sábado, 25 de julio de 2015

Catecismo 606-607. Toda la vida de Cristo es ofrenda al Padre

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Punto 606 El Hijo de Dios "bajado del cielo no para hacer su voluntad sino la del Padre que le ha enviado" (Jn 6, 38), "al entrar en este mundo, dice: [...] He aquí que vengo [...] para hacer, oh Dios, tu voluntad [...] En virtud de esta voluntad somos santificados, merced a la oblación (ofrenda) de una vez para siempre del cuerpo de Jesucristo" (Hb 10, 5-10). Desde el primer instante de su Encarnación el Hijo acepta el designio divino de salvación en su misión redentora: "Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra" (Jn 4, 34). El sacrificio de Jesús "por los pecados del mundo entero" (1 Jn 2, 2), es la expresión de su comunión de amor con el Padre: "El Padre me ama porque doy mi vida" (Jn 10, 17). "El mundo ha de saber que amo al Padre y que obro según el Padre me ha ordenado" (Jn 14, 31).

. El Padre nos da a su Hijo en su iniciativa gratuita de amor, como un don de amor de Dios a nosotros. Ahora bien, Cristo es dado por el Padre pero a la vez Cristo mismo se ofrece al Padre en favor nuestro, en reparación, en expiación. Si bien Dios da el primer paso, también busca la correspondencia de los hombres. La expiación es un concepto católico, en el Antiguo Testamento se va avanzando sobre lo que es expiación. El pecado en el Antiguo Testamento inicialmente se considera como un fallo, algo imperfecto, como un fallo o defecto exterior. Según se avanza en la Sagrada Escritura, la concepción del pecado es algo mucho más personal, no como un fallo o defecto, sino como la infidelidad. Ya no se trata de un fallo, sino de fallarle al amor de una persona. Ser infiel es fallar o traicionar en un amor. El pecado pasa a considerarse como la infidelidad a Yahveh. Hay una evolución del concepto de pecado hacia algo más personal. Tenemos que entender que Cristo se ofrece en sacrificio por la expiación de nuestros pecados, si el pecado es un amor no correspondido, Cristo quiere decirle al Padre “Yo te amo, yo te soy fiel, yo quiero cumplir tu voluntad”, para expiar, reparar nuestras infidelidades, nuestras tibiezas, nuestras faltas de fidelidad al amor de Dios Padre.

. El pecado le afecta a Dios, el pecado le hace sufrir, si no fuera así no habría gozo en la conversión de un pecador, en el retorno de un hijo perdido. El pecado hace sufrir el corazón de Cristo y del Padre. El Padre se alegra del retorno del hijo pródigo y Cristo, el buen pastor, se alegra por la oveja perdida. Dios al comprometerse con nosotros se ha hecho vulnerable, si se ama se es vulnerable a la respuesta de amor.

. Así en el Antiguo Testamento, los profetas intentaban corregir esta tendencia de los rituales que hacía el pueblo de Israel ofreciendo sacrificios expiatorios (corderos sacrificados) que no conllevaban una conversión interior y que eran unos rituales vacíos pues el sacrificio exterior no repara nada mientras el corazón interior no cambie. En Malaquías, se profetiza que el sacrificio de Cristo será el verdadero sacrificio que expíe el corazón del Padre, pues estos sacrificios humanos que estáis haciendo no llegan a reparar ese daño.
  
Punto 607 Este deseo de aceptar el designio de amor redentor de su Padre anima toda la vida de Jesús (cf. Lc 12,50; 22, 15; Mt 16, 21-23) porque su Pasión redentora es la razón de ser de su Encarnación: "¡Padre líbrame de esta hora! Pero ¡si he llegado a esta hora para esto!" (Jn 12, 27). "El cáliz que me ha dado el Padre ¿no lo voy a beber?" (Jn 18, 11). Y todavía en la cruz antes de que "todo esté cumplido" (Jn 19, 30), dice: "Tengo sed" (Jn 19, 28).


. Dios no es algo, es alguien, es Padre, y te quiere, y le importas, de tal forma que le afectan nuestras obras. Dios no es un Dios impasible, se ha hecho vulnerable al amarnos, y por tanto asume la consecuencia de poder sufrir. Hay personas que por no sufrir renuncian a amar. En consecuencia, el pecado aunque no afecte a la naturaleza divina, toca el corazón de un Padre que quiere darse. Entendemos por lo tanto que Cristo en la cruz corresponde al amor incorrespondido del Padre por iniciativa misma de éste, el Padre tiene la iniciativa y Cristo corresponde a esa iniciativa. Jesucristo es como el hijo mayor ideal de la parábola del hijo pródigo que viendo a su padre apesadumbrado intenta reparar el corazón del padre, que se entrega al padre para ir a buscar al hijo menor. 

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