martes, 19 de mayo de 2015

Catecismo 505-507. …nació de la Virgen María. La maternidad virginal de María en el designio de Dios II

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Punto 505 Jesús, el nuevo Adán, inaugura por su concepción virginal el nuevo nacimiento de los hijos de adopción en el Espíritu Santo por la fe "¿Cómo será eso?" (Lc 1, 34;cf. Jn 3, 9). La participación en la vida divina no nace "de la sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de hombre, sino de Dios" (Jn 1, 13). La acogida de esta vida es virginal porque toda ella es dada al hombre por el Espíritu. El sentido esponsal de la vocación humana con relación a Dios (cf.2 Co 11, 2) se lleva a cabo perfectamente en la maternidad virginal de María.

. La concepción virginal de Jesucristo inaugura el nuevo nacimiento, nuestro nuevo nacimiento de los que somos hijos de Dios por adopción. Jesús, hijo de Dios fue concebido virginalmente y nosotros somos por gracia, por participación hijos de Dios. Nosotros pecadores, corazones duros de piedra, estamos llamados a ser santos por la gracia, nacemos de nuevo del espíritu, Dios hace de nosotros hijos de Dios en una vida santa. Esto nos ocurre cuando recibimos el perdón sacramental, cuando somos bautizados, cuando el Señor nos da la gracia de la conversión,…nacemos de nuevo.

. Estamos llamados a la participación en la vida divina, y esto nace de Dios, tenemos que pedir el don de desearlo. Aspirar a ser santo es una gracia. Lo podemos ver como una falta de humildad?, no si vemos el ejemplo de María que nos enseña a ser humildes aspirando a la santidad. De Dios lo podemos esperar todo.

Punto 506 María es virgen porque su virginidad es el signo de su fe no adulterada por duda alguna (cf. LG 63) y de su entrega total a la voluntad de Dios (cf. 1 Co 7, 34-35). Su fe es la que le hace llegar a ser la madre del Salvador: Beatior est Maria percipiendo fidem Christi quam concipiendo carnem Christi ("Más bienaventurada es María al recibir a Cristo por la fe que al concebir en su seno la carne de Cristo" (San Agustín, De sancta virginitate, 3: PL 40, 398)).

. La virginidad de María es signo de su fe. La virginidad de María no es un concepto espiritual únicamente, María es virgen físicamente. María tiene una entrega total a Dios, no se reserva nada, lo da todo. San Agustín remarca que María es más dichosa por haber acogido en la fe la llamada de Dios que por haber sido madre físicamente. Llevar físicamente a un hijo no es meritorio, lo que sí es meritorio es haber confiado plenamente en los planes de Dios. San Bernardo nos dice que María antes de concebir a Jesús en su seno lo concibió en su corazón. El mérito no es proporcional al esfuerzo, porque hay esfuerzos que se hacen por vanidad, el mérito no es proporcional al esfuerzo o al cansancio, sin embargo sí es proporcional al amor y a la docilidad. La mejor forma de colaborar con Dios es no estorbarle.

Punto 507 María es a la vez virgen y madre porque ella es la figura y la más perfecta realización de la Iglesia (cf. LG 63): "La Iglesia [...] se convierte en Madre por la palabra de Dios acogida con fe, ya que, por la predicación y el bautismo, engendra para una vida nueva e inmortal a los hijos concebidos por el Espíritu Santo y nacidos de Dios. También ella es virgen que guarda íntegra y pura la fidelidad prometida al Esposo" (LG 64).

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 María es capaz de asumir al mismo tiempo dos condiciones que parecen contradictorias: virgen y madre. En este sentido María es excepcional y así es modelo para la vida religiosa y para la madre de familia. Es pues modelo directo de todos los estados de vida, y Dios la ha querido así, para que sea la madre de todos, pues todos nos vemos reflejados en María. La iglesia como María está llamada a guardar virginalmente, a guardar intacto el mensaje de Jesucristo frente a las herejías, frente al riesgo de mundanizar el mensaje de Cristo, frente al riesgo de intentar adecuar el mensaje de Cristo a la mentalidad del mundo. Dice san Pablo: no os ajustéis a este mundo, al revés, transformaros. Existe el riesgo de adaptar el evangelio a la mentalidad de este mundo, cuando lo que hay que hacer es guardar el mensaje de Cristo, aunque te acusen de trasnochado. La iglesia no se limita a decir “las cosas son así y punto”, sino que se acerca a sus hijos para enseñarles y comunicarles el mensaje de Cristo. 

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