LA ORACIÓN CRISTIANA
.
La oración cristiana es la cuarta parte del Catecismo. Podemos encontrar en
alguna edición del Catecismo una imagen de la tradición cristiana que es
representativa de la oración como la miniatura de un códice del monasterio de Dionisios
del monte Atos, dónde se ve a Cristo dirigiéndose en oración al Padre, y desde
lejos están los apóstoles observándole. San Pedro mira a los demás apóstoles al
mismo tiempo que les indica con la mano a Jesucristo, como diciéndoles “mirad
como ora”, “mirad como se dirige al Padre”, es decir, los apóstoles intentaban
aprender de Jesús a orar, y por eso le preguntaron: “Señor enséñanos a orar”.
Esta cuarta parte se divide en dos secciones: la oración en la vida cristiana y
la explicación del Padre Nuestro.
"Mateo 6.9: “Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre; venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo. Nuestro pan cotidiano dánosle hoy; y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores; y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal."
Punto 2.558 “Este es el misterio de la fe”. La Iglesia lo profesa en el Símbolo de los Apóstoles (primera parte) y lo celebra en la Liturgia sacramental (segunda parte), para que la vida de los fieles se conforme con Cristo en el Espíritu Santo para gloria de Dios Padre (tercera parte). Por tanto, este misterio exige que los fieles crean en él, lo celebren y vivan de él en una relación viviente y personal con Dios vivo y verdadero. Esta relación es la oración.
«Para mí, la oración es un impulso del
corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de reconocimiento
y de amor tanto desde dentro de la prueba como en la alegría (Santa Teresa del
Niño Jesús, Manuscrit C, 25r: Manuscrists autohiographiques [Paris
1992] p. 389-390).
.
El misterio de la fe se explicita en el Catecismo en cuatro partes. La primera
parte es lo que creemos, lo que la iglesia profesa, el Credo; la segunda parte
es la parte celebrativa, los sacramentos, la liturgia, eso en que creemos se
hace presente en nuestra vida; la tercera parte del Catecismo nos enseña a
conformar nuestra vida a Jesucristo, esto son los mandamientos. Este creer,
celebrar y vivir, han de tener lugar en una relación viva y personal con Dios,
esta relación es la oración. La oración lo envuelve todo: el Credo, los
sacramentos y los mandamientos.
.
Las tres primeras partes del Catecismo deben estar integradas y equilibradas
porque si solo nos apoyamos en los mandamientos tenemos un riesgo de moralismo,
si solo lo hacemos en el Credo, corremos el riesgo de dogmatismo y por último corremos
el riesgo de una religiosidad meramente experiencial basada en nuestras
sensaciones y nuestra subjetividad. Las tres partes del Catecismo, tienen que
estar integradas y armonizadas en nuestra vida.
.
Es muy importante el Credo, es muy importante la liturgia sacramental, es muy
importante los mandamientos, pero no olvidemos que las tres partes tienen que
estar equilibradamente conjugadas y además las tres deben de darse en una relación
viva y personal que es la oración. El Credo, los sacramentos y los mandamientos
los vivimos hablando con Dios, en oración.
.
El Catecismo nos presenta la definición de la oración según una cita de la
autobiografía de santa Teresita de Lisieux (Historia de un alma). La iglesia
entiende que no hay nadie mejor para explicar la Palabra de Dios que los
santos, y Santa Teresita del Niño Jesús, en su humildad nos dice que la oración
es un impulso del corazón, es decir, no es algo artificial, y aunque hemos de
tener una disciplina para la oración, porque nos conocemos y la naturaleza
humana va de mínimos y hemos de tener un plan de vida donde reservemos un tiempo
para la oración porque si dejamos la oración a la mera espontaneidad, como nos
conocemos y como no lo reserve, acabamos no haciéndolo. Esto no quiere decir
que la razón de ser de la oración sea responder a un mandato disciplinario, no,
no. La oración es un impulso del corazón, conecta con el alma de cada uno de
nosotros. El hombre tiene un deseo natural de felicidad y de Dios. La oración conecta
con la búsqueda de plenitud que todos los hombres tenemos, y si hay corazones
que no buscan nada y que les da igual todo, es que están enfermos. Lo propio
del corazón es la inquietud, es buscar la plenitud. Por eso rezar es fácil.
.
Dice también santa Teresa que la oración es una sencilla mirada lanzada hacia
el cielo. Hay una mirada que nace de la sed que tiene el hombre de Dios. Santa
Teresa se siente mirada y lo que hace es mirar al cielo porque siente que el
cielo le mira. Cuando el hombre busca a Dios, al mirar, se da cuenta de que Dios
te estaba buscando desde siempre, te estaba mirando pero tú no mirabas. Lanzar
una mirada al cielo es descubrir que Dios nos está mirando, que Dios nos ama
siempre, que aunque tú no te acuerdes de Él, El siempre está pensando en ti.
Por eso la clave de la oración no es tanto qué cosas le digo a Dios sino
saberse en presencia suya.
.
La oración como un grito de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la
prueba como desde dentro de la alegría. Dice un grito y no una palabra pues se
trata de una respuesta interior expresada con toda su fuerza. Es un
reconocimiento pues descubro ahora que Dios estaba ahí siempre. Y tanto en el
momento de la prueba como en la alegría, o sea que se reza en todas las
situaciones. Hay personas a las que le resulta más fácil rezar en el momento de
la prueba, cuando están con la soga al cuello, tenemos reacciones naturales muy
distintas, sin embargo la oración tiene que ser expresión de la vida misma, lo lógico
por lo tanto es que nuestro grito dirigido a Dios se haga en todas las
situaciones de la vida, cuando cruz, en la cruz, cuando alegría, en la alegría,
en todo momento. Jesús rezó en momentos de prueba como en Getsemaní, en
momentos de alegría como en el Tabor y en momentos cotidianos como cuando elevó
los ojos al cielo y dijo “Padre te doy gracias porque estas cosas se las
ocultas a sabios y entendidos…”
No hay comentarios:
Publicar un comentario