martes, 21 de abril de 2015

Catecismo 449-451. Señor II

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Punto 449 Atribuyendo a Jesús el título divino de Señor, las primeras confesiones de fe de la Iglesia afirman desde el principio (cf. Hch 2, 34-36) que el poder, el honor y la gloria debidos a Dios Padre convienen también a Jesús (cf. Rm 9, 5; Tt 2, 13; Ap 5, 13) porque Él es de "condición divina" (Flp 2, 6) y porque el Padre manifestó esta soberanía de Jesús resucitándolo de entre los muertos y exaltándolo a su gloria (cf. Rm 10, 9;1 Co 12, 3; Flp 2,11).

. Hemos visto que el término Señor significa la forma en que nos referimos a Dios, pero lo impresionante es que se lo atribuyamos indistintamente al Padre o al Hijo. Le aplicamos a Jesús también el título de Señor. En hechos 2, 34-36 tenemos que el Padre le dice al Hijo, siéntate a mi derecha, “Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra”.

. No es incompatible que su señorío se haya manifestado velado por lo que es la humillación de la encarnación, está humildemente oculto en la encarnación. Nosotros tenemos que descubrirlo con la fe. El Padre manifiesta la soberanía escondida de Jesús, en la humildad de la carne, en la resurrección. En Romanos 10, 9 nos dice: “si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo”, aunque esto no solo es decirlo sino también obrar en consecuencia, no es una fe desconectada de las obras. En 1 Corintios 12, 3 nos dice que decir Jesús es Señor no viene de la carne sino del Espíritu Santo que nos sostiene en la fe, es una gracia del Espíritu Santo, sino no podríamos decirlo. En Filipenses 2,11 nos dice: “toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre”, al nombre de Jesús toda rodilla se doble y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor.

Punto 450 Desde el comienzo de la historia cristiana, la afirmación del señorío de Jesús sobre el mundo y sobre la historia (cf. Ap 11, 15) significa también reconocer que el hombre no debe someter su libertad personal, de modo absoluto, a ningún poder terrenal sino sólo a Dios Padre y al Señor Jesucristo: César no es el "Señor" (cf. Mc 12, 17; Hch 5, 29). "La Iglesia cree que la clave, el centro y el fin de toda historia humana se encuentra en su Señor y Maestro" (GS 10, 2; cf. 45, 2).

. Decir que Jesús es Señor tiene consecuencias, si él es Señor de cielo y tierra yo no puedo tener falsos dioses, la única manera de luchar contra el pecado del mundo es poner a Dios en el centro de tu corazón. En Marcos 12,17: “Dad al césar lo que es del césar y a Dios lo que es de Dios”, reconocemos que el hombre no debe someter su libertad personal a ningún poder terrenal. La iglesia cree que Cristo conduce el hilo de la historia humana, no nos ha abandonado.

Punto 451 La oración cristiana está marcada por el título "Señor", ya sea en la invitación a la oración "el Señor esté con vosotros", o en su conclusión "por Jesucristo nuestro Señor" o incluso en la exclamación llena de confianza y de esperanza: Maran atha ("¡el Señor viene!") o Marana tha ("¡Ven, Señor!") (1 Co 16, 22): "¡Amén! ¡ven, Señor Jesús!" (Ap 22, 20).

. Todo esto lo tenemos plenamente incorporado en nuestra oración, aunque puede que no seamos conscientes del todo. Vemos que la palabra Señor está empapando nuestra oración. Incluso es curioso como termina la primera carta de los Corintios: “ el que no quiera al Señor sea anatema, Maranatha, que la gracia del Señor Jesús sea con vosotros, os amo a todos en Cristo Jesús”, el que no quiera al Señor sea anatema, el mayor pecado que podemos cometer es no amarle, cualquier otra cosa va a ser menor. La Biblia termina diciendo: “… Ven Señor Jesús!, que la gracia del Señor Jesús sea con todos vosotros. Amén. ”, concluye la Biblia proclamando el señorío de Jesucristo.


. Yo no puedo ni debo dejar aparcado a Jesucristo en mis quehaceres diarios, si es mi Señor, no puedo aparcarlo un ratito en el banquillo pues forma parte del “juego” de mi vida.   

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