"Hágase en mí según tu palabra ..."
Punto 494 Al anuncio de que ella dará a luz al "Hijo del Altísimo" sin conocer varón, por la virtud del Espíritu Santo (cf. Lc 1, 28-37), María respondió por "la obediencia de la fe" (Rm 1, 5), segura de que "nada hay imposible para Dios": "He aquí la esclava del Señor: hágase en mí según tu palabra" (Lc 1, 37-38). Así, dando su consentimiento a la palabra de Dios, María llegó a ser Madre de Jesús y, aceptando de todo corazón la voluntad divina de salvación, sin que ningún pecado se lo impidiera, se entregó a sí misma por entero a la persona y a la obra de su Hijo, para servir, en su dependencia y con él, por la gracia de Dios, al Misterio de la Redención (cf. LG 56):
«Ella, en efecto, como dice san Ireneo, "por su obediencia fue causa de la salvación propia y de la de todo el género humano". Por eso, no pocos Padres antiguos, en su predicación, coincidieron con él en afirmar "el nudo de la desobediencia de Eva lo desató la obediencia de María. Lo que ató la virgen Eva por su falta de fe lo desató la Virgen María por su fe". Comparándola con Eva, llaman a María "Madre de los vivientes" y afirman con mayor frecuencia: "la muerte vino por Eva, la vida por María"». (LG. 56; cf. Adversus haereses, 3, 22, 4).
. Al anuncio de algo que diríamos nosotros increíble, ella contestó con la obediencia de la fe. El hecho de que en nuestra mentalidad racionalista nos cueste tanto acoger este dato de la Sagrada Escritura, de que Jesucristo fue concebido sin concurso de varón, por obra del Espíritu Santo, en el fondo es una falta de obediencia en la fe. Si no le doy fe a Dios, si no le creo a Dios, es lo que se esconde detrás de esta resistencia. María cree que nada hay imposible para Dios y acoge como real y concreto que Dios va a tomar carne en sus entrañas. Esta expresión de nada hay imposible para Dios, debería ser objeto de meditación para los cristianos, se derivan muchas consecuencias en nuestra vida. Esto supone una actitud de decir: lo que Dios quiere sale adelante y lo que no quiere yo tampoco lo quiero. Hay aquí un gran mérito de confianza, de fe, de vencer nuestros miedos, de colaborar con Dios, de aceptarnos con nuestras limitaciones. Por eso confiar como hizo María tiene mucho más mérito de lo que parece.
. La expresión “cómo no sabían que era imposible, lo hicieron”, nos recuerda que es el miedo el que nos impide a tener esa audacia de la confianza en Dios. La confianza es una audacia que te lleva a actuar sabiendo que Dios siempre es más, que Dios está por encima de tus cálculos, que siempre te quedas corto, que el factor Dios hace que tengas que hacer un cálculo en el que Dios actúe de forma soberana. San Agustín nos dice: “Dios no manda cosas imposibles, sino que al mandar lo que manda, te invita a hacer lo que puedas y a pedir lo que no puedas y te ayuda para que puedas”, que es otra manera de traducir el “nada hay imposible para Dios” en el discernimiento práctico de la vida. A María no le mandó un imposible sino que le dio la gracia para concebir en ella.
. María acepta lo que Dios le pide e inmediatamente viene una entrega. Al en ti confío viene una a ti me entrego. Lo hace no por sí misma sino con El, María nos enseña un remedio contra el voluntarismo individual, contra el yo de uno mismo por encima de todo, que acaba en fracaso, porque entonces nuestro sueño no sale como he pensado y lo acabo dejando: esto ocurre cuando queremos hacer cosas buenas sin ser movidos por el ES, desde un planteamiento voluntarista, no solo por El sino con El. A ti me entrego y contigo lo hago. Lo voy a hacer por ti y contigo, Señor que tu gracia inspire, sostenga y acompañe nuestras obras.
. A María se le ha llamado la nueva Eva, por el pecado original se introdujo la muerte y por eso a Eva se le llama madre de los mortales, y sin embargo a María se le llama madre de todos los vivientes que fue causa intermedia, que fue instrumento por su obediencia, de la salvación. Podemos decir que Eva dijo: “no me fio” y María dijo: “me fio plenamente”, detrás del pecado de Adán y Eva hay un no me fio, y en María hay una respuesta en la que se siente una privilegiada de Dios por depositar su confianza en ella.
La maternidad divina de María
Punto 495 Llamada en los Evangelios "la Madre de Jesús"(Jn 2, 1; 19, 25; cf. Mt 13, 55, etc.), María es aclamada bajo el impulso del Espíritu como "la madre de mi Señor" desde antes del nacimiento de su hijo (cf Lc 1, 43). En efecto, aquél que ella concibió como hombre, por obra del Espíritu Santo, y que se ha hecho verdaderamente su Hijo según la carne, no es otro que el Hijo eterno del Padre, la segunda persona de la Santísima Trinidad. La Iglesia confiesa que María es verdaderamente Madre de Dios [Theotokos] (cf. Concilio de Éfeso, año 649: DS, 251).
. A María se le llama en diversos pasajes de los evangelios “la Madre de Jesús”. Es obvio que María no es madre de Jesucristo según la naturaleza divina. Antes de que María existiese, Jesús existía y era el verbo eterno, en ese sentido María no es madre de Jesús según la naturaleza divina pero si es madre de Jesús según la naturaleza humana y es plenamente madre de Jesús porque se es plenamente madre de las personas, no se es madre de una naturaleza. La maternidad es una relación personal, se es madre de la persona, por lo tanto desde la encarnación María es madre de Dios. Se puede decir que María es madre de la humanidad en la que Dios se encarnó y también se puede decir que es madre de Dios porque tiene una relación personal con ella que trasciende ese momento de la encarnación.
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