Punto 2.566 El hombre busca a Dios.
Por la creación Dios llama a todo ser desde la nada a la existencia. Coronado
de gloria y esplendor (Sal 8, 6), el hombre es, después de los ángeles,
capaz de reconocer ¡qué glorioso es el Nombre del Señor por toda la tierra! (Sal 8,
2). Incluso después de haber perdido, por su pecado, su semejanza con Dios, el
hombre sigue siendo imagen de su Creador. Conserva el deseo de Aquel que le
llama a la existencia. Todas las religiones dan testimonio de esta búsqueda
esencial de los hombres (cf Hch 17, 27).
.
En nuestra paternidad humana, uno quiere a un hijo cuando lo tiene, cuando lo
concibe. Pero en el caso de Dios, Dios nos quiere antes de que existamos, desde
toda la eternidad Dios nos quería. En nosotros, primero viene la existencia y
de la existencia viene el amor mientras que en el caso de Dios es al revés,
Dios nos quiere y porque nos quiere pasamos a existir. El acto de la creación
ha sido precedido por un amor eterno de Dios. Dios nos tenía en su mente desde
toda la eternidad. Nosotros amamos lo que existe y en el caso de Dios, existe
lo que él ama, lo que él ha amado desde siempre, lo ha llamado la existencia.
Nosotros somos, existimos porque Dios nos ha llamado, la mera existencia es un
milagro de amor, responde a que Dios ha pensado en mí, me quiere y me ha
llamado. No debemos tener una vida anodina porque por el hecho de estar aquí ya
debe hacernos caer en la cuenta de que Dios ha pensado en nosotros, nos ha
querido y nos ha llamado a la existencia.
.
La grandeza del hombre consiste en tener la capacidad de reconocer la grandeza
de Dios, es decir consiste en que nosotros podamos darnos cuenta de que hemos
sido llamados por amor de la nada a la existencia. Los vegetales, minerales y
animales no se dan cuenta de eso, no tienen conciencia, no se dan cuenta que
están aquí porque Dios les ama, y sin embargo nosotros sí. Tenemos esa
capacidad de descubrirlo y de comprender la clave de la existencia que es el
amor.
.
Nos están metiendo falsas concepciones que pretenden enfrentar la dignidad del
hombre y la grandeza de Dios: un humanismo secularizado donde parece que la
visión moderna de la existencia es la de un hombre autónomo que no necesita de
Dios donde hay que borrar las cruces y toda huella religiosa y por otra parte
la visión fundamentalista (islámicos o hindúes) que vienen a ensalzar la
sumisión a Dios. La grandeza del hombre consiste en reconocer la grandeza de
Dios y porque Dios es grande, el hombre es libre y Dios ha querido que el
hombre no sea una piedra o sea un árbol, sino que tenga libertad y no ha
querido obligarle a amarle sino que nos ha tratado como un amigo y nos llama a
su amor.
.
El hombre de todos los tiempos busca a Dios. El pecado puede llegar a
arrancarnos a que perdamos la semejanza de Dios, pero no la imagen, algunos
santos padres dicen que cuando pecamos perdemos la semejanza pero no la imagen
y están con ello queriendo decir que Dios no se puede borrar del
corazón del hombre, ahí queda una imagen, nos deformamos perdemos la semejanza
pero la imagen está grabada como una huella indeleble. El hombre a pesar del
pecado, conserva el deseo de Dios, en Hechos17,22 podemos leer: ”Pablo, de pie en medio del Areópago, dijo:
«Atenienses, veo que vosotros sois, por todos los conceptos, los más
respetuosos de la divinidad. Pues al pasar y contemplar vuestros monumentos
sagrados, he encontrado también un altar en el que estaba grabada esta
inscripción: «Al Dios desconocido.» Pues bien, lo que adoráis sin conocer,
eso os vengo yo a anunciar.
. El hombre de hoy
tiene el mismo deseo de Dios que el que tenía el de la edad media o el de hace
cuarenta años. A pesar de lo que vemos actualmente donde el hombre en la gran
ciudad corre de un lado para otro, se madruga para ir al trabajo habiendo
estado la noche anterior viendo frivolidades en la televisión, durante el día
trabajando y luego a buscar una diversión y luego llega el fin de semana y
nadie se acuerda salvo unos pocos de ir el domingo a alabar a Dios. Esas
grandes colmenas de personas que parece que viven para trabajar y con lo que
han ahorrado buscan un ocio que les compense una vida dura. En medio de toda
esta dinámica de vida se mantiene el hambre y la sed de Dios?, podemos decir
sin dudarlo en ningún momento que el hombre necesita de Dios. Aunque se rían de
uno, y esas risas o ese pasotismo de nuestro testimonio de Cristo lo que hacen
es denotar aún más esa necesidad.
. El hambre y la sed
de Dios muchas veces la escondemos debajo de un engaño, del engaño de decir que
“estoy bien”, que “soy muy feliz”, de una careta que nos ponemos. Llega un momento
en esta vida en que la careta se nos cae y nos damos cuenta de que estamos
vacíos y necesitamos de Dios. En ese momento es cuando escuchamos la llamada de
Dios, aunque Dios nos ha estado llamando desde el principio, nuestra sordera
desaparece, nuestra ceguera desaparece, y esto tiene lugar en la llamada de
Dios a la amistad con él, la llamada de Dios a la oración profunda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario