domingo, 16 de abril de 2017

Catecismo 2566. El hombre busca a Dios

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Punto 2.566 El hombre busca a Dios. Por la creación Dios llama a todo ser desde la nada a la existencia. Coronado de gloria y esplendor (Sal 8, 6), el hombre es, después de los ángeles, capaz de reconocer ¡qué glorioso es el Nombre del Señor por toda la tierra! (Sal 8, 2). Incluso después de haber perdido, por su pecado, su semejanza con Dios, el hombre sigue siendo imagen de su Creador. Conserva el deseo de Aquel que le llama a la existencia. Todas las religiones dan testimonio de esta búsqueda esencial de los hombres (cf Hch 17, 27).

. En nuestra paternidad humana, uno quiere a un hijo cuando lo tiene, cuando lo concibe. Pero en el caso de Dios, Dios nos quiere antes de que existamos, desde toda la eternidad Dios nos quería. En nosotros, primero viene la existencia y de la existencia viene el amor mientras que en el caso de Dios es al revés, Dios nos quiere y porque nos quiere pasamos a existir. El acto de la creación ha sido precedido por un amor eterno de Dios. Dios nos tenía en su mente desde toda la eternidad. Nosotros amamos lo que existe y en el caso de Dios, existe lo que él ama, lo que él ha amado desde siempre, lo ha llamado la existencia. Nosotros somos, existimos porque Dios nos ha llamado, la mera existencia es un milagro de amor, responde a que Dios ha pensado en mí, me quiere y me ha llamado. No debemos tener una vida anodina porque por el hecho de estar aquí ya debe hacernos caer en la cuenta de que Dios ha pensado en nosotros, nos ha querido y nos ha llamado a la existencia.

. La grandeza del hombre consiste en tener la capacidad de reconocer la grandeza de Dios, es decir consiste en que nosotros podamos darnos cuenta de que hemos sido llamados por amor de la nada a la existencia. Los vegetales, minerales y animales no se dan cuenta de eso, no tienen conciencia, no se dan cuenta que están aquí porque Dios les ama, y sin embargo nosotros sí. Tenemos esa capacidad de descubrirlo y de comprender la clave de la existencia que es el amor.

. Nos están metiendo falsas concepciones que pretenden enfrentar la dignidad del hombre y la grandeza de Dios: un humanismo secularizado donde parece que la visión moderna de la existencia es la de un hombre autónomo que no necesita de Dios donde hay que borrar las cruces y toda huella religiosa y por otra parte la visión fundamentalista (islámicos o hindúes) que vienen a ensalzar la sumisión a Dios. La grandeza del hombre consiste en reconocer la grandeza de Dios y porque Dios es grande, el hombre es libre y Dios ha querido que el hombre no sea una piedra o sea un árbol, sino que tenga libertad y no ha querido obligarle a amarle sino que nos ha tratado como un amigo y nos llama a su amor.


. El hombre de todos los tiempos busca a Dios. El pecado puede llegar a arrancarnos a que perdamos la semejanza de Dios, pero no la imagen, algunos santos padres dicen que cuando pecamos perdemos la semejanza pero no la imagen y están con ello queriendo decir que Dios no se puede borrar del corazón del hombre, ahí queda una imagen, nos deformamos perdemos la semejanza pero la imagen está grabada como una huella indeleble. El hombre a pesar del pecado, conserva el deseo de Dios, en Hechos17,22 podemos leer: ”Pablo, de pie en medio del Areópago, dijo: «Atenienses, veo que vosotros sois, por todos los conceptos, los más respetuosos de la divinidad. Pues al pasar y contemplar vuestros monumentos sagrados, he encontrado también un altar en el que estaba grabada esta inscripción: «Al Dios desconocido.» Pues bien, lo que adoráis sin conocer, eso os vengo yo a anunciar.


«El Dios que hizo el mundo y todo lo que hay en él, que es Señor del cielo y de la tierra, no habita en santuarios fabricados por manos humanas, ni es servido por manos humanas, como si de algo estuviera necesitado, el que a todos da la vida, el aliento y todas las cosas. El creó, de un solo principio, todo el linaje humano, para que habitase sobre toda la faz de la tierra fijando los tiempos determinados y los límites del lugar donde habían de habitar, con el fin de que buscasen la divinidad, para ver si a tientas la buscaban y la hallaban; por más que no se encuentra lejos de cada uno de nosotros;” , vemos que cuando Pablo llega al Areópago, advierte a los atenienses de que viene a anunciarles al Dios que adoran sin conocerle, es decir, hay en ellos un deseo de buscar a Dios aunque no le conozcan. Y estos atenienses están buscando a tientas a Dios, todavía no han recibido la revelación de Dios en Jesucristo pero andan a tientas. Todas las culturas, todos los pueblos han estado buscando a Dios, esto es lo que se llama la religión natural, un deseo natural de Dios en todas las culturas y tiempos. Incluso en un contexto tan secularizado como el nuestro, el hombre busca a Dios, no ha disminuido la religiosidad del hombre, el hombre moderno tiene hambre y sed de Dios a pesar de su modo de vida materialista que es como el agua salada.

. El hombre de hoy tiene el mismo deseo de Dios que el que tenía el de la edad media o el de hace cuarenta años. A pesar de lo que vemos actualmente donde el hombre en la gran ciudad corre de un lado para otro, se madruga para ir al trabajo habiendo estado la noche anterior viendo frivolidades en la televisión, durante el día trabajando y luego a buscar una diversión y luego llega el fin de semana y nadie se acuerda salvo unos pocos de ir el domingo a alabar a Dios. Esas grandes colmenas de personas que parece que viven para trabajar y con lo que han ahorrado buscan un ocio que les compense una vida dura. En medio de toda esta dinámica de vida se mantiene el hambre y la sed de Dios?, podemos decir sin dudarlo en ningún momento que el hombre necesita de Dios. Aunque se rían de uno, y esas risas o ese pasotismo de nuestro testimonio de Cristo lo que hacen es denotar aún más esa necesidad.

. El hambre y la sed de Dios muchas veces la escondemos debajo de un engaño, del engaño de decir que “estoy bien”, que “soy muy feliz”, de una careta que nos ponemos. Llega un momento en esta vida en que la careta se nos cae y nos damos cuenta de que estamos vacíos y necesitamos de Dios. En ese momento es cuando escuchamos la llamada de Dios, aunque Dios nos ha estado llamando desde el principio, nuestra sordera desaparece, nuestra ceguera desaparece, y esto tiene lugar en la llamada de Dios a la amistad con él, la llamada de Dios a la oración profunda.

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