Punto 2.560 “Si conocieras el don de
Dios” (Jn 4, 10). La maravilla de la oración se revela precisamente allí,
junto al pozo donde vamos a buscar nuestra agua: allí Cristo va al encuentro de
todo ser humano, es el primero en buscarnos y el que nos pide de beber. Jesús
tiene sed, su petición llega desde las profundidades de Dios que nos desea. La
oración, sepámoslo o no, es el encuentro de la sed de Dios y de la sed del
hombre. Dios tiene sed de que el hombre tenga sed de Él (San Agustín, De
diversis quaestionibus octoginta tribus 64, 4).
.
El Catecismo en este punto subraya que la oración ha nacido también desde las
profundidades de Dios, la oración tiene en Dios la iniciativa, cuando uno reza,
está respondiendo a una llamada de Dios aunque uno piense que se le ha ocurrido
a uno mismo ponerse a rezar. Dios nos está buscando y la oración es una
respuesta a la llamada de Dios. La oración es el encuentro entre la sed de Dios
de nosotros y la sed del hombre de Dios.
.
Para iluminar este punto, se nos sugiere el texto de san Juan 4,10 entre Jesús y
la samaritana: “Llega, pues, a una ciudad
de Samaria llamada Sicar, cerca de la heredad que Jacob dio a su hijo José. Allí
estaba el pozo de Jacob. Jesús, como se había fatigado del camino, estaba
sentado junto al pozo. Era alrededor de la hora sexta. Llega una mujer de
Samaria a sacar agua. Jesús le dice: «Dame de beber.» Pues sus discípulos se
habían ido a la ciudad a comprar comida. Le dice la mujer samaritana: «¿Cómo
tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy una mujer samaritana?» (Porque
los judíos no se tratan con los samaritanos.) Jesús le respondió: «Si
conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: "Dame de
beber", tú le habrías pedido a él, y él te habría dado agua viva.» Le dice
la mujer: «Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo; ¿de dónde,
pues, tienes esa agua viva? ¿Es que tú eres más que nuestro padre Jacob, que
nos dio el pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?» Jesús le
respondió: «Todo el que beba de esta agua, volverá a tener sed; pero el que
beba del agua que yo le dé, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le dé
se convertirá en él en fuente de agua que brota para vida eterna.» Le dice la
mujer: «Señor, dame de esa agua, para que no tenga más sed y no tenga que venir
aquí a sacarla.»”, en la oración Dios nos busca y propicia las
circunstancias para un encuentro personal con él, como Jesús hizo con la
samaritana. Jesús nos espera a nosotros igual que a la samaritana. La oración
es una iniciativa de Dios.
Punto 2.561 “Tú le habrías rogado a
él, y él te habría dado agua viva” (Jn 4, 10). Nuestra oración de petición
es paradójicamente una respuesta. Respuesta a la queja del Dios vivo: “A mí me
dejaron, manantial de aguas vivas, para hacerse cisternas, cisternas
agrietadas” (Jr 2, 13), respuesta de fe a la promesa gratuita de salvación
(cf Jn 7, 37-39; Is 12, 3; 51, 1), respuesta de amor a la
sed del Hijo único (cf Jn 19, 28; Za 12, 10; 13, 1).
.
Si tuviéramos una conciencia más viva de lo que es nuestra oración
descubriríamos para nuestra sorpresa que Dios iba detrás de nosotros desde
mucho antes. Uno de los factores para discernir si somos conscientes de esto es
ver cómo pedimos, ver cuál es nuestra oración. Nosotros cuando pedimos mal o
nos limitamos a hacer de la oración una especie de petición de caprichos en el
fondo no nos estamos dando cuenta de con quién nos estamos encontrando. Si tuviésemos
conciencia de que Dios nos ama y nos busca, el tipo de petición sería distinto,
pediríamos el don del Espíritu Santo, pediríamos el don de la perseverancia para
ser discípulos suyos, si no trascendemos en la petición es que no nos hemos
dado cuenta de qué es la oración. Se nos ofrecen varios textos bíblicos en este
punto para darnos cuenta de esto. Por ejemplo Juan 7,37-39 “El último día de la fiesta, el más solemne,
Jesús puesto en pie, gritó: «Si alguno tiene sed, venga a mí, y beba el que
crea en mí», como dice la Escritura: De su seno correrán ríos de agua viva.
Esto lo decía refiriéndose al Espíritu que iban a recibir los que creyeran en
él. Porque aún no había Espíritu, pues todavía Jesús no había sido glorificado”.
Cuando Jesús dice en la cruz “tengo sed”, quiere decir que tiene sed de
nosotros, de nuestra respuesta de amor, y eso supone una llamada a la oración,
una llamada a una relación personal. Vivamos el momento presente con intensidad
de amor respondiendo a esa llamada a la oración, a la intimidad, sin
lamentarnos por el tiempo que hayamos perdido.
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