martes, 7 de julio de 2015

Catecismo 587-591. Jesús y la fe de Israel en el Dios único y salvador

Haz clic AQUI para escuchar el audio completo

Punto 587 Si la Ley y el Templo de Jerusalén pudieron ser ocasión de "contradicción" (cf. Lc 2, 34) entre Jesús y las autoridades religiosas de Israel, la razón está en que Jesús, para la redención de los pecados —obra divina por excelencia—, acepta ser verdadera piedra de escándalo para aquellas autoridades (cf. Lc 20, 17-18; Sal 118, 22).

. Jesús va creando un misterio en torno a su persona, es un signo de contradicción, o bien desde él se entiende toda la revelación que Dios había hecho en el Antiguo Testamento o bien otros entienden que era un impostor. Quienes le reconocen como hijo de Dios lo entienden todo, todo les encaja y quienes no le aceptan como hijo de Dios no entienden nada y ven en Jesús una contradicción en la que se estrellan.

. En Lucas 2,34: “Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: «Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción.” Simeón profetiza y pone en guardia que muchos no van a reconocer a Jesús como al que estaban esperando, la señal de contradicción siempre estuvo con Jesús, en él hay que hacer una opción definitiva, no cabe la imparcialidad ante Jesucristo, hay que tomar una opción.

Punto 588 Jesús escandalizó a los fariseos comiendo con los publicanos y los pecadores (cf. Lc 5, 30) tan familiarmente como con ellos mismos (cf. Lc 7, 36; 11, 37; 14, 1). Contra algunos de los "que se tenían por justos y despreciaban a los demás" (Lc 18, 9; cf. Jn 7, 49; 9, 34), Jesús afirmó: "No he venido a llamar a conversión a justos, sino a pecadores" (Lc 5, 32). Fue más lejos todavía al proclamar frente a los fariseos que, siendo el pecado una realidad universal (cf. Jn 8, 33-36), los que pretenden no tener necesidad de salvación se ciegan con respecto a sí mismos (cf. Jn 9, 40-41).

. Jesús no solo se presenta con gran autoridad sino que además la hace compatible con libertad y sencillez. En Mateo 11,25-27 nos dice: “Jesús dijo: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido.” Jesús es humilde en su forma de enseñar, su modo de enseñar es directo, sencillo, comprensible, nunca buscó deslumbrar ni llamar la atención de nadie. Su forma de hacer milagros es sobria, serena. Nunca salió de la boca de Jesús una palabra de alabanza propia, escoge por discípulos a pobres pescadores, por amigos a publicanos y pecadores y reprocha a los suyos la búsqueda de prestigio y honor. “El que quiera ser grande que sea vuestro servidor y el que quiera ser primero que sea vuestro esclavo, de la misma manera que el hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir”.

Punto 589 Jesús escandalizó sobre todo porque identificó su conducta misericordiosa hacia los pecadores con la actitud de Dios mismo con respecto a ellos (cf. Mt 9, 13; Os 6, 6). Llegó incluso a dejar entender que compartiendo la mesa con los pecadores (cf. Lc 15, 1-2), los admitía al banquete mesiánico (cf. Lc 15, 22-32). Pero es especialmente al perdonar los pecados, cuando Jesús puso a las autoridades de Israel ante un dilema. Porque como ellas dicen, justamente asombradas, "¿Quién puede perdonar los pecados sino sólo Dios?" (Mc 2, 7). Al perdonar los pecados, o bien Jesús blasfema porque es un hombre que pretende hacerse igual a Dios (cf. Jn 5, 18; 10, 33) o bien dice verdad y su persona hace presente y revela el Nombre de Dios (cf. Jn 17, 6-26).

. Jesús da a entender que el Reino de Dios no tiene una dimensión geográfica ni política, sino más bien religiosa y moral. Es la aceptación libre de la acción amorosa de Dios. Los fariseos tenían una teología del mérito y pensaban que a base de un esfuerzo en el cumplimiento de la ley se sentían con derechos delante de Dios. Un Dios al que ellos intentan de alguna manera delimitar, controlar, comprar con sus méritos, un Dios que en su lógica no puede amar a los pecadores porque éstos no tienen méritos para comprar el favor de Dios. Y Jesús trastoca completamente esa imagen manipulada de Dios. Lo más escandaloso en la predicación de Jesús es la presentación de Dios misericordioso que ama a los hombres de forma gratuita, con la única condición de que seamos capaces de creer en la maravilla inmerecida de la misericordia de Dios Padre. Disponernos al cambio de nuestra vida por la aceptación gratuita de la gracia de Dios. Hoy en día no hay fariseos como tal, pero sí nos encontramos con personas autosuficientes delante de Dios que no tienen que pedir perdón por nada, que no necesitan salvación, que no son conscientes de la gracia de Dios que nos salva, que no somos nada sin el regalo de Dios. Esta autosuficiencia es muy parecida a la actitud del fariseo.

. Jesús viene a por los enfermos, a por los que se saben pecadores, no viene a por los que se creen sanos. Los pecadores se saben tales y por tanto tienen una situación más privilegiada para recibir la salvación. Bendito pecado si nos lleva, si nos hace más conscientes de la necesidad que tenemos de Cristo. Por todo esto Jesús nos asegura que hay más alegría por la conversión de un pecador que por la perseverancia de noventa y nueve justos que no necesitan convertirse. Ante Jesús los hombres se dividen en dos categorías: los sencillos y los autosuficientes, es más en la parábola del hijo pródigo, el hermano mayor representa al fariseo que se escandaliza de la misericordia de Jesús que come con los pecadores.  

Punto 590 Sólo la identidad divina de la persona de Jesús puede justificar una exigencia tan absoluta como ésta: "El que no está conmigo está contra mí" (Mt 12, 30); lo mismo cuando dice que él es "más que Jonás [...] más que Salomón" (Mt 12, 41-42), "más que el Templo" (Mt 12, 6); cuando recuerda, refiriéndose a que David llama al Mesías su Señor (cf. Mt 12, 36-37), cuando afirma: "Antes que naciese Abraham, Yo soy" (Jn 8, 58); e incluso: "El Padre y yo somos una sola cosa" (Jn 10, 30).

. El modo de enseñar de Jesús presenta una autoridad, una sencillez y una libertad únicas. Jesús no enseña como los rabinos, éstos decían: Oráculo del Señor así habla Yahveh. Jesús no dijo esto nunca, decía “en verdad yo os digo”, no como un mero trasmisor sino con autoridad propia. Jesús por lo tanto no se presenta como un profeta más sino que ocupa con su palabra la autoridad misma de Dios, por ejemplo cuando dice: “cielo y tierra pasarán pero mis palabras no pasarán” o “hasta ahora se os ha dicho ojo por ojo…, pero YO os digo…”, es decir, este modo de hablar le reviste de autoridad. Cuando Jesús se refiere al Antiguo Testamento, tiene conciencia de que se cumple en él, el plan divino anunciado por los profetas.

. Esta autoridad a la hora de enseñar la muestra también en su actuar, los milagros de Jesús están llenos de su misma autoridad. Mientras que los milagros del Antiguo Testamento se hacían en nombre de Yahveh, Jesús cura en nombre propio: “A ti te digo levántate”, “quiero queda limpio”, “yo te lo ordeno…”  que contrasta con la forma en que los apóstoles hacían milagros en la iglesia primitiva que siempre los hacían en nombre de Jesús, pero Jesús no habla en nombre de nadie, lo hace en nombre propio. Jesús obra milagros con una autoridad serena, con una sola palabra, con un simple contacto, que están hechos en un contexto humilde, sin vanidad, es más, allí donde no había un fe sincera no quiso hacer milagros.

. Jesús actúa en plena libertad, su vida es un verdadero culto a la verdad. Pedro recordará que jamás encontró en él la mentira, pero lo inaudito es que sus mismos enemigos le reconocen un inquebrantable amor a la verdad. Jesús mismo pidió la verdad con todas sus consecuencias, no hay cosa que más le exacerbe a Jesús que la hipocresía. Jesús estaba rodeado de grupos de presión, fariseos, zelotes, saduceos, y era libre frente a todos ellos, trata con los publicanos, defiende a la mujer adúltera, trató con complacencia con los samaritanos que eran despreciados, ni siquiera permite una especie de lazos con su familia que le quiten libertad. Es libre para denunciar el pecado allí donde se encuentre, se atreve a enfrentarse a los fariseos que es la clase dominante. El entrega su vida libremente, nadie se la arrebata.


Punto 591 Jesús pidió a las autoridades religiosas de Jerusalén que creyeran en él en virtud de las obras de su Padre que él realizaba (Jn 10, 36-38). Pero tal acto de fe debía pasar por una misteriosa muerte a sí mismo para un nuevo "nacimiento de lo alto" (Jn 3, 7) atraído por la gracia divina (cf. Jn 6, 44). Tal exigencia de conversión frente a un cumplimiento tan sorprendente de las promesas (cf. Is 53, 1) permite comprender el trágico desprecio del Sanedrín al estimar que Jesús merecía la muerte como blasfemo (cf. Mc 3, 6; Mt 26, 64-66). Sus miembros obraban así tanto por "ignorancia" (cf. Lc 23, 34; Hch 3, 17-18) como por el "endurecimiento" (Mc 3, 5; Rm 11, 25) de la "incredulidad" (Rm 11, 20).

No hay comentarios:

Publicar un comentario