viernes, 10 de abril de 2015

Catecismo 427-429. En el centro de la catequesis: Cristo II

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Punto 427 «En la catequesis lo que se enseña es a Cristo, el Verbo encarnado e Hijo de Dios y todo lo demás en referencia a Él; el único que enseña es Cristo, y cualquier otro lo hace en la medida en que es portavoz suyo, permitiendo que Cristo enseñe por su boca [...]. Todo catequista debería poder aplicarse a sí mismo estas misteriosas palabras de Jesús: "Mi doctrina no es mía, sino del que me ha enviado" (Jn 7, 16)» (ibid., 6).

. La religión cristiana es Cristo céntrica, sólo Dios es adorado, los santos son venerados, hemos de reconocer que existen desviaciones o deformaciones cuando ponemos a un santo en el centro, o formas de acercarse al misterio religioso que no pone a Cristo, a Dios hecho hombre en el centro. Enseñamos a Cristo mismo, no únicamente sus valores y las cosas buenas que nos ha enseñado, sino a Cristo persona.

. Cristo es el catequista, y cualquier otro es portavoz suyo permitiendo que Cristo enseñe por tu boca. Permitir a Cristo que se sirva de nosotros para hablar a los demás, y Cristo quiere que sea una realidad. Un buen catequista no es aquél que tiene muchas cualidades personales, con muchos recursos, sino que es aquél en cuya palabra, vida, actitud… los catequizados perciben a Jesús, no a alguien que resulta entretenido. La condición necesaria para ser catequista es transparentar a Cristo, estorbar lo menos posible.

. Todo catequista utiliza la predicación de la iglesia, uno no es dueño de lo que predica, es un mensaje recibido que transmito. La iglesia es depositaria y tiene la función de transmitir. Cuando dicen: por qué la iglesia no cambia y se adapta al momento presente?  la respuesta es que la iglesia tiene como cometido custodiar y transmitir. No está capacitada para cambiar o reinventar lo que ha recibido. El catequista tiene que ser el altavoz de Jesucristo sin hacer ninguna sombra, para ser buen catequista es más importante ser santo que tener mucha labia.


Punto 428 El que está llamado a "enseñar a Cristo" debe por tanto, ante todo, buscar esta "ganancia sublime que es el conocimiento de Cristo"; es necesario "aceptar perder todas las cosas para ganar a Cristo, y ser hallado en Él" y "conocerle a Él, el poder de su resurrección y la comunión en sus padecimientos hasta hacerme semejante a Él en su muerte, tratando de llegar a la resurrección de entre los muertos" (Flp 3, 8-11).

. El catequista que predica a Cristo tiene la finalidad de aplicarse a sí mismo lo que predica, no buscar ni dinero, ni fama, ni poder, ni buscarse a sí mismo. Esta búsqueda de uno mismo  (el éxito, la fama,…) puede ser una tentación y un peligro que se nos cuela. El que es pastor no puede dejar de seguir siendo oveja: que la gente vea que el sacerdote se confiesa, se arrodilla y reza, y el padre que envía al niño a catequesis sea el primero que asiste a Misa y se confiesa delante de su niño. El catequista tiene que alcanzar lo mismo que predica.

. Es necesario asumir las humillaciones de la vida, si uno predica y se le ha entendido mal o un padre te reprende, es decir, situaciones de roce o disgustos, no deben impedirte dejar de ser catequista, es decir, aunque me sienta decepcionado tengo que seguir predicando a Cristo y no descolgarme. En los disgustos y reveses de predicar a Cristo encontramos las ocasiones que Dios nos da para purificarnos.

Punto 429 De este conocimiento amoroso de Cristo es de donde brota el deseo de anunciarlo, de "evangelizar", y de llevar a otros al "sí" de la fe en Jesucristo. Y al mismo tiempo se hace sentir la necesidad de conocer siempre mejor esta fe. Con este fin, siguiendo el orden del Símbolo de la fe, presentaremos en primer lugar los principales títulos de Jesús: Cristo, Hijo de Dios, Señor (artículo 2). El Símbolo confiesa a continuación los principales misterios de la vida de Cristo: los de su Encarnación (artículo 3), los de su Pascua (artículos 4 y 5), y, por último, los de su glorificación (artículos 6 y 7).

. El hecho de sentirse llamado a ser catequista nace de un conocimiento amoroso de Cristo, no un conocimiento teórico. Tener experiencia interior y amar lo que he conocido. De ahí nace el deseo de evangelizar, de decir: ojalá que esta experiencia interior que yo he tenido la pueda tener todo el mundo. La prueba de que Cristo te ha alcanzado es que tú tienes deseo de llevarlo a todos, es una prueba inequívoca. Si alguien ha tenido una conversión, si es verdadera, nace el deseo de llevar a Cristo a todo el mundo.


. Un catequista se forma al mismo tiempo que predica, la formación es permanente, Cristo es una constante novedad. Decir ya me lo sé todo es una mala experiencia, uno según se forma predica y según predica se forma, las dos cosas van al mismo tiempo.

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