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Punto 601 Este designio divino de salvación a través de la muerte del "Siervo, el Justo" (Is 53, 11;cf. Hch 3, 14) había sido anunciado antes en la Escritura como un misterio de redención universal, es decir, de rescate que libera a los hombres de la esclavitud del pecado (cf. Is 53, 11-12; Jn 8, 34-36). San Pablo profesa en una confesión de fe que dice haber "recibido" (1 Co 15, 3) que "Cristo ha muerto por nuestros pecados según las Escrituras" (ibíd.: cf. también Hch 3, 18; 7, 52; 13, 29; 26, 22-23). La muerte redentora de Jesús cumple, en particular, la profecía del Siervo doliente (cf. Is 53, 7-8 y Hch 8, 32-35). Jesús mismo presentó el sentido de su vida y de su muerte a la luz del Siervo doliente (cf. Mt 20, 28). Después de su Resurrección dio esta interpretación de las Escrituras a los discípulos de Emaús (cf. Lc 24, 25-27), luego a los propios apóstoles (cf. Lc 24, 44-45).
. El Catecismo le da importancia al cumplimiento de las escrituras en la muerte redentora de Jesucristo que ya fue anunciada según las escrituras del Antiguo Testamento. El sacrificio redentor de Jesús no ha sido un acontecimiento que no se haya preparado previamente, y así lo vemos en el Antiguo Testamento para que el pueblo comprendiese dicho sacrificio. Lo encontramos en el culto judaico donde se le daba mucha importancia al sacrificio, se trataba como de alejar la cólera divina y obtener la protección de Yahveh ante una desgracia que estaba teniendo lugar, pero sobre todo estaba el sacrificio expiatorio que consistía en purificar aquello que hacía impuro al hombre y le alejaba de Dios, ellos tenían conciencia de que todo hombre es pecador y que tenía que limpiarse para poder acercarse a Dios. De hecho en el mundo judío existía el día de las expiaciones donde se sacrificaba un toro y un macho cabrío y con cuya sangre el sumo sacerdote entraba en el templo, en el santa santorum y allí con esa sangre rociaba el propiciatorio que era algo que cubría el arca de la alianza, lo rociaba y después de eso el sumo sacerdote salía fuera y a un macho cabrío que estaba vivo le imponía las manos como queriendo trasmitirle todo el peso de los pecados de los hombres, queriendo como expresar que el hombre no puede llevar el peso de sus pecados y los trasmitía a ese macho cabrío, y luego ese macho era llevado al desierto y abandonado. Todo esto estaba preparando al pueblo de Israel para entender la necesidad de un sacrificio expiatorio.
. Otro aspecto en la vida de Israel para entender el sacrificio redentor de Jesucristo es la propia historia del pueblo de Israel. Es una historia que está llena de desgracias seguidas de liberaciones, hay dos momentos claves sobre todo: la esclavitud de Egipto y el exilio de Babilonia (destrucción de templo), son dos acontecimientos que son desgraciados que fueron seguidos de liberación y restauración (del templo), que nos hacen entender que la cruz es luego camino de salvación. Los judíos entendían que esos momentos de desgracia les habían sobrevenido como consecuencia de los pecados que habían cometido, son castigos para buscar una religiosidad más pura. Era una creencia que a través de la desgracia se lleva a la salvación. Pero hay muchos pasajes de las escrituras que ponen lo anterior en cuestión, las desgracias también sobrevienen a los inocentes, sobre todo el libro de Job que es el libro que afronta el problema del sufrimiento del inocente. Este libro comienza a preparar al pueblo de Israel para entender el sufrimiento del inocente, pues si en el Antiguo Testamento el sufrimiento hubiese sido únicamente de los pecadores, no se habría entendido el sufrimiento de Jesús.
. Es sobre todo en la profecía del Siervo doliente donde se
prefigura el sentido de la Pasión de Jesucristo. En la primera lectura del Viernes Santo solemos leer el cuarto
cántico del siervo de Yahveh, en Isaías están los cuatro cánticos del siervo de
Yahveh. El pueblo de Israel dejó en el olvido estas páginas y se fijó más bien
en otras páginas que hablaban de un mesías con una imagen triunfante. El
primer cántico está en Isaías 42.1-7: “Este
es mi Servidor, a quien yo sostengo, mi elegido, en quien se complace mi alma.
Yo he puesto mi espíritu sobre él para que lleve el derecho a las naciones. El
no gritará, no levantará la voz ni la hará resonar por las calles. No
romperá la caña quebrada ni apagará la mecha que arde débilmente. Expondrá el
derecho con fidelidad; no desfallecerá ni se desalentará hasta implantar el
derecho en la tierra, y las costas lejanas esperarán su Ley. Así habla Dios, el
Señor, el que creó el cielo y lo desplegó, el que extendió la tierra y lo que
ella produce, el que da el aliento al pueblo que la habita y el espíritu a los
que caminan por ella. Yo, el Señor, te llamé en la justicia, te sostuve de
la mano, te formé y te destiné a ser la alianza del pueblo, la luz de las
naciones, para abrir los ojos de los ciegos, para hacer salir de la prisión
a los cautivos y de la cárcel a los que habitan en las tinieblas”. Aquí
al siervo doliente se le llama alianza del pueblo, esta palabra “alianza” la
pronuncia Jesús en la última cena, y se la apropia como cumpliendo la imagen
del siervo de Yahveh. Se ve la dulzura, la paciencia y la misericordia con la
que este siervo va a tratar a los pecadores, hace referencia al estilo
misericordioso que Jesús tuvo con los pecadores, el cual trato a los pecadores
no quebrando esa debilidad que teníamos, sino consolando y fortaleciendo a la
oveja descarriada. El segundo cántico está en Isaías 49,1-6:”¡Escúchenme, costas lejanas, presten atención, pueblos remotos! El
Señor me llamó desde el seno materno, desde el vientre de mi madre pronunció mi
nombre. El hizo de mi boca una espada afilada, me ocultó a la sombra
de su mano; hizo de mí una flecha punzante, me escondió en su aljaba. El me
dijo: «Tú eres mi Servidor, Israel, por ti yo me glorificaré». Pero yo dije:
«En vano me fatigué, para nada, inútilmente, he gastado mi fuerza». Sin
embargo, mi derecho está junto al Señor y mi retribución, junto a mi Dios. Y
ahora, ha hablado el Señor, el que me formó desde el seno materno para que yo
sea su Servidor, para hacer que Jacob vuelva a él y se le reúna Israel. Yo soy
valioso a los ojos del Señor y mi Dios ha sido mi fortaleza. El dice: «Es
demasiado poco que seas mi Servidor para restaurar a las tribus de Jacob y
hacer volver a los sobrevivientes de Israel; yo te destino a ser la luz de
las naciones, para que llegue mi salvación hasta los confines de la tierra».
Vemos los planes que tiene Yahveh, a pesar de esa debilidad e inocencia en
la que se encuentra ese siervo, pero de la que Yahveh piensa realizar un
designio de salvación. En el cantico tercero Isaías 50, 4-9: “El mismo Señor me ha dado una lengua de
discípulo, para que yo sepa reconfortar al fatigado con una palabra de
aliento. Cada mañana, él despierta mi oído para que yo escuche como un
discípulo. El Señor abrió mi oído y yo no me resistí ni me volví atrás. Ofrecí
mi espalda a los que golpeaban y mis mejillas, a los que me arrancaban la
barba; no retiré mi rostro cuando me ultrajaban y escupían. Pero el
Señor viene en mi ayuda: por eso, no quedé confundido; por eso, endurecí mi
rostro como el pedernal, y sé muy bien que no seré defraudado. Está
cerca el que me hace justicia: ¿quién me va a procesar? ¡Comparezcamos
todos juntos! ¿Quién será mi adversario en el juicio? ¡Que se acerque
hasta mí! Sí, el Señor viene en mi ayuda: ¿quién me va a condenar? Todos
ellos se gastarán como un vestido, se los comerá la polilla”. Vemos como se
inicia el misterio de la Pasión, sonde hay una gran docilidad por parte de este
siervo, y una gran confianza en la ayuda de Dios en la victoria en medio de las
humillaciones, es un siervo doliente y sufriente que en medio de su prueba tiene
una clara conciencia que está en manos de Yahveh, que se sabe en manos de su
Padre que tiene un plan redentor. En el cuarto cántico es dónde se más se prefigura
la Pasión de Jesucristo. Isaías 52,13 al 53,12: “Sí, mi Servidor triunfará: será exaltado y elevado a una altura muy
grande. Así como muchos quedaron horrorizados a causa de él, porque
estaba tan desfigurado que su aspecto no era el de un hombre y su apariencia no
era más la de un ser humano, así también él asombrará a muchas naciones, y
ante él los reyes cerrarán la boca, porque verán lo que nunca se les había
contado y comprenderán algo que nunca habían oído. Quién creyó lo que nosotros
hemos oído y a quién se le reveló el brazo del Señor? El creció como un retoño
en su presencia, como una raíz que brota de una tierra árida, sin forma ni
hermosura que atrajera nuestras miradas, sin un aspecto que pudiera agradarnos.
Despreciado, desechado por los hombres, abrumado de dolores y habituado al
sufrimiento, como alguien ante quien se aparta el rostro, tan despreciado, que
lo tuvimos por nada. Pero él soportaba nuestros sufrimientos y cargaba
con nuestras dolencias, y nosotros lo considerábamos golpeado, herido por Dios
y humillado. El fue traspasado por nuestras rebeldías y triturado por
nuestras iniquidades. El castigo que nos da la paz recayó sobre él y por
sus heridas fuimos sanados. Todos andábamos errantes como ovejas, siguiendo
cada uno su propio camino, y el Señor hizo recaer sobre él las iniquidades de
todos nosotros. Al ser maltratado, se humillaba y ni siquiera abría su boca:
como un cordero llevado al matadero, como una oveja muda ante el que la esquila,
él no abría su boca. Fue detenido y juzgado injustamente, y ¿quién se
preocupó de su suerte? Porque fue arrancado de la tierra de los vivientes y
golpeado por las rebeldías de mi pueblo. Se le dio un sepulcro con los
malhechores y una tumba con los impíos, aunque no había cometido violencia ni
había engaño en su boca. El Señor quiso aplastarlo con el sufrimiento.
Si ofrece su vida en sacrificio de reparación, verá su descendencia, prolongará
sus días, y la voluntad del Señor se cumplirá por medio de él. A causa de
tantas fatigas, él verá la luz y, al saberlo, quedará saciado. Mi Servidor
justo justificará a muchos y cargará sobre sí las faltas de ellos. Por eso
le daré una parte entre los grandes y él repartirá el botín junto con los
poderosos. Porque expuso su vida a la muerte y fue contado entre los culpables,
siendo así que llevaba el pecado de muchos e intercedía en favor de los
culpables”. El pueblo de Israel debía estar preparado con este
cántico para adentrarse en el misterio de la Pasión de Jesucristo. Hay
una descripción clara de la humillación y de la docilidad de este siervo que
le prepara para la glorificación final. Se está dando un sentido al
sufrimiento. El sufrimiento es aceptado voluntariamente por este siervo y es
ofrendado a Dios como un sacrificio expiatorio, pero no como un sacrificio
ritual como antes en el Antiguo Testamento, sino más con el corazón que con un
rito externo. Es expiatorio porque dice: “él ha sido herido por nuestras
culpas, molido por nuestros pecados”, hay una expiación en favor de otros. Y a
los ojos de Dios se presenta como el siervo inocente, el inocente sustituyó a
los culpables. Yahveh se complace en el sacrificio del siervo, le bendice,
prefigura su resurrección: “por las fatigas de su alma verá la luz”.
. En conclusión, este siervo sufriente constituye la culminación de todo el Antiguo Testamento para comprender el sacrificio redentor de Jesucristo. Se personifica en este siervo el paso de la desgracia a la liberación. Es el cumplimiento del nuevo sentido del sufrimiento, el de un inocente que se inmola por los culpables y obtiene para ellos el perdón y la purificación. Vemos en Cristo el cumplimiento de esta imagen. En el encuentro del templo, el anciano Simeón cuando predice quién es ese niño que tiene en sus manos lo llama “luz para iluminar a las naciones” que es una expresión del cántico del siervo de Yahveh, y al mismo tiempo que ve como luz, profetiza las contradicciones que vendrán sobre Jesús, “y una espada te traspasará el corazón” le dice a su madre. Pero la figura del siervo sufriente no llegó a penetrar en la mentalidad popular judaica que esperaba un mesías triunfante.
. Varios pasajes del Nuevo Testamento hacen referencia a estos cánticos del siervo: Mateo 20,28; Lucas 24,44-45; y en Hechos 8,32-34 en el episodio en que Felipe se acerca al eunuco, éste estaba leyendo el pasaje de Isaías: “fue llevado al matadero…”. Felipe partiendo de este texto se pone a anunciar la buena nueva de Jesús. La primitiva comunidad cristiana echó mano de estos cánticos para explicar el profundo sentido del mesianismo de Jesucristo.
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