Punto 2.568 La revelación de la oración en el Antiguo Testamento se encuadra entre la caída y la elevación del hombre, entre la llamada dolorosa de Dios a sus primeros hijos: “¿Dónde estás? [...] ¿Por qué lo has hecho?” (Gn 3, 9. 13) y la respuesta del Hijo único al entrar en el mundo: “He aquí que vengo [...] a hacer, oh Dios, tu voluntad” (Hb 10, 7; cf. Hb 10, 5-7). De este modo, la oración está ligada con la historia de los hombres; es la relación con Dios en los acontecimientos de la historia humana.
. Lo principal de este punto es cómo Dios nos revela la oración, es decir, como Dios nos ha enseñado a
hacer oración. Lo que viene a decir es que la revelación de la oración ha tenido lugar a través de la historia de la salvación. Nosotros a veces hemos hecho de la oración algo individualista, subjetivista, algo solo mío que no puedo compartir con nadie, como si fuera un asunto particular de cada uno de nosotros, hemos confundido intimidad con individualismo y son dos cosas bien distintas. Bajo la excusa de que la oración es algo personal e íntimo entonces lo hemos convertido en algo individualista cuando lo cierto es que Dios nos enseña la oración entrando en comunicación con un pueblo, con Israel, y se dirige a Israel como interlocutor. Dios podía haber tenido una relación con cada sujeto a título individual y sin embargo ha querido tomar relación con nosotros a través de un pueblo, a través de Israel, y en la historia de la salvación que ha tenido con ese pueblo nos enseña a orar. Esto tiene que sanar un concepto que tenemos muy anti comunitario, muy individualista.
. Dios habla con el hombre, entra en contacto con él, y el hombre va respondiendo a Dios aunque sea de manera imperfecta y para socorrernos, Dios nos ha enviado a Jesucristo para responder a Dios Padre y todos nosotros estamos unidos a Cristo para responder al Padre, así nuestra respuesta es plena cuando decimos amén en la misa después de participar en: “… por Cristo, con él y en él a ti Dios Padre omnipotente en la comunión del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria…”, nos estamos sumando a las palabras con las que Cristo ha contestado al Padre.
Punto 2.569 La oración se vive primeramente a partir de las realidades de la creación. Los nueve primeros capítulos del Génesis describen esta relación con Dios como ofrenda por Abel de los primogénitos de su rebaño (cf Gn 4, 4), como invocación del nombre divino por Enós (cf Gn 4, 26), como “marcha con Dios” (Gn 5, 24). La ofrenda de Noé es “agradable” a Dios que le bendice y, a través de él, bendice a toda la creación (cf Gn 8, 20-9, 17), porque su corazón es justo e íntegro; él también “marcha con Dios” (Gn 6, 9). Este carácter de la oración ha sido vivido en todas las religiones, por una muchedumbre de hombres piadosos.
En su alianza indefectible con todos los seres vivientes (cf Gn 9, 8-16), Dios llama siempre a los hombres a orar. Pero, en el Antiguo Testamento, la oración se revela sobre todo a partir de nuestro padre Abraham.
. Dios ha hablado con nosotros a través de la creación, primero lo ha hecho con Adán y Eva, con Abel especialmente en la ofrenda de los dones de la creación, nos ha enseñado a hablar dándole gracias por el don de la descendencia, por el don de la vida, también nos ha enseñado que la propia muerte, que se introdujo como una maldición comienza a ser interpretada como una marcha hacia Dios, y en Noé hay una gran oración que se plantea como una alianza entre Dios y el pueblo, es también una oración intercesora por todos, ante Dios uno no puede presentarse exclusivamente con “mi” necesidad, con lo mío, sino que aunque podamos empezar por el yo, tenemos que acabar en el nosotros. A Dios le resulta muy agradable la oración que termina en el nosotros porque supone un olvido de uno mismo, la oración bien hecha es la que yo soy capaz de olvidarme de mí mismo y ofrecerme a Dios como un instrumento para todos mis hermanos. La ofrenda de Noé es por toda la humanidad, y a Yahveh le conmueve y dice “no volveré a enviar el diluvio, hago un pacto, hago una alianza y el arco iris es imagen de dicho pacto”, arco iris que es imagen de Cristo, puente entre Dios y el hombre, la humanidad y la divinidad.
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