lunes, 30 de marzo de 2015

Catecismo 386-387. Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia. La realidad del pecado

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Punto 386 El pecado está presente en la historia del hombre: sería vano intentar ignorarlo o dar a esta oscura realidad otros nombres. Para intentar comprender lo que es el pecado, es preciso en primer lugar reconocer el vínculo profundo del hombre con Dios, porque fuera de esta relación, el mal del pecado no es desenmascarado en su verdadera identidad de rechazo y oposición a Dios, aunque continúe pesando sobre la vida del hombre y sobre la historia.

. El pecado está presente en la historia y el que no lo vea es que está ciego. Hay intentos de pasar por alto la existencia del pecado. Chesterton antes de su conversión, en una tertulia con el padre O’Connor entendía que la iglesia o un sacerdote iba a tener más conocimiento de la cosas positivas de la vida que él, pero no imaginaba que también iba a tener un conocimiento mayor de las cosas negativas, de lo que ocurre en las calles de los suburbios, decía que la iglesia estaba demasiado lejos de esa realidad. Le sorprendió que además de conocer el ideal angélico también conoce la debilidad del hombre. La revelación cristiana nos permite conocer más las virtudes y también más los pecados. Decir que el pecado es un fallo, un desliz, un error, es difuminar nuestra responsabilidad, nos hacemos una pieza del entramado y echamos la culpa al sistema.

. El hombre tiene un profundo vínculo con Dios, entonces la palabra pecado añade dos matices, primero el matiz de responsabilidad, pues alguien se puede equivocar pero lo hace sin cometer pecado, es decir, un fallo no culpable, es decir, la palabra pecado no es lo mismo que error. Además la palabra pecado, además de la voluntariedad, añade que pecar es rechazar el plan que tiene Dios pensado para nosotros, y obrar en contra de este plan amoroso de Dios es estar pecando. Olvidarse de esta relación con Dios es no entender el concepto de pecado. Si no nos damos cuenta de lo que es el pecado, no nos vamos a enterar.

S Agustín decía que el pecado tiene dos dimensiones: rechazar a Dios y entregarnos desordenadamente a las criaturas. Es más visible para nosotros el apego a las cosas y la menos visible el rechazo a Dios, pero ésta es la más grave porque detrás de ese apego mío se esconde el rechazo y amor a Dios. Es como el iceberg, que lo que no se ve, es mucho más de lo que ves.

. El pecado no es un problema más de la humanidad, sino el problema. La raíz de ese pecado es  la rebelión del hombre ante Dios, ruptura con Dios, exclusión con Dios, desobediencia a Dios. Es el fenómeno que hace daño y destruye al hombre, ofende a Dios lo que destruye al hombre y el pecado es la ofensa a Dios.   

Punto 387 La realidad del pecado, y más particularmente del pecado de los orígenes, sólo se esclarece a la luz de la Revelación divina. Sin el conocimiento que ésta nos da de Dios no se puede reconocer claramente el pecado, y se siente la tentación de explicarlo únicamente como un defecto de crecimiento, como una debilidad psicológica, un error, la consecuencia necesaria de una estructura social inadecuada, etc. Sólo en el conocimiento del designio de Dios sobre el hombre se comprende que el pecado es un abuso de la libertad que Dios da a las personas creadas para que puedan amarle y amarse mutuamente.

. La realidad del pecado sale a la luz con la revelación. Es la revelación la que desenmascara al pecado. La revelación ilumina nuestro juicio de la realidad, un cristiano comprende la realidad con la luz de la revelación, a veces hacemos de la revelación algo que no viene de lo alto, sino que la revelación es caer yo en cuenta de la verdad que tengo dentro de mí. Como si fuera un convencimiento subjetivo que yo en mi interior intento comprender, intentando comprender la revelación como una auto iluminación mía. Que yo dentro de mí estoy como comprendiendo la realidad. Esto es hacer una verdad a nuestra medida y reducir la revelación a la nada, a uno mismo. Nosotros tenemos que afirmar la objetividad de la revelación.


. El pecado es un abuso de la libertad que Dios da a las personas. La medida de la verdadera libertad es la verdad y la justicia. Libertad no es escoger tú, independientemente de que la decisión sea acertada o no. Lo importante de la libertad es utilizarla bien. Elegir tú y elegir bien. Tenemos que distinguir entre la gran confianza que Dios nos da y el abuso de su confianza. Por libertad entendemos la capacidad que Dios nos ha dado de determinarnos para el bien, para la santidad. La libertad es más que tener capacidad de elegir una cosa o la contraria.   

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