palabra de Yahveh le dijo: «No te heredará ése, sino que te heredará uno que saldrá de tus entrañas.»“, es decir, que también Abraham comienza a hablar y su primera palabra es de lamento, de queja, es decir, una palabra que denota su lucha interior, que es la lucha de todos nosotros, esa lucha que tiene Abraham entre confiar en Dios y por otra parte decir que no ve, no nota la bendición de Dios y Yahveh le dice “confía”. Esa lucha es la lucha de todo hombre contra nuestra desconfianza frente a la voluntad de Dios que es mi bien. Hacer oración bien no es tener un pulso frente a la voluntad de Dios sino frente a nuestra desconfianza, frente a la falta de obediencia, frente a nuestra soberbia.

Punto 2.571 Habiendo creído en Dios (cf Gn 15, 6), marchando en su presencia y en alianza con él (cf Gn 17, 2), el patriarca está dispuesto a acoger en su tienda al Huésped misterioso: es la admirable hospitalidad de Mambré, preludio a la anunciación del verdadero Hijo de la promesa (cf Gn 18, 1-15; Lc 1, 26-38). Desde entonces, habiéndole confiado Dios su plan, el corazón de Abraham está en consonancia con la compasión de su Señor hacia los hombres y se atreve a interceder por ellos con una audaz confianza (cf Gn 18, 16-33).

. Una vez que Abraham ha confiado en Dios, se produce un misterioso pasaje que es el de la encina de Mambré que es toda una escuela de lo que es la oración que lo vemos en Génesis 18, y el Catecismo lo quiere cotejar con el pasaje de Lucas 1,26-38 punto culminante del encuentro entre Dios y el hombre donde Dios busca a toda la humanidad en María y toda la humanidad en María le dice a Dios “hágase en mi según tu palabra, he aquí la esclava del Señor”. Este momento cumbre lo vemos preparado en el pasaje de Mambré, dónde se le predice la descendencia a Sara mujer de Abraham, se está prefigurando la que será la visita definitiva de Dios a través del arcángel Gabriel a María. Es un pasaje en el que se remarca la acogida de Abraham a Dios. El Catecismo finalmente nos muestra en este punto como Abraham intercede por Sodoma, nos remarca la voluntad de Dios para que seamos corredentores con él, que también nosotros luchemos por la salvación de nuestros hermanos. En resumen, la oración es un acto de obediencia a Dios, un acto de acogida hospitalaria que nos bendice y al mismo tiempo nos asocia y nos introduce en el misterio de redención y corresponsabilidad en el destino eterno de nuestros hermanos. 


sábado, 22 de abril de 2017

Catecismo 2568-2569. En el Antiguo Testamento. La creación, fuente de la oración

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Punto 2.568 La revelación de la oración en el Antiguo Testamento se encuadra entre la caída y la elevación del hombre, entre la llamada dolorosa de Dios a sus primeros hijos: “¿Dónde estás? [...] ¿Por qué lo has hecho?” (Gn 3, 9. 13) y la respuesta del Hijo único al entrar en el mundo: “He aquí que vengo [...] a hacer, oh Dios, tu voluntad” (Hb 10, 7; cf. Hb 10, 5-7). De este modo, la oración está ligada con la historia de los hombres; es la relación con Dios en los acontecimientos de la historia humana.

. Lo principal de este punto es cómo Dios nos revela la oración, es decir, como Dios nos ha enseñado a 
hacer oración. Lo que viene a decir es que la revelación de la oración ha tenido lugar a través de la historia de la salvación. Nosotros a veces hemos hecho de la oración algo individualista, subjetivista, algo solo mío que no puedo compartir con nadie, como si fuera un asunto particular de cada uno de nosotros, hemos confundido intimidad con individualismo y son dos cosas bien distintas. Bajo la excusa de que la oración es algo personal e íntimo entonces lo hemos convertido en algo individualista cuando lo cierto es que Dios nos enseña la oración entrando en comunicación con un pueblo, con Israel, y se dirige a Israel como interlocutor. Dios podía haber tenido una relación con cada sujeto a título individual y sin embargo ha querido tomar relación con nosotros a través de un pueblo, a través de Israel, y en la historia de la salvación que ha tenido con ese pueblo nos enseña a orar. Esto tiene que sanar un concepto que tenemos muy anti comunitario, muy individualista.

. Dios habla con el hombre, entra en contacto con él, y el hombre va respondiendo a Dios aunque sea de manera imperfecta y para socorrernos, Dios nos ha enviado a Jesucristo para responder a Dios Padre y todos nosotros estamos unidos a Cristo para responder al Padre, así nuestra respuesta es plena cuando decimos amén en la misa después de participar en: “… por Cristo, con él y en él a ti Dios Padre omnipotente en la comunión del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria…”, nos estamos sumando a las palabras con las que Cristo ha contestado al Padre.

Punto 2.569 La oración se vive primeramente a partir de las realidades de la creación. Los nueve primeros capítulos del Génesis describen esta relación con Dios como ofrenda por Abel de los primogénitos de su rebaño (cf Gn 4, 4), como invocación del nombre divino por Enós (cf Gn 4, 26), como “marcha con Dios” (Gn 5, 24). La ofrenda de Noé es “agradable” a Dios que le bendice y, a través de él, bendice a toda la creación (cf Gn 8, 20-9, 17), porque su corazón es justo e íntegro; él también “marcha con Dios” (Gn 6, 9). Este carácter de la oración ha sido vivido en todas las religiones, por una muchedumbre de hombres piadosos.
En su alianza indefectible con todos los seres vivientes (cf Gn 9, 8-16), Dios llama siempre a los hombres a orar. Pero, en el Antiguo Testamento, la oración se revela sobre todo a partir de nuestro padre Abraham.


. Dios ha hablado con nosotros a través de la creación, primero lo ha hecho con Adán y Eva, con Abel especialmente en la ofrenda de los dones de la creación, nos ha enseñado a hablar dándole gracias por el don de la descendencia, por el don de la vida, también nos ha enseñado que la propia muerte, que se introdujo como una maldición comienza a ser interpretada como una marcha hacia Dios, y en Noé hay una gran oración que se plantea como una alianza entre Dios y el pueblo, es también una oración intercesora por todos, ante Dios uno no puede presentarse exclusivamente con “mi” necesidad, con lo mío, sino que aunque podamos empezar por el yo, tenemos que acabar en el nosotros. A Dios le resulta muy agradable la oración que termina en el nosotros porque supone un olvido de uno mismo, la oración bien hecha es la que yo soy capaz de olvidarme de mí mismo y ofrecerme a Dios como un instrumento para todos mis hermanos. La ofrenda de Noé es por toda la humanidad, y a Yahveh le conmueve y dice “no volveré a enviar el diluvio, hago un pacto, hago una alianza y el arco iris es imagen de dicho pacto”, arco iris que es imagen de Cristo, puente entre Dios y el hombre, la humanidad y la divinidad.

jueves, 20 de abril de 2017

Catecismo 2567. Dios es quien primero llama al hombre

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Punto 2.567 Dios es quien primero llama al hombre. Olvide el hombre a su Creador o se esconda lejos de su faz, corra detrás de sus ídolos o acuse a la divinidad de haberlo abandonado, el Dios vivo y verdadero llama incansablemente a cada persona al encuentro misterioso de la oración. Esta iniciativa de amor del Dios fiel es siempre lo primero en la oración, la actitud del hombre es siempre una respuesta. A medida que Dios se revela, y revela al hombre a sí mismo, la oración aparece como un llamamiento recíproco, un hondo acontecimiento de Alianza. A través de palabras y de actos, tiene lugar un trance que compromete el corazón humano. Este se revela a través de toda la historia de la salvación.
. En el punto anterior vimos que el hombre buscaba a Dios y aunque nos parezca que el hombre moderno de nuestros días ya no es religioso, que ya no tiene necesidad de Dios, que ya no busca a Dios, pues no nos engañemos, no es verdad, el hombre busca a Dios, el hombre cuando busca ser feliz, aunque no lo sepa, está buscando a Dios. En este punto la tesis que se plantea es que es Dios quien primero llama al hombre. Estés donde estés, tengas una vida ordenada y piadosa o tengas una situación complicadísima, Dios te está buscando siempre. Se nos ponen cuatro situaciones distintas:

o    Olvide el hombre a su creador: uno de los grandes problemas que tiene Dios con nosotros es que a ver cómo nos llama a la oración si vivimos ocupados en las creaturas y olvidados del creador. Es lo que se plantea en Lucas 14,16 con la parábola del banquete: "«Un hombre dio una gran cena y convidó a muchos; a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los invitados: "Venid, que ya está todo preparado." Pero todos a una empezaron a excusarse. El primero le dijo: "He comprado un campo y tengo que ir a verlo; te ruego me dispenses." Y otro dijo: "He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas; te ruego me dispenses." Otro dijo: "Me he casado, y por eso no puedo ir." «Regresó el siervo y se lo contó a su señor. Entonces, airado el dueño de la casa, dijo a su siervo: "Sal en seguida a las plazas y calles de la ciudad, y haz entrar aquí a los pobres y lisiados, y ciegos y cojos." Dijo el siervo: "Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía hay sitio." Dijo el señor al siervo: "Sal a los caminos y cercas, y obliga a entrar hasta que se llene mi casa." Porque os digo que ninguno de aquellos invitados probará mi cena.»", para poder hacer oración, para poder responder a la llamada de Dios de tener intimidad con él hace falta una pobreza de espíritu, un desasimiento de los bienes materiales y por eso el que se acababa de comprar un campo, el de los bueyes etcétera estaban demasiado ocupados. Cómo tengamos la cabeza ocupada en tres cosillas materiales ya no tenemos sitio para nada más porque somos así de limitados, somos capaces de llenar la cabeza con las criaturas y que nos lleven a alejarnos del creador.

o    Se esconda de su faz: no es lo mismo olvidarse de Dios que esconderse de él, aunque en la práctica pueda parecer lo mismo, es un poco distinto, el olvido de Dios puede ser más inconsciente por estar atrapado por los quehaceres de esta vida, mientras que al esconderse uno es como si se tuviera mala conciencia, uno sabe que algo no lo está haciendo bien y entonces me escondo para que Dios no me llame. En Génesis 3, cuando Adán y Eva siendo conscientes de que han desobedecido a Dios, se esconden pues tienen mala conciencia, saben que no han obrado bien. Igual que el joven rico que quiere tener una parte de su vida que quiere seguir Dios pero hay otra que la esconde.

o    Corras detrás de sus ídolos o acuse a Dios de haberle abandonado: es un drama para Yahveh que el hombre se entregue a los ídolos, es más fácil entregarse a dioses de barro que entregarse a Dios que es espíritu y vida. Dios tiene con nosotros una paciencia inmensa hasta que vayamos descubriendo el rostro de Dios verdadero. Cuántas veces el hombre está acusando a Dios de lo que le pasa en esta vida? Es impresionante ver como Dios tiene la paciencia de escuchar todas las burradas que le decimos cuando estamos en un estado de rebote existencial contra él, hasta que finalmente nos hace caer en cuenta de que tenemos que confiar en la providencia por encima de todo.



. A pesar de las situaciones anteriores, Dios se mantiene siempre fiel y en la medida en que se van superando las dificultades, se produce un diálogo, una alianza y una vez que el hombre está con Dios, ya uno nunca más se siente solo.

domingo, 16 de abril de 2017

Catecismo 2566. El hombre busca a Dios

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Punto 2.566 El hombre busca a Dios. Por la creación Dios llama a todo ser desde la nada a la existencia. Coronado de gloria y esplendor (Sal 8, 6), el hombre es, después de los ángeles, capaz de reconocer ¡qué glorioso es el Nombre del Señor por toda la tierra! (Sal 8, 2). Incluso después de haber perdido, por su pecado, su semejanza con Dios, el hombre sigue siendo imagen de su Creador. Conserva el deseo de Aquel que le llama a la existencia. Todas las religiones dan testimonio de esta búsqueda esencial de los hombres (cf Hch 17, 27).

. En nuestra paternidad humana, uno quiere a un hijo cuando lo tiene, cuando lo concibe. Pero en el caso de Dios, Dios nos quiere antes de que existamos, desde toda la eternidad Dios nos quería. En nosotros, primero viene la existencia y de la existencia viene el amor mientras que en el caso de Dios es al revés, Dios nos quiere y porque nos quiere pasamos a existir. El acto de la creación ha sido precedido por un amor eterno de Dios. Dios nos tenía en su mente desde toda la eternidad. Nosotros amamos lo que existe y en el caso de Dios, existe lo que él ama, lo que él ha amado desde siempre, lo ha llamado la existencia. Nosotros somos, existimos porque Dios nos ha llamado, la mera existencia es un milagro de amor, responde a que Dios ha pensado en mí, me quiere y me ha llamado. No debemos tener una vida anodina porque por el hecho de estar aquí ya debe hacernos caer en la cuenta de que Dios ha pensado en nosotros, nos ha querido y nos ha llamado a la existencia.

. La grandeza del hombre consiste en tener la capacidad de reconocer la grandeza de Dios, es decir consiste en que nosotros podamos darnos cuenta de que hemos sido llamados por amor de la nada a la existencia. Los vegetales, minerales y animales no se dan cuenta de eso, no tienen conciencia, no se dan cuenta que están aquí porque Dios les ama, y sin embargo nosotros sí. Tenemos esa capacidad de descubrirlo y de comprender la clave de la existencia que es el amor.

. Nos están metiendo falsas concepciones que pretenden enfrentar la dignidad del hombre y la grandeza de Dios: un humanismo secularizado donde parece que la visión moderna de la existencia es la de un hombre autónomo que no necesita de Dios donde hay que borrar las cruces y toda huella religiosa y por otra parte la visión fundamentalista (islámicos o hindúes) que vienen a ensalzar la sumisión a Dios. La grandeza del hombre consiste en reconocer la grandeza de Dios y porque Dios es grande, el hombre es libre y Dios ha querido que el hombre no sea una piedra o sea un árbol, sino que tenga libertad y no ha querido obligarle a amarle sino que nos ha tratado como un amigo y nos llama a su amor.


. El hombre de todos los tiempos busca a Dios. El pecado puede llegar a arrancarnos a que perdamos la semejanza de Dios, pero no la imagen, algunos santos padres dicen que cuando pecamos perdemos la semejanza pero no la imagen y están con ello queriendo decir que Dios no se puede borrar del corazón del hombre, ahí queda una imagen, nos deformamos perdemos la semejanza pero la imagen está grabada como una huella indeleble. El hombre a pesar del pecado, conserva el deseo de Dios, en Hechos17,22 podemos leer: ”Pablo, de pie en medio del Areópago, dijo: «Atenienses, veo que vosotros sois, por todos los conceptos, los más respetuosos de la divinidad. Pues al pasar y contemplar vuestros monumentos sagrados, he encontrado también un altar en el que estaba grabada esta inscripción: «Al Dios desconocido.» Pues bien, lo que adoráis sin conocer, eso os vengo yo a anunciar.


«El Dios que hizo el mundo y todo lo que hay en él, que es Señor del cielo y de la tierra, no habita en santuarios fabricados por manos humanas, ni es servido por manos humanas, como si de algo estuviera necesitado, el que a todos da la vida, el aliento y todas las cosas. El creó, de un solo principio, todo el linaje humano, para que habitase sobre toda la faz de la tierra fijando los tiempos determinados y los límites del lugar donde habían de habitar, con el fin de que buscasen la divinidad, para ver si a tientas la buscaban y la hallaban; por más que no se encuentra lejos de cada uno de nosotros;” , vemos que cuando Pablo llega al Areópago, advierte a los atenienses de que viene a anunciarles al Dios que adoran sin conocerle, es decir, hay en ellos un deseo de buscar a Dios aunque no le conozcan. Y estos atenienses están buscando a tientas a Dios, todavía no han recibido la revelación de Dios en Jesucristo pero andan a tientas. Todas las culturas, todos los pueblos han estado buscando a Dios, esto es lo que se llama la religión natural, un deseo natural de Dios en todas las culturas y tiempos. Incluso en un contexto tan secularizado como el nuestro, el hombre busca a Dios, no ha disminuido la religiosidad del hombre, el hombre moderno tiene hambre y sed de Dios a pesar de su modo de vida materialista que es como el agua salada.

. El hombre de hoy tiene el mismo deseo de Dios que el que tenía el de la edad media o el de hace cuarenta años. A pesar de lo que vemos actualmente donde el hombre en la gran ciudad corre de un lado para otro, se madruga para ir al trabajo habiendo estado la noche anterior viendo frivolidades en la televisión, durante el día trabajando y luego a buscar una diversión y luego llega el fin de semana y nadie se acuerda salvo unos pocos de ir el domingo a alabar a Dios. Esas grandes colmenas de personas que parece que viven para trabajar y con lo que han ahorrado buscan un ocio que les compense una vida dura. En medio de toda esta dinámica de vida se mantiene el hambre y la sed de Dios?, podemos decir sin dudarlo en ningún momento que el hombre necesita de Dios. Aunque se rían de uno, y esas risas o ese pasotismo de nuestro testimonio de Cristo lo que hacen es denotar aún más esa necesidad.

. El hambre y la sed de Dios muchas veces la escondemos debajo de un engaño, del engaño de decir que “estoy bien”, que “soy muy feliz”, de una careta que nos ponemos. Llega un momento en esta vida en que la careta se nos cae y nos damos cuenta de que estamos vacíos y necesitamos de Dios. En ese momento es cuando escuchamos la llamada de Dios, aunque Dios nos ha estado llamando desde el principio, nuestra sordera desaparece, nuestra ceguera desaparece, y esto tiene lugar en la llamada de Dios a la amistad con él, la llamada de Dios a la oración profunda.

sábado, 15 de abril de 2017

Catecismo 2565. La oración como Comunión

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Punto 2.565 En la nueva Alianza, la oración es la relación viva de los hijos de Dios con su Padre infinitamente bueno, con su Hijo Jesucristo y con el Espíritu Santo. La gracia del Reino es “la unión de la Santísima Trinidad toda entera con el espíritu todo entero” (San Gregorio Nacianceno, Oratio 16, 9). Así, la vida de oración es estar habitualmente en presencia de Dios, tres veces Santo, y en comunión con Él. Esta comunión de vida es posible siempre porque, mediante el Bautismo, nos hemos convertido en un mismo ser con Cristo (cf Rm 6, 5). La oración es cristiana en tanto en cuanto es comunión con Cristo y se extiende por la Iglesia que es su Cuerpo. Sus dimensiones son las del Amor de Cristo (cf Ef 3, 18-21).

. Una definición gráfica de la oración es considerar la oración como la respiración de la fe. Una razón por la que la oración sea la cuarta parte del Catecismo puede ser que un punto capital para hacer bien la oración es que tengamos una imagen autentica de Dios. Una de las razones por las que no hacemos bien oración es porque partimos de una falsa visión de Dios, como un Dios lejano, desinteresado de los problemas de los hombres, incluso como si fuese enemigo de nuestra felicidad. Qué importante es trasmitir adecuadamente el rostro de Dios revelado en Cristo que ama a los hombres, que está siempre cercano, que busca misericordiosamente a la oveja perdida, si conocemos esa imagen tendremos gusto en estar siempre con él y no habrá motivo para dejar la oración. Por eso era importante primero revelar el rostro de Dios en el Credo, sino difícilmente vamos a tratar de amistad con alguien en quien no confiamos, cuyo rostro no conocemos.

. Aristóteles decía que entre Dios y el hombre no puede haber amistad porque hace falta una cierta igualdad y hay tal distancia entre ellos que es imposible que haya una amistad. Esta lógica de Aristóteles era una lógica perfecta, solo que lo que él no conocía es que Dios Padre se había revelado y que la cumbre de la revelación se iba a producir en Jesucristo y que iba a tomar carne humana y que iba a hablar de tú a tú con nosotros, y entonces sí que se puede tener amistad con un Dios que se revela y se hace hombre, y por lo tanto oración, por eso es muy importante de qué concepto de Dios parto. Jesucristo es la vida y nosotros hemos sido creados con una pasión por la vida, luego es obvio que la oración tiene que ser como el respirar de la fe. Es muy importante el anuncio del rostro de Dios como alguien vivo y lo esencial del cristianismo es el encuentro con Cristo vivo. No hay otro camino de oración que Cristo.


. Nos habla este punto de la oración como comunión con la Santísima Trinidad; el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son comunión entre ellos, viven en una continua oración entre ellos, o sea, es el diálogo, es la amistad que hay entre ellos. Nosotros por el misterio de la oración somos como metidos dentro de ese diálogo intra trinitario, en esa amistad que hay entre ellos. Si conociéramos este don le daríamos una importancia a la oración que ahora no se la estamos dando. La oración es el cielo adelantado, el cielo es vivir en la presencia de Dios y ser una sola cosa con él, y la oración me permite vivir esa presencia de una manera velada, luego la oración es vivir el cielo aquí.     

viernes, 14 de abril de 2017

Catecismo 2562-2564. La oración como Alianza

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Punto 2.562 ¿De dónde viene la oración del hombre? Cualquiera que sea el lenguaje de la oración (gestos y palabras), el que ora es todo el hombre. Sin embargo, para designar el lugar de donde brota la oración, las sagradas Escrituras hablan a veces del alma o del espíritu, y con más frecuencia del corazón (más de mil veces). Es el corazón el que ora. Si este está alejado de Dios, la expresión de la oración es vana.
. Es frecuente que dentro de la iglesia se ofrezcan pequeñas escuelas, talleres, cursillos de oración para insistirnos que tenemos que aprender profundamente a orar, es algo parecido a lo que nos pasa con el habla. El habla se desarrolla espontáneamente y luego hay que educar cómo hablar, un niño tiene en su espontaneidad la capacidad de expresarse en seguida pero para que luego su expresión no sea tosca, se le va enseñando a hablar. Igual pasa con la oración, no hacen falta cursillos para poder hablar con Dios, peo si es cierto que nuestro impulso del corazón tiene que ser madurado, educado, y profundizado.

. Es el hombre entero el que reza, reza la persona, no reza el cuerpo. San Ireneo, padre la iglesia (S.I-S.II) nos indica que somos cuerpo, somos alma, somos espíritu encarnado y somos carne espiritualizada. A nosotros esto nos conviene entenderlo para ver desde dónde reza el hombre: reza el hombre entero, sería un poco ridículo decir que reza el alma pero no reza el cuerpo.
. La oración tiene que brotar del interior del hombre y comprometer al hombre entero, nos indica el Catecismo que en más de mil sitios en la Escritura hablan de que la oración brota del corazón, comprometiendo al hombre entero.
Punto 2.563 El corazón es la morada donde yo estoy, o donde yo habito (según la expresión semítica o bíblica: donde yo “me adentro”). Es nuestro centro escondido, inaprensible, ni por nuestra razón ni por la de nadie; sólo el Espíritu de Dios puede sondearlo y conocerlo. Es el lugar de la decisión, en lo más profundo de nuestras tendencias psíquicas. Es el lugar de la verdad, allí donde elegimos entre la vida y la muerte. Es el lugar del encuentro, ya que a imagen de Dios, vivimos en relación: es el lugar de la Alianza.


. El hombre tiene niveles de interioridad, santa Teresa en el castillo interior nos viene a decir que en la habitación central del castillo a la que ya nadie puede entrar es el interior del corazón del hombre y es desde ahí donde tenemos que tomar esa relación con Dios. El corazón no es una mera afectividad superflua, el concepto bíblico del corazón es lo interior del hombre. Incluso el corazón contiene recuerdos, pensamientos, proyectos, decisiones, en mi corazón tengo tomadas decisiones, es más por ejemplo, en Eclesiástico 17,6 nos dice “Dios nos ha dado un corazón para pensar”, por eso cuando decimos nosotros que el corazón es solo sentir, son afectos, es cosa de nuestra cultura romántica. O por ejemplo acordémonos de cuando hablamos de “corazón endurecido” en la sagrada escritura que es lo mismo que opción de soberbia, cerrazón a la gracia…. es decir, corazón es mucho más que el mero romanticismo.



Punto 2.564 La oración cristiana es una relación de Alianza entre Dios y el hombre en Cristo. Es acción de Dios y del hombre; brota del Espíritu Santo y de nosotros, dirigida por completo al Padre, en unión con la voluntad humana del Hijo de Dios hecho hombre.


. En Cristo se realiza la oración, el lugar de encuentro es Jesucristo. Hay que hacer oración de corazón, es decir que te comprometa tu vida entera cuando rezas y que no sea una oración superficial y hemos de hacer oración en el corazón de Cristo, es decir teniendo a Cristo como el lugar de la alianza en el que Dios ha hablado con el hombre y el hombre ha hablado con Dios, porque Jesús es ese puente tendido para que mi oración llegue a Dios y para que la Palabra de Dios llegue a mí.

miércoles, 12 de abril de 2017

Catecismo 2560-2561. La oración como don de Dios II

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Punto 2.560 “Si conocieras el don de Dios” (Jn 4, 10). La maravilla de la oración se revela precisamente allí, junto al pozo donde vamos a buscar nuestra agua: allí Cristo va al encuentro de todo ser humano, es el primero en buscarnos y el que nos pide de beber. Jesús tiene sed, su petición llega desde las profundidades de Dios que nos desea. La oración, sepámoslo o no, es el encuentro de la sed de Dios y de la sed del hombre. Dios tiene sed de que el hombre tenga sed de Él (San Agustín, De diversis quaestionibus octoginta tribus 64, 4).

. El Catecismo en este punto subraya que la oración ha nacido también desde las profundidades de Dios, la oración tiene en Dios la iniciativa, cuando uno reza, está respondiendo a una llamada de Dios aunque uno piense que se le ha ocurrido a uno mismo ponerse a rezar. Dios nos está buscando y la oración es una respuesta a la llamada de Dios. La oración es el encuentro entre la sed de Dios de nosotros y la sed del hombre de Dios.


. Para iluminar este punto, se nos sugiere el texto de san Juan 4,10 entre Jesús y la samaritana: “Llega, pues, a una ciudad de Samaria llamada Sicar, cerca de la heredad que Jacob dio a su hijo José. Allí estaba el pozo de Jacob. Jesús, como se había fatigado del camino, estaba sentado junto al pozo. Era alrededor de la hora sexta. Llega una mujer de Samaria a sacar agua. Jesús le dice: «Dame de beber.» Pues sus discípulos se habían ido a la ciudad a comprar comida. Le dice la mujer samaritana: «¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy una mujer samaritana?» (Porque los judíos no se tratan con los samaritanos.) Jesús le respondió: «Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: "Dame de beber", tú le habrías pedido a él, y él te habría dado agua viva.» Le dice la mujer: «Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo; ¿de dónde, pues, tienes esa agua viva? ¿Es que tú eres más que nuestro padre Jacob, que nos dio el pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?» Jesús le respondió: «Todo el que beba de esta agua, volverá a tener sed; pero el que beba del agua que yo le dé, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le dé se convertirá en él en fuente de agua que brota para vida eterna.» Le dice la mujer: «Señor, dame de esa agua, para que no tenga más sed y no tenga que venir aquí a sacarla.»”, en la oración Dios nos busca y propicia las circunstancias para un encuentro personal con él, como Jesús hizo con la samaritana. Jesús nos espera a nosotros igual que a la samaritana. La oración es una iniciativa de Dios.


 


Punto 2.561 “Tú le habrías rogado a él, y él te habría dado agua viva” (Jn 4, 10). Nuestra oración de petición es paradójicamente una respuesta. Respuesta a la queja del Dios vivo: “A mí me dejaron, manantial de aguas vivas, para hacerse cisternas, cisternas agrietadas” (Jr 2, 13), respuesta de fe a la promesa gratuita de salvación (cf Jn 7, 37-39; Is 12, 3; 51, 1), respuesta de amor a la sed del Hijo único (cf Jn 19, 28; Za 12, 10; 13, 1).


. Si tuviéramos una conciencia más viva de lo que es nuestra oración descubriríamos para nuestra sorpresa que Dios iba detrás de nosotros desde mucho antes. Uno de los factores para discernir si somos conscientes de esto es ver cómo pedimos, ver cuál es nuestra oración. Nosotros cuando pedimos mal o nos limitamos a hacer de la oración una especie de petición de caprichos en el fondo no nos estamos dando cuenta de con quién nos estamos encontrando. Si tuviésemos conciencia de que Dios nos ama y nos busca, el tipo de petición sería distinto, pediríamos el don del Espíritu Santo, pediríamos el don de la perseverancia para ser discípulos suyos, si no trascendemos en la petición es que no nos hemos dado cuenta de qué es la oración. Se nos ofrecen varios textos bíblicos en este punto para darnos cuenta de esto. Por ejemplo Juan 7,37-39 “El último día de la fiesta, el más solemne, Jesús puesto en pie, gritó: «Si alguno tiene sed, venga a mí, y beba el que crea en mí», como dice la Escritura: De su seno correrán ríos de agua viva. Esto lo decía refiriéndose al Espíritu que iban a recibir los que creyeran en él. Porque aún no había Espíritu, pues todavía Jesús no había sido glorificado”. Cuando Jesús dice en la cruz “tengo sed”, quiere decir que tiene sed de nosotros, de nuestra respuesta de amor, y eso supone una llamada a la oración, una llamada a una relación personal. Vivamos el momento presente con intensidad de amor respondiendo a esa llamada a la oración, a la intimidad, sin lamentarnos por el tiempo que hayamos perdido.

martes, 11 de abril de 2017

Catecismo 2559. La oración como don de Dios I

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Punto 2.559 “La oración es la elevación del alma a Dios o la petición a Dios de bienes convenientes”(San Juan Damasceno, Expositio fidei, 68 [De fide orthodoxa 3, 24]). ¿Desde dónde hablamos cuando oramos? ¿Desde la altura de nuestro orgullo y de nuestra propia voluntad, o desde “lo más profundo” (Sal 130, 1) de un corazón humilde y contrito? El que se humilla es ensalzado (cf Lc 18, 9-14). La humildad es la base de la oración. “Nosotros no sabemos pedir como conviene” (Rm 8, 26). La humildad es una disposición necesaria para recibir gratuitamente el don de la oración: el hombre es un mendigo de Dios (San Agustín, Sermo 56, 6, 9).

. Los cristianos necesitamos maestros de la vida espiritual para ser introducidos en la oración. El Catecismo nos habla de la oración como don. San Juan Damasceno, santo padre de la actual Siria que fue llamado el orador de oro, nos dice que la oración es la elevación del alma a Dios o la petición a Dios de bienes convenientes, es como si Dios nos diera unas alas para volar, y esas alas es la oración. La oración es como un don de Dios que nos da unas alas para elevarnos hasta Él. O sencillamente pedir a Dios bienes convenientes, uno pide a Dios lo que entiende qué es conveniente aunque en el fondo Dios sabe mejor que yo lo que a mí me conviene.

. Desde dónde hablamos cuando oramos? Cuál es mi situación interior cuando estoy rezando?, pensemos antes de empezar a rezar cuál es nuestra disposición, si mi actitud interior es a corazón abierto, o si mi oración es una pantalla que pongo delante utilizando frases hechas para no descubrir mi alma. Para descubrir el punto de partida desde el que nosotros solemos rezar, el Catecismo nos sugiere que veamos el salmo 130 que dice “desde lo hondo a ti grito Señor, Señor escucha mi voz…”, es un salmo que expresa la actitud desde la que uno reza: “desde lo hondo…”. Es muy importante caer en la cuenta que la disposición, que la situación desde la que hacemos nuestra oración muchas veces acaba condicionando que la misma sea auténtica o sea superficial. Cuántas veces ocurre, que parece que ha hecho falta que la providencia de la vida nos haya quebrado para que hayamos tenido como experiencia de nuestra indigencia y entonces hayamos comenzado a rezar de verdad, a veces no hemos experimentado lo que es rezar desde la profundidad de nuestro corazón hasta que en la vida no nos hemos visto de alguna manera quebrados, y entonces hemos rezado con plena profundidad y humildad. El Catecismo se refiere a tener una actitud que dice “Señor tú lo sabes todo, yo que te voy a decir, no estoy aquí para decirte lo que tienes que hacer sino para decirte aquí estoy”.


. Lucas 18,9-14: “Dijo también a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, esta parábola: «Dos hombres subieron al templo a orar; uno fariseo, otro publicano. El fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera: "¡Oh Dios! Te doy gracias porque no soy como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni tampoco como este publicano. Ayuno dos veces por semana, doy el diezmo de todas mis ganancias." En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: "¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!". Os digo que éste bajó a su casa justificado y aquél no. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado.”


Este texto nos dice claramente desde qué actitud estamos orando, el fariseo cree que no necesita la misericordia de Dios, esto en nuestra cultura lo podemos comparar cuando decimos que “yo soy buena gente, yo ni robo ni mato, yo soy buena persona….” y realmente lo que nos hace es incapacitarnos para ponernos ante la presencia de Dios. Rezar con un punto de partida auténtico supone la conciencia de ser pecador, es imposible rezar bien sin tener conciencia de ser pecador porque partimos de un punto de partida equivocado. Es lo mismo que querer ser humilde sin humillarse. Partiendo de una actitud de humildad, nos permite decir al Señor que “tú lo sabes todo, tú me conoce perfectamente, qué te voy a decir a ti …”, es como la actitud del publicano que no se atrevía a levantar los ojos del suelo y le pedía compasión por ser un pecador. El fariseo no pide nada, se siente auto salvado, sólo da gracias por no ser como el publicanos, por pagar el diezmo, por no ser un pecador, y habla y habla, y curiosamente el publicando casi no dice nada, solo pide compasión porque se siente mendigo. Este no decir muchas cosas y decir simplemente “Señor ten compasión de mí que soy un pecador”, es una actitud como decir “qué te voy a decir si tú lo sabe todo…, más que pedirte me presento ante ti, Señor no te merezco pero te necesito y cuanto menos te merezco más te necesito”.



. Debemos de cuidar la actitud desde donde hacemos oración. La humildad es la base de la oración, uno no puede ponerse en oración como el fariseo desde su orgullo. Nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene, san Pablo en Romanos 9,26 nos dice: “Y de igual manera, el Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos cómo pedir para orar como conviene; mas el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables”, es decir, tenemos que escuchar la voz del Espíritu dentro de nosotros, el Espíritu Santo nos inspira y nos enseña a hablar con Dios e intercede por nosotros, confiando y dando gracias que lo que me da el Señor es lo que me conviene.