viernes, 1 de mayo de 2015

Catecismo 467-469. Verdadero Dios y verdadero hombre II

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Punto 467 Los monofisitas afirmaban que la naturaleza humana había dejado de existir como tal en Cristo al ser asumida por su persona divina de Hijo de Dios. Enfrentado a esta herejía, el cuarto Concilio Ecuménico, en Calcedonia, confesó en el año 451:
«Siguiendo, pues, a los Santos Padres, enseñamos unánimemente que hay que confesar a un solo y mismo Hijo y Señor nuestro Jesucristo: perfecto en la divinidad, y perfecto en la humanidad; verdaderamente Dios y verdaderamente hombre compuesto de alma racional y cuerpo; consubstancial con el Padre según la divinidad, y consubstancial con nosotros según la humanidad, "en todo semejante a nosotros, excepto en el pecado" (Hb 4, 15); nacido del Padre antes de todos los siglos según la divinidad; y por nosotros y por nuestra salvación, nacido en los últimos tiempos de la Virgen María, la Madre de Dios, según la humanidad.
Se ha de reconocer a un solo y mismo Cristo Señor, Hijo único en dos naturalezas, sin confusión, sin cambio, sin división, sin separación. La diferencia de naturalezas de ningún modo queda suprimida por su unión, sino que quedan a salvo las propiedades de cada una de las naturalezas y confluyen en un solo sujeto y en una sola persona» (Concilio de Calcedonia; DS, 301-302).

. Los monofisitas (una naturaleza) afirmaban que la naturaleza humana había dejado de existir en Cristo al ser asumida por su persona divina. Decían que si Dios se une a una naturaleza humana, pues ésta naturaleza desaparece. Es como echar una gota de agua en un barril de vino, entonces el agua dónde queda? Queda totalmente disuelta, ya no es agua, es vino. Dicen que si Dios se ha hecho hombre, pues esa humanidad desaparece, se disuelve como el agua. Sin embargo la iglesia no aceptó esto, la humanidad no queda anulada ni absorbida por la divinidad.  

. La Iglesia contesta a esta herejía en el concilio de Calcedonia. Se subraya que no es aceptable que la humanidad de Jesús quede disuelta o anulada al unirse a la divinidad. Es verdadero hombre con verdadero cuerpo y alma humana, Dios se une a una naturaleza humana completa, con cuerpo y alma humana, como la nuestra. Semejante en todo a nosotros menos en el pecado. Uno puede decir que entonces ya no es tan semejante a nosotros si es “menos en el pecado” pues ya no es verdaderamente hombre. En realidad pecar no es ser hombre sino ensuciar la condición humana. Cristo viene a rescatarnos y a descubrirnos que es ser hombre, porque el pecado deforma la humanidad, no la conforma, el verdadero hombre es el santo, no el pecador.

. Jesús en su conciencia humana no nace sabiendo, tuvo que ir a la escuela a aprender a leer y a escribir, y claro que es el Dios que hizo cielo y tierra, pero al encarnarse se somete a todas las leyes de la humanidad. En cuanto a hombre está sujeto a toda la ley del crecimiento humano. En Lucas 2,40 - 52 se dice: “… el niño por su parte iba creciendo y robusteciéndose lleno de sabiduría y la gracia de Dios estaba con él…”, “… y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres”, es decir, crecía físicamente, en sabiduría humana y en gracia. Dios no puede crecer en gracia pero Jesús en cuanto hombre crece en gracia.

.  Cuando dice:” Hijo único en dos naturalezas, sin confusión, sin cambio, sin división, sin separación”, por una parte la naturaleza humana y divina no están separadas, están unidas, no están confundidas. Al misterio de cómo la divinidad se ha unido a la humanidad sin anularla se le llama la unión hipostática. Este proceder de Dios es todo un estilo de cómo hacer las cosas cuando vamos en ayuda de alguien: ayudar sin anular.

Punto 468 Después del Concilio de Calcedonia, algunos concibieron la naturaleza humana de Cristo como una especie de sujeto personal. Contra éstos, el quinto Concilio Ecuménico, en Constantinopla, el año 553 confesó a propósito de Cristo: "No hay más que una sola hipóstasis [o persona] [...] que es nuestro Señor Jesucristo, uno de la Trinidad" (Concilio de Constantinopla II: DS, 424). Por tanto, todo en la humanidad de Jesucristo debe ser atribuido a su persona divina como a su propio sujeto (cf. ya Concilio de Éfeso: DS, 255), no solamente los milagros sino también los sufrimientos (cf. Concilio de Constantinopla II: DS, 424) y la misma muerte: "El que ha sido crucificado en la carne, nuestro Señor Jesucristo, es verdadero Dios, Señor de la gloria y uno de la Santísima Trinidad" (ibíd., 432).

. Otro error es concebir la naturaleza humana de Cristo como una persona aparte. En el siglo VI las herejías vienen a decir que “si Jesús es hombre, es una persona humana, entonces en Jesús hay dos personas: la persona humana y la persona divina”. La iglesia responde que no hay dos personas, hay una única persona que se ha encarnado. Esto es muy obvio en el evangelio, cuando los discípulos le hablan a Jesús, lo hacen refiriéndose a una única persona.

. Dios es sujeto de las experiencias humanas, sujeto entendido como atribuído a la persona. Dios me entiende también en mis sufrimientos porque Jesús sufre. Jesús comprende mis sufrimientos, ha tenido noches oscuras, sudó sangre en la angustia del huerto de los olivos. En la humanidad de Jesucristo, Dios vivió las propias experiencias que nosotros vivimos de humillaciones, del dolor físico, etc.

Punto 469 La Iglesia confiesa así que Jesús es inseparablemente verdadero Dios y verdadero Hombre. Él es verdaderamente el Hijo de Dios que se ha hecho hombre, nuestro hermano, y eso sin dejar de ser Dios, nuestro Señor:
Id quod fuit remansit et quod non fuit assumpsit ("Sin dejar de ser lo que era ha asumido lo que no era"), canta la liturgia romana (Solemnidad de la Santísima Virgen María, Madre de Dios, Antífona al «Benedictus»; cf. san León Magno,Sermones 21, 2-3: PL 54, 192). Y la liturgia de san Juan Crisóstomo proclama y canta: "¡Oh Hijo unigénito y Verbo de Dios! Tú que eres inmortal, te dignaste, para salvarnos, tomar carne de la santa Madre de Dios y siempre Virgen María. Tú, Cristo Dios, sin sufrir cambio te hiciste hombre y, en la cruz, con tu muerte venciste la muerte. Tú, Uno de la Santísima Trinidad, glorificado con el Padre y el Santo Espíritu, ¡sálvanos! (Oficio Bizantino de las Horas, Himno O' Monogenés").

. Jesús permaneció en lo que era y asumió lo que no era. Siendo Dios pasó a ser hombre sin dejar de ser Dios. Dios cuando se encarna sin abandonar la divinidad en el cielo. Sin mutación te has hecho hombre y has sido crucificado. Por tu muerte has aplastado la muerte. La encarnación le permite a Dios combatir la muerte y el pecado.


. Cuando fallecemos, en el Antiguo Testamento existía una imagen de que los difuntos están como dormidos en el seol, éste es como una especie de letargo. Esta imagen queda totalmente superada en Jesucristo. Jesús le dice al buen ladrón “hoy mismo estarás conmigo en el paraíso”, con lo cual la afirmación de fe que hace la iglesia es que en el momento de la muerte cuando se separa el alma del cuerpo, nuestra alma comparece ante Dios en el que llamamos juicio particular y recibe la retribución del cielo, infierno o purgatorio, y la recibe inmediatamente después de la muerte. Al final de los tiempos, en la parusía, cuando Dios venga como juez de vivos y muertos, cuando será la resurrección de los muertos, entonces nuestros cuerpos se unirán a nuestras almas bien sea en el cielo, bien sea en el infierno, y el purgatorio concluye, termina, no existe más allá de la parusía final.   

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