“El uno para el otro”, “una unidad de dos”
Punto 371 Creados a la vez, el hombre y la mujer son queridos por Dios el uno para el otro. La Palabra de Dios nos lo hace entender mediante diversos acentos del texto sagrado. "No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada" (Gn 2,18). Ninguno de los animales es "ayuda adecuada" para el hombre (Gn 2,19-20). La mujer, que Dios "forma" de la costilla del hombre y presenta a éste, despierta en él un grito de admiración, una exclamación de amor y de comunión: "Esta vez sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne" (Gn 2,23). El hombre descubre en la mujer como un otro "yo", de la misma humanidad.
. Hombre y mujer han sido creados a la vez y queridos el uno para el otro, hay una complementariedad natural, hechos el uno para el otro. La condición sexual del hombre es recibida, no elegida como puede pasar ahora, el hombre es hombre por naturaleza, es creado hombre tal cual. Y lo mismo pasa con la mujer. Nuestra persona no se puede construir en contra de nosotros mismos, de nuestra creaturalidad, de la naturaleza que hemos recibido.
. Dios nos ha querido el uno para el otro, hay una complementariedad obvia entre hombre y mujer. Dos personas del mismo sexo no tienen esa complementariedad natural, y esto no es hablar en contra de nadie, pues la naturaleza masculina y femenina tienen una complementariedad no solo biológica sino también psicológica que no tienen dos personas del mismo sexo. La palabra de Dios nos lo hace entender en varios acentos del texto sagrado: “no es bueno que el hombre esté solo”, Adán sentía una soledad existencial y aunque estaba rodeado de toda la naturaleza, se sentía solo. Yahveh le hace una ayuda adecuada, es decir, Dios pensó en dos sexos, en una relación, no hemos sido creados para la soledad sino creados para una comunión, para un encuentro, para una alianza entre nosotros, para la procreación y el crecimiento desde la comunión. La soledad no es buena como principio, el proyecto que ha pensado Dios para nosotros no es un proyecto individualista.
. La imagen de la costilla de Adán subraya la igual dignidad de la mujer y del hombre, formamos uno entre los dos. Hasta este momento, no hay una complementariedad entre los dos y una vida en comunión. El ideal cristiano no es una vida en soledad sino una vida en comunión, no el hombre autónomo que no necesita de nadie. Dios es trinidad y como somos imagen y semejanza de Dios estamos llamados a la comunión, luego tenemos que ser educados para la comunión, para el matrimonio y para la vida comunitaria
Punto 372 El hombre y la mujer están hechos "el uno para el otro": no que Dios los haya hecho "a medias" e "incompletos"; los ha creado para una comunión de personas, en la que cada uno puede ser "ayuda" para el otro porque son a la vez iguales en cuanto personas ("hueso de mis huesos...") y complementarios en cuanto masculino y femenino (cf. Mulieris dignitatem, 7). En el matrimonio, Dios los une de manera que, formando "una sola carne" (Gn 2,24), puedan transmitir la vida humana: "Sed fecundos y multiplicaos y llenad la tierra" (Gn 1,28). Al trasmitir a sus descendientes la vida humana, el hombre y la mujer, como esposos y padres, cooperan de una manera única en la obra del Creador (cf. GS 50,1).
. El hombre y la mujer no es que sean incompletos y necesitan del otro para completarse. No es imprescindible casarse y formar un matrimonio para que cada uno sea completo. Estamos creados para ser una ayuda para el otro, no somos autosuficientes, lo más característico del hombre no es el ”auto…” sino la comunión. Especialmente, a través de la transmisión de la vida es el momento en el que el hombre coopera con el creador de una manera especial: el matrimonio y el amor conyugal están ordenados por su propia naturaleza a la procreación y educación de la prole, los hijos son sin duda el don más excelente del matrimonio y contribuyen sobremanera al bien de los propios padres. Dios bendijo al varón y a la mujer diciendo creced y multiplicaos. La procreación no es como “plantar un árbol, escribir un libro y tener un hijo”, no es un instrumento de autorrealización del hombre, sino un don de Dios, no lo podemos ni exigir ni fabricar. Somos instrumentos de Dios para la procreación, no somos árbitros.
Punto 373 En el plan de Dios, el hombre y la mujer están llamados a "someter" la tierra (Gn 1,28) como "administradores" de Dios. Esta soberanía no debe ser un dominio arbitrario y destructor. A imagen del Creador, "que ama todo lo que existe" (Sb 11,24), el hombre y la mujer son llamados a participar en la providencia divina respecto a las otras cosas creadas. De ahí su responsabilidad frente al mundo que Dios les ha confiado
. Hombre y mujer participan dela misma llamada de someter la tierra, de ser administradores de la creación. Dios nos ha creado con una capacidad de colaboración con él en la participación de las cosas creadas. Dios nos ha dado la materia prima y es alfarero de alfareros, quiere que nosotros seamos sus alfareros, sus administradores. No somos los dueños de la creación con el afán de imponer un dominio destructor, sino que participamos en la creación de Dios con responsabilidad en las cosas que nos ha confiado. Somos administradores, Dios nos ha encomendado el mundo para trabajar en comunión, para hacer un proyecto en el que quepan todos, donde no sobra nadie.
ta bien
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