jueves, 23 de julio de 2015

Catecismo 604-605. Dios tiene la iniciativa del amor redentor universal

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Punto 604 Al entregar a su Hijo por nuestros pecados, Dios manifiesta que su designio sobre nosotros es un designio de amor benevolente que precede a todo mérito por nuestra parte: "En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados" (1 Jn 4, 10; cf. Jn 4, 19). "La prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros" (Rm 5, 8).

Punto 605 Jesús ha recordado al final de la parábola de la oveja perdida que este amor es sin excepción: "De la misma manera, no es voluntad de vuestro Padre celestial que se pierda uno de estos pequeños" (Mt 18, 14). Afirma "dar su vida en rescate por muchos" (Mt 20, 28); este último término no es restrictivo: opone el conjunto de la humanidad a la única persona del Redentor que se entrega para salvarla (cf. Rm 5, 18-19). La Iglesia, siguiendo a los Apóstoles (cf. 2 Co 5, 15; 1 Jn 2, 2), enseña que Cristo ha muerto por todos los hombres sin excepción: "no hay, ni hubo ni habrá hombre alguno por quien no haya padecido Cristo" (Concilio de Quiercy, año 853: DS, 624).

. Se remarca la iniciativa del amor de Dios, es Dios quien toma la iniciativa, el don de la redención es descendente antes que ascendente, es decir, la salvación viene del cielo a la tierra, el sacrificio de Cristo es un don de Dios a la humanidad. En el resto de las religiones la dimensión principal es la ascendente dónde el hombre intenta ganarse un favor divino, el hombre hace ritos para conseguir los favores de los dioses, por ejemplo ofrece sacrificios para que los dioses le sean propicios. Es algo que parte del hombre que intenta ganarse el favor de Dios. Sin embargo, la visión cristiana es la contraria, Dios es el que busca al hombre, es una iniciativa de Dios el ir a buscar la oveja pérdida, antes de que nosotros empezáramos a buscar a Dios, Él ya nos estaba buscando.

. Se están contraponiendo dos concepciones religiosas: una religión natural que es todo intento del hombre de ascender a lo divino partiendo de sus propias fuerzas e iniciativa, el hombre realiza ritos, sacrificios etc, para  hacer propicio a Dios y obtener a cambio un favor. Y una religiosidad revelada que parte de la iniciativa de Dios que busca al hombre. Por ejemplo, un periodista que quiere conocer a un artista, lo busca, pregunta a sus amistades por él, le hace fotos a distancia… esto sería la religiosidad natural, y cuando el artista le dice al periodista que desea comer con él, y le cuenta su pasado, sus proyectos, sus inquietudes, etc, el periodista recibe todo el conocimiento por la propia revelación del artista… esto sería comparable a la religiosidad revelada. La salvación de Dios no es ascendente, es descendente, como vemos en 1ª Juan 4,10: “es Dios Padre por tanto, el que por propia iniciativa proporciona el sacrificio de su hijo como don suyo a los hombres”. En Juan 3,16:” Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna. En Gálatas 4,4-5:” Mas cuando llegó la plenitud del tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estaban bajo la ley, para que recibiéramos la adopción filial”.

. El concepto de mérito: por mérito se ha entendido tradicionalmente el derecho a la recompensa. Lo malo es intentar aplicar este concepto directamente en nuestra relación con Dios, pues estrictamente hablando un hombre delante de Dios no tiene derecho a nada, Dios es la infinitud, es el ser perfecto, nosotros somos una criatura de Dios. Qué derecho tiene la criatura ante el creador?: ninguno. Por lo tanto no se puede aplicar el sentido de mérito en nuestra relación con Dios en el sentido humano de retribución humana. En las mismas escrituras vemos que ante Dios puede tener el mismo “mérito” el que trabajó toda la jornada, el que trabajó media jornada o el que trabajó únicamente la última hora. Nuestro mérito se entiende como el poder participar del mérito de Cristo, unido al dolor de Cristo en la cruz que como es persona divina sí que tiene mérito, entonces participamos de ese mérito infinito. En nosotros hay algo que nos precede en nuestro mérito que es el mérito de Cristo en la cruz que hace que el nuestro tenga el mismo valor.

. El concepto de justicia: el primer concepto de justicia que vemos en la Sagrada Escritura viene de la alianza entre Yahveh y su pueblo, y consiste en que el pueblo practica la justicia cuando cumple sus deberes para con Dios, y Dios es justo guardando las promesas de salvación para su pueblo. Vemos también que esta justicia implica la retribución del piadoso y el castigo del impío. Poco a poco en la escritura se va avanzando en el concepto de justicia. A partir del capítulo 44 del libro de Isaías se va adquiriendo un concepto más purificado del concepto de justicia, ya en este libro, justicia y gracia son dos conceptos casi sinónimos, justicia y gracia, justicia y santidad. Si uno no se da cuenta de esto, muchos pasajes de la Sagrada Escritura pueden ser incomprensibles. Al principio, la justicia consistía en que uno cumple los mandamientos y Dios cumple su parte, pero el hombre al no cumplir su parte, Dios no deja de cumplir su parte, así se va purificando el concepto de justicia, Dios nos ama por justicia, por gracia, por santidad, por amor gratuito. Se pueden llegar a muchos equívocos si no entendemos bien la concepción bíblica de la justicia, porque nosotros tenemos una concepción moderna de justicia que es la justicia humana. Ser justo para Dios es actuar conforme a su amor. La justicia en el sentido humano es como poner un límite al amor gratuito y el concepto bíblico de justicia no le pone límite al amor de Dios, sino todo lo contrario.

. Cristo entrega su vida al mismo tiempo que el Padre está entregando al Hijo, porque el Padre y el hijo están unidos en una sola voluntad. Dios nos ha amado antes de que lo merezcamos y la cruz es la prueba del amor de Dios, el amor está probado cuando precisamente se quiere a alguien del que no se espera nada.

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